Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo
del Santo Rosario meditado para pedir la protección divina para un juez
católico y pro-vida amenazado por una secta satánica en EE. UU. Para mayores
datos, consultar el siguiente enlace:
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
Canto
inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).
Meditación.
La Adoración Eucarística concede tantas gracias, que no
sólo se extienden a esta vida terrena, sino que se prolongan hacia la
eternidad. Afirma un autor que “el Señor parece haber premiado de modo singular
a algunos santos haciéndolos cumplir incluso después de la muerte algunos actos
de Adoración Eucarística[1]. Así, Santa Catalina de
Bolonia, después de llevar muerta muchos días, se levantó en adoración ante el
altar del Sacramento. El cadáver de San Pascual Bailón abrió dos veces los
ojos, durante la Santa Misa del funeral, en la elevación de la Hostia y en la
del Cáliz, en señal de adoración a la Eucaristía”.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Otros santos también realizaron actos de Adoración
Eucarística incluso después de muertos a la vida terrena: por ejemplo, el beato
Mateo de Girgenti, llevado a la iglesia para la Santa Misa funeral, unió las
manos en señal de adoración a la Eucaristía; el beato Buenaventura de Potenza,
en Ravello, mientras su cuerpo estaba siendo llevado, al pasar ante el altar
del Santísimo, hizo una devota inclinación a Jesús en el sagrario[2].
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Es totalmente verdad que “es fuerte el amor como la muerte”
(Cant 8, 6) y que “el que coma de
este Pan vivirá para siempre” (Jn 6,
58). La Eucaristía es Jesús Amor Divino, la Eucaristía es Jesús Vida Eterna, la
Eucaristía es Jesús Dios Verdadero. A su vez, la Adoración Eucarística es amor
adorante y celestial que vivifica y hace “ser uno” con Jesús Víctima que “incesamente
intercede por nosotros” (Heb 7, 25)[3]. Por esta razón San
Maximiliano Kolbe, en sus fundaciones, quería que se construyese primero la
Capilla, para poner al Santísimo expuesto en adoración y un día, mientras
acompañaba a una persona de visita en la “Ciudad de la Inmaculada”, le dijo
indicando con la mano el Santísimo Sacramento: “Toda nuestra vida pende de aquí”.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Es necesario recordarlo: el que adora se hace “uno” con
Jesús Hostia en intercede ante Dios Padre por la salvación de los hermanos.
Ésta es la caridad suprema hacia todos los hombres: obtener para ellos el Reino
de los Cielos. Y sólo en el Cielo veremos cuántas almas han sido rescatadas de
ir al Infierno por la Adoración Eucarística reparadora de los santos, sean los conocidos
como los desconocidos o anónimos. La Adoración Eucarística es el éxtasis del
Amor Divino y es la acción salvífica más poderosa en el apostolado para la
salvación de las almas[4].
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
No
debemos olvidar que en Fátima el Ángel en persona enseñó a los Pastorcitos la
hermosísima plegaria eucarística reparadora -que deberíamos aprender también
nosotros-: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro
profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en
reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él
mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón
y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres
pecadores. Amén”[5].
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro
y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Los cielos, la tierra y el mismo
Señor Dios”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús,
Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006,
115.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 116.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 116.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 116.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 116.
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