Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ataque vandálico de una imagen
de la Virgen –y también de Santa Teresita de Lisieux- sufridos en Nueva York. Para
mayores datos, consultar el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=47Gu-EkgH_Q&t=80s
Canto inicial: “Oh Buen Jesús, yo creo firmemente”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Con
respecto a la Justicia Divina, el hombre debe considerar su extrema debilidad frente
a Dios: en efecto, si una ínfima partícula de materia inerte, llamada “virus”
puede convertir su salud en enfermedad e incluso llevarlo hasta la muerte, ¿no
podrá acaso Dios, llevado por su Justicia Divina, castigar como se merece al
pecador impenitente, al pecador que no se arrepiente? Que no le falten fuerzas
a Dios para hacer cumplir su Justicia, es algo que se comprueba contemplando cuántas
miríadas de ángeles y hombres han sido condenados para siempre en el Infierno.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Es
verdad que la Justicia Divina puede castigar en esta vida, pero los castigos de
esta vida, comparados con los de la vida eterna, son apenas un suspiro, pues
duran por toda la eternidad y no se tiene conocimiento, ni se tendrá, de nadie
que haya podido escapar del inmenso lago de fuego[1]. En
él hay millones y millones de ángeles y hombres impenitentes, los cuales sufren
por la eternidad, sin poder quebrantar esa inmensa cárcel oscura. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, obtén de
tu Hijo para nosotros un profundo horror al pecado y un deseo insaciable del
Reino de los cielos!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Debido
a que Dios es omnipotente, su fuerza es eterna e infinita y jamás se cansará en
la ejecución de tormentos tan inmensos y como Él es eterno, no se morirá jamás
y eternamente los atormentará con eterna muerte[2].
Algunos pueden pensar que el alma, por ser espiritual, no será castigada con el
fuego infernal y que sólo lo será el cuerpo; pero estos tales no cuentan con la
omnipotencia divina la cual, por un prodigio divino, dará al fuego la potestad
de hacer arder, sin consumir, al alma, al igual que el cuerpo[3].
¿Quién no teme a la Ira Divina?
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Al
reflexionar acerca de la severidad de la Justicia Divina, no puede uno no
preguntarse la razón por la cual hay tanta cantidad de hombres que la
desprecian y no la tienen en cuenta. Si un solo hombre, de todos los nacidos
hasta el Último Día, se habría de condenar, este solo hecho debería bastar para
hacer reflexionar y temblar a todos los demás hombres. Es tan horrenda la
eterna condenación, que sólo su nombre debería hacer erizar los cabellos a más
de uno. Por esto, nuevamente la pregunta: ¿cómo es que siendo tantos los que se
condenan, reímos y comemos y reposamos sin cuidado? ¿Cómo es que, estando el
peligro de condenación tan cercano, no valoramos más la vida de la gracia y el
gozo eterno del Reino de los cielos? ¿Por qué somos los hombres tan descuidados
con nuestro destino eterno? Si el Infierno es algo horroroso como lo es, es
todavía más horroroso el no temerle y continuar por la vida con los pecados a
cuestas, sin aprovechar la Redención de Nuestro Señor Jesucristo.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Ahora
bien, siendo cierto todo esto acerca de la Justicia Divina –sobre todo su
severidad y su eternidad-, con todo, no debe el alma perder la esperanza, mientras
se encuentra en esta vida, porque la esperanza es una disposición del alma
necesaria para alcanzar la gracia divina, la cual nos abre las puertas del
Reino de los cielos. Y es cierto también que Dios Uno y Trino no niega a nadie
su gracia, cuando el alma hace de su parte todo lo que puede para combatir el
pecado y rechazar la tentación. ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de morir antes de cometer un
pecado mortal o venial deliberado!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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