Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por
la ofensa recibida contra Nuestra Señora de los Desamparados en Málaga, España,
el 03 de Mayo de 2017. La información sobre el lamentable episodio se encuentra
en los siguientes enlaces:
https://www.aciprensa.com/noticias/atacan-con-explosivo-imagen-de-la-virgen-maria-en-espana-76406/; http://www.actuall.com/laicismo/atacan-con-un-coctel-molotov-a-la-virgen-de-los-desamparados-de-velez-malaga/
Pedimos también por nuestra conversión,
la de nuestros seres queridos, la de quienes cometieron el ultraje a María Santísima,
y la de todo el mundo.
Canto inicial: “Alabado sea el
Santísimo Sacramento del altar”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
El
Inmaculado Corazón de María es la maternal escuela en la que los hijos de Dios
aprenden las lecciones que imparte la Divina Sabiduría. Allí, la Virgen, Madre
y Maestra, forma a las almas con las lecciones del Divino Amor, que hacen
crecer en la fe y en la santidad; lecciones que despejan de las almas los
oscuros nubarrones de la ignorancia espiritual, relativa a las verdades de fe,
principalmente las relativas a Dios como Uno y Trino y al Hijo de Dios
encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. El Inmaculado Corazón
de María es el Arca de la Sabiduría, porque en él se contiene el Amor a Jesús,
Sabiduría encarnada, y quien entra en este materno Corazón de María recibe las
lecciones celestiales que conducen el alma al encuentro con la Verdad Absoluta,
Cristo Jesús, el Dios Encarnado que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. En
el Inmaculado Corazón de María, el alma aprende a secundar las mociones del
Espíritu Santo, de manera tal que aprende a “atesorar tesoros en el cielo”,
esto es, empieza a desear los bienes eternos y a despreciar los bienes
terrenos, en tanto y en cuanto la separan de la Fuente de su felicidad, el
Cordero de Dios, Cristo Jesús en la Eucaristía.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Desde su Inmaculado Corazón, la Virgen imparte la divina
sabiduría, instruyendo a las almas en los más grandes y admirables secretos
obrados por Dios en favor del Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia
Católica y les hace así gustar el infinito y eterno Amor que Dios Uno y Trino
posee por todos y cada uno de sus hijos, a quienes ama con tanta locura, que no
dudó en enviar a su Hijo Unigénito para que, muriendo en la cruz y derramando
su Sangre por todos y cada uno de los hombres, todos vinieran en conocimiento
de la Verdad y fueran salvados. La Virgen, Madre y Maestra, enseña con la luz
del Espíritu Santo a sus hijos adoptivos, luz que les permite discernir entre
las tinieblas, que rechazan a la Luz Eterna, Jesucristo, y la gracia
santificante, que hace al alma conocer a Jesús y amar a Jesús con el
conocimiento y amor mismo de Dios.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En el Corazón Inmaculado de María, el alma aprende a vivir
en plenitud las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, porque la Virgen
le concede al alma piadosa la gracia de participar de sus propias virtudes, al
tiempo que la fuerza para imitarla. El alma crece en la virtud de la fe,
necesaria para fortalecer y preparar al alma para la prueba, que
inevitablemente sobreviene a quienes se deciden a servir al Señor (cfr. Eclo 2,
1-2). Fortalecida por la Virgen, el alma imita a María y vive de la fe en
Cristo Jesús, Dios Hijo encarnado en el seno purísimo de la Virgen y que
prolonga su Encarnación en el seno virginal de la Iglesia, el Altar
Eucarístico. Fortalecida por la fe, el alma se dispone a librar el combate
espiritual contra sí misma, a fin de cargar la cruz de cada día en pos de
Jesús, para crucificar al hombre viejo y nacer a la vida de la gracia, la vida
de los hijos de Dios, los hijos de la luz. Por la fe, el alma profundiza la
vivencia de los misterios absolutos del Hombre-Dios Jesucristo, esto es, su
proveniencia en la eternidad del seno del Padre, su Encarnación en el tiempo en
el seno virgen de María y su prodigioso Nacimiento en Belén como Pan de Vida,
para continuar luego donándose como Pan de Vida eterna en la Eucaristía. El Inmaculado
Corazón de María concede al alma la gracia de participar de su “Sí” a la voluntad
del Padre, manifestada en la Encarnación, y así el alma, imitando a María
