Profanan capilla San Gabriel en México / Foto: Facebook del P. Hugo Muñoz
Inicio: ofrecemos
esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por la
profanación eucarística ocurrida en una ciudad de México fronteriza con EE.UU. Según
refieren los sitios de información, el párroco de San Lucas, Hugo Muñoz, ha
expresado el hecho a través de su cuenta de Facebook, expresando su repudio por
el hecho, además del pedido de conversión de quienes realizaron el lamentable
sacrilegio: “La comunidad de San Gabriel Arcángel perteneciente a San Lucas fue
víctima de los ladrones. Violaron
el Sagrario y depositaron las hostias sobre el altar. Aparte se
robaron el sonido y los micrófonos, un Cristo y el Copón. Les pido su oración y solidaridad con
nuestra comunidad”. El sacerdote expresó su “indignación y profunda tristeza
por la gravedad de los hechos”, y ha exhortado “a quienes cometieron este
grave atropello a que se
arrepientan sinceramente y cambien de vida; la misericordia y el perdón
de Dios les espera”. El Obispo del lugar, Monseñor Torres Campo, recordó a su
vez a los fieles que “la
Eucaristía es un tesoro inestimable; no solo su celebración, sino también estar
ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial
mismo de la gracia”. La información pertinente se puede encontrar en el
siguiente enlace: http://www.actuall.com/laicismo/profanan-una-capilla-en-una-ciudad-de-mexico-fronteriza-con-eeuu/
Nos
unimos entonces a los pedidos del sacerdote y el obispo, de rezar en reparación
y desagravio y de pedir la conversión de los que cometieron el sacrilegio. Para
tal fin, las meditaciones se centrarán en la Eucaristía.
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Al
encarnarse en el seno virgen de María, el Hijo de Dios adquirió un Cuerpo como
el nuestro, sometido a la muerte, pero siendo Él el Verbo de Dios y por lo
tanto la Vida Eterna e Increada en sí misma, su Cuerpo estaba inmune a la
corrupción, por lo que, a pesar de que verdaderamente murió en la Cruz, al
permanecer la divinidad de la Persona Segunda unida al Cuerpo y al Alma, no
sufrió la corrupción, de ninguna manera y, por la promesa de la resurrección
que el Verbo Encarnado había hecho, cumplió su Palabra, como Dios Veraz que es
Es, y resucitando al tercer día, inundó de luz divina su Cuerpo resucitado, y
con esta luz santa iluminó el Santo Sepulcro, el Día Domingo y todos los
domingos que se sucederán hasta el fin de los tiempos, y también iluminó nuestras
almas de pecadores y pobres mortales, haciéndonos participar, por la gracia
santificante, de su gloria, de su luz y de su inmunidad a la corrupción. Y esta
inmunidad a la corrupción, la comunica el Verbo Encarnado a nuestros cuerpos
por medio de la Eucaristía, en donde el Verbo bendito del Padre, encarnado una
vez en el seno virgen de María por obra del Espíritu Santo, prolonga su
encarnación, por obra del mismo Espíritu Santo, en el seno virgen de la
Iglesia, el altar eucarístico, para donársenos como Pan de Vida eterna. Gracias
al Verbo Eterno del Padre, encarnado en María Santísima en Belén, que prolonga
su Encarnación en el Nuevo Belén, el Altar Eucarístico, la muerte ya no tiene
ningún poder sobre los hombres, porque el Verbo, en la Cruz, con su Cuerpo
sacratísimo ofrendado como Hostia Viva, Pura y Santa, no solo destruyó nuestra
muerte para siempre, sino que nos concedió la Vida eterna, la vida misma que
inhabita en su Cuerpo, vivo, glorioso y resucitado, Presente en la Eucaristía
juntamente con su Sangre, Alma, Divinidad y el Amor de su Sagrado Corazón.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
Verbo de Dios, encarnado en María Santísima, adquirió un Cuerpo para ofrendarlo
en la Cruz el Viernes Santo, sobre el Monte Calvario; Él mismo, sobre el Nuevo
Monte Calvario, el Altar Eucarístico, obrando en Persona a través del sacerdote
ministerial, ofrece a la Divina majestad la misma Víctima ofrecida en el altar
de la Cruz, su Cuerpo Sacratísimo y su Sangre Preciosísima, en adoración a la
Trinidad, en acción de gracias, en reparación y en expiación por nuestros
pecados, y para obtenernos las gracias que necesitamos para nuestra eterna
salvación. La única diferencia entre uno y otro ofrecimiento de la Víctima es
el modo, ya que en el Calvario Jesús ofreció su Humanidad Santísima
cruentamente, mientras que en el altar lo hace de modo incruento y sacramental,
y tanto en uno como en otro altar, sea el de la cruz del Calvario o el de la
cruz del Altar, el Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo derrama su Sangre,
que vierte en el cáliz, y entrega su
Cuerpo, en la Eucaristía, para concedernos el perdón divino y comunicarnos su
Vida divina y el Amor de su Sagrado Corazón.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La
Eucaristía es un prodigio de la omnipotencia divina que obra sobre el Altar
Eucarístico de manera que las ofrendas del pan y del vino no se destruyen, como
así tampoco se crea el Cuerpo de Cristo, en sí mismo real y glorioso. Lo que
sucede es que, por el milagro de la Transubstanciación, producido por el Sumo y
Eterno Sacerdote Jesucristo, que actúa en Persona a través del sacerdote
ministerial, se convierte toda la substancia del pan y del vino –materia y
