Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo
del Santo Rosario meditado en reparación por la misa negra satánica programada
para realizarse en febrero de 2020 en Richmond, EE. UU., por parte de una secta
satánica. Para mayor información sobre el desdichado evento, consultar el
siguiente enlace:
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).
Meditación.
Con
relación a las Visitas al Santísimo Sacramento, San Juan Bosco nos dice así: “¿Queréis
que el Señor os conceda muchas gracias? Visitadlo con frecuencia. ¿Queréis que os
conceda pocas? Visitadlo poco. ¿Queréis que os ataque el demonio? Visitad poco
a Jesús Sacramentado. ¿Queréis que huya de vosotros? Visitad con frecuencia a
Jesús. ¿Queréis vencer al demonio? Refugiaos con frecuencia a los pies de
Jesús. ¿Queréis ser vencidos? Dejad de visitar a Jesús. Queridos míos, la
Visita al Santísimo Sacramento es un medio muy necesario para vencer al demonio.
Por tanto, id con frecuencia a visitar a Jesús y el demonio no vencerá contra
vosotros”[1].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Los
santos sabían apreciar el inmenso don de misericordia divina que significa para
la Iglesia la Presencia Real del Hombre-Dios en la Eucaristía. San Alfonso
María de Ligorio, por ejemplo, decía así: “Estad seguros de que, de todos los
instantes de vuestra vida, el tiempo que hayáis pasado ante el Divino
Sacramento será el que más fuerza os dé durante la vida y más consolación a la
hora de la muerte y durante la eternidad”[2]. No puede ser de otra
manera, porque el tiempo transcurrido delante de Jesús Eucaristía es tiempo
impregnado de eternidad, de feliz eternidad.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
amor lleva al alma a adorar a Dios Presente en la Eucaristía, de manera que el
amor se convierte en amor adorante y la adoración en adoración amorosa. En el
sagrario, Jesús es adorado sólo por quien lo ama de verdad y es amado de manera
eminente por quien lo adora. Los santos han sido los adoradores más fieles y
ardientes de Jesús Eucaristía. Por este motivo, la Adoración Eucarística ha
sido considerada siempre como la imagen más real de la adoración eterna que
constituirá todo nuestro Cielo. La diferencia está sólo en el velo que esconde
aquella realidad divina, de la que la fe nos da una seguridad inquebrantable.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La
Adoración Eucarística ha sido la mayor pasión de los santos. Adoración durante
horas y horas, a veces durante días y noches enteras. Allí, “a los pies de
Jesús”, como María de Betania (Lc 10,
39), en unión amorosa con Él, absorbidos por Él en la contemplación, consumían
su corazón en oblación pura y fragante de amor adorante. Si no lo somos,
pidamos a los santos que intercedan por nosotros para que nuestro amor eucarístico
sea un amor adorante.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
San
Pedro Julián Eymard exclamaba con ardor: “¡Que yo pueda servir de escabel, oh
Señor, a vuestro Trono Eucarístico!”. Y el
beato Carlos de Foucauld, que escribía a los pies del sagrario, decía: “¡Qué
dulzura de dulzuras, Dios mío…! Más de quince horas sin haber tenido otra cosa que
hacer más que esto: Miraros y deciros: “¡Señor, os amo!”. ¡Oh, qué dulzura!”. Desde
el inicio de la Iglesia, todos los santos han sido adoradores apasionados de la
Eucaristía. Ellos, que amaban de verdad, no contaban las horas de adoración que
pasaban al día o por la noche a los pies de Jesús en el sagrario.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro
y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Los cielos, la tierra y el mismo
Señor Dios”.
[1] Cfr.
Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios
Escogidos de Autores Católicos, Madrid 2006, 111.
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