martes, 4 de febrero de 2020

Hora Santa en reparación por el asesinato de un seminarista en Nigeria 020220



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el vil y cruel asesinato de un seminarista católico en Nigeria. Para mayor información acerca del fatídico desenlace, consultar la siguiente dirección electrónica:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

          Los santos tenían verdadera conciencia de la Presencia real de Jesús en la Eucaristía y hacían mucho provecho de ello, haciendo muchas visitas al día al sagrario. Por ejemplo, San Maximiliano María Kolbe, siendo ya joven estudiante, hacía unas diez visitas diarias al Santísimo. En los recreos, entre clase y clase, acudía a la Capilla y así conseguía hacer cinco visitas a la mañana a Jesús Eucaristía[1]. Durante el resto del día hacía las siguientes cinco visitas, en distintos momentos, como el paseo al mediodía, la visita a una iglesia en Roma, por ejemplo.

          Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

          Cuando era joven, San Roberto Belarmino, al ir y volver de la escuela, pasaba cuatro veces al día por delante de una iglesia y las cuatro veces se detenía para entrar y visitar a Jesús en el sagrario[2]. Nosotros, por el contrario, pasamos muchas veces por una iglesia, en ocasiones, pero pocas veces o casi nunca nos detenemos para ingresar en el sagrario a saludar a Jesús Eucaristía. Esto se debe a nuestra insensibilidad y dureza de corazón.

          Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

          Los santos esperaban poder encontrar cualquier iglesia en su camino para visitar a Jesús; nosotros en cambio nos quedamos completamente indiferentes aunque nos topemos con ella de frente. El venerable Ollier comentaba: “Cuando hay dos caminos para llegar a un sitio, paso por aquel en el que se encuentran más iglesias para estar más cerca del Santísimo Sacramento. Al ver un lugar donde está mi Jesús, estoy todo contento y digo: “Estáis aquí, Dios mío y mi todo”[3].

          Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

          San Estanislao de Kotska aprovechaba cualquier momento libre para ir corriendo cerca de Jesús Eucarístico y cuando no podía verdaderamente ir, se dirigía a su Ángel de la Guarda y le decía confidencialmente: “Querido Ángel mío, ve allí tú por mí”[4]. Esta se trata de una idea verdaderamente angelical, la cual deberíamos hacer nuestra. Nuestro Ángel de la Guarda estaría contentísimo de obedecernos, ya que no podríamos darle un encargo más noble y feliz.

          Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

Santa Bernardita aconsejaba a una compañera: “Cuando pases delante de la Capilla sin tener tiempo de pararte, encarga a tu Ángel de la Guarda que presente tus encargos a Nuestro Señor en el sagrario. Él se los llevará y tendrá tiempo de volver a tu lado”. San Alfonso Rodríguez era portero. Muchas veces le tocaba pasar por delante de la puerta de la Capilla y cuando lo hacía, no había vez que no se volviera para lanzar por lo menos una mirada de amor a Jesús. Además, cuando salía de casa y cuando volvía, iba siempre a Jesús para pedirle la bendición. San Agustín dejó escrito que su madre, Santa Mónica, iba todos los días, además de la Misa, a visitar a Jesús dos veces, por la mañana y por la tarde y lo mismo hacía la Beata Ana María Taigi. San Wenceslao, rey de Bohemia, salía muchas veces de día y de noche, para visitar al Santísimo en las iglesias[5]. ¡Aprendamos de los santos e imitémoslos!

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 106.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 106.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 107.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 107.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 108.

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