Imagen decapitada de Nuestra Señora del Valle
en la gruta de Choya, Catamarca.
Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación y desagravio por
la profanación de la imagen de Nuestra Señora del Valle sufrida en Catamarca el
08 de Abril de 2017[1]. La información respecto a este lamentable hecho se
encuentra en el siguiente enlace:
Puesto que Nuestra Señora del Valle es
una advocación de la Inmaculada Concepción, las meditaciones del Santo Rosario
girarán en torno a las bondades celestiales que significan para el alma la
consagración al Inmaculado Corazón de María. Y como lo hacemos siempre,
pediremos la conversión de los autores de esta profanación, como así también
nuestra propia conversión, la de nuestros seres queridos, y la del mundo
entero.
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento
del altar”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
La
Virgen María, la Madre de Dios, es también Madre de todos los hombres y, como
Madre amorosísima que es, desea nuestra salvación y es por eso que nos muestra
el camino de nuestra eterna salvación, el camino al Cielo, que no es otro que
su Hijo Jesús. Nuestra Madre del cielo nos lleva entre sus brazos, así como una
madre lleva a su hijo pequeño, y nos alimenta y nutre, con la leche de la
sabiduría espiritual y celestial y con el Pan Vivo bajado del cielo, la
Eucaristía. Como una madre amantísima que desea proteger a sus hijos de todo
peligro, la Virgen quiere refugiarnos en el aposento seguro de su Inmaculado
Corazón, por medio de la Consagración a su Corazón Purísimo. Puesto que desea
lo mejor para nosotros, no solo no quiere que caigamos en el error, en la
ignorancia, en la herejía y el cisma, sino que desea instruirnos en la
Sabiduría Divina, la cual ilumina el alma con la luz esplendorosa de la Verdad
revelada por Jesucristo, que Dios es Uno y Trino y que la Segunda Persona de la
Trinidad se ha encarnado en Jesús de Nazareth para morir en cruz y así
salvarnos de la eterna condenación. Sin la instrucción de esta celestial Madre,
el alma se inexorablemente envuelta en las tinieblas del error y de la
confusión, principalmente en lo que respecta a los misterios sobrenaturales
absolutos de la Santa Fe católica, como la Trinidad de Personas en Dios Uno y
la Encarnación del Verbo de Dios, que prolonga su Encarnación en la Sagrada
Eucaristía.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Virgen, Madre del Amor Hermoso, nos llama a consagrarnos
a su Inmaculado Corazón, para allí calentarnos con el Fuego que en él inhabita
desde su Concepción sin mancha, el Espíritu Santo, para que así, calentados e
iluminados con las Llamas del Divino Amor, seamos puestos a salvo de la
frialdad y oscuridad espirituales propias de un corazón sin Dios. Al
consagrarnos a María, seremos revestidos de la Luz del Espíritu Santo, de modo
que lleguemos al conocimiento de la Sabiduría Encarnada, Jesucristo,
alejándonos al mismo tiempo de las tinieblas del gnosticismo, del relativismo, del
humanismo y del materialismo. Consagrados a María, tendremos la iluminación
necesaria para despreciar los falaces encantos del mundo, llenos de peligros
mortales para el alma, mientras que al mismo tiempo desearemos, aun viviendo en
la tierra, solo y exclusivamente los bienes eternos, el primero de todos ellos,
la Eucaristía, el Cuerpo y Sangre de Jesús. La consagración a la Virgen también
nos ayudará a tener horror del pecado y a alejarnos de este, e incluso preferir
la muerte antes que cometer un pecado mortal o venial deliberado, además de
hacernos amar la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios, como nunca antes
la habíamos amado y apreciado.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Cuando el alma se consagra al Inmaculado Corazón de María,
la gracia actúa de tal manera que el corazón humano se configura a los Sagrados
Corazones de Jesús y María, y se vuelve una copia y una imagen viviente de los
Sagrados Corazones, tanto cuanto más dócil a la gracia el alma sea. Quien se
consagra al Inmaculado Corazón de María, se une místicamente a los Corazones de
Jesús y María de tal manera, que puede decirse que Jesús y María viven en ese
corazón y en ese corazón encuentran su agrado y alegría. La Consagración a la
