El "artista", Abel Azcona, profanando la Eucaristía y simulando comulgar, para inmediatamente robar la Hostia Consagrada.
Inicio: En estos últimos
días nos hemos enterado, por medio de la Red, acerca de una desagradable y
lamentable noticia: un supuesto “artista plástico” español –llamado Abel
Azcona- profanó triplemente la Eucaristía en Pamplona, España: primero, simulando
comulgar y robándolas en cambio, sustrajo 248 Hostias consagradas; luego,
realizó su “obra artística”, colocando las Hostias en el suelo y disponiéndolas
de modo que formaran la palabra “Pederastia” –según sus declaraciones, el mismo
“artista” sufrió un abuso, lo cual lamentamos y repudiamos y, por este hecho,
nos solidarizamos con este señor, aunque obviamente, no por el sacrilegio- y,
por último, mantiene “secuestradas” (literalmente) a unas 200 Hostias, ya que
luego de levantar la blasfema obra, se niega a devolver las Hostias robadas y
profanadas.
Por lo tanto, ofrecemos esta Hora
Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio a Nuestro
Señor Jesucristo por lo acontecido, suplicando la devolución de las Hostias
robadas y la conversión de la/s persona/s autora/s del sacrilegio, al tiempo
que pedimos también para nosotros, para nuestros seres queridos y para todo el
mundo, la más grande gracia que pueda recibir una persona en esta vida: la gracia
de la conversión y la contrición del corazón.
Algunos de los sitios que dan
cuenta de este horrible sacrilegio son los siguientes: https://www.aciprensa.com/noticias/exposicion-sacrilega-en-espana-roban-formas-consagradas-y-escriben-pederastia-con-ellas-46217/);
http://www.iglesianavarra.org/noticias/2015/11/profanar-a-jesus-eucaristia-es-un-sacrilegio-gravisimo/;
http://observatorioantisectas.blogspot.com.ar/2015/11/sacrilegio-eucaristico-en-pamplona-y.html
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por
los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias
con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de
su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario (misterios a elegir).
Primer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús
en la Eucaristía es Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en el Pan
Eucarístico. La Eucaristía no es un “pan bendecido” en una ceremonia religiosa:
es la Presencia real y substancial del Hombre-Dios Jesucristo, con su Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad. Jesús está en la Eucaristía con su Cuerpo glorioso,
así como está en el cielo y así como es adorado por los ángeles y santos en el
cielo y en la eternidad, así es adorado por la Iglesia Peregrina en el tiempo y
en la tierra; la diferencia entre su Presencia gloriosa en el cielo y su
Presencia gloriosa en la Eucaristía es solamente el hecho de que a nuestros
ojos mortales, Jesús se nos presenta oculto bajo el velo sacramental, pero es
Él, el Dios Tres veces Santo, Fuente de la gloria y la Gloria Increada en sí
misma, Quien se encuentra en la Eucaristía. No podemos verlo con los ojos del
cuerpo, porque a nuestros sentidos, aparece como si fuera pan, en apariencia de
pan, pero es sólo apariencia, porque la substancia del pan ya no está más,
porque se ha convertido en las substancias gloriosas de su Humanidad divinizada
y de su divinidad, porque Él es la Persona Segunda de la Trinidad encarnada en
Jesús de Nazareth. Jesús, en la Eucaristía, es Dios Hijo encarnado, que posee
el Acto de Ser divino trinitario y como tal, es Dios Eterno, Dios sin principio
en el tiempo, que Es desde toda la eternidad y que permanece inmutable en su
Ser divino perfectísimo por toda la eternidad. Jesús en la Eucaristía es Dios
Hijo, enviado por Dios Padre, para comunicar a Dios Espíritu Santo por la
efusión de su Sagrado Corazón, a todo aquel que lo reciba en la Sagrada
Comunión en estado de gracia santificante, con fe, con piedad, con devoción y,
sobre todo, con amor.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En la Eucaristía está Jesús con su Sagrado Corazón que late,
vivo y glorioso, con la vida, la fuerza y el ritmo del Amor de Dios, el
Espíritu Santo. En la Eucaristía está contenido el Sagrado Corazón de Jesús, el
mismo Corazón que se le apareció a Santa Margarita; el Corazón que está
envuelto en las llamas del Divino Amor; el Corazón que arde en deseos de
comunicar el Fuego que lo consume, el Espíritu Santo, el Amor de Dios; el
Corazón que no desea otra cosa que darse totalmente, sin reservas, con la
infinita plenitud del Divino Amor que lo inhabita, a todas y cada una de las
almas; el Corazón que desea incendiar a las almas en el Fuego del Amor Divino,
porque el Fuego de este Corazón es el Fuego del que hablaba Jesús cuando dijo: “He
