El agresor, que apuñaló al sacerdote mientras celebraba la Santa Misa,
detenido por la Policía.
Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por el ataque
sufrido por un sacerdote ministerial en México, a manos de un extremista
musulmán. La información pertinente se puede encontrar en el siguiente enlace: https://www.aciprensa.com/noticias/apunalan-a-sacerdote-en-catedral-primada-de-mexico-76813
Además de reparar por este hecho,
pedimos por nuestra propia conversión, la de nuestros seres queridos, la del
atacante y la del mundo entero.
Canto inicial: “Alabado sea el
Santísimo Sacramento del altar”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
El Sagrado Corazón, habiéndose formado desde el seno
virginal de María Santísima, desde sus primeros estadios, como todo embrión,
comenzó a latir en el útero de María a las cinco semanas, tal como sucede con
todo embrión humano. Solo que, en este caso, el embrión no pertenecía a una
persona humana, sino a una Persona Divina, la Segunda Persona de la Trinidad.
Nuestro Dios, el Dios de toda majestad, merecedor de infinitas alabanzas,
honor, gloria y adoración, se encarna en el seno de María Virgen para nuestra
salvación, adquiriendo un cuerpo y un alma humanos, para ser visible a nuestros
ojos y para poder luego ofrecerse, Él, la Segunda Persona de la Trinidad, Dios
Hijo, inhabitando en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, como Víctima
Purísima y Perfectísima, agradabilísima a Dios, inmolada en la cruz para salvar
a los hombres. Pero aun antes de empezar a latir; aun antes de comenzar a
bombear sangre a su diminuto cuerpecillo, alojado en el seno virgen de María,
el Corazón del Niño Dios ya sufría, desde el momento mismo de la Encarnación, a
causa de todos los corazones de los niños por nacer que jamás habrían de ver la
luz del día, porque se les arrebataría la vida a causa del aborto. Con su
Encarnación, y con el latir de su pequeño Sagrado Corazón en el vientre de la
Virgen, el Verbo de Dios reparaba así el inmenso dolor del Padre provocado por
la malicia del hombre, que por un misterio de iniquidad inconcebible, se
atrevía a quitar la vida de su creatura más amada, el hombre, ya desde el seno
de la madre.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Al término de nueve meses en el seno virginal de María, el
Sagrado Corazón del Niño Dios late, pero ya no en el vientre purísimo de su
Madre amantísima, sino en el Portal de Belén, luego de nacer milagrosamente,
como un rayo de sol atraviesa un cristal, dejando intacta la pureza de su
Madre, antes, durante y después del parto. El Portal de Belén en el que nace el
Niño Dios, es oscuro y frío y sirve de refugio para animales, y nace ahí porque
en las ricas posadas no hay lugar para la Virgen, que trae consigo al Niño
Dios. El Portal de Belén, oscuro y frío, es símbolo del corazón del hombre sin
la gracia de Dios; los animales, a su vez, representan a las pasiones del
hombre, sin el control de la razón. El Portal también es silencioso, porque
simboliza al hombre que, sin la gracia, no alaba a Dios ni lo adora. Pero
cuando el Niño Dios nace, con su Nacimiento desaparece la oscuridad porque el
Portal de Belén se ilumina con la luz de su gloria, y desaparece también el
frío, porque Dios Niño enciende al Portal con el calor y el fuego del Amor de
su Corazón, y se rompe el silencio, porque los ángeles de Dios cantan aleluyas,
glorias y alabanzas al Dios de los cielos, nacido como un Niño, pero además
porque los latidos del Corazón del Niño Dios resuenan en las paredes del
Portal, ahora iluminado con la luz divina. Con el Niño ya nacido, el Portal
representa al corazón del hombre en el que, por la gracia, ha nacido Dios Niño,
enviado por el Padre para comunicarle su Amor. El Sagrado Corazón del Niño
Dios, si bien se alegra por los ángeles que le cantan y también por los
pastores que lo adoran, al mismo tiempo se entristece, debido a todos aquellos
niños que, o bien no habrían de nacer nunca, o bien, al nacer, comenzarían una
