jueves, 20 de julio de 2017

Hora Santa en reparación por ultraje a imagen de la Virgen de Fátima 030717


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en reparación por el ultraje cometido contra la sagrada imagen de Nuestra Señora de Fátima en Nueva York. La información acerca del lamentable suceso vandálico se puede obtener en el siguiente enlace: https://www.actuall.com/persecucion/destrozan-la-imagen-la-virgen-fatima-nueva-york/; https://www.youtube.com/watch?v=bcMeYZZcKU8
         Tal como lo hacemos siempre, pediremos por la conversión de los autores de este acto sacrílego, y también pediremos por nuestra conversión, la de nuestros seres queridos y la del mundo entero. Centraremos las meditaciones en las apariciones de la Virgen en Fátima y en las apariciones del Ángel que la precedieron.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

En su primera aparición, el Ángel de Portugal, el Ángel de la Paz, arrodillado en tierra e inclinando la frente hasta el suelo, les enseñó la siguiente oración, diciéndoles luego que los Corazones de Jesús y María estaban atentos a sus oraciones: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman”. A nosotros, no se nos aparece el Ángel de Portugal, pero junto con nuestro Ángel de la Guarda, y junto con el Ángel Custodio de nuestra Patria Argentina, podemos y debemos, arrodillados frente al sagrario y también con la frente en el suelo, dirigir esta oración al Dios del sagrario, Jesús Eucaristía: “Dios mío, Jesús Eucaristía, yo creo en tu Presencia Eucarística; te adoro en tu Presencia Eucarística; te amo en tu Presencia Eucarística, y te pido perdón por los que no creen que Tú estás en Cuerpo y Alma en la Eucaristía; por los que no te adoran en la Eucaristía; por los que no esperan que vayas a ellos por la Eucaristía; por los que no te aman en tu Presencia Eucarística”.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En la segunda aparición, el Ángel, encontrándolos a los niños jugando, los insta a ofrecer constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo en reparación por los pecados con los que Él es ofendido, por la conversión de los pecadores, y a aceptar sumisamente los sufrimientos que Dios les envíe: “¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! (…) ¡Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo! (…) Aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe”. A nosotros, no se nos aparece un ángel, pero escuchamos lo anunciado a los Pastorcitos como dirigido a nosotros mismos, y puesto que tenemos la dicha inmensa, indescriptible, de tener al Dios Altísimo y Tres veces Santo, Jesús Eucaristía, delante de nuestros ojos, nos postramos en adoración ante su Presencia Eucarística y le ofrecemos, desde lo más profundo de nuestros corazones, todo el amor del que seamos capaces, para reparar por los que no lo aman; nos postramos ante el Dios Altísimo, Jesús Eucaristía, suplicándole por la conversión de los pecadores, por nuestra conversión y la del mundo entero. También le pedimos a la Virgen de la Eucaristía que interceda por nosotros, para que recibamos la gracia inmerecida de participar, en cuerpo y alma, de la Pasión de su Hijo Jesús, para estar crucificados con Él, para padecer sus dolores y participar de sus lágrimas, de sus penas, de sus tormentos, sin desear otra cosa que sólo “dolor con Cristo dolorido, lágrimas, llantos y pena interna”[1] por nuestros pecados, para que así, uniéndonos a la Víctima, Jesús crucificado, seamos en Él y por Él causa de salvación de nuestros hermanos.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En la tercera aparición, el Ángel se presentó ante los Pastorcitos portando en sus manos “un Cáliz, sobre el cual estaba suspendida una Hostia, de la cual caían gotas de sangre al Cáliz”, y “dejando el Cáliz y la Hostia suspensos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces esta oración: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de María te pido la conversión de los pobres pecadores”. Luego se levantó y les dio la Comunión y a beber del Cáliz, diciéndoles al mismo tiempo: “Tomad el Cuerpo y bebed la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios”. A nosotros no se nos aparece un ángel con la Eucaristía y el Cáliz con la Sangre de Jesús, pero sin embargo, no podemos considerarnos menos afortunados que los Pastorcitos, porque en cada Santa Misa, el sacerdote ministerial, por las palabras de la consagración, hace bajar del cielo al Cordero de Dios, para que entregue su Cuerpo en la Eucaristía y derrame su Sangre en el Cáliz del altar, y es así como recibimos la Comunión Eucarística de sus manos humanas, al igual que los Pastorcitos la recibieron de manos del Ángel. Entonces, también al igual que los Pastorcitos, que para comulgar hicieron antes un acto de adoración y de amor a Jesús Eucaristía, imitando al Ángel que se postró delante del Cáliz con la Eucaristía sangrante, también nosotros, antes de comulgar, imitemos a los Pastorcitos y hagamos un acto de amor y adoración ante Jesús Sacramentado, postrándonos ante su Presencia Eucarística y adoremos a la Santísima Trinidad, ofreciendo la Hostia consagrada en reparación por los ultrajes a los Sacratísimos Corazones de Jesús y María recibidos diariamente por los hombres ingratos, para así consolar a nuestro Dios amantísimo, Uno y Trino.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Llevados de la mano de la Madre de Dios, el 13 de Julio de 1917, los Pastorcitos tuvieron la experiencia mística del Infierno. No fue que la Virgen les habló acerca del Infierno, sino que, en cierto sentido, los llevó allí, según se desprende de la vivacidad de la experiencia que vivieron los niños. Según Sor Lucía, la experiencia mística del Infierno fue así: “Nuestra Señora nos mostró un grande mar de fuego que parecía estar debajo de la tierra. Sumergido en el fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas que fluctuaban transparentes y negras y bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo que caían hacia todos lados, sin equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y gemidos de desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros (…) Nuestra Señora nos dijo con bondad y tristeza: “Visteis el Infierno a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”. ¡Cuántas almas se condenan en el Infierno a causa de la falta de oración de aquellos a quienes Dios ha elegido con amor de predilección, los bautizados en la Iglesia Católica! A ellos, como a los Apóstoles en el Huerto, Jesús los llama junto a Sí, para que oren, por ellos y por sus hermanos, los hombres, pero la inmensa mayoría de los católicos, al igual que los Apóstoles en el Huerto, han caído en el sopor del sueño y de la indiferencia, causados por el desamor al Hombre-Dios Jesucristo. A diferencia de los enemigos de la Iglesia, que se muestran vigiles y febriles en su intento de demoler la Iglesia Católica, los bautizados parecen dormir, en un sueño de consecuencias trágicas, porque cuando despierten, verán a su Iglesia rodeada y atrapada por sus enemigos, como le sucedió a los Apóstoles, que al despertar de su sueño, vieron a Jesús rodeado y atrapado por sus enemigos. A causa de este sopor que invade a una inmensa muchedumbre de católicos, muchas almas se condenan, porque los llamados a rezar por ellos, en vez de adorar a Jesús Eucaristía, se dejan atrapar por los placeres mundanos. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, no permitas que durmamos, dejando solo a tu Hijo Jesús en el sagrario, y concédenos que, encendidos en el Amor de tu Hijo, no decaigamos nunca en la Adoración Eucarística, pidiendo por la conversión de los pecadores, para que ninguno se condene en el mar de fuego del Infierno!

