Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo
del Santo Rosario meditado en reparación por una misa negra satánica que
pretende ser llevada a cabo por una secta satánica en Norfolk, EE. UU. Para
mayor información, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación
En
lo que se refiere a las visitas al Santísimo Sacramento del altar -Jesús
Eucaristía Presente en Persona en la Hostia consagrada-, a menudo solemos
conformarnos con una visita al día o incluso a la semana. Esto es porque no
dimensionamos el valor sobrenatural de la Presencia de Jesús en la Eucaristía,
como sí lo hacían en cambio los santos. Es por esta razón que San Francisco de
Sales decía: “¡Cien mil veces al día deberíamos visitar a Jesús en el Santísimo
Sacramento!”[1].
Es decir, para los santos no bastan una o dos visitas al día, sino ¡cien mil
veces!
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Los
santos también nos enseñan no solo a apreciar la Presencia física de Jesús en
la Eucaristía, sino también a amar esa Presencia. Es por esto que debemos
aprender de los santos a amar también nosotros las Visitas a Jesús Eucarístico.
Debemos acudir a Él, pasando el tiempo hablando con Él, así como se habla con
un padre, con un hermano, con un amigo. Debemos hablar con Él con afecto, con
amor, acerca de todo lo que sucede en nuestras vidas, de lo que nos preocupa y
también de lo que nos alegra. El Santo Cura de Ars decía: “Cuando hablamos a
Jesús con sencillez y con todo el corazón, Él hace como una madre que tiene
entre sus brazos la cabeza de su hijo para cubrirla de besos y de caricias”.
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación
Si
no sabemos hacer las Visitas con el coloquio personal, procuremos de conseguir
el maravilloso libro de San Alfonso María de Ligorio, “Visitas al Santísimo y a
María Santísima. El libro es de tal valor que era recomendado por el Padre Pío
de Pietralcina, quien solía leerlo todas las tardes ante Jesús en la custodia,
antes de la Bendición Eucarística[2]. Y si el Padre Pío lo leía
y lo recomendaba, ¡es que tiene toda la garantía del mundo de ser un magnífico
libro para adoradores!
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación
Es
verdad que debemos imitar a los santos, por lo que deberíamos, al menos en
teoría, hacer ¡cien mil visitas al día! a Jesús Eucaristía, tal como lo dice
San Francisco de Sales. Sin embargo, para empezar, basta con que hagamos el
propósito de realizar al menos una vez al día una visita a Jesús que nos espera
con gran amor. San Juan Bosco recomienda: “No omitáis nunca la Visita diaria al
Santísimo Sacramento, aunque sea brevísima, pero constante”[3].
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación
Visitemos
entonces a Jesús con frecuencia, con constancia, al menos una vez al día, el
tiempo que seamos capaces y el tiempo que podamos hacerlo sin descuidar nuestro
deber de estado. Y, además, tratemos de aumentarlas todo lo que podamos, en
tiempo y en frecuencia[4]. Y si no tuviéramos tiempo
para hacer una visita larga, hagamos las “Visitas pequeñas”, o sea, entremos en
la iglesia cada vez que podamos, arrodillémonos ante el sagrario y estemos unos
instantes ante el Santísimo Sacramento, diciendo con amor: “Jesús, Dios de la
Eucaristía; yo creo, espero, te adoro y te amo, por los que no creen, ni
esperan, ni te adoran, ni te aman”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo
por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús,
Amor Eucarístico, Testimonios Escogidos de Autores Católicos, Madrid 2006,
110.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 110.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 110.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 111.
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