Inicio: el Santo Padre Francisco ha expresado el
deseo de una Iglesia “pobre y para pobres”, y además él en persona nos da
ejemplo de humildad y pobreza. Ofrecemos esta Hora Santa pidiendo por la
pobreza y humildad de Jesús en la Cruz, las únicas a las que debemos aspirar,
además del Amor de Cristo, que es lo que fundamenta a todo lo demás, y sin lo
cual, no hay verdadera pobreza ni humildad. Pedimos la intercesión de nuestra
Madre del cielo, María Santísima, para que nuestras oraciones sean llevadas
desde su Corazón al Corazón de Jesús. Pedimos también la intercesión de
nuestros santos ángeles custodios, para que la oración sea del agrado de Dios
Padre. Ofrecemos también esta Hora Santa pidiendo por las Almas del Purgatorio
y por la conversión de los pecadores, especialmente aquellos que se encuentran
en agonía y que habrán de morir en el día de hoy, para que el Corazón
agonizante de Jesús se apiade de los moribundos y les conceda la gracia de la
perfecta contrición del corazón.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
Canto de entrada:
“Sagrado Corazón, eterna alianza”.
Meditación
Jesús, Rey eterno, que en la Cruz nos enseñas a no apegarnos
a los bienes materiales, te suplicamos nos concedas la gracia de desear lo que
Tú deseas en la Cruz, y de rechazar lo que Tú rechazas en la Cruz.
Silencio para meditar.
Jesús, que en el Evangelio nos dijiste que “atesoráramos
tesoros en el cielo”, Te suplicamos que unidos a Ti en la Cruz sepamos atesorar,
con más avidez con la que el avaro guarda su oro en la caja fuerte, grandes tesoros
en el cielo, que no son otra cosa que obras de misericordia corporales y
espirituales, hechas en Tu nombre.
Silencio para meditar.
Jesús, en la Cruz nos das ejemplo de verdadera pobreza,
porque ninguno de los bienes materiales que tienes te pertenece: la Cruz de
madera, el letrero que dice: “Jesús Nazareno Rey de los judíos” y los clavos de
hierro que perforan tus manos y tus pies, son de propiedad de Dios Padre, que
te los presta para que puedas llevar a cabo la obra de la salvación de los
hombres; el blanco lienzo con el que te cubres, le pertenece a tu Santa Madre,
la Virgen María, pues era el velo con el que cubría su cabeza; el sepulcro, en
donde eres sepultado, tampoco te pertenece, porque es propiedad de José de
Arimatea. Oh Jesús, Divino Pobre, enséñanos a vivir la pobreza de la Cruz,
enséñanos a no desear bienes materiales innecesarios, y que los bienes que
usemos, sean los que tu Divina Providencia dispones para nuestra salvación.
Silencio para meditar.
Jesús, Tú que en el Evangelio nos dices que “donde esté nuestro
corazón, ahí estará nuestro tesoro”, Te suplicamos que infundas en nosotros tu
Espíritu de Amor, para que impregnados por este Amor santo, nuestro corazón
arda de amor sólo por Ti y por María Santísima; haz que seas Tú en la
Eucaristía, y el Corazón Inmaculado de la Virgen María, nuestro único y más
grande tesoro, para que ya desde la tierra vivamos de los tesoros del Amor y de
la gracia que gozaremos plenamente en el cielo.
Silencio para meditar.
Jesús, Rey de los cielos, enséñanos a vivir la pobreza de la
Cruz, que no consiste en no tener nada, sino en no estar apegados a los bienes
terrenos, haz que seamos capaces de dar a nuestros hermanos más necesitados, no
de lo que nos sobra, sino incluso lo que nos hace falta.
Silencio para meditar.
Jesús, Tú que siendo rico, y el más rico de todos los ricos
de los hombres, porque Tu riqueza eres Tú mismo, Ser divino, perfectísimo, te
despojaste de todo y, sin dejar de ser rico, porque nunca dejaste de ser Dios,
te hiciste pobre, porque te hiciste hombre como nosotros, enséñanos a apreciar
la verdadera riqueza, el tesoro inapreciable de la gracia santificante, para
que trabajemos por adquirirla, conservarla y acrecentarla, y ayúdanos a escapar
de la miseria, la más penosa de todas, la miseria que es el alma en pecado,
para que si tenemos la desgracia de perder el tesoro de la gracia, sepamos
adquirirlo nuevamente y con creces a través del sacramento de la confesión.
Silencio para meditar.
Líbranos, oh Jesús, de la pobreza del relativismo, como enseña
el Papa Francisco, pobreza que hace que nos pongamos como centro del universo,
desplazándote a Ti, Verdad absoluta y Sabiduría de Dios, volviéndonos de esa
manera, más que pobres, miserables espirituales, porque quedamos a la deriva de
nuestros míseros y oscuros razonamientos.
Silencio para meditar.
Jesús, Rey de los cielos, Tú que no impediste que María
Magdalena derramara un costoso perfume para ungir tus pies, porque no es falta
de pobreza dedicar lo mejor que tenemos en Tu honor; Tú que dijiste a Judas
Iscariote que no hacía falta vender el perfume caro para dárselo a los pobres,
porque los pobres estarían siempre entre nosotros, y con esto nos enseñaste que
la pobreza debemos vivirla nosotros pero para Tu servicio debemos dar lo mejor,
haz que comprendamos tus enseñanzas, haz que podamos entender que la verdadera
pobreza, la pobreza de la Cruz, es para nosotros, para la vida diaria, y que
por esta santa pobreza debemos vivir deseando sólo los bienes del cielo; pero
haz también que comprendamos que la pobreza no se puede aplicar a las cosas de
la liturgia, porque la liturgia es para Ti, y Tú te mereces lo mejor de lo
mejor que podamos tener; haz que sepamos darnos cuenta que un cáliz de oro, que
será usado en la Santa Misa para alojar y custodiar tu preciosísima Sangre, no es
faltar a la pobreza; por el contrario, usar un cáliz de material indigno, por
considerarlo pobre, no sería verdadera pobreza, sino sería faltar contra el
reconocimiento a tu infinita majestad.
Silencio para meditar.
Finalmente,
Jesús, haz que sepamos administrar los bienes materiales que Tú nos concedes en
esta vida, para que alcancemos la vida eterna; haz que comprendamos que nada
material nos llevaremos a la otra vida, solo las obras hechas en tu amor, y que
una de estas obras es dar lo material a los más necesitados.
Meditación final:
Nos retiramos Jesús, ya debemos regresar
a nuestras ocupaciones diarias. Tú en la Eucaristía eres nuestro único tesoro,
y también el Corazón Inmaculado de María. Ayúdanos para que, una vez en el
mundo, no nos dejemos atraer por los falsos espejismos de las riquezas
terrenas, sino que mantengamos siempre nuestra vista fija en Ti, en todo el
tiempo que dura nuestra vida terrena, hasta el feliz día en que para nosotros dé
inicio la eternidad.
Canto
de salida: “El trece de Mayo en Cova de Iría”.
A
tres pastorcitos la Madre de Dios,
descubre
el misterio de su corazón.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
Haced
penitencia, haced oración,
por
los pecadores implorad perdón.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
Las
modas arrastran al fuego infernal,
vestid
con decencia si os queréis salvar.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
El
Santo Rosario constantes rezad,
y
la paz del mundo el Señor os dará.
Ave,
ave, ave María. Ave, ave, ave María.
¡Qué
pura y qué bella se muestra María,
qué
llena de gracia en Cova de Iria!
Ave,
ave, ave Maria. Ave, ave, ave Maria.
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