Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por la gravísima ofensa y el horrendo sacrilegio cometido contra la Madre de
Dios en España, en el curso de un espantoso programa de televisión (al cual
auguramos su pronto cierre). Para mayores detalles, consultar el siguiente
enlace:
Canto
de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Son
los Santos los que nos enseñan a valorar y apreciar ese tesoro de valor
inconmensurable como es la Santa Misa. San Agustín decía lo siguiente respecto
a su madre, Santa Mónica: “Ella no dejó pasar un día sin estar presente en el
Divino Sacrificio ante Tu Altar, Oh Señor”. Por su parte, San Francisco de Asís
asistía dos veces al día a la Santa Misa y cuando estaba enfermo, le pedía a un
fraile sacerdote que celebrara la Misa para él, en su celda, a fin de no quedarse
sin ella[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Santo
Tomás de Aquino, después de celebrar la Santa Misa, cada mañana, ayudaba en
otra como acción de gracias. A su vez, San Pascual Baylón, cuando era pastor de
oficio, no podía ir a la Iglesia para asistir a todas las Misas que hubiera
deseado, porque tenía que llevar a pastar al rebaño. Entonces, cada vez que oía
las campanas de la Iglesia llamando a Misa, se arrodillaba en el pasto entre
las ovejas, frente a una gran cruz de madera que él había hecho y así podía,
aunque fuera de lejos, seguir al sacerdote en el ofrecimiento del Sacrificio Divino.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
En
su lecho de muerte, San Pascual Baylón sacó fuerzas para susurrar a sus
hermanos: “Soy feliz al unir al Sacrificio de Jesús, el sacrificio de mi pobre
vida”. ¡Y murió en el momento de la Consagración! San Juan Berchmans, que murió
muy joven, siendo muchacho, salía todos los días de casa a primera hora para ir
a la iglesia. Una vez la abuela le preguntó porqué salía tan temprano y le
respondió: “Para atraer las bendiciones de Dios, he conseguido que me dejen
ayudar en tres misas antes de ir a la escuela”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
San
Pedro Julián Eymard encontraba sus delicias ya desde pequeño, en ayudar como
monaguillo en la Santa Misa. La costumbre de su tiempo en el pueblo era que
ayudase a la Santa Misa el muchacho que a la mañana temprano estuviese durante
un cuarto de hora haciendo sonar la campanilla por el pueblo para avisar a los
fieles. Así, muchas veces el pequeño Pedro Julián escondía la campanilla por la
tarde, de modo que por la mañana estuviese seguro de servir él en la Misa.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Una
madre de ocho hijos, Santa Margarita Reina de Escocia iba a Misa todos los días
y llevaba con ella a sus hijos y con maternal cariño les enseñaba a atesorar el
misalito que había adornado con piedras preciosas.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre Francisco.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico,
Ediciones del Alcázar, Buenos Aires 2005, 34.
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