Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la
profanación eucarística ocurrida en San Sebastián, España, el 9 de Noviembre de
2016. La información correspondiente se encuentra en el siguiente sitio
electrónico: http://radiobetania.com/espana-obispo-denuncia-gravisima-profanacion-de-la-eucaristia/
Tal como lo hacemos en estas
tristes ocasiones, pediremos por la conversión de los autores de este
sacrilegio, como así también nuestra propia conversión, la de nuestros seres queridos,
y la de todo el mundo.
Oración
inicial:
"Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que
no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).
"Santísima Trinidad, Padre, Hijo
y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos
los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén".
Canto
inicial: "Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo,
que está en el altar”.
Inicio del rezo del Santo Rosario
meditado. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Por
el misterio de la Eucaristía, no se “repite” el misterio de la pascua, cumplido
“una vez y para siempre”, sino que se representa y comunica, en modo
sacramental, el único y mismo misterio salvífico, llevado a cabo en la Cruz del
Calvario. Y de la misma manera a como el sacrificio en Cruz de Jesús es
universal, porque se dona a todos los hombres, constituyendo la Cruz el centro
del mundo alrededor del cual éste gira, de la misma manera, la Eucaristía, que
representa y actualiza el don de Cristo de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad,
es también el centro del mundo, alrededor del cual giran las almas, así como
los planetas giran alrededor del sol. Y del mismo modo a como un planeta,
cuanto más cerca del sol se encuentra, tanto más recibe aquello que el sol
tiene y es, es decir, luz, calor y vida, de la misma manera, así también,
cuanto más se acerca un alma a la Eucaristía, Cristo Dios, tanto más recibe
aquello que Cristo Eucaristía es y tiene, esto es, la luz, el amor y la vida
del Ser divino trinitario. Y cuanto más se alejan las almas del influjo
benéfico de la Eucaristía, tanto más se quedan sin aquello que la Eucaristía
les proporciona, por lo que se vuelven dichas almas oscuras, porque no tienen
la luz de Dios; frías, porque no reciben el calor del Divino Amor; muertas,
porque no poseen la vida de Dios que la Eucaristía les comunica, imitando
así a los planetas que, en la galaxia y
lejos del sol, se vuelven fríos, oscuros y sin vida en ellos.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por
la Eucaristía se rinde al Padre la más completa adoración y acción de gracias,
en Cristo, por Cristo y con Cristo, por el Espíritu Santo, por las admirables
obras cumplidas por el Señor a lo largo de la historia de la salvación,
consumadas en el admirable Triunfo de la Cruz, por medio de la cual derrotó
Nuestro Señor Jesucristo al Demonio, a la Muerte y al Pecado, de una vez y para
siempre, triunfo del sacrificio del Cordero que es actualizado en la Iglesia y
por la Iglesia por medio del misterio litúrgico de la Santa Misa. El memorial
eucarístico, que no es mero recuerdo psicológico, sino actuación y presencia
del misterio en el aquí y ahora de la Iglesia, es realizado por el Espíritu
Santo, que sobrevolando en el altar eucarístico, fecunda el pan y el vino,
convirtiéndolos, por su poder divino, en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la
Divinidad del Cordero de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, y haciéndolo así
presente y accesible a los hombres de todos los tiempos y lugares. La “memoria”
que la Iglesia hace, obedeciendo el mandato del Señor –“Haced esto en memoria
mía”-, no es un mero recuerdo, sino una actualización, por el poder del
Espíritu Santo, del único santo sacrificio de la cruz, que se hace presente de
modo incruento y sacramental sobre el altar eucarístico, el Nuevo Monte
Calvario, para que los hombres de todos los tiempos y lugares accedan a los
frutos de la salvación.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
la Eucaristía se concentra el Amor infinito, eterno, incomprensible,
inagotable, de Dios Uno y Trino, que para comunicarse a los hombres en ágape de
amor inefable, se dona todo sí mismo, sin reservas, en la apariencia de pan. La
Eucaristía no es un símbolo, ni una metáfora, ni un mero recuerdo vacío; es la
Presencia viva, gloriosa, resucitada, del Hombre-Dios Jesucristo, con su
Corazón Divino inflamado en las llamas del Amor de Dios que, habiendo cumplido