existencia de dolor, debido a que habrían de sufrir abandono, hambre, sed, frío
y ausencia de amor por parte de los hombres.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
A la edad de doce años, el Sagrado Corazón, sabiduría de
Dios encarnada que ilumina a los hombres, sube con su Madre, la Virgen María y
su Padre adoptivo, San José, a Jerusalén, para la fiesta de la pascua (cfr. Lc 2,
41). Allí, en esta peregrinación al templo, el Hijo de Dios encarnado,
consciente de su misión divina y mesiánica, se manifiesta por primera vez como Hijo
de Dios (cfr. Lc 2, 49) y lo hace
bajo el aspecto de la Sabiduría, pues ilumina con la Verdad divina las mentes
de los doctores de la Ley. Acompañado por José y María, el Niño Dios sube a
Jerusalén, al templo, situado en el “monte santo” del Señor (cfr. Sal 2,6); en el templo Jesús revela su Sabiduría
divina dialogando con los doctores de la ley, y luego se dirige manifestando el
misterio sobrenatural absoluto de su condición de Dios Hijo, dando a conocer su
propia filiación divina (cfr. Lc 2,
48-50); por último, Jesús desciende con sus padres a Nazaret. Al igual que el
Niño Dios, también nosotros, guiados por la Virgen y San José, debemos subir al
encuentro de nuestra Pascua, Cristo Jesús, para postrarnos ante su Presencia
sacramental, desde donde el Hijo de Dios nos revelará su condición divina y
desde la Eucaristía nos iluminará con su luz, la luz de Dios, la luz de la
Sabiduría celestial, que nos hará contemplar y degustar los misterios de la
Encarnación del Verbo, la prolongación de su Encarnación en la Eucaristía, y el
don de la filiación divina recibida en el bautismo, para que nosotros, al
descender del Nuevo Monte Santo, el Sagrario, comuniquemos a nuestros hermanos
la caridad y el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, que subiste al
Templo para manifestar tu divinidad, te suplicamos por los niños y jóvenes que no
encuentran sentido a sus vidas y pierden de vista a Dios y la vida eterna, para
que Tú, por tu Misericordia, los ilumines con la luz de tu gracia y, llevados
de la mano de María Santísima, te descubran en tu Presencia sacramental, vivo,
glorioso y resucitado, en la Eucaristía y así te glorifiquen, en el tiempo y en
la eternidad!
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Lo
que llevó al Hijo de Dios a encarnarse fue el Amor Misericordioso de Dios por
los hombres que, enceguecidos por el pecado, sin el auxilio divino, habrían de
encaminarse a la eterna perdición. Fue por Amor que Jesús se encarnó; fuer por
Amor que Jesús obró milagros y predicó la Buena Noticia de la salvación; fue
por Amor que oró en el Huerto de los Olivos, sufriendo hasta la agonía y con tristeza
de muerte, la visión de los pecados de toda la humanidad, para cargarlos sobre
sus espaldas y lavarlos con su Sangre en la Pasión; fue por Amor que, cargado
con nuestros pecados, subió a la cruz, para entregarse como Víctima
propiciatoria, Inmaculada y Santa, para quitarnos los pecados con su Sangre
Purísima y Preciosísima y para concedernos la filiación divina, la vida eterna
y el Reino de los cielos. A los treinta y tres años, en la plenitud de su vida,
el Sagrado Corazón ofrenda su Vida, su Sangre y su Amor en el Santo Sacrificio
del Calvario, por nuestra salvación, ofreciendo sus indecibles sufrimientos por
los hombres de todos los tiempos para que, quitadas las tinieblas del pecado y
recibiendo la gracia de la divina filiación, se hicieran capaces de heredar el
Reino de los cielos.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En el Huerto de los Olivos, el Sagrado Corazón, cargado con
el peso, el dolor y la pena de nuestros pecados, les pidió a sus discípulos que
rezaran con Él, pero los discípulos, llevados por el desamor, la indiferencia y
la acedia, en vez de acompañar al Señor, se durmieron. Mientras tanto, sus
enemigos, amparados en las tinieblas, se movían frenéticamente, llevados por el
odio al Hombre-Dios, para tomarlo prisionero y así conducirlo hacia su destino
