jueves, 28 de julio de 2022

Hora Santa en reparación por sacrilegios cometidos en diversas Santas Misas 280722

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los sacrilegios y profanaciones ocurridos durante diversas celebraciones de la Santa Misa. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=BdB1wNGTp0A

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que, aquel que está en gracia, puesto que ha nacido a la vida de los hijos de Dios, debe ocuparse solo de amar a Dios, alejándose de todo lo que lo aleje del Amor de Dios. Así, “a Dios ha de amar, de Dios sólo se ha de gozar, con Dios se ha de alegrar, a Dios ha de desear”[1]. Nada que no sea para la gloria, la adoración, la honra y la alabanza de Dios Uno y Trino ha de desear, pensar, querer y obrar, aquel que es hijo de Dios por la gracia santificante.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Continúa el mismo autor: “Dios es inmenso, infinitamente más grande que nuestro corazón y todos sus afectos no alcanzan ni a una ínfima parte de su infinita Bondad Divina y así debe ensancharse el alma y dilatarse con los deseos, amándole cuanto se puede desear y deseándole amar más de lo que pueda amarle”[2].

 Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Puesto que Dios es Amor Eterno e Infinito, no puede haber en nosotros otro amor que no sea el Amor a Dios y si algo amamos que no sea Dios, debe ser en Dios, por Dios y para Dios. Dice así este autor: “La amabilidad de Dios es en sí infinita, su beneficencia inmensa, su liberalidad sin medida ni tasa, no puede haber en nosotros amor proporcionado, ni el agradecimiento justo, ni correspondencia igual”[3]. Es por esto que, para amar a Dios Trino como se lo merece, debemos pedir el don del Espíritu Santo.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         El Amor a Dios debe ser la ocupación y la preocupación de todo el día del bautizado que vive con la vida nueva de la gracia. Así lo hacía el Profeta Isaías (26, 8), que dice al Señor: “Tu nombre y memoria está en el deseo de mi alma; mi alma te desea de noche y con mi espíritu y de todas mis entrañas volaré a Ti por la mañana”.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Así como Cristo Dios tuvo sed de nuestras almas en la cruz –es lo que quiso significar cuando crucificado dijo: “Tengo sed”-, así el alma debe tener sed de Dios. Eso es lo que decía el rey David, que tenía “sed de Dios”, “como un ciervo sediento desea las aguas” y por ese deseo de Dios no cesaba de “llorar noche y día”, sustentándose con “pan de lágrimas”. Estos deseos, dice un autor, agradan mucho a Dios y por eso el ángel llamó a Daniel “varón de deseos” y con ellos alcanzó ser oído por el cielo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que nuestros corazones ardan en el deseo de amar a tu Hijo Jesús en la Eucaristía!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 533.

[2] Cfr. ibidem, 533.

[3] Cfr. ibidem, 533.

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