miércoles, 25 de noviembre de 2015

Hora Santa en reparación por los ultrajes y sacrilegios contra la Eucaristía ocurridos en Pamplona, España


El "artista", Abel Azcona, profanando la Eucaristía y simulando comulgar, para inmediatamente robar la Hostia Consagrada.

         Inicio: En estos últimos días nos hemos enterado, por medio de la Red, acerca de una desagradable y lamentable noticia: un supuesto “artista plástico” español –llamado Abel Azcona- profanó triplemente la Eucaristía en Pamplona, España: primero, simulando comulgar y robándolas en cambio, sustrajo 248 Hostias consagradas; luego, realizó su “obra artística”, colocando las Hostias en el suelo y disponiéndolas de modo que formaran la palabra “Pederastia” –según sus declaraciones, el mismo “artista” sufrió un abuso, lo cual lamentamos y repudiamos y, por este hecho, nos solidarizamos con este señor, aunque obviamente, no por el sacrilegio- y, por último, mantiene “secuestradas” (literalmente) a unas 200 Hostias, ya que luego de levantar la blasfema obra, se niega a devolver las Hostias robadas y profanadas.
Por lo tanto, ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio a Nuestro Señor Jesucristo por lo acontecido, suplicando la devolución de las Hostias robadas y la conversión de la/s persona/s autora/s del sacrilegio, al tiempo que pedimos también para nosotros, para nuestros seres queridos y para todo el mundo, la más grande gracia que pueda recibir una persona en esta vida: la gracia de la conversión y la contrición del corazón.
Algunos de los sitios que dan cuenta de este horrible sacrilegio son los siguientes: https://www.aciprensa.com/noticias/exposicion-sacrilega-en-espana-roban-formas-consagradas-y-escriben-pederastia-con-ellas-46217/); http://www.iglesianavarra.org/noticias/2015/11/profanar-a-jesus-eucaristia-es-un-sacrilegio-gravisimo/; http://observatorioantisectas.blogspot.com.ar/2015/11/sacrilegio-eucaristico-en-pamplona-y.html

