sábado, 3 de julio de 2021

Hora Santa en reparación por atentados incendiarios contra iglesias católicas en Canadá 010721

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la ola de ataques incendiarios sacrílegos sufridos por varias iglesias católicas en Canadá. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.facebook.com/jatna.rivas/posts/4810637045616369

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Con relación a la Justicia Divina, dice la Sagrada Escritura que “los juicios de Dios son grandes como un abismo” (Sal 35), que no pueden ser comprendidos por la razón humana. La razón es que, habiendo habido satisfacción tan infinita por parte del Hijo de Dios, inmolándose Él mismo en el Santo Sacrificio de la Cruz, y habiendo vertido su Sangre Preciosísima y ofrendado su Vida Santísima por la salvación de los hombres, aun así, hayan pecadores que se condenen eternamente, para siempre, en el Infierno, como consecuencia del grande castigo de Dios[1].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Por esta razón, dice Nuestro Señor que “muchos son los llamados y pocos los escogidos” y que “son muchos los que eligen el camino de la eterna perdición” y “pocos” los que desean entrar en el Cielo por la puerta estrecha. De esto se sigue que los que se salvan, es decir, los que son bañados por la Sangre del Cordero e ingresan así inmaculados en el Reino de Dios, son pocos, mientras que los que eligen morir en el pecado mortal y así condenarse, son muchos, más de los que podemos imaginarnos.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Con respecto a los ángeles, Dios no tuvo ni la más mínima misericordia para con aquellos que osaron rebelarse contra Él y su Divino Amor, aplicando todo el rigor de su Divina Justicia en el acto, siendo arrojados a lo más profundo del Infierno innumerables legiones de creaturas angélicas. Dios Trino no perdonó a los ángeles rebeldes, ni por ser grandes, ni por ser pequeños: desde el mismo instante en que, a ojos abiertos, pecaron de rebelión, sin esperar un segundo los precipitó del Cielo y descargó sobre ellos todo el peso de la Ira Divina, peso que habrán de soportar estas creaturas por toda la eternidad[2].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         Con relación a los hombres, tampoco perdonó al primer Adán, siendo que con su pecado dañaba a innumerables hombres que, por su culpa, habrían de nacer sin gracia, en estado de pecado original y expulsados del Paraíso, aun cuando no tuvieran pecado propio actual y sólo vino a perdonar al hombre cuando su Ira Divina fue infinitamente satisfecha por los clamores de la Sangre Preciosísima del Cordero de Dios derramada en la Santa Cruz.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Con todo eso, el pecado que perdonó en Adán cuanto a la culpa, no lo perdonó cuanto a toda la pena, porque Adán padeció mucho e hizo gran penitencia por espacio de muchos años y ahora está castigándose su pecado con tantas miserias cuantas padece la naturaleza humana; las enfermedades, los dolores, las guerras, las hambres, las muertes de todos los hombres, todas son castigo de aquel pecado y lo que más es, los muchos pecados que permite Dios en los hombres en pena de aquel pecado. Éste es severísimo castigo de Dios, permitir pecados en castigo de otros. Este castigo nos había de ser más horrible que eternos infiernos[3]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre demos gracias al Cordero de Dios que nos perdonó al precio altísimo de su Sangre Preciosísima derramada en el Calvario!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 484.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 484.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 485.

No hay comentarios:

Publicar un comentario