su sacrificio redentor en la cruz, una vez y para siempre, ofrece a los
hombres, como banquete pascual de comunión, el Amor Divino que brota del Ser
trinitario como de una fuente inagotable. Puesto que Dios quería comunicar a
los hombres la totalidad de su Amor y no solo una parte de Él, decidió que ese
Amor celestial, el Amor del Padre y el Hijo, que envuelve con sus divinas
llamas al Sagrado Corazón de Jesús, esté todo concentrado en el Pan de Vida
eterna, de modo que aquel que consuma de este Pan celestial, consuma también la
totalidad del Amor de Dios, porque todo el Amor de Dios, sin excepción alguna,
está contenido en el Verdadero Maná bajado del cielo, la Eucaristía. Moisés
dijo al Pueblo Elegido que “Dios se había enamorado de ellos”; parafraseándolo,
podemos decir que “el Dios de la Eucaristía, Cristo Jesús, se ha enamorado de
nosotros” y que, como muestra de este amor, nos dona todo su Amor, el Amor de
Dios, el Espíritu Santo, contenido en el Pan Eucarístico. Comulgar no es,
entonces, recibir simplemente un poco de pan, en memoria del amor de Dios, sino
recibir al Amor de Dios, más grande que miles de cielos juntos.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesucristo,
el Hombre-Dios, el Hijo Unigénito del Padre, a quien San Juan Evangelista
contempló en los cielos eternos “junto al Padre” y lo calificó como “Verbo de
Dios, que estaba en Dios y era Dios” desde la eternidad, y a quien lo contempló
en la tierra, en el tiempo de la Encarnación, hecho Hombre perfecto sin dejar
de ser Dios, como Verbo Encarnado, ese mismo Jesucristo, Segunda Persona de la
Trinidad unida hipostáticamente, personalmente, a la naturaleza humana de Jesús
de Nazareth, así como está en los cielos, glorioso, resucitado, impasible, con
su Cuerpo, su Sangre y su Alma glorificados y unidos a la Divinidad, así está
en la tierra, en la Eucaristía, en los tabernáculos y sagrarios, con su Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, oculto en algo que aparece como pan a los ojos del
cuerpo, pero que a los ojos de la fe se revela como el Señor Jesús, el Kyrios, el Rey de la gloria, el Hijo de
Dios encarnado que prolonga su Encarnación en la Eucaritía. Así como San Juan
Evangelista contempló al Verbo de Dios, que era Dios y estaba junto a Dios, en
los cielos, y lo contempló luego ya encarnado, así también el cristiano,
iluminado por el Espíritu Santo, contempla al Verbo de Dios Encarnado, que
prolonga su Encarnación en la Eucaristía, que se encuentra en medio de los
suyos, en los sagrarios y tabernáculos, con su Persona divina y eterna y con su
Humanidad santísima glorificada, oculto en apariencia de pan. Contemplar la
Eucaristía con los ojos de la fe es, por lo tanto, para el cristiano, el
equivalente a contemplar al Cordero de Dios en los cielos, cara a cara, como lo
hacen los bienaventurados y los ángeles. Así, parafraseando a San Juan
Evangelista, el adorador eucarístico, iluminada su alma con la luz de la fe,
puede decir de Jesús Eucaristía: “Hemos visto su gloria, como de Hijo
Unigénito”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Antes
de cumplir su misterio pascual de muerte y resurrección, el Divino Salvador
prometió dar su Carne en comida y su Sangre en bebida, para que todo aquel que
se alimentara de esta Carne y esta Sangre, aunque hubiera de morir a la muerte
terrena, no solo no sufriría la muerte eterna, sino que habría de vivir, en el
Reino de los cielos, con la vida misma de la Santísima Trinidad. Muchos, al oír
estas palabras, se escandalizaron y abandonaron al Señor, diciendo: “Duro es
este lenguaje” (Jn 6, 60); dando así
las espaldas a la verdad y menospreciándola, aunque sin negarla, porque no
dijeron: “Es falso este lenguaje”, sino “duro es este lenguaje”. Por el
contrario, hubieron quienes, a lo largo de la historia, deshonraron la Santísima
Eucaristía, dándola como medicina a los animales, mientras que muchos otros
consideraban a la Santísima Eucaristía sólo como una metáfora, o un símbolo, o
una figura, pero de ninguna manera una conversión de la substancia del pan y
del vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo. En la Eucaristía ya no están más la substancia del pan y del vino,
sino la substancia divina de la Segunda Persona de la Trinidad unida a la substancia
de su Humanidad Santísima.
Un
Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y
Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
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