viernes, 17 de febrero de 2023

Hora Santa en reparación por declaraciones heréticas de sacerdote negando la transubstanciación 140223

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por las declaraciones heréticas del sacerdote jesuita Thomas Reese, negando el dogma de la transubstanciación, basándose en el banal argumento de que “es muy difícil de explicar/entender”. Este argumento es tan absurdo que, si lo llevamos a la práctica cotidiana, entonces deberíamos suprimir todo lo que sea difícil de entender o explicar. En otras palabras, si vamos a suprimir o cancelar todo lo que no los niños y jóvenes no entiendan, entonces tenemos que suprimir la luz del sol, porque es muy difícil de hacer comprender a los niños y jóvenes los fenómenos de fusión y de fisión termo-nucleares que se producen en el sol. Para mayores detalles acerca de estas lamentables declaraciones, consultar el siguiente enlace:

https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=40307

Canto de entrada: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

El dogma de la transubstanciación constituye el núcleo central de la Santa Fe Católica; sin transubstanciación, no hay Iglesia Católica. Con relación a este dogma, refiriéndose a la conversión–transformación obrada en la Eucaristía dice así el Papa Benedicto XVI: “Para explicar esta transformación, la teología ha acuñado la palabra “transubstanciación”, palabra que resonó por primera vez en esta basílica, durante el IV Concilio Lateranense [1215], del que se celebrará el octavo centenario dentro de cinco años. En esa ocasión, se introdujeron en la profesión de fe las siguientes palabras: “su cuerpo y sangre están contenidos verdaderamente en el sacramento del altar, bajo las especies del pan y del vino, pues el pan está transubstanciado en el cuerpo, y la sangre en el vino por el poder de Dios (Denz, 802)[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

La misma doctrina de la transubstanciación eucarística que se declara en forma dogmática el Concilio de Trento (1551), es la misma que Pablo VI confiesa en la primera parte de la encíclica Mysterium fidei (3-IX-1965): “La transubstanciación eucarística “es una realidad que con razón denominamos “ontológica”. Porque bajo dichas especies ya no existe lo que había antes, sino una cosa completamente diversa. Y esto no únicamente por el juicio de fe de la Iglesia, sino por la realidad objetiva, puesto que, convertida la substancia o naturaleza del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, no queda ya nada del pan y del vino, sino las solas especies. Bajo ellas, Cristo, todo entero, está presente en su realidad física, aun corporalmente, aunque no del mismo modo como los cuerpos están en un lugar”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Esta fe dogmática en la transubstanciación es la misma fe que Pablo VI, en contraste sobre todo con la enseñanza herética del Catecismo holandés, confiesa solemnemente en el Credo del Pueblo de Dios (30-VI-1968, nn.24-26) y es también la misma fe profesada por Benedicto XVI en la exhortación apostólica Sacramentum caritatis (22-II-2007): “En este horizonte se comprende el papel decisivo del Espíritu Santo en la Celebración eucarística y, en particular, en lo que se refiere a la transubstanciación. … Es muy necesario para la vida espiritual de los fieles que tomen más clara conciencia de la riqueza de la anáfora [plegaria eucarística]: junto con las palabras pronunciadas por Cristo en la última Cena, contiene la epíclesis, como invocación al Padre para que haga descender el don del Espíritu a fin de que el pan y el vino se conviertan en el cuerpo y la sangre de Jesucristo (n. 13)”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Los santos de todos los tiempos de la Iglesia, han profesado siempre la fe en la transubstanciación, al punto de entregar sus vidas por la Eucaristía. Dice así San Ignacio de Antioquía (+107): “La Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, que padeció por nuestros pecados, y a la que el Padre por su bondad ha resucitado” (Cta. a Esmirniotas 7, 1). A su vez, San Cirilo de Jerusalén (+386) afirma; “Con plena seguridad participamos del cuerpo y sangre de Cristo, porque en figura de pan se te da el cuerpo y en figura de vino se te da la sangre” (I, 470). “No los tengas, pues como mero pan y vino, porque son cuerpo y sangre de Cristo, según la afirmación del Señor (I, 473)”. San Gregorio de Nisa (+394): “Y esto lo da [en la Eucaristía] transformando (transelementando) en aquel [cuerpo mortal] la naturaleza de las apariencias (I, 653)”. San Ambrosio de Milán (+397) sostiene: “Cuantas veces nosotros recibimos los sacramentos, que por el misterio de la oración sagrada se transfiguran en carne y sangre, anunciamos la muerte del Señor (1Cor 11, 26) (I, 536)”. “Este pan es pan antes de las palabras sacramentales; pero una vez que recibe la consagración, de pan se hace carne de Cristo (I, 541)”. “Os dije que antes de las palabras de Cristo lo que se ofrece se llama pan; tan pronto como se han pronunciado las palabras de Cristo, ya no se llama pan, sino cuerpo (I, 568)”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Por último, quienes no entienden cómo se produce, pero sí creen firmemente en la transubstanciación -esto es, en la conversión del pan y del vino en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, de manera que en la Eucaristía no ven un simple trocito de pan bendecido, sino la Presencia Real, Verdadera y Substancial del Rey de reyes y Señor de señores-, son los satanistas y por eso se afanan, noche y día, para robar Hostias consagradas para luego profanarlas en las misas negras. Tal vez debería el Padre Reese llegarse por la secta Templo Satánico, para que sean ellos quienes le hagan entender que la Santa Fe de la Iglesia Católica en la transubstanciación, si bien es difícil de explicar, es fácil de creer.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre Francisco.

 

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