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elegir).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Jesús en la Eucaristía es Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en el Pan Eucarístico. La Eucaristía no es un “pan bendecido” en una ceremonia religiosa: es la Presencia real y substancial del Hombre-Dios Jesucristo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Jesús está en la Eucaristía con su Cuerpo glorioso, así como está en el cielo y así como es adorado por los ángeles y santos en el cielo y en la eternidad, así es adorado por la Iglesia Peregrina en el tiempo y en la tierra; la diferencia entre su Presencia gloriosa en el cielo y su Presencia gloriosa en la Eucaristía es solamente el hecho de que a nuestros ojos mortales, Jesús se nos presenta oculto bajo el velo sacramental, pero es Él, el Dios Tres veces Santo, Fuente de la gloria y la Gloria Increada en sí misma, Quien se encuentra en la Eucaristía. No podemos verlo con los ojos del cuerpo, porque a nuestros sentidos, aparece como si fuera pan, en apariencia de pan, pero es sólo apariencia, porque la substancia del pan ya no está más, porque se ha convertido en las substancias gloriosas de su Humanidad divinizada y de su divinidad, porque Él es la Persona Segunda de la Trinidad encarnada en Jesús de Nazareth. Jesús, en la Eucaristía, es Dios Hijo encarnado, que posee el Acto de Ser divino trinitario y como tal, es Dios Eterno, Dios sin principio en el tiempo, que Es desde toda la eternidad y que permanece inmutable en su Ser divino perfectísimo por toda la eternidad. Jesús en la Eucaristía es Dios Hijo, enviado por Dios Padre, para comunicar a Dios Espíritu Santo por la efusión de su Sagrado Corazón, a todo aquel que lo reciba en la Sagrada Comunión en estado de gracia santificante, con fe, con piedad, con devoción y, sobre todo, con amor.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En la Eucaristía está Jesús con su Sagrado Corazón que late, vivo y glorioso, con la vida, la fuerza y el ritmo del Amor de Dios, el Espíritu Santo. En la Eucaristía está contenido el Sagrado Corazón de Jesús, el mismo Corazón que se le apareció a Santa Margarita; el Corazón que está envuelto en las llamas del Divino Amor; el Corazón que arde en deseos de comunicar el Fuego que lo consume, el Espíritu Santo, el Amor de Dios; el Corazón que no desea otra cosa que darse totalmente, sin reservas, con la infinita plenitud del Divino Amor que lo inhabita, a todas y cada una de las almas; el Corazón que desea incendiar a las almas en el Fuego del Amor Divino, porque el Fuego de este Corazón es el Fuego del que hablaba Jesús cuando dijo: “He venido a traer Fuego a la tierra, ¡y cómo desearía que estuviera ya ardiendo!”; es el Corazón que sufrió una angustia de muerte en el Getsemaní, al ver la inmensidad de la malicia del corazón del hombre; es el Corazón que, suspendido en la cruz, aún después de muerto Jesús, al ser atravesado por la lanza del soldado romano, latió por última vez, para derramar sobre la humanidad hasta la última gota de Sangre, la Sangre del Divino Cordero, Sangre que quita los pecados del mundo y concede la vida eterna a los que, con corazón contrito y humillado, se arrodillan ante la cruz para besar los pies de Jesús y pedir que su Sangre caiga sobre ellos, no en el sentido blasfemo de los que pedían su condena en el Evangelio, sino piadosamente, porque saben que en la Sangre del Divino Cordero está contenido el Espíritu Santo, que borra los pecados y santifica el alma. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, imploramos tu gracia y tu perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman; imploramos tu misericordia por aquellos hijos tuyos que “no saben lo que hacen” cuando comulgan sacrílegamente con la intención de robar la Eucaristía para luego cometer toda clase de sacrilegios, impiedades y profanaciones! ¡Por el amor del Inmaculado Corazón, ten piedad de los pobres pecadores!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Día a día, Jesús en la Eucaristía es horriblemente ultrajado por los hombres ingratos e indiferentes a su Presencia sacramental y a su Amor contenido en su Sagrado Corazón Eucarístico. Como si fuera un ladrón, los hombres, de todas las edades y condiciones sociales, huyen de la Presencia Eucarística de Jesús y de la Comunión Eucarística; como si Jesús Eucaristía fuera un bandido que sólo desea hacerles mal, los hombres se apartan de Él y lo dejan solo en el sagrario, haciendo oídos sordos a sus llamados de Amor; como si Jesús Eucaristía fuera un asaltante de caminos, los hombres se apartan de Él y lo abandonan, despreciando con su indiferencia las gracias inimaginables que Jesús concede a todos los que a Él se acercan con humildad y sinceros deseos de conversión. Jesús sólo quiere dar el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico, pero sólo recibe a cambio ultrajes, desprecio, abandono, soledad, cuando no es robado y llevado secuestrado para ser sometido a las más horrendas e inimaginables profanaciones. Es por eso que a Jesús Eucaristía, el Dios del sagrario, el Dios de la Eucaristía, le dirigimos, postrados en adoración y con el deseo de reparar nuestros pecados y los de los hombres, las oraciones que el Ángel de Portugal, arrodillado en tierra y doblando su rostro hasta el suelo, les enseñara a los Pastorcitos: “Dios Mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”. Al Dios de la Eucaristía, Cristo Jesús, cuyo Sagrado Corazón late de Amor en la Hostia Consagrada, le decimos: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente, y te ofrezco el precioso cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación de los sufragios, sacrilegios e indiferencia por medio de las cuales Él es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y por el Inmaculado Corazón de María, pido humildemente por la conversión de los pobres pecadores”. ¡Oh Jesús, Dios de la Eucaristía, Dios del sagrario! Te suplicamos perdón y misericordia por los horribles ultrajes y sacrilegios a los que te ves sometido día a día por la ingratitud, la indiferencia y el desprecio de los hombres, por quienes entregaste tu Vida en la cruz y por quienes entregas tu Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. Ten piedad de ellos y también de nosotros, pobres pecadores, y por intermedio del Inmaculado Corazón de María, Nuestra Señora de la Eucaristía, acepta nuestra humilde oración de reparación y adoración, para que te sirva de consuelo en medio de tanta amargura.