Inicio: ofrecemos
esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por el
sacrilegio cometido contra la Eucaristía en Venecia y contra imágenes sagradas
en Roma, Italia. La información acerca de estos lamentables sucesos se
encuentra en los siguientes sitios: https://www.aciprensa.com/noticias/musulmanes-escupen-sobre-hostia-consagrada-y-rompen-crucifijo-en-iglesias-de-venecia-16674/ ;http://www.periodistadigital.com/america/legislacion-y-documentos/2016/10/03/video-panico-en-roma-el-enloquecido-musulman-que-destroza-4-iglesias-decapitando-a-los-santos-y-a-la-virgen.shtml El
eje de la meditación será la Sagrada Eucaristía, “Fuente y Culmen de la vida
cristiana” (cfr. LG 11). De la misma manera a como lo hicimos anteriormente, al
tiempo que ofrecemos esta reparación, pedimos por la conversión del autor de
este hecho, así como también por nuestra propia conversión, la de nuestros
seres queridos y la del mundo entero.
Canto
inicial: “Cristianos venid, cristianos
llegad”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
En
la Eucaristía está contenido el Amor de Dios, porque en ella late el Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús, envuelto en las llamas del Divino Amor. El
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús es un “horno encendido”, dice Santa
Margarita, y fue allí en donde Jesús, luego de pedirle su corazón a Margarita,
se lo devolvió convertido en un corazón en forma de llama, diciéndole Jesús que
era “una chispa” de su Amor. Si esto es un don inmenso del Amor de Dios, concedido
a quienes más ama, con nosotros, sin embargo, se comporta con un amor
infinitamente más grande que el demostrado a Santa Margarita, porque en la
Eucaristía, mucho más que darnos una chispa de su Amor, nos da el mismo “horno
encendido” que es su Sagrado Corazón y nos lo da envuelto en las llamas del
Divino Amor, el Espíritu Santo, para que nuestros corazones, al contacto con
este Divino Fuego, combustionen y se incendien en el Amor de Dios. De esta
manera, nuestros corazones, oscuros y fríos, se convierten en brasas
incandescentes al fundirse en uno solo con el Corazón de Jesús, así como el
hierro es penetrado por el fuego y se convierte en este, al volverse
incandescente y brillante. Que nuestros corazones sean entonces como la madera
o el pasto reseco, para que al contacto con ese Carbón Incandescente que es el
Corazón Eucarístico de Jesús, ardan espontáneamente en el Fuego del Divino
Amor.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
Viernes Santo, en la Cruz, Jesús entrega su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad al
Padre, por nuestra salvación; en el Domingo, Día del Señor –y en toda Misa-, en
la Eucaristía, Jesús entrega su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, por nuestra
salvación, al igual que hizo en el Calvario, aunque, a diferencia del Calvario,
lo hace en la Eucaristía como habiendo pasado ya por su misterio pascual de
Muerte y Resurrección. Al adorar la Eucaristía en el altar eucarístico,
adoramos al Cordero de Dios que se inmoló por nosotros en el Santo Sacrificio
de la Cruz, y al adorar a Jesús crucificado el Viernes Santo, adoramos el
Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Hombre-Dios crucificado, muerto y
sepultado, es decir, la Eucaristía. Y así como en el Viernes Santo, estuvo la
Virgen al pie de la Cruz, ofreciendo al Padre con toda mansedumbre, humildad y
amor a su Hijo que moría en la cruz para la redención de los hombres, así en
cada Santa Misa, el sacerdote ministerial, prefigurado en María Santísima al
pie de la Cruz, ofrece al Padre, por el Amor del Espíritu Santo, al Hijo de
Dios que renueva sobre el altar eucarístico el Santo Sacrificio del Calvario,
por la salvación de los hombres. Calvario y Altar Eucarístico, Altar
Eucarístico y Calvario; Nuestra Señora de los Dolores ofreciendo a su Hijo por
la salvación de los hombres en el Monte Calvario, el sacerdote ministerial
ofreciendo al Padre el Cuerpo de Jesús entregado en la Hostia y la Sangre de
Jesús derramada en el cáliz, en el Nuevo Monte Calvario, el Altar Eucarístico,
