domingo, 2 de julio de 2017

Hora Santa en reparación por ultraje a la Madre de Dios 280617


Imagen blasfema de la Virgen.

         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por el ultraje cometido contra la Madre de Dios en el mes de junio de 2017, en el transcurso de una promoción del día del orgullo LGTB en Perugia, Italia. La información pertinente al lamentable hecho se puede consultar en el siguiente enlace: https://www.actuall.com/laicismo/se-burlan-con-una-virgen-drag-queen-para-promocionar-el-dia-del-orgullo-lgtbi-en-una-ciudad-italiana/
El ultraje a la Madre de Dios consistió en que los organizadores de los actos del día del Orgullo LGTBI en la ciudad italiana de Perugia utilizaron la imagen de una “Virgen” drag queen, lo cual constituye una gravísima ofensa a Nuestra Madre del cielo[1]. Como siempre lo hacemos, ofreceremos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, pidiendo por la conversión de los que idearon y llevaron a cabo esta profanación, además de pedir por nuestra propia conversión, la de nuestros seres queridos y la del mundo entero. Basaremos las meditaciones en textos de los Santos Padres, dedicados a la Virgen[2].

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La Virgen María, la Santísima Madre de Dios, inhabitada por el Espíritu Santo desde su Concepción Inmaculada, es la creatura más excelsa jamás creada por Dios, que supera en santidad, pureza, castidad, a todos los ángeles y santos juntos[3]. Es la única morada del Espíritu Santo, que recibe sin error alguno en su Mente sapientísima a la Palabra de Dios; en su Inmaculado Corazón, la recibe con un amor purísimo y santo, y la recibe también a esta Palabra de Dios en su seno virginal purísimo para nutrir, con su substancia materna, a la Palabra de Dios encarnada, tal como lo hace toda madre con su hijo recién concebido. En la Virgen y Madre de Dios, encuentra toda la humanidad, que vive envuelta “en tinieblas y en sombra de muerte”, su refugio y su alegría y en Ella espera su protección, porque de la Virgen Madre surge la Luz Eterna, Cristo Dios, que ilumina nuestras almas con la luz de la gloria de su Ser divino trinitario, disipando las tinieblas del error y de la ignorancia, venciendo para siempre a las tinieblas vivientes, los ángeles caídos, e infundiéndonos, con su Vida divina, el Amor de su Sagrado Corazón.

 Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Quien acude a María, recibe a Jesús y, por Jesús y su gracia, el alma se ve libre de su impureza, recibiendo el perdón de los pecados; se purifica de sus pasiones; se santifica en sus pensamientos erróneos y oscuros; deja atrás la vida de impureza y de pecado; domina sus sentidos y aplaca las pasiones; se libra de las inclinaciones a las pasiones impuras; es defendido de sus enemigos, los ángeles caídos; obtiene la divina sabiduría, que le concede el discernimiento de lo que es recto y bueno a los ojos de Dios; se corrige de sus faltas y caídas y así, libre de las tinieblas del pecado, el alma, iluminada por la luz de Cristo, glorifica al Cordero y a su Madre, en el tiempo y luego en la eternidad[4]. A ti acudimos, oh Virgen y Madre de Dios, María Santísima, nosotros, tus hijos pecadores, para que intercedas ante tu Hijo, Jesús, Nuestro Señor y Redentor, y nos consagramos a tu Inmaculado Corazón para que, al igual que un niño pequeño, que se refugia en los brazos de su madre para que ésta lo estreche contra su corazón y así sienta su amor materno, de la misma manera nosotros, que somos “pecado más nada”, acudimos a ti para que, estrechándonos contra tu Inmaculado Corazón, nos concedas tu amor y con este amor tuyo, seamos capaces de amar al Sagrado Corazón de Jesús.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La Virgen Santísima, Madre de Dios, llena de gracia e inhabitada por el Espíritu Santo, es el Portal sagrado a través del cual llega a los hombres, sumergidos en las tinieblas del pecado, del error y de la muerte, la Luz Eterna, Cristo Jesús, el Verbo de Dios hecho carne, nuestra Alegría y nuestra Paz. Por este motivo, la Virgen es el canal por donde llegan a las almas no solo toda clase de gracias, necesarias para la salvación, sino ante todo, por Ella viene a nuestro mundo, naciendo milagrosa y virginalmente en Belén. La Virgen es la Madre amorosísima, la Reina de cielos y tierra, que hace de intercesora y mediadora entre los hombres y Jesucristo, el Mediador ante el Padre. La Virgen es el puente misterioso, celestial y purísimo, que une a la tierra con el cielo, al pecador con su Redentor, Cristo Jesús; es la llave mística que nos abre las puertas del Paraíso, el Corazón Eucarístico de Jesús. Nuestra Madre del cielo es nuestra intercesora y nuestra celestial abogada ante Cristo Dios, que es la Misericordia Divina encarnada, y por esta razón es que los hombres pecadores, incapaces de presentarnos por nosotros mismos ante Cristo Dios, nos cubrimos con el manto de la Virgen, nos refugiamos en su Inmaculado Corazón, en el tiempo que dura nuestra vida terrena, para así estar un día ante el trono del Cordero en los cielos, para alabarlo, bendecirlo y glorificarlo por toda la eternidad.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La Virgen, destinada a ser la Madre de Dios, fue concebida sin la mancha del pecado original, y por este motivo se llama “Tota Pulchra”, pero al mismo tiempo, el Espíritu Santo inhabitó en su corazón, en su alma y en su cuerpo, para que el Verbo de Dios, que habría de encarnarse en la plenitud de los tiempos, cuando llegara el momento de la Encarnación, encontrara en el seno virgen de María el mismo Amor con el que el Padre ama al Hijo y el Hijo al Padre desde la eternidad, el Espíritu Santo. La Virgen no es solo pura de cuerpo, sino también de alma, de espíritu y de corazón; su mente es brillantísima, pues está en ella la Sabiduría Divina; la Virgen es casta, fiel, pura de corazón y posee todas las virtudes en un grado excelente, y todo esto porque el Hijo de Dios, por su excelencia y majestad divinas, no podía encarnarse en una madre que, aun siendo bondadosa y llena de amor, estuviera sin embargo contaminada con el pecado original y por lo tanto, inclinada a la concupiscencia. La Pureza de María, de cuerpo y alma, es una participación a la Pureza del Ser divino trinitario, siendo de este un reflejo luminoso que, brillando en la oscuridad del mundo terreno, anuncia la llegada de la luz, así como la Estrella matutina anuncia la llegada del sol y del nuevo día.
Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         María es Causa de nuestra alegría: en ella se alegran todas las vírgenes, puesto que de entre ellas ha nacido Aquél que, sosteniendo en el ser a toda la Creación, liberó al género humano esclavo del pecado. En María Virgen se alegra Adán, seducido y vencido por la Serpiente, porque María da a Adán una descendencia que aplastará la cabeza de la Serpiente. En María se alegran los profetas, porque Ella es la confirmación viviente de lo que habían anunciado de parte de Dios, que una Virgen habría de concebir un hijo que sería llamado “Emanuel”, esto es, “Dios con nosotros”. Frente al fruto amargo, tomado del árbol del Paraíso, de la desobediencia a Dios, la rebelión y el orgullo de Eva, María da a los descendientes de Adán el fruto exquisito y dulcísimo del Árbol de la Vida, la Santa Cruz de Jesús, un fruto que no solo contrarresta el veneno mortal del pecado del fruto de Eva, sino que concede la dulzura de la vida de Dios, al que recibe al Fruto del Árbol de la Vida, Jesús en la Eucaristía.

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.




[1] El Ayuntamiento, que patrocina la convocatoria, se desvincula del cartel y ha advertido que "la libertad nunca se puede separar del respeto"; cfr. Nicolás de Cárdenas,  19/06/2017.
[2] Pie Regamey, Los mejores textos sobre la Virgen María, Ediciones Rialp, Madrid 1972.
[3] Cfr. Regamey, o. c., Oración de San Efrén, 70ss.
[4] Cfr. Regamey, Oración de San Efrén, 72-73.

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