martes, 18 de febrero de 2020

Hora Santa en reparación por sacrilegio contra la Misa y secuestro de sacerdote en Burkina Faso 170220



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido contra la Santa Misa por unos terroristas, en el no solo profanaron el Santo Sacrificio, sino que asesinaron a doce fieles, además de secuestrar al sacerdote y a cuatro fieles. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

San Francisco de Asís amaba tanto la Adoración Eucarística, que pasaba días e incluso noches enteras a los pies del sagrario y lo hacía con tal devoción y humildad que era conmovedor contemplarlo[1]. A su vez, San Benito Labre, llamado “el pobre de las Cuarenta Horas”, pasaba sus días en las iglesias en las que el Santísimo estaba solemnemente expuesto. Durante años, este santo fue visto peregrinando por Roma de iglesia en iglesia, en la que estuvieran las “Cuarenta Horas” y allí se quedaba, contemplando a Jesús Eucaristía, siempre de rodillas, absorto en oración de adoración, inmóvil durante ocho horas. ¡Aprendamos de los santos y de su amor por la Adoración Eucarística!

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Cuando se quiere pintar un cuadro de San Luis Gonzaga y se piensa en qué actitud ponerlo, se concluye que representándolo en adoración ante el sagrario o el altar, porque la Adoración Eucarística fue la característica más expresiva de su santidad. Santa Margarita María de Alacquoque llegó a estar un Jueves Santo catorce horas postrada en adoración. Santa Francisca Cabrini estuvo en adoración doce horas seguidas, tan absorta en la adoración que ante la pregunta de una compañera de religión sobre si le había gustado el adorno de flores en el altar, la santa respondió: “No he hecho caso: he visto una sola Flor, Jesús, nada más”[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

A San Francisco de Sales le sucedió que a la salida de una visita al Santísimo en la Catedral de Milán, le preguntaron: “¿Ha visto, excelencia, qué profusión de mármoles, qué grandiosidad de líneas?”. Y el santo obispo respondió: “¿Qué quieren que les diga? La Presencia de Jesús en el sagrario ha absorbido de tal manera mi espíritu que ha desaparecido de mis ojos toda la belleza del arte”[3]. De esta manera, los santos nos dan siempre lecciones acerca de la ligereza con la que hacemos la Adoración Eucarística, cuando nos distraemos con el entorno y olvidamos a Jesús Eucaristía.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

A propósito del recogimiento durante la Adoración Eucarística, al beato Contardo Ferrini, profesor en la Universidad de Módena, le sucedió lo siguiente: habiendo entrado en una iglesia para hacer la Visita a Jesús Eucaristía, cayó tan absorto en adoración, con la mirada puesta en el sagrario, que no se enteró de que alguien le estaba robando la capa, quitándosela de los hombros. ¡Con cuánto amor y recogimiento hacían los santos la Adoración Eucarística! Con relación al recogimiento en la Adoración Eucarística, se decía de Santa María Magdalena Postel que “ni un rayo podría distraerla”, al verla tan recogida y con tanto amor ante Jesús Eucaristía[4]. A Santa Catalina de Siena le ocurrió una vez que, durante la Adoración, levantó la vista hacia una persona que pasaba a su lado. Por aquella distracción de un instante, se afligió tanto la santa que estuvo llorando un rato largo exclamando: “Soy una pecadora, soy una pecadora”.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Al reflexionar sobre el amor con el que los santos hacían la Adoración Eucarística, no cabe otro pensamiento que el de avergonzarnos por cómo hacemos nosotros la Adoración Eucarística, ya que estando Jesús expuesto solemnemente, miramos a diestra y siniestra y nos movemos y nos distraemos por nada. Al respecto, Santa Teresa enseñaba: “Debemos estar en presencia de Jesús en el Sacramento como los santos en el cielo ante la Esencia Divina”. Así es como estaban los santos ante Jesús Eucaristía: el Santo Cura de Ars adoraba a Jesús con tanto fervor que inducía al pueblo a estar convencido de que el santo veía a Jesús con sus propios ojos. Lo mismo se decía de San Vicente de Paúl: “Está viendo allí dentro a Jesús”[5].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.




[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 113.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 114.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 114.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 115.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 115.

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