para nuestra salvación. Se trata de los “misterios de la fe”, los misterios
insondables de la Pasión, Muerte y Resurrección del Hombre-Dios Jesucristo que
se actualizan, por el poder del Espíritu Santo, por medio de la liturgia
sacramental eucarística.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La
Virgen y Madre de Dios es llamada “Nuestra Señora de la Eucaristía” porque con
su “Fiat” al Anuncio del Ángel, Ella concibió en su seno virginal, por la
virtud del Espíritu Santo, al Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de
Nuestro Señor Jesucristo. Así, la Virgen se convirtió, por la Encarnación, en
Sagrario Viviente y Custodia más preciosa que el oro que alberga y aloja, con
el Amor de Dios, a Jesús, el Hijo de Dios encarnado. Con su “Fiat”, con su
Pureza Inmaculada, con su condición de ser la Llena de gracia e inhabitada por
el Espíritu Santo que aloja en su seno virginal al Verbo de Dios hecho hombre
-Quien luego habría de entregarse al mundo como Pan de Vida eterna-, la Virgen
de la Eucaristía es ejemplo y modelo inigualable para nosotros, los cristianos,
para que recibamos a su Hijo Jesús en la comunión eucarística, imitándola en la
pureza del alma por la gracia y en la pureza del cuerpo por la castidad y
disponiendo nuestros corazones con el amor, convirtiéndolos así a imagen del
Inmaculado Corazón de María en otros tantos altares, custodias y sagrarios en
donde Jesús Eucaristía sea bendecido, adorado, amado y glorificado, en el
tiempo y en la eternidad.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Todos
los Santos, es decir, todos los que se encuentran en el cielo gozando de la
visión beatífica de la Trinidad para toda la eternidad, se santificaron en esta
tierra y accedieron al cielo por la Eucaristía: unos con más devoción, otros
con menos, pero todos, absolutamente todos, alcanzaron el cielo gracias a su
amor a la Eucaristía. Hubieron incluso quienes dieron sus vidas por la
Eucaristía, como por ejemplo, San Tarcisio; otros, se alimentaron de la
Eucaristía por años, como por ejemplo, Santa Catalina de Siena, quien luego de
beber la Preciosísima Sangre que manaba del costado traspasado de Jesús, por
invitación del propio Jesús, no volvió a comer o beber, alimentándose sólo de
la Eucaristía durante los siete años previos a su fallecimiento y no solo sin
mostrar hambre alguna o decaimiento, sino por el contrario, permaneciendo
activa y fuerte. Alejandrina da Costa, quien experimentó numerosos éxtasis de
la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, escuchó un día la voz del Señor que le
decía: “No te alimentarás más con comida en la tierra. Tu comida será mi Carne,
tu bebida será mi Sangre, tu vida será mi Vida… Quiero mostrarle al mundo
entero el poder de la Eucaristía y el poder de mi Vida en las almas”. Después
de ello, y durante los últimos trece años de su vida, Alejandrina no comió ni
bebió nada, alimentándose únicamente de la Eucaristía. Otro ejemplo es Marta
Robin, quien a causa de una encefalitis, quedó tetrapléjica y con parálisis del
canal alimenticio y, desafiando a la ciencia médica, continuó viviendo así
durante 52 años, sin comer ni beber, sino solo tomando la Comunión diarias.
Otros, como Imelda Lambertini, murieron de éxtasis de amor luego de comulgar.
Además de estos santos, innumerables santos, como Teresa Newman, Luisa
Piccarretta, vivieron centradas en la Eucaristía y sólo se alimentaban de este
Pan Vivo bajado del cielo. Sin embargo, debido a que se trata de gracias
extraordinarias que Dios concede según lo dispone su Divina Sabiduría, lo más
probable es que nosotros debamos alimentarnos de modo corriente, aunque sí
podemos pedir la gracia de, al menos espiritualmente, no desear alimentarnos de
otra cosa que no sea el Amor del Sagrado Corazón de Jesús, contenido en la
Eucaristía. ¡Oh María, Nuestra Señora de
la Eucaristía, haz que deseemos tan ardientemente el Amor del Pan Eucarístico,
que no podamos vivir ni un solo día sin alimentarnos de este banquete
celestial, recibiéndolo en gracia y con un amor santo y puro, como el Amor de
tu Inmaculado Corazón!
