lunes, 30 de enero de 2023

Hora Santa en reparación por confundir a un ser humano con Dios Argentina 300123

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por una ofensa realizada -suponemos sinceramente que fue hecha sin mala intención- contra la majestad de Dios Padre, al reemplazarlo por un ser humano. Somos argentinos, nos gusta el fútbol, damos gracias a Dios por habernos dado al mejor jugador del mundo, pero no podemos aceptar que el Santo Nombre de Dios sea reemplazado por el de un ser humano (al cual, por otra parte, tenemos gran afecto).

Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=3twL5CUsbao

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Como siempre, son los santos los que nos guían por el sendero de la santidad: nadie como ellos, ha experimentado la necesidad imperiosa de recibir la Sagrada Comunión diariamente. San José de Cupertino, quien comulgaba todos los días, decía a sus hermanos en religión: “Sabed que el día que no pueda recibir al Corderillo (así llamaba íntimamente al Cordero de Dios, Jesús Eucaristía), pasaré a la otra vida”[1]. En efecto, solamente un día la virulencia del mal le impidió recibir a Jesús Eucaristía, ¡el día que ingresó en el Reino de los cielos!

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Cuando el padre de Santa Gema Galgani, preocupado por la salud de su hija, le reprochó que salía todas las mañanas demasiado temprano para ir a Misa, exponiéndose al excesivo frío, oyó que su hija le respondía: “Pero padre, me hace daño estar alejada de Jesús Sacramentado”[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Desde que Santa Catalina de Génova se enteró de la prohibición que pesaba sobre la ciudad de celebrar la Misa y de distribuir la Comunión, se iba todas las mañanas a pie a un santuario lejano fuera de Génova para poder comulgar. Se le dijo que era una exagerada y la Santa respondió: “Si tuviera que recorrer una milla y otra por encima de carbones encendidos, solo para llegar a recibir a Jesús, diría que aquel camino era fácil como una alfombra de rosas”[3].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Es por esto que debemos aprender nosotros las lecciones que nos dan los santos, puesto que la mayoría tenemos la iglesia y por lo tanto la Sagrada Comunión a pocos pasos, para recibir a Jesús Eucaristía todos los días o casi todos los días. Y aunque esto costara algún sacrificio, ¿no valdría acaso la pena? ¿No sería una recompensa infinitamente inmerecida, recibir al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, solo por dar unos cuantos pasos?

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Los santos nos enseñan todavía más, pues el amor que los unía a Jesús Eucaristía no tenía medida. Así, por ejemplo, San Pío de Pietrelcina, dijo una vez a una hija espiritual suya que se enorgullecía del heroísmo que hacía todos los días yendo a comulgar: “Hija mía, si se pudiera, haría de todo corazón ¡diez comuniones diarias!”. Y una vez que un hijo espiritual se acusó en la Confesión de haber comulgado, por puro olvido, dos veces en la misma mañana, le dijo el Padre Pío: “¡Feliz olvido!”[4].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo la Virgen María”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre Francisco.

 



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 85.

[2] Cfr. Manelli, ibidem, 85.

[3] Cfr. Manelli, ibidem, 85.

 

[4] Cfr. Manelli, ibidem, 86.

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