Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de la Catedral
de Xalapa en México, por parte de un grupo de abortistas y feministas. Para mayor
información, consultar el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=tNTbR-1uzes&t=30s
Canto inicial: “Oh Buen Jesús, yo creo firmemente”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Uno
de los atributos de Dios Uno y Trino es su omnipotencia la cual implica, entre
otras cosas, la capacidad que tiene Dios de ejecutar su Divina Justicia, sin
que nadie pueda osar poner ni siquiera la más mínima resistencia[1]. Para
que nos demos una idea, el poder de todos los ángeles juntos, incluidos los
ángeles caídos y los ángeles que se mantuvieron fieles a Dios, es menos que un
grano de arena comparado con el universo estrellado.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Es
por esta razón, por el conocimiento de la omnipotencia divina, que tiene poder
para hacer cumplir los decretos de la Divina Justicia, que David exclama: “¿Quién,
Señor, conoció el poder de tu ira y de puro temor sabrá contar tu enojo?” (Sal 89, 11). Y Job, maravillado ante la
Justicia Divina, dice: “Fuerte es en la fortaleza, ¿quién la pudo resistir y
tuvo paz? Él es el que traspasa los montes y no lo supieron aquellos mismos que
hundió en su furor. Él es quien saca la tierra de sus quicios y sus columnas se
estremecen (…) Dios es, a cuya ira nadie puede resistir, debajo del cual se
postran los que sustentan el mundo” (9, 4).
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Aquellos
a quienes “hundió en su furor”, según la expresión de Job, son los ángeles
caídos y los hombres condenados en el Infierno quienes, oponiéndose
voluntariamente al Amor Divino, eligieron enfrentar su Divina Justicia y es así
que fueron precipitados a los más oscuros abismos del Infierno. Y esto sucedió
y sucede y sucederá hasta el Día del Juicio Final –esto es, la condenación de
los pecadores impenitentes-, porque nadie puede resistir a la omnipotencia
divina, pronta para ejecutar lo que le dicta la Divina Justicia.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Con
su omnipotencia divina, Dios Trinidad utiliza los elementos por Él creados –agua,
tierra, fuego- para obrar lo que la Divina Justicia dictamina. En otras
palabras, como dice un autor, “todos los elementos se arman contra el pecador y
se violentan para volverse contra él y vengar a Dios. Para esto las aguas le
obedecen y con ellas anegó todo el mundo, el cual pereció ahogado a manos de su
Ira Divina”[2].
Pero no solo el agua, sino también el fuego sirve a la Divina Justicia y es así
como en un instante, haciendo llover fuego del cielo, consumió a las ciudades de
Sodoma y Gomorra (Gn 19, 24). Y el
fuego no solo es su instrumento temporal aquí en la tierra, sino también en el
Infierno, en donde arde para siempre, sin apagarse nunca, quemando a ángeles y
condenados.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Otro
elemento que se encuentra al servicio de la Divina Justicia es la tierra, la
cual se partió por el medio para hundir en sus profundidades a los malos, según
las Escrituras (Núm 16). Así
demuestra Dios cómo trata a quien es impenitente, a los cismáticos, a sus
ídolos, a sus falsos tabernáculos, a sus bienes. También el aire obra según las
órdenes de Dios Trino, para castigar a los rebeldes, como se testifica en el
libro de Job: “Vi aquellos que obran maldad y siembran dolores perecer con el
soplo de Dios y que con el espíritu de su boca fueron consumidos”, con lo cual
se demuestra que no hay poder alguno creado que sea capaz de hacer frente
mínimamente, ni en esta vida ni en la otra, a la Divina Justicia. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca
ofendamos a la Divina Justicia, que siempre vivamos en gracia, para no
encontrarnos a la izquierda de Nuestro Señor Jesucristo en el Día del Juicio
Final!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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