lunes, 20 de febrero de 2023

Hora Santa en reparación por cruel asesinato del obispo auxiliar de Los Ángeles 190223

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el cruel asesinato del obispo auxiliar de Los Ángeles, Monseñor David O’Connell, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado con un disparo en la cabeza. El obispo fue asesinado en aparente “odio contra la fe”, lo cual lo convertiría en mártir, puesto que se habría encontrado una nota al lado de su cadáver, en la que se habría escrito: “Estamos hartos de vuestra religión”. Sin embargo, esto último está por confirmarse.

https://www.infobae.com/estados-unidos/2023/02/19/eeuu-asesinaron-de-un-disparo-al-obispo-auxiliar-de-los-angeles/

Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Si alguien, por un determinado motivo, no puede realizar la Comunión Sacramental, sí puede, sin embargo, realizar la Comunión espiritual. Dicha Comunión espiritual, como afirma un autor, es la “reserva de vida y de amor eucarístico siempre al alcance de la mano para quienes amen a Jesús Eucaristía. Mediante la Comunión espiritual, se satisfacen los deseos de amor del alma que quiere unirse a Jesús, su Amado Esposo. La Comunión espiritual -continúa este autor- es la unión de amor entre el alma y Jesús Eucaristía. Es una unión del todo espiritual, pero no menos real, más real incluso que la unión entre el alma y el cuerpo, porque el alma vive más donde ama que donde vive”, dice San Juan de la Cruz”[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

La Comunión espiritual supone, obviamente, la Fe en la Presencia real, verdadera y substancial de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía y esto implica a su vez el deseo de la Comunión Sacramental, que exige el agradecimiento por el don recibido de Jesús. Todo eso está expresado con sencillez y brevedad en la fórmula de San Alfonso María de Ligorio: “Jesús mío, creo que estás en el Santísimo Sacramento. Os amo sobre todas las cosas. Os deseo en mi alma. Ya que ahora no puedo recibiros sacramentalmente, venid al menos espiritualmente a mi corazón (pausa). Y como si hubierais venido ya, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis que yo me separe de Vos”[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

La Comunión espiritual produce los mismos efectos que la Comunión sacramental según las disposiciones con las que se hace, según la mayor o menor caridad con que se desea a Jesús, según el amor más o menos intenso con el que se recibe a Jesús. Es un privilegio exclusivo de la Comunión espiritual el poder hacerla cuantas veces quiera uno (incluso cien veces al día), en el momento que se quiera (incluso en plena noche), donde se quiera (también en un desierto o en un avión en vuelo)[3].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Es conveniente hacer la Comunión espiritual en particular en la Santa Misa, si no se puede comulgar sacramentalmente. En el momento en el que el sacerdote comulga, el alma también puede hacerlo llamando a Jesús a su corazón. De este modo, la Santa Misa queda completa: ofrecimiento, inmolación, comunión.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Sería verdaderamente una gracia suprema invocar con todas las fuerzas que en la Iglesia se llegara pronto a realizar el deseo del Concilio de Trento: “Que todos los cristianos comulguen en cada Misa que oyen”, de tal manera que quien pueda participar cada día en más Misas, pueda también hacer más Comuniones Sacramentales cada día (por supuesto que para la Comunión sacramental se necesita estar en estado de gracia, sin conciencia de pecado mortal al momento de la Comunión).

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre Francisco.

 



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 88.

[2] Cfr. ibidem, 88.

[3] Cfr. ibidem, 89.

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