Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el
ultraje sufrido por una imagen de Nuestra Señora de Lourdes en Higuera de la
Sierra, España. La información correspondiente al aberrante hecho puede
encontrarse en la siguiente dirección electrónica: www.eluniverso.com/noticias/2017/04/04/nota/6123110/decapitan-imagen-virgen-lourdes
A modo de reparación, las meditaciones
girarán en torno al misterio de María Santísima como Inmaculada Concepción[1]. Pedimos
por la conversión de quienes perpetraron este lamentable sacrilegio, y también
por nuestra conversión y la del mundo entero.
Canto inicial: “Cantemos al Amor de
los amores”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
La
Santísima Madre de Dios, Señora de Cielos y Tierra, fue al mismo tiempo Virgen
y Madre: Virgen por especialísima disposición de la Santísima Trinidad, creada
sin la mancha del pecado original como Inmaculada Concepción, Llena de gracia e
inhabitada por el Espíritu Santo, porque debía ser la Madre del Dios siempre
Vivo, del Dios Tres veces Santo, que habría de encarnarse para adquirir un
Cuerpo y así ofrecerlo en el Ara santa de la Cruz. La Inmaculada Concepción,
así concebida en gracia, Purísima, Castísima, más Hermosa que los cielos
eternos, era la Única creatura con la dignidad y majestad celestial necesarias
para ser la morada del Espíritu Santo, Templo de la Santísima Trinidad y
Custodia Viviente más preciosa que el oro, capaz de alojar en su seno virginal
el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Hijo de Dios, Jesús de
Nazareth, el Mesías, ante cuyo Nombre Santísimo toda rodilla habría de doblarse
en los cielos, en la tierra y en el abismo. ¡Oh
Virgen y Madre de Dios, María Santísima, que por la gracia nuestros corazones
se conviertan, a imitación del tuyo, en otros tantos sagrarios en donde se
custodie y adore a tu Hijo, Jesús Eucaristía!
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
María Inmaculada, Flor Purísima, cuya fragancia celestial
cautiva al propio Dios y embelesa a los ángeles, sobrepasa sin medida a los más
puros ángeles del cielo, en pureza y santidad de alma y cuerpo, porque su
cuerpo purísimo jamás fue mancillado por amores mundanos y su alma beatísima
jamás se contaminó con las manchas de la herejía, de la ignorancia, del error,
de la blasfemia, sino que, como un cristal purísimo, que atrapa en su interior
la luz brillante del sol para luego irradiarla al exterior, así alojó en su
seno a la Luz Eterna de Dios, el Hijo de Dios, Luz de Luz, que provenía de la
Luz Increada y sin Principio, el Eterno Padre; la albergó en su seno purísimo
por nueve meses; la recubrió de carne; la alimentó con su substancia materna,
como hace toda madre con su hijo y, al final de los nueve meses, la Virgen y
Madre de Dios, cual Diamante celestial, cual Roca cristalina y purísima,
irradió sobre el mundo que “yacía en tinieblas y sombras de muerte” a la Luz
Eterna, Cristo Jesús, en Belén, Casa de Pan, para que una vez ofrecido en el
Altar Sacrosanto de la Cruz como Pan de Vida eterna, los hombres pudiéramos
alimentarnos con su substancia divina, al unirnos con la Divina Víctima en la
Sagrada Eucaristía, consumiendo con la Hostia no pan y agua, sino la substancia
del Hijo de Dios encarnado, esto es, su Cuerpo, Sangre y Alma glorificados y su
Divinidad Santísima. ¡Gracias te damos,
oh Beatísima Trinidad, por habernos dado a una Madre tan amorosa como María,
siempre Virgen, cuyo único anhelo para con nosotros, es alimentarnos con el Cuerpo
Sacramentado de su Hijo, Jesús Resucitado!