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         En el Huerto de los Olivos, Jesús pidió a sus discípulos que orasen con Él, pero los discípulos, llevados por el cansancio, pero sobre todo por la indiferencia, el desamor y la ingratitud hacia Jesús y su Pasión, se rindieron al sueño, mientras Jesús oraba y sudaba sangre, ante la vista de la horrible fealdad del pecado, nacido del corazón del hombre. En el Huerto, Jesús, que llevaba sobre sí los pecados de todos los hombres, sufrió además los dolores, las penas, las muertes de todos los hombres, y fueron la visión de los pecados y el sufrimiento agónico de todas las muertes de la humanidad entera, los que le produjeron el sudor de sangre, de su Sangre Preciosísima, que así comenzaba a ser derramada por nuestra salvación. Jesús sudó sangre no como consecuencia de un mero estrés, sino por el agobio que le produjo contemplar la inmensidad del mal anidado en el corazón del hombre, cuyo castigo Él, siendo Inocente, habría de sufrir de forma vicaria para la salvación de las almas, y el dolor producido en su naturaleza humana, al sufrir en sí mismo las muertes de todos los hombres. Con su exudación de Sangre, Jesús comenzaba así a lavar los pecados de la humanidad y comenzaba también a derrotar a la Muerte, para concedernos su vida eterna. Pero les había pedido a sus discípulos que lo acompañaran con la oración, pero los discípulos, faltos de amor hacia Él, se durmieron, lo que les valió el reproche de Jesús: “¿No habéis podido velar Conmigo una hora?”. Y mientras los discípulos dormían, sus enemigos se mostraban, por el contrario, sumamente activos, porque se dirigían a toda prisa hacia el Huerto, para arrestar a Jesús, iniciando así el proceso que habría de culminar con el inicuo juicio que lo condenaría a muerte de cruz. En nuestros días, sucede lo mismo: mientras los cristianos, llamados a adorarlo en su Presencia Eucarística y llamados a custodiarlo en el sagrario, en vez de hacer esto, duermen, sus enemigos de su Presencia Eucarística se muestran, por el contrario, activos, sumamente activos, despiertos y vigilantes, prontos para robar formas consagradas, para luego someterlas a los más horrendos ultrajes, repitiendo la escena evangélica del arresto de Jesús en el Huerto de los Olivos y su posterior ultraje a manos de la soldadesca. También hoy nos dirige Jesús el mismo reproche, a nosotros, cristianos tibios, que preferimos la televisión a la oración, internet antes que adorar, sentarnos cómodos en un sillón antes que hacer algún sacrificio por la conversión de los pecadores, ver un programa televisivo antes que rezar el Rosario, y así tantas cosas más, que demuestran nuestra tibieza, nuestra indiferencia y nuestro desamor hacia Jesús, su Pasión y su Presencia Eucarística. ¡Virgen María, Nuestra Señora de la Eucaristía, despiértanos de nuestro letargo, concédenos la gracia de amar a tu Hijo Jesús en la Eucaristía, con el mismo amor con el que tú lo amas!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         En la cruz, el Viernes Santo, Jesús entregó su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; en cada Santa Misa, renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, Jesús entrega su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; en la Eucaristía, Jesús está Presente, real y substancialmente, para entregar su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad a todo aquel que lo reciba con fe y con amor en la comunión sacramental. Sin embargo, algunos, en vez de recibir al Amor de Dios –eterno, infinito, inagotable, inabarcable- que se nos brinda sin reservas, todo contenido y “concentrado” bajo apariencia de pan, algunos, inexplicablemente, en vez de deleitarse con este Manjar Super-substancial, con este Pan Vivo bajado del cielo, con este Maná Verdadero que alimenta al alma con la deliciosa substancia divina, que es “un piélago de Amor infinito”, algunos, movidos por inconfesables motivos, simulan comulgar, fingen recibirlo para la comunión y en vez de comulgar, secuestran al Señor Jesús, oculto en la Eucaristía, y lo someten a ultrajes, sacrilegios, profanaciones, inenarrables, tramadas y planificadas en las más oscuras madrigueras del Infierno, llevadas a cabo por hombres siniestros, aliados de las tinieblas vivientes, Satanás y los ángeles caídos. ¡Oh Jesús Eucaristía, ten piedad de los pobres pecadores, especialmente de aquellos que profanan tu Presencia Eucarística, y envía sobre ellos, por intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía, un rayo de tu luz, que disipe las tinieblas de sus mentes y de sus corazones! También te suplicamos, oh Amado Jesús Eucaristía, que aceptes, también por intercesión de María Virgen, nuestras humildes oraciones y reparaciones, al tiempo que te ofrecemos nuestros pobres corazones para que sean ellos los que reciban, en tu lugar, los sacrilegios, insultos y desprecios que a Ti te dirigen, para que así tengas aunque sea un mínimo consuelo.

 Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.




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