Virgen adelanta el triunfo final del Inmaculado Corazón y lo anticipa, por
cuanto el triunfo de María Santísima sobre el Dragón consistirá, precisamente,
en lograr gloriosos despojos allí donde el Enemigo de las almas reina, los
corazones de los hombres. Por la consagración, se adelanta el triunfo final de
la Madre de Dios, porque en un alma consagrada a Ella, es un alma en la que
flamean el estandarte celeste y blanco de la Inmaculada Concepción y el
estandarte ensangrentado del Cordero, la Santa Cruz, y por lo tanto, es un
corazón en donde se alaba, se glorifica, se ensalza y se adora al Único Dios
Verdadero, Dios Uno y Trino, y a su Mesías, el Hombre-Dios Jesucristo.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Virgen, “fuerte como un ejército formado en orden de
batalla”, es la Celestial Capitana del Ejército Mariano, ejército formado por
quienes se consagran especialmente a su Inmaculado Corazón y combaten, bajo sus
órdenes, con las celestiales armas de los hijos de María: el Santo Rosario, la
Adoración Eucarística, la Confesión sacramental; estos combatientes marianos
acuden al campo de batalla revestidos con la armadura de la Santa Fe Católica,
la fe de los mártires y de los santos de todos los tiempos, la fe del Credo y
del Catecismo; estos combatientes marianos, además de luchar contra el
Tentador, oponiéndole las armas que la Iglesia le proporciona, al mismo tiempo
socorren, con la misericordia de Cristo, a los prójimos que han caído y
sucumbido a la tentación y viven en la oscuridad del pecado, de la ignorancia,
del error, de la herejía, de la superstición, la apostasía y el cisma. El ejército
mariano combate, siguiendo las órdenes de la Capitana Victoriosa, contra el
dragón rojo y la bestia negra, los ejércitos de Satanás, por medio de los
cuales la Serpiente antigua busca hacer que los hombres participen de su pecado
de rebelión contra Dios, negándolo en la teoría y en la práctica y buscando
borrar, de la faz de la tierra, el Único Nombre dado a la humanidad para su
salvación, el sagrado nombre de Jesús, nombre ante el cual se dobla toda
rodilla en los cielos, en la tierra y en el abismo. La batalla entre el
ejército mariano y el ejército de Satanás es continuación de la batalla en los
cielos entre San Miguel Arcángel y los ángeles de luz, contra el Demonio y los
ángeles apóstatas, y el final de esta batalla será el mismo que el de la
batalla del cielo: así como el Demonio fue expulsado del cielo, así también el
Demonio será expulsado de la tierra y, encadenado, será sepultado por María
Santísima en lo más profundo del Averno.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Inmaculada Concepción es la señal que aparece en los
cielos, signo del triunfo de Dios y su Cristo sobre el Demonio, la Muerte y el
Pecado: la Virgen es la Mujer vestida de sol descripta en el Apocalipsis, resplandeciente
de gracia y de gloria divina, con una corona de doce estrellas y con la luna a
los pies, y que con la fuerza de la gracia de su Hijo Jesús aplasta la soberbia
cabeza del Dragón. El triunfo definitivo de Dios en el sacrificio de la cruz de
Dios Hijo encarnado, se hace actual y presente para todos los hombres de todos
los tiempos, por medio de la renovación incruenta de su sacrificio en cruz, la
Santa Misa, siendo la Virgen, Mediadora de todas las gracias la que, de acuerdo
con el beneplácito divino, distribuye las gracias que brotan del Corazón
traspasado de Jesús, y las aplica a las almas que más necesitadas están de la
Misericordia de Dios. Por lo tanto, amar, venerar, honrar, ensalzar, alabar a
la Inmaculada Concepción, la Madre de Dios y consagrarse a su Inmaculado
Corazón, es el camino más rápido, fácil y seguro, para toda alma, para dar
gracias a Dios por su Divina Misericordia encarnada en Jesús y, al mismo
tiempo, recibir todavía más y más la infinita Misericordia que fluye,
inagotable, desde las entrañas de misericordia del Corazón traspasado de Jesús.
Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para
ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones
de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
[1] Meditaciones basadas en el libro
Consagración a mi Inmaculado Corazón,
de Agustín del Sagrado Corazón.
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