venido a traer Fuego a la tierra, ¡y cómo desearía que estuviera ya ardiendo!”;
es el Corazón que sufrió una angustia de muerte en el Getsemaní, al ver la
inmensidad de la malicia del corazón del hombre; es el Corazón que, suspendido
en la cruz, aún después de muerto Jesús, al ser atravesado por la lanza del
soldado romano, latió por última vez, para derramar sobre la humanidad hasta la
última gota de Sangre, la Sangre del Divino Cordero, Sangre que quita los
pecados del mundo y concede la vida eterna a los que, con corazón contrito y
humillado, se arrodillan ante la cruz para besar los pies de Jesús y pedir que
su Sangre caiga sobre ellos, no en el sentido blasfemo de los que pedían su
condena en el Evangelio, sino piadosamente, porque saben que en la Sangre del
Divino Cordero está contenido el Espíritu Santo, que borra los pecados y
santifica el alma. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, imploramos tu
gracia y tu perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman;
imploramos tu misericordia por aquellos hijos tuyos que “no saben lo que hacen”
cuando comulgan sacrílegamente con la intención de robar la Eucaristía para
luego cometer toda clase de sacrilegios, impiedades y profanaciones! ¡Por el
amor del Inmaculado Corazón, ten piedad de los pobres pecadores!
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Día a día, Jesús en la Eucaristía es horriblemente ultrajado
por los hombres ingratos e indiferentes a su Presencia sacramental y a su Amor
contenido en su Sagrado Corazón Eucarístico. Como si fuera un ladrón, los
hombres, de todas las edades y condiciones sociales, huyen de la Presencia
Eucarística de Jesús y de la Comunión Eucarística; como si Jesús Eucaristía
fuera un bandido que sólo desea hacerles mal, los hombres se apartan de Él y lo
dejan solo en el sagrario, haciendo oídos sordos a sus llamados de Amor; como
si Jesús Eucaristía fuera un asaltante de caminos, los hombres se apartan de Él
y lo abandonan, despreciando con su indiferencia las gracias inimaginables que Jesús
concede a todos los que a Él se acercan con humildad y sinceros deseos de conversión.
Jesús sólo quiere dar el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico, pero sólo
recibe a cambio ultrajes, desprecio, abandono, soledad, cuando no es robado y
llevado secuestrado para ser sometido a las más horrendas e inimaginables profanaciones.
Es por eso que a Jesús Eucaristía, el Dios del sagrario, el Dios de la
Eucaristía, le dirigimos, postrados en adoración y con el deseo de reparar
nuestros pecados y los de los hombres, las oraciones que el Ángel de Portugal,
arrodillado en tierra y doblando su rostro hasta el suelo, les enseñara a los
Pastorcitos: “Dios Mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por
los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”. Al Dios de la
Eucaristía, Cristo Jesús, cuyo Sagrado Corazón late de Amor en la Hostia
Consagrada, le decimos: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te
adoro profundamente, y te ofrezco el precioso cuerpo, la sangre, el alma y la
divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en
reparación de los sufragios, sacrilegios e indiferencia por medio de las cuales
Él es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y por el
Inmaculado Corazón de María, pido humildemente por la conversión de los pobres
pecadores”. ¡Oh Jesús, Dios de la Eucaristía, Dios del sagrario! Te suplicamos
perdón y misericordia por los horribles ultrajes y sacrilegios a los que te ves
sometido día a día por la ingratitud, la indiferencia y el desprecio de los
hombres, por quienes entregaste tu Vida en la cruz y por quienes entregas tu
Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. Ten piedad de ellos y también de nosotros,
pobres pecadores, y por intermedio del Inmaculado Corazón de María, Nuestra
Señora de la Eucaristía, acepta nuestra humilde oración de reparación y
adoración, para que te sirva de consuelo en medio de tanta amargura.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación
En el Huerto de los Olivos, Jesús pidió a sus discípulos que
orasen con Él, pero los discípulos, llevados por el cansancio, pero sobre todo
por la indiferencia, el desamor y la ingratitud hacia Jesús y su Pasión, se
rindieron al sueño, mientras Jesús oraba y sudaba sangre, ante la vista de la
horrible fealdad del pecado, nacido del corazón del hombre. En el Huerto, Jesús,
que llevaba sobre sí los pecados de todos los hombres, sufrió además los
dolores, las penas, las muertes de todos los hombres, y fueron la visión de los
