Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el gravísimo ultraje y sacrilegio a la Santísima Trinidad, a Nuestro Señor
Jesucristo y a María Santísima, que implica la adoración blasfema a Satanás,
programada por la secta satánica “Templo Satánico” en Boston, a realizarse públicamente
los días 28, 29 y 30 de abril de 2023. Nos unimos en la oración y en la adoración
a la Arquidiócesis de Boston, que ha pedido que “asaltemos el cielo” (sic) en
esos días, con oración de reparación. También pedimos por cristianos
perseguidos por los satanistas, como la alcaldesa de Boston, quien inicialmente
se opuso a la convención satánica, siendo duramente atacada por los seguidores
de Satanás. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:
Canto
de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Una
imagen de la grandeza del cuerpo como “templo del Espíritu Santo”, nos la da el
cuidado que Dios mismo puso en que el Templo y el Tabernáculo sean hermosos. Toda
la materia con la que se habría de construir, quiso Dios que fuese elegida,
limpia y preciosa: oro y plata, ricos brocados, hermosas telas, piedras
preciosas, madera escogidísima, que era de Setin, muy estimada, incorruptible y
limpísima y no contento con eso, aunque era madera tan pura y rica, la mandó a
cubrir con oro[1].
Esto nos da una idea de la grandeza y magnificencia espiritual que la gracia
santificante concede al cuerpo, para que sea templo del Espíritu Santo.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Además
de esto, tuvo particular cuidado para que no hubiese en todo él ni una mancha y
así, habiendo mandado hacer un candelero y velón con siete lámparas que
ardiesen en él, ordenó que fuese todo de oro purísimo y para que no se
manchase, ni cayese ni una gota de aceite en el suelo o alguna pavesa humease,
lo previno con muchas vasijas y despabiladeras, todo con tanta curiosidad y aseo,
que hasta los pábilos de las luces que se despabilaban quiso que se echasen en
vasijas de oro purísimo y para mayor limpieza, quiso que aquel aceite fuese
preparado con varios olores y aromas[2]. Todo esto que se lleva a
cabo en el plano material, lo lleva a cabo la gracia santificante en el alma y
en el cuerpo, dotándolos de una riqueza incomparablemente más grandiosa que
cualquier riqueza material.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Para
que no se ensuciase el Tabernáculo ni cayese en él un poco de polvo, mandó
hacerle una y otra cubierta, para cuando estaba armado y después para cuando se
deshacía: cada parte de él debía tener su cobertor para que no la pudiesen tocar
con las manos. Toda la obra quiso que fuese tan prima y hermosa, que por sí
mismo dio el Señor la traza, no sólo de palabra, sino después de haber instruido
en ella al santo Moisés, le remitió el modelo y planta que de todo le mostró y
para que se ejecutase mejor, infundió milagrosamente arte y ciencia de ello a
algunos oficiales. Del mismo modo, el templo del Espíritu Santo que es el
cuerpo, no debe estar mancillado con la más mínima mancha de pecado venial y para
ello la gracia santificante lo purifica y lo santifica, concediéndole la hermosura
inigualable de la santidad divina.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Ahora
bien, si para depositar la Ley fue menester tanto aparato, riqueza, aseo y
limpieza, para recibir y conservar la gracia, ¿qué pureza será necesaria? Dos
tablas de la Ley fue menester que se guardasen en un arca riquísima de madera
incorruptible y más precioso de todos: la gracia, guardarse en un cuerpo
incorrupto y limpio, más precioso y puro que el oro. Toda esta lindeza y aseo
tan limpio del Tabernáculo, nos dice cuán puro debe ser, aun en él al Espíritu
Santo y que, para conservar su gracia, es menester mucha limpieza de cuerpo y
alma[3].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
El
cristiano, siendo templo del Espíritu Santo por la gracia santificante, debe
conservar en su carne una pureza exquisita y grande, sin hacer pecado, aunque
fuese el más pequeño en esta materia; cuán preciosa debe ser la castidad de su
cuerpo, que es el templo del Dios Vivo. Por esto mismo, el cristiano debe
aprender del rigor con que Dios mandó se guardase limpieza en todas las cosas
que tocaban a aquel templo muerto, amenazando con pena capital de muerte, no
solo a los que contaminasen los vasos del santuario, pero aun el tocarlos y el
mirarlos descubiertos: de la misma manera, el cristiano debe conservar el
estado de gracia santificante, para que el alma y el cuerpo sean dignos templos
del Divino Amor, el Espíritu Santo.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre Francisco.
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