Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el Santo
Rosario meditado en reparación por las comuniones sacrílegas que, a sabiendas o
no, se llevan a cabo en todas partes del mundo.
Canto
inicial: “Cantemos
al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación
Con la Presencia Real, Jesús está en nuestros sagrarios,
distribuidos a lo largo de todo el mundo. El mismo Jesús, llevado por la
Inmaculada en su seno virginal, está encerrado en el pequeño interior de una
Hostia blanca. El mismo Jesús que fue flagelado, coronado de espinas y
crucificado como víctima por los pecados del mundo, está en el copón como
Hostia inmaculada para nuestra salvación y santificación. El mismo Jesús que
resucitó de la muerte y ascendió al cielo donde ahora reina glorioso a la
diestra del Padre, está en nuestros altares rodeado de una infinita multitud de
ángeles adorantes, tal como pudo contemplarlo en una visión Santa Ángela de
Foligno.
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Jesús está por lo tanto verdaderamente entre nosotros, y por
eso recibe el nombre de Emanuel, Dios con nosotros. San Pedro Julián Eymard
exclamaba arrebatado: “¡Jesús está allí! Por tanto, ¡todos con Él!”. Y Santa
Teresa de Jesús cuando oía que alguien decía: “Si hubiese vivido en el tiempo
de Jesús; si hubiese hablado con Jesús; si hubiese visto a Jesús”, respondía
vivamente: “Pero Jesús, ¿no está presente, vivo, verdadera y realmente en la
Eucaristía? ¿Por qué buscar a otro?”.
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación
Con relación a la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía,
San Alfonso María de Ligorio añade: “Los soberanos de la tierra no siempre, ni
fácilmente, conceden audiencias; en cambio, el Rey del Cielo, oculto bajo el
velo eucarístico, está pronto a recibir a cada uno”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nos dejemos pasar esta
posibilidad de acudir al Rey de reyes cada vez que lo queramos!
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación
Cuando querían buscar a Jesús, los santos no perdían el
tiempo, porque sabían bien dónde estaba Jesús y no deseaban más que estar con
Él, con el cuerpo y el espíritu, adorando inseparablemente. Estar siempre con
quien se ama, ¿no es acaso una exigencia primaria del amor verdadero? Por eso,
sabemos que las Visitas al Santísimo y la Bendición Eucarística eran el anhelo
secreto y manifiesto de los santos.
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación
El tiempo de la Visita a Jesús es un tiempo todo de amor,
que encontraremos en el Cielo, porque sólo el “amor dura para siempre” (1 Cor
13, 8). No se equivocaba Santa Catalina de Génova al decir: “El tiempo pasado
delante del Sagrario es el tiempo mejor empleado de la vida”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, no
permitas que las vanas atracciones del mundo nos separen del encuentro con
Jesús en el sagrario y en la Eucaristía!
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo
por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción de despedida: “Los cielos, la tierra, y el mismo Señor Dios”.
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