forma- en toda la substancia del Cuerpo y la Sangre de Cristo –materia y
forma-. Este prodigio realizado por el Verbo de Dios Encarnado, Sumo y Eterno
Sacerdote, sobre el altar eucarístico, por medio del sacerdote ministerial, es
inmensamente más grande que la transformación substancial que se verifica en
las combinaciones químicas, puesto que en estas, entre la substancia corrupta y
la substancia generada, persiste la materia prima, mientras que en la
Transubstanciación, la conversión implica también a la materia prima del pan y
del vino, convirtiéndose así el todo de cada una de estas substancias en el
todo de la substancia del Cuerpo y Sangre de Cristo. De este modo, en la
Eucaristía, la Persona del Verbo no se une al pan, puesto que el pan no es más
pan, ni tampoco está presente en el pan, con el pan o bajo el pan, ya que el
pan no conserva más su propia naturaleza, al haberse verificado la
transubstanciación. Por esta razón, para los católicos, la Presencia de Cristo
en la Eucaristía no es simbólica, sino real, verdadera y substancial, y es lo
que hace posible que el Verbo Encarnado, “hecho carne”, se ofrezca como
alimento espiritual –todo Él mismo, en su Persona divina del Hijo de Dios-,
bajo la apariencia de pan, como “Pan de Vida eterna”. Así, por la comunión
eucarística, se cumplen las palabras de Cristo: “No solo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, porque la Eucaristía no es
el pan material, que conserva su substancia, sino que es la Palabra Eternamente
pronunciada por el Padre, el Logos o Verbo de Dios, consubstancial al Padre: en
la Santa Misa, el hombre no se alimenta de pan material, sino del Pan de Vida
eterna, que es la Palabra de Dios hecha carne, la Eucaristía.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
Verbo Eterno del Padre, que es la Palabra de Dios eternamente pronunciada, se
nos da como alimento, por medio en la Eucaristía, constituyéndose así en el
banquete de la Santa Misa. Sin embargo, es un banquete esencialmente distinto a
todo banquete terreno, desde el momento en que el manjar que en este banquete
se sirve, no se prepara en ningún lugar de la tierra, puesto que lo que se da
en este manjar celestial es la substancia misma del Ser divino trinitario. Sobre
el altar, y a diferencia del pan y vino de la tierra, que conservan su
substancia, el Pan y el Vino consagrados han sido convertidos, por el poder del
Espíritu Santo, en la substancia del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Mientras que
en el banquete terreno el pan y el vino están destinados a solamente saciar el
apetito corporal, en el Banquete celestial, la Santa Misa, el Pan de Vida
eterna y la Sangre del Cordero de Dios, consumidos con fe y amor por el alma
fiel, unen al alma con la Víctima sacrificada en el altar, el Cordero de Dios,
Jesús, el Dios de la Eucaristía.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Cuando
el Verbo se encarnó en María Santísima, tomó un Cuerpo y un Alma humanos, a los
cuales unió a su Persona divina, la Persona del Hijo de Dios. Así, el seno
virginal de María Santísima se convirtió en la Custodia Viviente que alojaba el
Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
convirtiéndose la Virgen en Nuestra Señora de la Eucaristía, prefiguración del
Sacrosanto Altar Eucarístico, seno purísimo de la Santa Madre Iglesia, en el
que, por el poder del Espíritu Santo, el pan y el vino se convierten, por el
milagro de la Transubstanciación, en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro
Señor Jesucristo. Tanto en el seno de María Virgen, como en el seno de la
Iglesia Santa, el Altar Eucarístico, se contiene, por obra del Espíritu Santo,
el Cuerpo vivo de Cristo unido a su Alma humana, que lo informa como su
principio vital, y toda la naturaleza humana, Cuerpo y Alma, están unidos a la Persona del Verbo, a la que pertenecen
por la unión hipostática. Y de la misma manera, por la circunmicessio –la especial relación de unidad en naturaleza y de armonía
de las Tres Divinas Personas entre sí-, con el Verbo Encarnado están presentes
las divinas Personas del Padre y del Espíritu Santo, siendo el Verbo inseparable
de ellas, al ser todas y las Tres Divinas Personas el mismo y único Dios, Acto
Puro de Ser Perfectísimo, indivisible y eterno.
Meditación
final.
Por
el misterio de la Transubstanciación, que es hecho posible por la Encarnación
del Verbo, se hace Presente de manera real, verdadera y substancial, la
Presencia de Cristo Dios en la Eucaristía, en su condición de Sacerdote y
Víctima del Sacrificio Eucarístico. Este Sacrificio Eucarístico no es distinto
del Sacrificio de la Cruz, siendo irrepetiblemente el mismo, que se hace
evidente por el Sacramento, es decir, por la doble consagración del pan y del
vino, que permite que los fieles se alimenten, no con pan y vino, sino con el
Cuerpo y la Sangre del Cordero de Dios, que son ofrecidos a los que aman a Dios
bajo las especies sacramentales.
Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para
ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones
de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Junto a la Cruz de su Hijo”.
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