El reproche de Jesús a sus discípulos, más que reproche, es
un lamento. Triste su Corazón hasta la muerte, a causa de la inmensidad de la
malicia del corazón humano, malicia que Él habría de expiar por amor, Jesús se
había retirado “a una distancia de un tiro de piedra” a orar al Padre, para pedirle
fuerzas y así poder afrontar la obra de la Redención de la humanidad. Antes de
alejarse, les había pedido a sus amigos –“Ya no os llamo siervos, sino amigos”,
les había dicho en la Última Cena- que rezaran: “Quedaos aquí y haced oración”,
pero luego de orar, regresa –tres veces- y los encuentra dormidos, y el hecho
de comprobar la pereza espiritual de sus discípulos y amigos, es lo que motiva
el reproche o, como decíamos, el lamento de Jesús: “¿No habéis podido orar ni
siquiera una hora?” (Mt 26, 26-46).
No es indiferente el hecho de que los discípulos recen o no:
en contraposición a los amigos de Jesús, cuya falta de amor les hace dormirse y
no rezar, los enemigos de Jesús, movidos no solo por la más completa ausencia
de amor, sino además, movidos por el amor al dinero –lo que lleva a Judas
Iscariote a entregar a Jesús es la codicia-, se muestran activos y eficaces en
su propósito, pues se movilizan de modo coordinado y presuroso y consiguen su
objetivo: en poco tiempo, con velocidad, premura y eficacia, logran capturar a
Jesús, dando así inicio a los acontecimientos que desembocarían en su muerte en
Cruz.
¿No se trata acaso de
una representación de nuestros tiempos? ¿Cuántos católicos, amigos de Jesús,
deberían hacer adoración eucarística, acompañando a Jesús en la Eucaristía,
orando y expiando por los pecados de los hombres, y en vez de hacerlo, duermen
un sueño letárgico, hipnotizados por los ídolos del mundo? ¿Cuántos católicos
son capaces de sacrificarse hasta lo inimaginable, con tal de acudir el domingo
para ver a su equipo favorito de fútbol, pero no son capaces de hacer ni
siquiera un solo paso en dirección a la Santa Misa? Y así, con los innumerables
ídolos que el neo-paganismo contemporáneo presenta al hombre día a día, todos
los días.
“¿No
habéis podido orar ni siquiera una hora?”. Como adoradores eucarísticos, como
amigos de Jesús, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús nos dirige el mismo
reproche-lamento, toda vez que, o faltamos a nuestra cita en la adoración o, si
bien acudimos, estamos corporalmente delante de Jesús, pero con el espíritu
adormecido, pensando en las cosas del mundo. Y si comprobamos que estamos
dormidos, que sea entonces el Amor de Dios el que nos despierte, para que
adoremos al Amor de los amores con un amor que sea el anticipo de la adoración eterna
que le tributaremos en el cielo.
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