Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la decapitación sacrílega de
una imagen de la Madre de Dios bajo la advocación de “Nuestra Señora de Huachana”.
Canto
inicial: “Cantemos
al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Hay quienes afirman que Dios es “tan misericordioso”, que
sería incapaz de condenar a un alma por toda la eternidad, en el lago de fuego
del Infierno. Otros se atreven incluso a la herejía de pensar que incluso hasta
el mismo demonio será perdonado al fin de los tiempos. Sin embargo, la doctrina
de la Fe Católica acerca de la Justicia Divina es muy distinta y ya lo dice
Nuestro Señor en el Evangelio: “Es ancha la senda que conduce a la perdición y
son muchos los que lo eligen y es angosto el camino que conduce a la salvación
y son pocos los que lo eligen”. Con esto, da a entender que son pocos los que
verdaderamente salvan sus almas.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Una figura que anticipa la inmensa multitud de almas que día
a día se dirigen voluntariamente al Infierno, es el Diluvio universal y el Arca
de Noé: en esos tiempos, había millones de hombres en toda la tierra, pero sólo
ocho escaparon del Diluvio en el Arca lo cual fue, conforme a la Escritura,
figura de los muchos que se condenan (cfr. 1
Pe 3, 21)[1].
¿Quién no temerá no caiga este rayo de la Divina Justicia sobre sí, si vive
despreocupadamente, sin importarle ni los Mandamientos de Dios, ni la gracia de
Jesucristo, ni el apartarse del pecado que condena? ¿Cómo puede ser que no
temblemos de Dios y de sus altos juicios?
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
El hecho de que un alma se condene por toda la eternidad, es
algo sumamente espantoso y terrible, pero que esto suceda después de haber
muerto el Hombre-Dios Jesucristo en la cruz precisamente por la salvación de
los hombres, es algo que deja sin palabras al entendimiento humano, porque
provoca asombro la grandeza y el rigor de la Justicia Divina y el abismo
insondable de sus altísimos juicios[2].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
El pecador no debe vivir confiado vanamente en que Dios “todo
lo perdonará”, porque sí es verdad que Dios “todo lo perdonará”, pero lo
perdonará cuando el pecador experimente y demuestre sinceras obras de
arrepentimiento; cuando el pecador se postre ante la majestad divina, con el
corazón contrito y humillado, reconociéndose pecador e implorando a la Divina
Misericordia por su perdón. El pecador –el pecador impenitente, se entiende-,
debe considerar que Dios sí tiene voluntad de castigar, porque aun teniendo la
justicia seguro partido con la Pasión de Cristo, condena a tantos que pecan y
no se arrepienten del pecado. En este caso, no basta la Sangre del Cordero y su
muerte sacrificial en el Calvario para que, mientras uno es pecador, deje de
tener Dios voluntad de castigarlo. ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, infunde en nuestros corazones un profundo deseo de
odiar el pecado para rechazarlo definitivamente y así vivir siempre en gracia!
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Ahora bien, lo que excede en admiración, es que los pecados
de todo el mundo los castigó en su Hijo tan severamente, que basta con
contemplar su Sacratísimo Cuerpo desgarrado y cubierto de heridas abiertas y
sangrantes, para comprender cómo no soporta Dios el pecado. Entre los hombres,
se comenta como ejemplo de extrema severidad cuando un juez no perdona a su
hijo, si comete un delito; pero que al hijo propio se castigue por delito
ajeno, ¿cuándo se oyó tal justicia? Y es que excede el rigor de la justicia divina
a toda la rectitud de la humana[3].
¿Cómo no teme el esclavo castigo de sus pecados propios pues al hijo castigan
por los ajenos? Dios Padre, Justo Juez, castigó en su propio Hijo Unigénito el
pecado ajeno, el pecado de todos los hombres, por eso no tiene perdón quien no
quiera recibir el perdón obtenido por los méritos de la Sangre de Cristo.
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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