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Virgen Santísima es verdadera Madre de la verdadera Luz
Increada, Cristo Jesús, que habiéndose encarnado en su seno purísimo, asumió un
alma y un cuerpo humanos y los unió a su Persona divina, la Segunda de la
Trinidad, para que Cristo, Dios Nuestro, Creador, Redentor y Santificador de
nuestras almas, Glorioso Vencedor Invicto de la Serpiente Antigua, del Pecado y
de la Muerte, se nos donara todo Él, sin reservas, con su Ser divino trinitario
y con su Humanidad glorificada y resucitada, plena del Espíritu Santo, en cada
Comunión Eucarística. Es por eso que nosotros, pobres pecadores, indignos de
toda indignidad, llenos de pasiones, de pensamientos errantes y ciegos, cuando
no malvados, inclinados por la concupiscencia, esclavizados por las pasiones y
las inclinaciones impuras, le pedimos a nuestra amorosa Madre del cielo que
anule en nosotros el imperio del pecado, que nos conceda la sabiduría divina,
su misma sabiduría celestial, e interceda para que nuestras almas, libres del
pecado e inhabitadas por la gracia, sean halladas dignas de glorificarla por
encima de todos los ángeles y santos y de dar gracias a la Trinidad Santísima
por habernos dado a María como a nuestra celestial, Purísima y Amantísima Madre
nuestra.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Es en María Santísima, Virgen y Madre de Dios, Nuestra
celestial Intercesora ante nuestro Dios Jesucristo, su Hijo, en quien todos los
hombres ponemos nuestras esperanzas, nuestras dichas y alegrías, porque sin
Cristo no hay paz verdadera y a Cristo se llega por María. María nos concede el
fruto de sus entrañas virginales, el Rey de la Paz, Cristo Jesús, que viene a
nuestras almas oculto en apariencia de pan, para concedernos su substancia
divina, su vida divina y el Amor eterno de su Sagrado Corazón Eucarístico. Sólo
Jesús, el Dios de la Paz, es capaz de darnos la verdadera y única paz que
aquieta al corazón humano, la Paz de Dios, la paz que sobreviene al alma al
serle quitado, por la Sangre de su sacrificio en cruz, aquello que nos enemista
con Dios y que es el pecado, fuente de discordia, de desunión, de desamor y de
desapego del alma con Dios y con sus hermanos. En Cristo Jesús, el Hijo de
María, encuentra la Humanidad entera el verdadero y único reposo, la verdadera
y única Alegría del alma, porque Cristo es Dios y Dios es Alegría infinita.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
María Santísima, Virgen Inmaculada, Llena de gracia e
inhabitada por el Espíritu Santo, Sagrario Viviente más precioso que el oro,
contiene en su seno virginal, a partir de su “Sí” al anuncio del Ángel, a la
Eucaristía, esto es, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro
Señor Jesucristo que, aunque todavía no ha pasado por su misterio pascual de
Muerte y Resurrección, es Él, en sí mismo, el Pan de Vida eterna, el Maná
bajado del cielo, el Pan Vivo venido del cielo, que alimenta nuestras almas con
la substancia misma de la divinidad. Por esto mismo, porque es el Portal desde
el cual se derrama sobre el mundo la Luz Eterna, Cristo Jesús, la Virgen y
Madre es la gloria de nuestra naturaleza, la Flor de los cielos, el Paraíso en
el que Dios Trino se deleita, el Jardín cerrado en el que crece el Árbol de la
Vida, Jesús de Nazareth, el Redentor; es la Mediadora ante el Mediador de los
hombres, Cristo Jesús; es la Corredentora junto al Redentor; es la Sacerdotisa,
que ofrece con amor, con fe y con piedad a Dios Padre al Hijo de sus entrañas,
Cristo Jesús, que al mismo tiempo que Víctima, es también Sumo y Eterno
Sacerdote. La Virgen es el Puente de oro que une al hombre con el Hombre-Dios
y, en el Hombre-Dios, con el Padre y el Espíritu Santo; es la Puerta de acceso
al Corazón de Jesús, Puerta de ingreso al seno del Eterno Padre; es la Llave
que nos abre las puertas del Corazón de su Hijo, en donde arde el Fuego del
Divino Amor, el Espíritu Santo. ¡Virgen
María, Madre del Amor Hermoso, Madre de la Divina Misericordia, apiádate de tus
hijos pecadores, y haz que unidos a tu Hijo, seamos llevados por el Amor de
Dios, el Espíritu Santo, al seno del Eterno Padre!
Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las
indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los
Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
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