Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la ola de ataques
incendiarios sacrílegos sufridos por varias iglesias católicas en Canadá. Para
mayores datos, consultar el siguiente enlace:
https://www.facebook.com/jatna.rivas/posts/4810637045616369
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Con relación a la Justicia Divina, dice la Sagrada Escritura
que “los juicios de Dios son grandes como un abismo” (Sal 35), que no pueden
ser comprendidos por la razón humana. La razón es que, habiendo habido
satisfacción tan infinita por parte del Hijo de Dios, inmolándose Él mismo en
el Santo Sacrificio de la Cruz, y habiendo vertido su Sangre Preciosísima y
ofrendado su Vida Santísima por la salvación de los hombres, aun así, hayan pecadores
que se condenen eternamente, para siempre, en el Infierno, como consecuencia
del grande castigo de Dios[1].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Por esta razón, dice Nuestro Señor que “muchos son los
llamados y pocos los escogidos” y que “son muchos los que eligen el camino de
la eterna perdición” y “pocos” los que desean entrar en el Cielo por la puerta
estrecha. De esto se sigue que los que se salvan, es decir, los que son bañados
por la Sangre del Cordero e ingresan así inmaculados en el Reino de Dios, son
pocos, mientras que los que eligen morir en el pecado mortal y así condenarse,
son muchos, más de los que podemos imaginarnos.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Con respecto a los ángeles, Dios no tuvo ni la más mínima
misericordia para con aquellos que osaron rebelarse contra Él y su Divino Amor,
aplicando todo el rigor de su Divina Justicia en el acto, siendo arrojados a lo
más profundo del Infierno innumerables legiones de creaturas angélicas. Dios
Trino no perdonó a los ángeles rebeldes, ni por ser grandes, ni por ser
pequeños: desde el mismo instante en que, a ojos abiertos, pecaron de rebelión,
sin esperar un segundo los precipitó del Cielo y descargó sobre ellos todo el
peso de la Ira Divina, peso que habrán de soportar estas creaturas por toda la
eternidad[2].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Con relación a los hombres, tampoco perdonó al primer Adán,
siendo que con su pecado dañaba a innumerables hombres que, por su culpa,
habrían de nacer sin gracia, en estado de pecado original y expulsados del
Paraíso, aun cuando no tuvieran pecado propio actual y sólo vino a perdonar al
hombre cuando su Ira Divina fue infinitamente satisfecha por los clamores de la
Sangre Preciosísima del Cordero de Dios derramada en la Santa Cruz.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Con todo eso, el pecado que perdonó en Adán cuanto a la
culpa, no lo perdonó cuanto a toda la pena, porque Adán padeció mucho e hizo
gran penitencia por espacio de muchos años y ahora está castigándose su pecado
con tantas miserias cuantas padece la naturaleza humana; las enfermedades, los
dolores, las guerras, las hambres, las muertes de todos los hombres, todas son
castigo de aquel pecado y lo que más es, los muchos pecados que permite Dios en
los hombres en pena de aquel pecado. Éste es severísimo castigo de Dios,
permitir pecados en castigo de otros. Este castigo nos había de ser más
horrible que eternos infiernos[3]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que
siempre demos gracias al Cordero de Dios que nos perdonó al precio altísimo de
su Sangre Preciosísima derramada en el Calvario!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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