miércoles, 18 de enero de 2023

Hora Santa en reparación por baile sacrílego en Catedral de San Juan de Puerto Rico, 150123

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por un baile sacrílego realizado en el transcurso de la Santa Misa en la Catedral de San Juan de Puerto Rico. Para mayores detalles acerca de este sacrilegio, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=Aye1I3yB2kA

Canto de entrada: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

El santo obispo Manuel González, llamado “el obispo de los sagrarios abandonados”, hacía adoración eucarística en todas las iglesias, pero sobre todo en aquellas iglesias o capillas en las cuales Jesús Eucaristía se encuentra solo y abandonado. Ahora bien, no solo el santo obispo Manuel González está llamado a la oración y a la adoración eucarística, sino todos los católicos, todos los bautizados, todos y cada uno de nosotros, porque Jesús está en el sagrario, como dice el santo, como “prisionero de Amor”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Si alguien se preguntara: “¿Cuál es la razón por la que Jesús Eucaristía se queda en el sagrario, como “prisionero de Amor”?, nosotros deberíamos responder que la razón es que Jesús Eucaristía se queda en el sagrario solo para darnos el Amor de su Corazón Eucarístico. Es decir, Jesús Eucaristía está en el sagrario para mí y solo para mí y si yo fuera el único habitante de la tierra, Jesús permanecería en el sagrario solo exclusivamente para mí[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Jesús está en el sagrario, entonces, para donarse a mi alma con todo su Ser y con todo el Amor Divino que brota de su Ser divino trinitario y este Amor, contenido en el Pan Eucarístico, es alimento para el alma y si es alimento, es vida, pero no en un sentido metafórico o simbólico, sino en un sentido real, puesto que la Eucaristía es el “Pan de Vida eterna”, como dice Jesús, desde el momento en que la Eucaristía es Dios, que es la Vida eterna en Sí misma. Jesús se queda en el sagrario para alimentarme con el manjar de los ángeles, el Divino Amor, que brota de su Sagrado Corazón Eucarístico.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Jesús Eucaristía es entonces el alimento de mi alma, el alimento que nutre mi alma con la vida misma de Dios, que es Uno y Trino. Por esto es que Jesús dice de Sí mismo: “Yo Soy el Pan de Vida”, porque Él es la Vida eterna de la Trinidad contenida en apariencia de pan, contenida en la Eucaristía. Así como alimentamos nuestro cuerpo con alimento material, así debemos alimentar el alma con alimento espiritual y el Único alimento exquisito con el que debemos alimentar nuestras almas es la Eucaristía, el “Pan Vivo bajado del cielo”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Si nos alimentamos de la Eucaristía, tendremos en nosotros vida, pero no esta vida que por naturaleza poseemos, sino la Vida misma de la Trinidad, la Vida misma de las Tres Divinas Personas. Es esto lo que entendían los primeros cristianos, entendían que recibir a Cristo en la Eucaristía era recibir la Vida misma de la Trinidad y esto lo dice San Agustín, quien afirma que sus fieles de África llamaban a la Eucaristía con la palabra “Vida” y así, cuando debían acudir a la Santa Misa dominical, decían: “Vamos a la Vida”, es decir, sustituían “Eucaristía” por “Vida”, porque la fe les hacía comprender que la Eucaristía es el mismo Dios Hijo en Persona, que en cuanto Dios es su misma eternidad, es la eternidad en Sí misma. Alimentándonos en el tiempo de la Eucaristía, comenzamos ya a vivir, en germen, la Vida eterna que nos concede el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 81.

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