Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por un baile sacrílego realizado en el transcurso de la Santa Misa en la
Catedral de San Juan de Puerto Rico. Para mayores detalles acerca de este
sacrilegio, consultar el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=Aye1I3yB2kA
Canto
de entrada: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
El
santo obispo Manuel González, llamado “el obispo de los sagrarios abandonados”,
hacía adoración eucarística en todas las iglesias, pero sobre todo en aquellas
iglesias o capillas en las cuales Jesús Eucaristía se encuentra solo y
abandonado. Ahora bien, no solo el santo obispo Manuel González está llamado a
la oración y a la adoración eucarística, sino todos los católicos, todos los
bautizados, todos y cada uno de nosotros, porque Jesús está en el sagrario,
como dice el santo, como “prisionero de Amor”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Si
alguien se preguntara: “¿Cuál es la razón por la que Jesús Eucaristía se queda
en el sagrario, como “prisionero de Amor”?, nosotros deberíamos responder que
la razón es que Jesús Eucaristía se queda en el sagrario solo para darnos el
Amor de su Corazón Eucarístico. Es decir, Jesús Eucaristía está en el sagrario
para mí y solo para mí y si yo fuera el único habitante de la tierra, Jesús
permanecería en el sagrario solo exclusivamente para mí[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Jesús
está en el sagrario, entonces, para donarse a mi alma con todo su Ser y con
todo el Amor Divino que brota de su Ser divino trinitario y este Amor, contenido
en el Pan Eucarístico, es alimento para el alma y si es alimento, es vida, pero
no en un sentido metafórico o simbólico, sino en un sentido real, puesto que la
Eucaristía es el “Pan de Vida eterna”, como dice Jesús, desde el momento en que
la Eucaristía es Dios, que es la Vida eterna en Sí misma. Jesús se queda en el
sagrario para alimentarme con el manjar de los ángeles, el Divino Amor, que
brota de su Sagrado Corazón Eucarístico.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Jesús
Eucaristía es entonces el alimento de mi alma, el alimento que nutre mi alma
con la vida misma de Dios, que es Uno y Trino. Por esto es que Jesús dice de Sí
mismo: “Yo Soy el Pan de Vida”, porque Él es la Vida eterna de la Trinidad
contenida en apariencia de pan, contenida en la Eucaristía. Así como
alimentamos nuestro cuerpo con alimento material, así debemos alimentar el alma
con alimento espiritual y el Único alimento exquisito con el que debemos
alimentar nuestras almas es la Eucaristía, el “Pan Vivo bajado del cielo”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Si
nos alimentamos de la Eucaristía, tendremos en nosotros vida, pero no esta vida
que por naturaleza poseemos, sino la Vida misma de la Trinidad, la Vida misma
de las Tres Divinas Personas. Es esto lo que entendían los primeros cristianos,
entendían que recibir a Cristo en la Eucaristía era recibir la Vida misma de la
Trinidad y esto lo dice San Agustín, quien afirma que sus fieles de África
llamaban a la Eucaristía con la palabra “Vida” y así, cuando debían acudir a la
Santa Misa dominical, decían: “Vamos a la Vida”, es decir, sustituían “Eucaristía”
por “Vida”, porque la fe les hacía comprender que la Eucaristía es el mismo Dios
Hijo en Persona, que en cuanto Dios es su misma eternidad, es la eternidad en Sí
misma. Alimentándonos en el tiempo de la Eucaristía, comenzamos ya a vivir, en
germen, la Vida eterna que nos concede el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios
de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 81.
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