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Gracias
a la Santa Madre Iglesia, figurada en María, se nos hace presente y actual el
Santo Sacrificio de la Cruz por medio de la Santa Misa –porque la Misa es
renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio del Calvario- y se hace
Presente y actual el don de la Última Cena, el Cuerpo y la Sangre de Jesús
entregados un la Cruz, en el Calvario; Cuerpo y Sangre cuyo don se renueva en
cada Santa Misa, al entregarse el Cuerpo en la Eucaristía y derramarse la
Sangre del Cordero en el cáliz del altar eucarístico. Así como la Virgen
concibió por obra y gracia del Espíritu Santo al Hijo de Dios encarnado en su
seno virginal, para luego donarlo al mundo como Pan de Vida eterna, así también
la Santa Iglesia Católica, por la Santa Misa, Nuevo Belén, concibe en su seno
virginal, el Altar Eucarístico, por obra y gracia del Espíritu Santo, en la
consagración del pan y del vino, el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Jesucristo,
prolongando así su Encarnación para donarlo al mundo como el Pan de Vida
eterna, que alimenta las almas con la substancia misma del Ser divino
trinitario. Y de la misma manera a como la Virgen, al pie de la Cruz, el
Viernes Santo, ofreció al Padre a su Hijo que moría crucificado por nuestra
salvación, así también la Santa Madre Iglesia, por intermedio del sacerdote
ministerial, ofrece con amor, humildad, mansedumbre y fe, el Cuerpo y la Sangre
del Cordero de Dios, inmolado en el Santo Sacrificio del Altar, renovación
incruenta del Sacrificio del Calvario.
Meditación
final.
Oh
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, hoy se repite, en cada sagrario, la
escena del Huerto de Getsemaní, cuando invitaste a tus discípulos a orar y
ellos, en vez de hacerlo, llevados por la indiferencia y el desamor, te dejaron
solo y se durmieron. Hoy también llamas a los cristianos, desde tu soledad del
sagrario, pero los cristianos, adormecidos por la indiferencia, la acedia y la
falta de amor hacia Ti, te abandonan y te dejan solo. Queremos reparar, oh
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, por la soledad en la que te encuentras y
por la ingratitud que recibes de muchas almas, incluidos muchas veces, nosotros
mismos. En el Evangelio, Jesús, curaste y diste consuelo a innumerable cantidad
de gente, además de revelarles la dicha que supone el ser adoptados por Dios
como hijos suyos muy queridos, y sin embargo, cuando fuiste apresado, te
encontraste solo, abandonado por quienes habían recibido de Ti milagros,
prodigios, sanaciones y curaciones asombrosas, aunque lo que más provocó dolor
a tu Sagrado Corazón fue el abandono que sufriste de parte de tus discípulos, a
quienes habías llamado “amigos” y les habías revelado los secretos insondables
del Amor de tu Corazón. En nuestros días, la triste historia se repite, porque
sigues llamando a los cristianos para que te acompañen en la soledad del Nuevo
Huerto de Getsemaní, el sagrario, pero los cristianos hacen oídos sordos al
llamado de tu Amor. Y mientras los cristianos duermen, tus enemigos, como
antaño con Judas Iscariote a la cabeza, se muestran sin embargo vigiles,
despiertos, frenéticos en la búsqueda de cómo borrar, de las mentes y corazones
de los hombres, hasta el recuerdo de tu Nombre Tres veces Santo. Tu Sagrado
Corazón palpita, late y vibra con la fuerza del Divino Amor en la Eucaristía y
desea derramarse en todos y cada uno de los hombres. Te dejas encontrar por las
almas que te buscan y en ellas te deleitas y recreas, porque por ellas diste tu
vida en la cruz y la continúas dando en cada Comunión Eucarística; por ellas
permaneces en medio de los hombres, en cada sagrario, para iluminarlas con tus
Divinos rayos en la siniestra oscuridad y sombras de muerte en las que el mundo
está inmerso; a ellas les curas las heridas de sus corazones y las alimentas
con el manjar exquisito que es tu Cuerpo y tu Sangre, embriagándolas con tu paz,
tu alegría, tu Divino Amor. ¡Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús, que Nuestra Señora de la Eucaristía nos despierte
del letargo en el que nos encontramos, para que así acudamos a hacerte compañía
en el sagrario, para adorarte en la Eucaristía día y noche sin cesar!
Un
Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y
Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
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