Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el cruel asesinato del obispo auxiliar de Los Ángeles, Monseñor David O’Connell,
cuyo cuerpo sin vida fue encontrado con un disparo en la cabeza. El obispo fue
asesinado en aparente “odio contra la fe”, lo cual lo convertiría en mártir,
puesto que se habría encontrado una nota al lado de su cadáver, en la que se
habría escrito: “Estamos hartos de vuestra religión”. Sin embargo, esto último
está por confirmarse.
Canto
de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Si
alguien, por un determinado motivo, no puede realizar la Comunión Sacramental,
sí puede, sin embargo, realizar la Comunión espiritual. Dicha Comunión
espiritual, como afirma un autor, es la “reserva de vida y de amor eucarístico
siempre al alcance de la mano para quienes amen a Jesús Eucaristía. Mediante la
Comunión espiritual, se satisfacen los deseos de amor del alma que quiere
unirse a Jesús, su Amado Esposo. La Comunión espiritual -continúa este autor-
es la unión de amor entre el alma y Jesús Eucaristía. Es una unión del todo
espiritual, pero no menos real, más real incluso que la unión entre el alma y
el cuerpo, porque el alma vive más donde ama que donde vive”, dice San Juan de
la Cruz”[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
La
Comunión espiritual supone, obviamente, la Fe en la Presencia real, verdadera y
substancial de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía y esto implica a su
vez el deseo de la Comunión Sacramental, que exige el agradecimiento por el don
recibido de Jesús. Todo eso está expresado con sencillez y brevedad en la fórmula
de San Alfonso María de Ligorio: “Jesús mío, creo que estás en el Santísimo
Sacramento. Os amo sobre todas las cosas. Os deseo en mi alma. Ya que ahora no
puedo recibiros sacramentalmente, venid al menos espiritualmente a mi corazón
(pausa). Y como si hubierais venido ya, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis
que yo me separe de Vos”[2].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
La
Comunión espiritual produce los mismos efectos que la Comunión sacramental
según las disposiciones con las que se hace, según la mayor o menor caridad con
que se desea a Jesús, según el amor más o menos intenso con el que se recibe a
Jesús. Es un privilegio exclusivo de la Comunión espiritual el poder hacerla
cuantas veces quiera uno (incluso cien veces al día), en el momento que se
quiera (incluso en plena noche), donde se quiera (también en un desierto o en
un avión en vuelo)[3].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Es
conveniente hacer la Comunión espiritual en particular en la Santa Misa, si no
se puede comulgar sacramentalmente. En el momento en el que el sacerdote
comulga, el alma también puede hacerlo llamando a Jesús a su corazón. De este
modo, la Santa Misa queda completa: ofrecimiento, inmolación, comunión.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Sería
verdaderamente una gracia suprema invocar con todas las fuerzas que en la
Iglesia se llegara pronto a realizar el deseo del Concilio de Trento: “Que todos
los cristianos comulguen en cada Misa que oyen”, de tal manera que quien pueda
participar cada día en más Misas, pueda también hacer más Comuniones
Sacramentales cada día (por supuesto que para la Comunión sacramental se
necesita estar en estado de gracia, sin conciencia de pecado mortal al momento
de la Comunión).
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre Francisco.
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