Inicio: ingresamos en el Oratorio. Nos postramos
ante Jesús Sacramentado, Rey de cielos y tierra. En el cielo, Jesús es adorado
por los ángeles y los santos, que exultan de gozo por la contemplación de su
Rostro. En la tierra, aunque nosotros no contemplamos visiblemente su Rostro, nos
adherimos a su gozo, porque por la fe de la Santa Madre Iglesia sabemos que el
Jesús Eucarístico es el mismo Jesús resucitado, glorioso, lleno de la vida, de
la gloria, de la luz y del Amor divinos, que reina en los cielos por siglos sin
fin. Imploramos a María Santísima, Madre y Maestra de los Adoradores
Eucarísticos, que nos auxilie en esta Hora Santa, para que lleve nuestra pobre
oración a su Inmaculado Corazón y desde allí la presente a su Hijo Jesús, como
si fuera de Ella. Ofrecemos esta Hora Santa en acción de gracias por el
Sacramento del Matrimonio.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.
Meditación
Jesús, te damos gracias por el Sacramento del Matrimonio,
que Tú nos conseguiste al precio de tu Sangre en la Cruz. El matrimonio no es
una mera convención social; cuando está santificado por el sacramento, se
convierte en una misteriosa prolongación de la unión mística que existe entre
Tú, Esposo de la Iglesia Esposa. Jesús, Tú eres el Esposo celestial de la
Iglesia Esposa y esta unión esponsal es anterior a toda unión esponsal terrena
y toda unión esponsal terrena toma sus características de tu unión con la
Iglesia, y eso es lo que justifica las características del matrimonio humano:
así es tu unión con la Iglesia, así debe ser la unión entre los esposos, que
prolongan tu unión con la Iglesia: casta, pura, fiel, indisoluble. Por este
sacramento, que es el fruto de tu Amor, te damos gracias, te bendecimos y te
adoramos, en el tiempo y en la eternidad, oh Jesús Eucaristía, Cordero de Dios.
Amén.
Silencio para meditar.
Jesús,
de tu unión con la Iglesia, se nutre toda unión matrimonial humana. Tú eres el
Esposo Fiel, que te entregaste por tu Esposa, la Iglesia, por Amor, en la Cruz;
Tú diste tu Vida y tu Sangre, hasta la última gota, en la Cruz, por tu Iglesia,
y así debe obrar todo esposo varón humano: dar la vida, por amor y por amor de
cruz, por su esposa; a su vez, la Iglesia Esposa se mantiene fiel a su Esposo,
Cristo, al pie de la Cruz, hasta la muerte, y así debe obrar toda esposa mujer,
manteniéndose fiel a su Esposo, en el Amor, en la dicha y en la enfermedad, en
el gozo y en la tribulación, tomando ejemplo de la Iglesia Esposa, figurada en
María Virgen, que al pie de la Cruz, se mantiene fiel hasta la muerte del
Redentor. Pero los esposos humanos no toman de Ti y de la Iglesia un mero ejemplo
moral; los esposos humanos no toman de Ti, Esposo celestial, un simple ejemplo
externo; los esposos toman de Ti tu misma Vida, cuando Tú te donas en la
Eucaristía, dando a los esposos como alimento celestial tu Cuerpo, tu Sangre,
tu Alma, tu Divinidad, tu Amor de Hombre-Dios, y la Iglesia copera en esta
donación de sí mismo de Jesús Esposo, cuando brinda su seno virginal, su altar
eucarístico, para que los esposos puedan acceder al manjar celestial y así
nutrirse con el Pan Vivo bajado del cielo, Pan que los alimentará con la
substancia divina del Cordero de Dios.
Silencio para meditar.
Jesús,
cuando Tú, Divina Sabiduría, en concurso con el Padre y el Espíritu Santo,
creaste al hombre varón y mujer, y entre las Tres Divinas Personas decidieron
que el varón fuera feliz solo en la unión con la mujer y la mujer solo en la
unión con el varón, establecieron para siempre y sellaron, en nuestra
naturaleza humana, las condiciones de nuestra felicidad. Esto explica que el
varón encuentre su felicidad en la unión marital con la mujer y que la mujer
encuentre su felicidad en la unión marital con el varón, y que cualquier otro
tipo de unión solo le acarree la más completa infelicidad. Jesús, al santificar
esta unión marital entre el varón y la mujer por medio del sacramento del
matrimonio, acrecentaste al infinito esta felicidad primigenia, pues lo que
hiciste fue injertarla en la unión esponsal y mística que existe entre Tú,
Esposo celestial, y la Iglesia Esposa, para hacer partícipe a la raza humana de
indecibles e inimaginables gozos y dones celestiales, derivados todos de esta
mística unión esponsal. Jesús, Esposo
Místico de la Iglesia Esposa, de Quien derivan, como de un torrente inagotable,
todas las gracias y dones para la felicidad completa de los esposos, te pedimos
que bendigas a todos los hombres y mujeres del mundo para que comprendan que el
designio divino de que el hombre sea feliz solo en la unión del varón con la
mujer en el sacramento del matrimonio, no puede ser suplantado por ningún
sucedáneo inventado por el hombre, el cual solo le puede acarrear infelicidad
en esta y en la otra vida. Por tu maravilloso designio de Sabiduría y Amor,
plasmado en la unión marital del varón y la mujer como del hombre para conseguir
su plenitud y su felicidad, te damos gracias, te bendecimos y te adoramos, en
el tiempo y en la eternidad, oh Jesús, Esposo Místico de la Iglesia Esposa.
