Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los sacrilegios y
profanaciones ocurridos durante diversas celebraciones de la Santa Misa. Para mayores
datos, consultar el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=BdB1wNGTp0A
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Afirma
un autor que, aquel que está en gracia, puesto que ha nacido a la vida de los
hijos de Dios, debe ocuparse solo de amar a Dios, alejándose de todo lo que lo
aleje del Amor de Dios. Así, “a Dios ha de amar, de Dios sólo se ha de gozar,
con Dios se ha de alegrar, a Dios ha de desear”[1]. Nada
que no sea para la gloria, la adoración, la honra y la alabanza de Dios Uno y
Trino ha de desear, pensar, querer y obrar, aquel que es hijo de Dios por la
gracia santificante.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Continúa
el mismo autor: “Dios es inmenso, infinitamente más grande que nuestro corazón
y todos sus afectos no alcanzan ni a una ínfima parte de su infinita Bondad
Divina y así debe ensancharse el alma y dilatarse con los deseos, amándole
cuanto se puede desear y deseándole amar más de lo que pueda amarle”[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un
Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Puesto que Dios es Amor Eterno e Infinito, no puede haber en
nosotros otro amor que no sea el Amor a Dios y si algo amamos que no sea Dios,
debe ser en Dios, por Dios y para Dios. Dice así este autor: “La amabilidad de
Dios es en sí infinita, su beneficencia inmensa, su liberalidad sin medida ni
tasa, no puede haber en nosotros amor proporcionado, ni el agradecimiento
justo, ni correspondencia igual”[3]. Es
por esto que, para amar a Dios Trino como se lo merece, debemos pedir el don
del Espíritu Santo.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
El Amor a Dios debe ser la ocupación y la preocupación de
todo el día del bautizado que vive con la vida nueva de la gracia. Así lo hacía
el Profeta Isaías (26, 8), que dice al Señor: “Tu nombre y memoria está en el
deseo de mi alma; mi alma te desea de noche y con mi espíritu y de todas mis
entrañas volaré a Ti por la mañana”.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Así como Cristo Dios tuvo sed de nuestras almas en la cruz –es
lo que quiso significar cuando crucificado dijo: “Tengo sed”-, así el alma debe
tener sed de Dios. Eso es lo que decía el rey David, que tenía “sed de Dios”, “como
un ciervo sediento desea las aguas” y por ese deseo de Dios no cesaba de “llorar
noche y día”, sustentándose con “pan de lágrimas”. Estos deseos, dice un autor,
agradan mucho a Dios y por eso el ángel llamó a Daniel “varón de deseos” y con
ellos alcanzó ser oído por el cielo. ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, haz que nuestros corazones ardan en el deseo de amar a
tu Hijo Jesús en la Eucaristía!
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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