pecados y el sufrimiento agónico de todas las muertes de la humanidad entera,
los que le produjeron el sudor de sangre, de su Sangre Preciosísima, que así
comenzaba a ser derramada por nuestra salvación. Jesús sudó sangre no como
consecuencia de un mero estrés, sino por el agobio que le produjo contemplar la
inmensidad del mal anidado en el corazón del hombre, cuyo castigo Él, siendo
Inocente, habría de sufrir de forma vicaria para la salvación de las almas, y
el dolor producido en su naturaleza humana, al sufrir en sí mismo las muertes
de todos los hombres. Con su exudación de Sangre, Jesús comenzaba así a lavar
los pecados de la humanidad y comenzaba también a derrotar a la Muerte, para
concedernos su vida eterna. Pero les había pedido a sus discípulos que lo
acompañaran con la oración, pero los discípulos, faltos de amor hacia Él, se
durmieron, lo que les valió el reproche de Jesús: “¿No habéis podido velar
Conmigo una hora?”. Y mientras los discípulos dormían, sus enemigos se
mostraban, por el contrario, sumamente activos, porque se dirigían a toda prisa
hacia el Huerto, para arrestar a Jesús, iniciando así el proceso que habría de
culminar con el inicuo juicio que lo condenaría a muerte de cruz. En nuestros
días, sucede lo mismo: mientras los cristianos, llamados a adorarlo en su
Presencia Eucarística y llamados a custodiarlo en el sagrario, en vez de hacer
esto, duermen, sus enemigos de su Presencia Eucarística se muestran, por el
contrario, activos, sumamente activos, despiertos y vigilantes, prontos para
robar formas consagradas, para luego someterlas a los más horrendos ultrajes,
repitiendo la escena evangélica del arresto de Jesús en el Huerto de los Olivos
y su posterior ultraje a manos de la soldadesca. También hoy nos dirige Jesús
el mismo reproche, a nosotros, cristianos tibios, que preferimos la televisión
a la oración, internet antes que adorar, sentarnos cómodos en un sillón antes que
hacer algún sacrificio por la conversión de los pecadores, ver un programa
televisivo antes que rezar el Rosario, y así tantas cosas más, que demuestran
nuestra tibieza, nuestra indiferencia y nuestro desamor hacia Jesús, su Pasión
y su Presencia Eucarística. ¡Virgen María, Nuestra Señora de la Eucaristía,
despiértanos de nuestro letargo, concédenos la gracia de amar a tu Hijo Jesús
en la Eucaristía, con el mismo amor con el que tú lo amas!
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación
En la cruz, el Viernes Santo, Jesús entregó su Cuerpo, su
Sangre, su Alma y su Divinidad; en cada Santa Misa, renovación incruenta y
sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, Jesús entrega su Cuerpo, su
Sangre, su Alma y su Divinidad; en la Eucaristía, Jesús está Presente, real y
substancialmente, para entregar su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad a
todo aquel que lo reciba con fe y con amor en la comunión sacramental. Sin embargo,
algunos, en vez de recibir al Amor de Dios –eterno, infinito, inagotable,
inabarcable- que se nos brinda sin reservas, todo contenido y “concentrado”
bajo apariencia de pan, algunos, inexplicablemente, en vez de deleitarse con
este Manjar Super-substancial, con este Pan Vivo bajado del cielo, con este
Maná Verdadero que alimenta al alma con la deliciosa substancia divina, que es “un
piélago de Amor infinito”, algunos, movidos por inconfesables motivos, simulan
comulgar, fingen recibirlo para la comunión y en vez de comulgar, secuestran al
Señor Jesús, oculto en la Eucaristía, y lo someten a ultrajes, sacrilegios,
profanaciones, inenarrables, tramadas y planificadas en las más oscuras
madrigueras del Infierno, llevadas a cabo por hombres siniestros, aliados de
las tinieblas vivientes, Satanás y los ángeles caídos. ¡Oh Jesús Eucaristía,
ten piedad de los pobres pecadores, especialmente de aquellos que profanan tu
Presencia Eucarística, y envía sobre ellos, por intercesión de Nuestra Señora
de la Eucaristía, un rayo de tu luz, que disipe las tinieblas de sus mentes y
de sus corazones! También te suplicamos, oh Amado Jesús Eucaristía, que
aceptes, también por intercesión de María Virgen, nuestras humildes oraciones y
reparaciones, al tiempo que te ofrecemos nuestros pobres corazones para que
sean ellos los que reciban, en tu lugar, los sacrilegios, insultos y desprecios
que a Ti te dirigen, para que así tengas aunque sea un mínimo consuelo.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Un
Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres
Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las
indulgencias del Santo Rosario.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
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