Amén.
Silencio para meditar.
Jesús,
te damos gracias por el sacramento del matrimonio, querido por Ti para ser
celebrado entre el varón y la mujer, como único lugar digno para la generación y el nacimiento de una
nueva vida y persona humana, el niño por nacer. El hijo es el fruto del amor
esponsal y sobreviene no como algo inesperado o indeseado, o como la exigencia
de una compra realizada en un centro comercial. El hijo es un don divino, es un
don del Amor de Dios, y como tal, debe ser recibido en el seno de otro amor, el
amor esponsal; el hecho de que el fruto del amor de los esposos sea una persona
humana, esto es, el niño, el cual, a su vez, es un don de Dios, que es Amor en
sí mismo, exige que esta persona humana sea recibida en el amor; en otras
palabras, el amor, ya sea como amor esponsal que genera al hijo, o como Amor
Divino que crea al hijo y lo dona a los esposos que se aman, es una exigencia
de la altísima dignidad de la persona humana del niño por nacer. El niño por
nacer es una persona humana, imagen y semejanza de las Tres Personas
trinitarias, y en sí misma, y por este solo hecho, posee una altísima dignidad,
superior a todo lo creado, independientemente de su raza, de su credo, de su
condición social, de su aspecto, de su lugar de nacimiento, y por esta
condición de ser imagen de Dios Uno y Trino, exige que su lecho de nacimiento
sea el amor esponsal, porque el acto creador, por parte de Dios, es el Amor. El
niño no puede nacer, por lo tanto, en condiciones que no están a la altura de
su dignidad de imagen divina, como cuando se manipulan los gametos en los
laboratorios, o cuando se alquilan úteros maternos, o cuando se inventan tantos
sucedáneos que surgen de la mente del hombre cuando el hombre se aparta de Dios;
el niño tiene un nacimiento acorde a su dignidad cuando nace como fruto del
amor esponsal, cuando nace como fruto de la unión marital del varón y de la
mujer. Te damos gracias y te bendecimos, oh Jesús, porque a esta unión te has
dignado enaltecerla y bendecirla con la gracia del sacramento del matrimonio.
Amén.
Silencio para meditar.
Jesús,
te damos gracias por el sacramento del matrimonio, porque de él surgen, como
fruto del amor esponsal, los hijos, y así el matrimonio, bendecido por tu
gracia, fecunda y se convierte en familia, que da hijos para Dios y para la
Iglesia. Jesús, el matrimonio querido por Dios “desde el inicio” fue el formado
por el varón y la mujer, uno, indisoluble, para siempre, y de la misma manera,
la familia, derivada de este matrimonio, es solo una, la que está formada por
los hijos que nacen como fruto del amor de los esposos. Jesús, cuando el hombre
se aparta de Dios, comienza a crear y a inventar modelos de matrimonios y de
familias que nada tienen que ver con el diseño original de Dios Uno y Trino y
que por lo tanto, al no poseer nada de la Divina Sabiduría y del Divino Amor, es
imposible que le proporcionen paz y felicidad. Por el contrario, estos modelos
humanos de matrimonios y familias, surgidos de la mente del hombre sin Dios,
solo le acarrearán suma desdicha e infelicidad, en esta y en la otra vida. Por tu
gran misericordia, y por el amor de tu Madre, te lo pedimos, oh Buen Jesús,
protege a nuestras familias, y concédenos a todos, por medio del Inmaculado
Corazón de María, la luz del Espíritu Santo, que nos permita ver cuánta
Sabiduría, Amor y felicidad se encierran en el diseño divino de Dios Uno y
Trino, que para que el hombre sea feliz en esta vida y para siempre, lo creó a “su
imagen, varón y mujer” (Gn 1, 27).
Silencio para meditar.
Meditación final
Jesús Eucaristía, Cordero de Dios,
que has derramado sobre nuestros pobres corazones, en esta Hora Santa,
torrentes inagotables de gracia divina, debemos ya retirarnos, para continuar
con nuestros deberes de estado. Nos encomendamos a María Santísima para que nos
mantenga en Tu constante Presencia, no solo hasta que realicemos la próxima
Hora Santa, sino en lo que nos quede de vida terrena, hasta el encuentro en la
eternidad. Amén.
Oración final:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Regina Coeli”.
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