Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo
del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido contra la
Santa Misa por unos terroristas, en el no solo profanaron el Santo Sacrificio,
sino que asesinaron a doce fieles, además de secuestrar al sacerdote y a cuatro
fieles. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).
Meditación.
San
Francisco de Asís amaba tanto la Adoración Eucarística, que pasaba días e
incluso noches enteras a los pies del sagrario y lo hacía con tal devoción y
humildad que era conmovedor contemplarlo[1]. A su vez, San Benito
Labre, llamado “el pobre de las Cuarenta Horas”, pasaba sus días en las
iglesias en las que el Santísimo estaba solemnemente expuesto. Durante años,
este santo fue visto peregrinando por Roma de iglesia en iglesia, en la que
estuvieran las “Cuarenta Horas” y allí se quedaba, contemplando a Jesús
Eucaristía, siempre de rodillas, absorto en oración de adoración, inmóvil
durante ocho horas. ¡Aprendamos de los santos y de su amor por la Adoración
Eucarística!
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Cuando
se quiere pintar un cuadro de San Luis Gonzaga y se piensa en qué actitud
ponerlo, se concluye que representándolo en adoración ante el sagrario o el
altar, porque la Adoración Eucarística fue la característica más expresiva de
su santidad. Santa Margarita María de Alacquoque llegó a estar un Jueves Santo
catorce horas postrada en adoración. Santa Francisca Cabrini estuvo en
adoración doce horas seguidas, tan absorta en la adoración que ante la pregunta
de una compañera de religión sobre si le había gustado el adorno de flores en
el altar, la santa respondió: “No he hecho caso: he visto una sola Flor, Jesús,
nada más”[2].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
A
San Francisco de Sales le sucedió que a la salida de una visita al Santísimo en
la Catedral de Milán, le preguntaron: “¿Ha visto, excelencia, qué profusión de
mármoles, qué grandiosidad de líneas?”. Y el santo obispo respondió: “¿Qué
quieren que les diga? La Presencia de Jesús en el sagrario ha absorbido de tal
manera mi espíritu que ha desaparecido de mis ojos toda la belleza del arte”[3]. De esta manera, los
santos nos dan siempre lecciones acerca de la ligereza con la que hacemos la
Adoración Eucarística, cuando nos distraemos con el entorno y olvidamos a Jesús
Eucaristía.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
A
propósito del recogimiento durante la Adoración Eucarística, al beato Contardo
Ferrini, profesor en la Universidad de Módena, le sucedió lo siguiente: habiendo
entrado en una iglesia para hacer la Visita a Jesús Eucaristía, cayó tan
absorto en adoración, con la mirada puesta en el sagrario, que no se enteró de
que alguien le estaba robando la capa, quitándosela de los hombros. ¡Con cuánto
amor y recogimiento hacían los santos la Adoración Eucarística! Con relación al
recogimiento en la Adoración Eucarística, se decía de Santa María Magdalena
Postel que “ni un rayo podría distraerla”, al verla tan recogida y con tanto
amor ante Jesús Eucaristía[4]. A Santa Catalina de Siena
le ocurrió una vez que, durante la Adoración, levantó la vista hacia una
persona que pasaba a su lado. Por aquella distracción de un instante, se
afligió tanto la santa que estuvo llorando un rato largo exclamando: “Soy una
pecadora, soy una pecadora”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Al
reflexionar sobre el amor con el que los santos hacían la Adoración
Eucarística, no cabe otro pensamiento que el de avergonzarnos por cómo hacemos
nosotros la Adoración Eucarística, ya que estando Jesús expuesto solemnemente,
miramos a diestra y siniestra y nos movemos y nos distraemos por nada. Al
respecto, Santa Teresa enseñaba: “Debemos estar en presencia de Jesús en el Sacramento
como los santos en el cielo ante la Esencia Divina”. Así es como estaban los
santos ante Jesús Eucaristía: el Santo Cura de Ars adoraba a Jesús con tanto
fervor que inducía al pueblo a estar convencido de que el santo veía a Jesús
con sus propios ojos. Lo mismo se decía de San Vicente de Paúl: “Está viendo
allí dentro a Jesús”[5].
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro
y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús,
Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006,
113.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 114.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 114.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 115.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 115.
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