Frente a la Eucaristía, se impone siempre la pregunta: ¿qué
es la Eucaristía? Si respondemos según lo que creen otras iglesias que no sean
la católica, diremos que es sólo un poco de pan bendecido; un recuerdo de la
Cena del Señor; un trocito de pan que tiene una significación especial, por
haber sido consagrado en una ceremonia religiosa que recordaba la Última Cena. Si
respondemos según las otras religiones, la Eucaristía es sólo un poco de pan,
bendecido más o menos solemnemente, pero nada más que un poco de pan. La substancia
de la Eucaristía es pan, el mismo pan material de la tierra, hecho con harina y
trigo.
Pero esto no es lo que nos dice nuestra Santa Fe Católica.
¿Qué nos dice la fe católica cuando nos preguntamos qué es
la Eucaristía?
La Fe Católica nos dice que la Eucaristía es un Sacramento,
el Santísimo Sacramento del Altar. Es decir, es un sacramento que, a diferencia
de los demás, se confecciona sobre el altar, y es por eso que se le llama: “Santísimo
Sacramento del Altar”. La Fe católica nos dice también que la Eucaristía es “el
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo”.
Con respecto a estas dos definiciones, debemos hacer algunas
aclaraciones: la Eucaristía es, sí, un sacramento, pero no es una “cosa”; por
otra parte, decir que la Eucaristía es el “Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad” de
Nuestro Señor Jesucristo, no nos debe hacer pensar en estos cuatro elementos
como separados entre sí: se trata simplemente de una descripción de elementos
que están unidos y no separados entre sí; se los describe separadamente, solo
para una mejor comprensión nuestra. Es necesario hacer esta consideración,
porque si decimos que la Eucaristía no es una “cosa”, y que los cuatro
elementos que nombramos cuando la definimos están unidos entre sí, estamos
diciendo que la Eucaristía es “Alguien” y no “algo”. Y ese “Alguien” es el
Hombre-Dios Jesús de Nazareth. La Eucaristía NO ES un pancito bendecido en una
ceremonia religiosa, porque la substancia del pan ya no está más: están las
substancias humanas, glorificadas, del Cuerpo y el Alma de Jesús, y la
substancia divina de la Persona Segunda de la Trinidad, el Hijo de Dios, el
Verbo de Dios.
En este momento, estamos en condiciones de re-formular la pregunta;
ya no nos preguntamos “qué” es la Eucaristía –es un sacramento-, sino “quién”
es el que está en la Eucaristía. La Eucaristía no es un “algo”, sino un “Alguien”,
y ese “Alguien” es el Verbo de Dios descripto por el Evangelista Juan: “El
Verbo era Dios, estaba en Dios”, pero es también ese mismo Verbo que se
encarna: “Y el Verbo se encarnó y habitó entre nosotros”, y prolonga su
Encarnación en la Eucaristía. La Eucaristía es el Verbo de Dios Encarnado, el
Hijo de Dios hecho hombre y, como tal, está Presente en la Eucaristía con su
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. En otras palabras, la Eucaristía es “Alguien”,
el Hijo de Dios encarnado, Jesús de Nazareth, Presente con su Cuerpo, Sangre,
Alma y Divinidad, oculto en apariencia de pan –porque ya no es más pan, cuya
substancia se ha convertido en la substancia del Hijo de Dios- y ésta es la
razón por la cual los católicos adoramos la Eucaristía. Si no fuera así,
cometeríamos un acto de idolatría, al adorar a un pan bendecido. Pero como no
es un pan bendecido, sino Dios Hijo en Persona, lo adoramos en la tierra, así
como los ángeles y los santos lo adoran en el cielo.
La Eucaristía es un don tan inmensamente grande, que no nos
alcanzará la eternidad para adorar, dar gracias y alabar a Dios por este don
preciosísimo.
Por último, la razón de la Presencia de Dios Hijo en la
Eucaristía, oculto a los ojos del cuerpo, pero visible a los ojos de la fe, es
darnos, sin reservas, el contenido de su Sagrado Corazón Eucarístico, el Amor
de Dios, el Espíritu Santo. El Sagrado Corazón de Jesús late en la Eucaristía y
en cada latido de amor dice nuestro nombre personal, por lo que la adoración
que se hace sin amor –a Jesús Eucaristía y, en Él, al prójimo-, es una
adoración vacía.
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