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En todas sus apariciones a los Pastorcitos, la Virgen mantuvo siempre el mismo pedido: rezar el Rosario, pidiendo por la conversión de los pecadores y en reparación por los ultrajes y sacrilegios con los cuales son ofendidos los Sacratísimos Corazones de Jesús y María. El Rosario es la oración que más agrada a la Virgen, por diversos motivos: la saludamos con el mismo saludo del Ángel Gabriel en la Anunciación, recordándole así el momento más hermoso de su vida, cuando se convirtió en Madre de Dios por la Encarnación del Hijo de Dios; al rezar el Rosario, nos encomendamos a Ella como Madre Nuestra amantísima, le demostramos nuestro amor filial y nuestra confianza en Ella como Omnipotencia Suplicante, al pedirle que “ruegue por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte”; además, meditamos en los misterios de la vida de su Hijo Jesús, para configurarnos a Él e imitarlo en nuestras vidas; honramos a Dios Padre con el Padrenuestro, glorificamos a la Trinidad con el Gloria y, con las diez Ave Marías, al tiempo que la honramos a Ella, le abrimos nuestros corazones, para que Ella los modele y los configure a imagen y semejanza de los Sacratísimos Corazones de Jesús y María, convirtiéndolos en sus copias vivientes. Por último, el Santo Rosario le agrada a la Virgen porque por medio de esta oración, Ella le arrebata almas al Demonio, les concede la gracia de la conversión y las acerca a su Hijo Jesús, ganándolas para el Cielo y evitándoles el Infierno.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales.

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