Virgen en la Anunciación, recibe sin dudar a la Palabra de Dios en la mente,
sin la impureza de la duda, el error, la herejía o el cisma, concibiéndola en
su mente como Verbo de Dios que se encarna para la salvación de los hombres;
imitando a la Virgen, el alma recibe en el corazón a esta misma Palabra de
Dios, con el amor purificado de la atracción de las cosas terrenas y dirigido
sólo al Hijo de Dios que, por Amor, se encarna para nuestra salvación; por la
fe, el alma recibe a la Palabra de Dios encarnada, que prolonga su Encarnación
en la Eucaristía, en la boca, por la comunión eucarística, para convertirse en
templo del Espíritu Santo y en tabernáculo viviente del Dios Altísimo, que se
dona al alma como Pan de Vida eterna.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El Inmaculado Corazón de María hace crecer al alma en la
virtud de la esperanza, ayudando al alma a desprenderse del afecto desordenado
por esta vida terrena junto con todos los bienes perecederos, para fijar el
deseo en la vida eterna y en el Reino de los cielos. Por la esperanza, el alma
va dejando de lado los amores profanos y mundanos, para comenzar a suspirar
solo y exclusivamente por el Amor del Sagrado Corazón de Jesús, que late en la
Eucaristía. La Virgen auxilia al alma para que la virtud de la esperanza no
solo no decaiga frente a la adversidad, sino para que crezca día a día,
viviendo cada vez esta vida terrena sólo como un preludio para el Reino de los
cielos, preludio en el que se debe combatir con todas las fuerzas, para vencer
la concupiscencia, la tentación, el mal y elevar los ojos a Jesús crucificado,
Puerta abierta que conduce al seno del Eterno Padre. Junto con la oración y con
la gracia, la virtud de la esperanza se vuelve la savia vital que recorre el
organismo espiritual del alma, haciendo que permanezca firmemente adherida,
como el sarmiento a la vid, a la Vid Verdadera, Cristo Jesús. Por la virtud de
la esperanza, que la Virgen ayuda a vivir en su plenitud, el alma deja de
esperar en la inmanencia de este mundo terrestre, “cuya figura se acaba pronto”,
para elevar los ojos del espíritu hacia la trascendencia, que va más allá del
tiempo y del espacio, proyectando al alma hacia el Sagrado Corazón de Jesús,
Portal de eternidad que introduce al alma en aquello que es infinitamente más
hermoso que los cielos, el seno del Padre eterno. Por la virtud de la
esperanza, cultivada por la Virgen en el alma que a su Corazón Inmaculado se
consagra, el alma vive, aun en medio de las tribulaciones y persecuciones de
esta vida, en la serenidad, la paz, la fortaleza y la alegría del Dios del
sagrario, Cristo Jesús, y así se vuelve capaz de fortalecer a sus hermanos, con
la fortaleza misma de Cristo, con la que ella es fortalecida.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
el Inmaculado Corazón inhabita el Amor de Dios, el Espíritu Santo, con sus
llamas de amor que desea comunicarlas a todos los hombres. Es el fuego que
Jesús ha venido a traer en la tierra y ya quisiera verlo ardiendo, y el primer
lugar en el que arde, es el Corazón de María. La Virgen, a quien se consagra a
su Inmaculado Corazón, le hace partícipe de este amor, el verdadero y único
amor con el que se puede y debe cumplir el Primer Mandamiento, el Mandamiento
más importante de todos, el Mandamiento de la caridad, por el cual se ama a
Dios, al prójimo y a uno mismo, con el mismo Amor con el cual Dios se ama a sí
mismo y a los hombres. Para poder vivir este mandamiento de la caridad, que nos
hace amar a Dios por sobre todas las cosas y a las creaturas por Dios y sólo
para Dios, la Virgen nos ayuda a desprendernos del amor superficial y pasajero
a las cosas de este mundo; ayuda al alma a desprenderse de todos los bienes
materiales, que son un obstáculo para la vida eterna, a fin de que el alma se
encuentre libre de toda atadura terrena, al momento de pasar de esta vida a la
otra; la Virgen nos ayuda a despojarnos de los bienes materiales, donándolos a
los prójimos más necesitados para que, en el encuentro definitivo con
Jesucristo, Sumo Juez, en el Juicio Particular, Jesús nos encuentre con
nuestras manos llenas de buenas obras, vacías de bienes materiales y con el
corazón lleno del Amor a Dios y al prójimo.
Un
Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y
Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
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