Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo
del Santo Rosario meditado en reparación por la demolición, ordenada por el
Partido Comunista Chino, de un santuario católico. Para mayor información,
consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación
Los santos tenían, desde pequeños, una viva fe en la
Presencia real de Jesús en la Eucaristía. Según consta en la biografía de Santa
Isabel de Hungría, cuando era niña y jugaba con sus amigas, elegía siempre un
lugar cerca de la Capilla porque de vez en cuando, sin que los demás se dieran
cuenta, se paraba ante la puerta, besaba la cerradura y decía a Jesús: “Jesús
mío, estoy jugando pero no te olvido; bendíceme y también a mis compañeras.
Adiós!”[1]. Esto sí es una muestra de
amor a Jesús.
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
De los tres pastorcillos de Fátima, Francisco era el más
contemplativo y solía hacer frecuentes visitas al Santísimo y buscaba la manera
de estar cada vez más tiempo con “Jesús escondido”, como él lo llamaba a Jesús
en la Eucaristía[2].
Cuando la enfermedad lo inmovilizó y le imposibilitó las visitas, le confió a
su prima Lucía que su pena mayor era la de no poder ir a visitar a “Jesús
escondido”, para darle todos sus besos y sus afectos. Así es como nos enseñan
los santos a amar a Jesús Eucaristía.
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación
San Francisco de Borja hacía al menos siete visitas al
Santísimo cada día. Santa María Magdalena dei Pazzi, en un período de su vida,
hacía al menos treinta y tres Visitas al día. Lo mismo hacía la Beata María
Fortunata Viti, humilde monja benedictina de nuestro tiempo. La Beata Águeda de
la Cruz, terciaria dominicana, llegó a hacer cien visitas al día. Y Alejandrina
da Costa, estuvo inmovilizada en cama durante años y años, por lo que sus
visitas no eran físicas sino espirituales y según se narra, no hacía más que
volar con el corazón a todos los “Santos Sagrarios” de la tierra[3]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, enciende en nuestros corazones el
deseo de hacer comuniones espirituales cada día a Jesús en el sagrario!
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación
Las visitas a Jesús son un hecho de fe y amor: quien tiene
más fe y amor, más siente la necesidad de estar con Jesús. Un obispo misionero
de la India contó que había encontrado un poblado cristiano en el que todos los
habitantes habían construido sus casas con las respectivas puertas dirigidas
hacia la Iglesia. De esa manera, cuando no podían ir a la Iglesia, se asomaban
a la puerta y miraban con amor a la Casa del Señor. La razón es que la ley de
amor es tender hacia quien se ama[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que las puertas de nuestros corazones
estén siempre abiertas de par en par para recibir a Jesús Eucaristía!
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación
Un valiente catequista explicaba un día a sus catecúmenos: “Si
viniera a vosotros un ángel del cielo y os dijese: “Jesús en Persona está en
tal casa y os espera”, ¿no dejaríais todo inmediatamente y correríais hacia Él?
Con toda seguridad, interrumpiríais toda diversión y suspenderíais cualquier
ocupación, al consideraros afortunados de poder hacer un pequeño sacrificio
para ir con Jesús. Pues bien, sabed y recordad que Jesús está en el sagrario,
que os espera siempre porque quiere tenerlos bien cerca y desea colmar sus
corazones con su gracia”[5].
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de
los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús,
Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006,
108.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 108.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 109.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 109.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 110.
No hay comentarios:
Publicar un comentario