miércoles, 28 de julio de 2021

Hora Santa en reparación por destrucción sacrílega de Cristo crucificado por parte de un joven durante Santa Misa 180721

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la sacrílega destrucción de una imagen de Cristo crucificado por parte de un joven. Para mayores detalles acerca del lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=IoN0pM5U45o

Canto inicial: “Oh Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Dios no niega la gracia de la esperanza divina a quien hace de su parte todo lo que puede[1]. Esto es necesario tenerlo en cuenta porque, al reflexionar acerca de lo implacable que es la Justicia Divina y acerca de la furia de la Ira Divina, cualquiera podría incluso hasta morir de temor y tristeza, pero precisamente, porque Dios es también Misericordia infinita, no deja de conceder su gracia a quien, combatiendo contra sí mismo, se esfuerza, con la ayuda de la gracia, en permanecer en estado de gracia.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Cuando el amor a Dios se asocia a la esperanza, el alma puede sufrir las tribulaciones que se le presentan, arrodillándose frente a Cristo crucificado o frente a Jesús Eucaristía en el sagrario, porque así se ve alentada por el infinito Amor Misericordioso del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús y así el alma, confiada en la Misericordia Divina, se refugia en el Costado abierto del Salvador, esperando, en un refugio seguro, que pase la Ira Divina[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Hablando de la esperanza en el Amor Divino que debe albergar todo pecador, dice así San Gregorio: “En el pecho del pecador se debe juntar continuamente la esperanza y el temor, porque en balde espera uno la misericordia si no teme también la justicia y en vano tendrá miedo de la justicia, si no confía también en la misericordia”[3]. En otras palabras, será de poco provecho que alguien se horrorice de sus pecados, si no quiere salir de ellos, para lo cual le abre la puerta la esperanza. Por más dura, estricta y severa que sea la Justicia Divina, el pecador, por más pecados que tenga, no debe desesperar nunca de la Misericordia Divina, porque para perdonarnos es que ha mandado a morir en la cruz a su Hijo Unigénito, Cristo Jesús.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Por otra parte, es verdad que la Justicia Divina actúa con todo su furor contra el pecador, sea ángel u hombre y esto por toda la eternidad, siendo la existencia del Infierno y sus horribles torturas, testimonios de este furor divino; sin embargo, frente a todo ese furor divino, Dios muestra también Amor y Misericordia infinitos y esto se ve en la Encarnación del Hijo de Dios y en todo su misterio pascual de Muerte y Resurrección, todo lo cual obra Dios para manifestar al pecador arrepentido que si el furor de su Justicia Divina es grande, es también grande –infinito- el Amor de su Corazón Divino[4].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Que Dios desee perdonar y amar al pecador, en vez de castigarlo, eso lo demuestra abundantemente con sus obras, pues obró más para perdonar y amar, que para castigar. Así, por castigar, no dio ni un paso que le costase sudor; en cambio, por perdonar, se cansó y sudó hasta derramar sangre –su Sangre Preciosísima, la Sangre del Cordero- y padeció tormentos y dolores inimaginables, inenarrables, imposibles de enumerar, tal es su cantidad, hasta la muerte de cruz[5]. Dios se obligado, por así decirlo, a castigar y esto es por nuestra culpa, en el sentido de que somos nosotros, con nuestros pecados cometidos libremente, quienes lo forzamos a castigarnos, cuando no nos arrepentimos; pero el donarnos todo el Amor de su Sagrado Corazón, hasta la última gota, es para Dios más natural y le es también sumamente gustoso perdonar. Por esto mismo, si hay razón para temer la horrible Ira Divina, hay mayor razón para esperar en su Divina Piedad, en su Divino Amor y en su Divina Misericordia.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 491.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 491.

[3] Moral., lib. 23, cap. 11.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 492.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 492.

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