sábado, 17 de julio de 2021

Hora Santa en reparación por decapitación de imagen de Nuestra Señora de Huachana 170721

 



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la decapitación sacrílega de una imagen de la Madre de Dios bajo la advocación de “Nuestra Señora de Huachana”.

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Hay quienes afirman que Dios es “tan misericordioso”, que sería incapaz de condenar a un alma por toda la eternidad, en el lago de fuego del Infierno. Otros se atreven incluso a la herejía de pensar que incluso hasta el mismo demonio será perdonado al fin de los tiempos. Sin embargo, la doctrina de la Fe Católica acerca de la Justicia Divina es muy distinta y ya lo dice Nuestro Señor en el Evangelio: “Es ancha la senda que conduce a la perdición y son muchos los que lo eligen y es angosto el camino que conduce a la salvación y son pocos los que lo eligen”. Con esto, da a entender que son pocos los que verdaderamente salvan sus almas.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Una figura que anticipa la inmensa multitud de almas que día a día se dirigen voluntariamente al Infierno, es el Diluvio universal y el Arca de Noé: en esos tiempos, había millones de hombres en toda la tierra, pero sólo ocho escaparon del Diluvio en el Arca lo cual fue, conforme a la Escritura, figura de los muchos que se condenan (cfr. 1 Pe 3, 21)[1]. ¿Quién no temerá no caiga este rayo de la Divina Justicia sobre sí, si vive despreocupadamente, sin importarle ni los Mandamientos de Dios, ni la gracia de Jesucristo, ni el apartarse del pecado que condena? ¿Cómo puede ser que no temblemos de Dios y de sus altos juicios?

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         El hecho de que un alma se condene por toda la eternidad, es algo sumamente espantoso y terrible, pero que esto suceda después de haber muerto el Hombre-Dios Jesucristo en la cruz precisamente por la salvación de los hombres, es algo que deja sin palabras al entendimiento humano, porque provoca asombro la grandeza y el rigor de la Justicia Divina y el abismo insondable de sus altísimos juicios[2].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         El pecador no debe vivir confiado vanamente en que Dios “todo lo perdonará”, porque sí es verdad que Dios “todo lo perdonará”, pero lo perdonará cuando el pecador experimente y demuestre sinceras obras de arrepentimiento; cuando el pecador se postre ante la majestad divina, con el corazón contrito y humillado, reconociéndose pecador e implorando a la Divina Misericordia por su perdón. El pecador –el pecador impenitente, se entiende-, debe considerar que Dios sí tiene voluntad de castigar, porque aun teniendo la justicia seguro partido con la Pasión de Cristo, condena a tantos que pecan y no se arrepienten del pecado. En este caso, no basta la Sangre del Cordero y su muerte sacrificial en el Calvario para que, mientras uno es pecador, deje de tener Dios voluntad de castigarlo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, infunde en nuestros corazones un profundo deseo de odiar el pecado para rechazarlo definitivamente y así vivir siempre en gracia!

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Ahora bien, lo que excede en admiración, es que los pecados de todo el mundo los castigó en su Hijo tan severamente, que basta con contemplar su Sacratísimo Cuerpo desgarrado y cubierto de heridas abiertas y sangrantes, para comprender cómo no soporta Dios el pecado. Entre los hombres, se comenta como ejemplo de extrema severidad cuando un juez no perdona a su hijo, si comete un delito; pero que al hijo propio se castigue por delito ajeno, ¿cuándo se oyó tal justicia? Y es que excede el rigor de la justicia divina a toda la rectitud de la humana[3]. ¿Cómo no teme el esclavo castigo de sus pecados propios pues al hijo castigan por los ajenos? Dios Padre, Justo Juez, castigó en su propio Hijo Unigénito el pecado ajeno, el pecado de todos los hombres, por eso no tiene perdón quien no quiera recibir el perdón obtenido por los méritos de la Sangre de Cristo.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 487.

[2] Cfr. Nieremberg, ibídem, 487.

[3] Cfr. Nieremberg, ibídem, 488.

No hay comentarios:

Publicar un comentario