viernes, 9 de julio de 2021

Hora Santa en reparación por uso blasfemo de custodia eucarística con forma del ídolo demoníaco Pachamama en México 010721

 


Custodia blasfema con la forma del ídolo demoníaco llamado "Pachamama".

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido contra la Eucaristía, al colocarla en una custodia que figuraba al ídolo demoníaco conocido como “Pachamama”. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.aciprensa.com/noticias/imagen-de-la-pachamama-fue-usada-como-custodia-de-la-eucaristia-en-mexico-13733

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos, llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Con relación a la rigurosidad de la Justicia Divina, sólo hay que remitirse a las Sagradas Escrituras, a las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, cuando dice: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos” (Mt 20, 16) y también: “Angosta y estrecha es la senda que lleva a la vida y pocos los que la hallan” (Mt 7, 7-14). También es para considerar la rigurosidad de la Justicia Divina el hecho de que, siendo tan copiosa y sobreabundante la redención de Cristo, haya aún tantos castigos, tantos pecados, tantos pecadores y tantos condenados[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Porque son pocos los llamados, porque la puerta de la salvación es estrecha y porque son todavía menos los que la encuentran, es que San Pedro exclama: “Si el justo apenas se salvará, el impío y pecador, ¿adónde irán?” (1 Pe 4). Es también cosa terrible lo que dice San Crisóstomo en sermón en la ciudad de Antioquía, que era de las mayores del mundo: “¿Cuántos pensáis que se salvarán de los que están en esta nuestra ciudad? Cosa triste es lo que os tengo de decir, pero con todo eso la diré: Entre tantos millares de almas no se podrán hallar ciento que se salven y de éstos dudo”[2]. Una sentencia espantosa, dicha por un santo y todavía más, sabiendo cuán populosa era dicha ciudad. ¿Qué sucederá en nuestros días, en los que las ciudades no sólo son mucho más grandes, sino que el pecado ha sido entronizado como “derecho humano”?

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

No menos terrible es lo afirmado por San Vicente Ferrer: “Antes que Cristo viniese al mundo en carne humana se pasaron más de cinco mil años y todo el mundo se condenaba, sino es unos pocos del pueblo de Israel, que iban al limbo de los Santos Padres”[3]. Continúa luego el santo: “También cuántos malos cristianos se condenan, porque la fe y el bautismo no salvan al hombre, sino es con la buena vida y no de otra manera. ¿Cuántos cristianos hay que, aunque tengan fe, con todo eso son soberbios, avarientos, lujuriosos? Y lo mismo es de otros vicios. ¿Cuántos cristianos no se confiesan cada año en la Cuaresma, ni comulgan, ni guardan los Mandamientos, ni el Domingo y fiestas de los Santos? Todos estos tales no se salvarán”[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ruega por nosotros al Justo Juez, para que tenga misericordia de nuestras almas!

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

El mismo San Vicente Ferrer narra el siguiente hecho, en un todo verídico: sucedió que había un eremita que por cuarenta años estuvo en el desierto habiendo antes renunciado a todas sus posesiones materiales y también cargos y honores mundanos. Poco después de fallecer, se presentó al Obispo de la ciudad cercana al desierto en el que el eremita habitaba; el Obispo le pidió que le dijera algo del otro mundo, a lo que el eremita le respondió que el mismo día en el que él murió murieron también en todo el mundo treinta mil hombres, de todos los cuales sólo cinco se salvaron, que fueron él y San Bernardo, que murió el mismo día y se fueron derechos al cielo y otros tres que entraron en el Purgatorio, los demás se fueron al Infierno[5].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Con respecto a la eterna condenación de las almas impenitentes, muchos santos fueron los que tuvieron visiones de cómo caían estas desgraciadas almas en el Infierno, como copos de nieve muy densos, o como gotas de agua. Por otra parte, todos los Padres y Doctores convienen que la salida de los hijos de Israel para Egipto fue señal de los muchos que se condenan y de cuán pocos son los que se salvan. Teniendo en cuenta esto, provoca espanto el saber que de los seiscientos mil hombres que sacó Dios de Egipto, sólo dos entraron en la tierra de promisión[6]. ¡Horrible cosa es, que de seiscientos mil llamados, sólo dos fueron elegidos! ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ruega al Justo Jueza para que se apiade de nosotros y, perdonándonos nuestros pecados, nos haga ingresar en el Reino de los cielos!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 485.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 485.

[3] Domin. Septuag., serm. 6, post. initium.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 487.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 487.

[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 487.

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