Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la sacrílega destrucción de
una imagen de Cristo crucificado por parte de un joven. Para mayores detalles
acerca del lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=IoN0pM5U45o
Canto inicial: “Oh Buen Jesús, yo creo firmemente”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Dios
no niega la gracia de la esperanza divina a quien hace de su parte todo lo que
puede[1]. Esto
es necesario tenerlo en cuenta porque, al reflexionar acerca de lo implacable
que es la Justicia Divina y acerca de la furia de la Ira Divina, cualquiera
podría incluso hasta morir de temor y tristeza, pero precisamente, porque Dios
es también Misericordia infinita, no deja de conceder su gracia a quien,
combatiendo contra sí mismo, se esfuerza, con la ayuda de la gracia, en
permanecer en estado de gracia.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Cuando
el amor a Dios se asocia a la esperanza, el alma puede sufrir las tribulaciones
que se le presentan, arrodillándose frente a Cristo crucificado o frente a
Jesús Eucaristía en el sagrario, porque así se ve alentada por el infinito Amor
Misericordioso del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús y así el alma, confiada
en la Misericordia Divina, se refugia en el Costado abierto del Salvador,
esperando, en un refugio seguro, que pase la Ira Divina[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Hablando
de la esperanza en el Amor Divino que debe albergar todo pecador, dice así San
Gregorio: “En el pecho del pecador se debe juntar continuamente la esperanza y
el temor, porque en balde espera uno la misericordia si no teme también la
justicia y en vano tendrá miedo de la justicia, si no confía también en la
misericordia”[3].
En otras palabras, será de poco provecho que alguien se horrorice de sus
pecados, si no quiere salir de ellos, para lo cual le abre la puerta la
esperanza. Por más dura, estricta y severa que sea la Justicia Divina, el
pecador, por más pecados que tenga, no debe desesperar nunca de la Misericordia
Divina, porque para perdonarnos es que ha mandado a morir en la cruz a su Hijo
Unigénito, Cristo Jesús.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Por
otra parte, es verdad que la Justicia Divina actúa con todo su furor contra el
pecador, sea ángel u hombre y esto por toda la eternidad, siendo la existencia
del Infierno y sus horribles torturas, testimonios de este furor divino; sin
embargo, frente a todo ese furor divino, Dios muestra también Amor y
Misericordia infinitos y esto se ve en la Encarnación del Hijo de Dios y en
todo su misterio pascual de Muerte y Resurrección, todo lo cual obra Dios para
manifestar al pecador arrepentido que si el furor de su Justicia Divina es
grande, es también grande –infinito- el Amor de su Corazón Divino[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Que
Dios desee perdonar y amar al pecador, en vez de castigarlo, eso lo demuestra
abundantemente con sus obras, pues obró más para perdonar y amar, que para
castigar. Así, por castigar, no dio ni un paso que le costase sudor; en cambio,
por perdonar, se cansó y sudó hasta derramar sangre –su Sangre Preciosísima, la
Sangre del Cordero- y padeció tormentos y dolores inimaginables, inenarrables,
imposibles de enumerar, tal es su cantidad, hasta la muerte de cruz[5].
Dios se obligado, por así decirlo, a castigar y esto es por nuestra culpa, en
el sentido de que somos nosotros, con nuestros pecados cometidos libremente,
quienes lo forzamos a castigarnos, cuando no nos arrepentimos; pero el donarnos
todo el Amor de su Sagrado Corazón, hasta la última gota, es para Dios más
natural y le es también sumamente gustoso perdonar. Por esto mismo, si hay razón
para temer la horrible Ira Divina, hay mayor razón para esperar en su Divina
Piedad, en su Divino Amor y en su Divina Misericordia.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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