de muerte en cruz. La misma situación se repite hoy, en el seno de la Iglesia
Católica, en la que el humo de Satanás ha cubierto con sus tinieblas las mentes
y los corazones de la gran mayoría de los hijos de Dios, y los ha adormecido y
ha enfriado sus corazones en el amor de Jesús Sacramentado. Y al igual que los
discípulos, que en vez de acompañar a Jesús en la soledad del Huerto, duermen
llevados por el desamor, también así hoy, en nuestros días, innumerables
cristianos, llevados por la incredulidad hacia la Presencia Eucarística de
Jesús y por la falta de amor en sus corazones hacia Jesús Sacramentado, duermen
también el sueño inducido por el Príncipe de las tinieblas, y lo dejan solo en
el sagrario. Y así como los enemigos de Jesús, mientras sus discípulos dormían,
se mostraban despiertos y activos para acabar con la vida del Hombre-Dios,
también hoy los enemigos de la Iglesia, mientras los cristianos duermen en el
sopor de las tinieblas, se muestran activos, vigiles, despiertos, multiplicando
sus esfuerzos por doquier, para borrar de la faz de la tierra y de la mente y
los corazones de los hombres, el Nombre Tres veces Santo de Dios y la Presencia
Sacramental de Jesús. Al igual que en el Huerto de los Olivos, el Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús se encuentra solo y abandonado en la inmensa
mayoría de los sagrarios, rodeado de unas tinieblas que no son las tinieblas de
la noche cósmica, sino las tinieblas del pecado, del error, de la ignorancia, y
así los enemigos de la Iglesia, amparados por estas tinieblas, obran
frenéticamente buscando su destrucción, mientras los cristianos duermen. ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, por los
dolores de tu Madre, te pedimos que sacudas nuestras almas y nos despiertes del
letargo en el que nos encontramos sumidos, para que iluminados por la luz de tu
gracia, seamos capaces de permanecer postrados ante tu Presencia Eucarística,
reparando por nuestros pecados y los del mundo entero!
Meditación final.
Durante
la Pasión, Jesús, el Rey de los cielos, fue coronado en la tierra, por los
hombres, con una gran corona de gruesas, filosas y duras espinas, que laceraron
su cuero cabelludo, provocándole dolores inenarrables y haciendo brotar
torrentes de su Sangre Preciosísima. Pero no solo fue coronada su Cabeza: al
manifestarse a Santa Margarita María de Alacquoque, Jesús le mostró su Sagrado Corazón,
rodeado y estrechado por esa misma corona de espinas, que a cada latido, le
provocaba lancinantes dolores. Esas espinas que lastiman al Sagrado Corazón son
nuestros pecados, sobre todo los pecados del corazón, las venganzas, los
rencores, las faltas de perdón, el desamor al prójimo y a Dios, los pecados de
impureza, e innumerables pecados más, pues “es del corazón del hombre, de donde
salen toda clase de cosas malas”. Las espinas de esa corona que estrecha al Sagrado
Corazón son la materialización de nuestros propios pecados, y es por eso que
debemos adorar y hacer reparación continua, por nuestros pecados, y los de
todos los hombres. A nosotros no se nos ha de aparecer Jesús, como a Santa
Margarita, pero el Sagrado Corazón, que late en la Eucaristía, continúa latiendo
de Amor por todos y cada uno, pero también continúa sufriendo por todos y cada
uno de los hombres, por el abandono que sufre en el sagrario y porque los
hombres, haciendo caso omiso de sus llamados de Amor, se dirigen en dirección
opuesta al sagrario, eligiendo libremente el camino de la perdición. ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, que lates de
Amor en la Eucaristía, concédenos participar de tus amarguras y de tu dolor,
para que uniéndonos a Ti y a María Santísima, nuestra vida toda se convierta en
un sacrificio de oblación por la salvación de nuestros hermanos, los hombres!
Un
Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y
Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
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