Inicio: Entramos en el Oratorio, hacemos silencio y
pedimos a María Santísima que lleve nuestras oraciones ante la Presencia del
trono de Dios, Jesús en la Eucaristía. Pedimos también el auxilio de nuestros
ángeles custodios, para que nuestra humilde adoración se una a la adoración que
ellos tributan en el cielo al Cordero de Dios, Presente en Persona en el Santísimo
Sacramento del altar. Nuestra adoración de hoy será en reparación por los
jóvenes que malgastan sus vidas en el vicio y en la drogadicción, pidiendo por
su conversión y su regreso a los sacramentos, fuentes de gracia y de vida
eterna.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
Canto de entrada: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.
Meditación
Oh Jesús, Divino Redentor, que estás en el sagrario como
Prisionero de Amor, esperando nuestras visitas, y a cambio recibes de nuestra
parte, indiferencia, ingratitud y frialdad; Tú eres el Dios eternamente joven,
que reina en los cielos por la eternidad, ante el gozo y el éxtasis de amor de
ángeles y santos; Tú, que en tu vida terrena
fuiste también joven, y diste tu vida en la Cruz en la flor de tu juventud; Tú
que te ofrendaste al Padre como Joven puro y santo, porque eres el Dios Tres
veces Santo, y nos concediste esta vida para que la ofrendáramos a Ti, en
holocausto de amor y de acción de gracias, te pedimos perdón y reparamos por
tantos jóvenes, llenos de salud y de vigor, que en vez de orientar sus jóvenes
vidas hacia Ti, las malgastan en el vicio y en el pecado, en la drogadicción y
en la música perversa -entre las más perversas, el rock satánico y la cumbia-,
caminos todos de oscuridad, de malicia y de negación del Amor divino,
disfrazados de liberación, de diversión y de entretenimiento. Te suplicamos,
Jesús, Redentor Divino, sopla sobre los corazones de estos jóvenes, perdidos en
tinieblas de muerte, tu Espíritu de Amor divino, y concédeles la gracia de que
te conozcan y amen a Ti, único Dios verdadero.
Silencio para meditar.
Jesús, Salvador de los hombres, que viniste a este mundo
para dar tu vida divina en el sagrado Árbol de la Cruz, te pedimos por los
jóvenes de nuestro tiempo, porque muchos de ellos son atraídos por los falsos
dioses y los vanos ídolos que día a día se multiplican más y más; muchos
jóvenes no te conocen y no te aman, no creen, ni esperan, ni adoran tu
Divinidad, y en cambio son seducidos y atrapados por las modas vanas, por el
materialismo, por la tecnología, por el cientificismo, por las apetencias de
dinero, de poder y de sensualidad, y así, ya desde su temprana juventud, se
desvían del Camino luminoso de la Cruz, el único camino que lleva al cielo,
para desviarse por los tenebrosos senderos del mal, que conducen a la perdición
eterna.
Silencio para meditar.
Jesús, Divino Maestro, te suplicamos por los jóvenes de hoy,
que están siendo seducidos en número cada vez mayor, por hombres sin
escrúpulos, que no dudan en destruir sus vidas, convirtiéndolas, de ramos
verdes que crecen hacia arriba en busca del sol, en ramas secas y quebradas que
caen por tierra para ser pisoteadas y quemadas; así es como muchos jóvenes han
caído en los oscuros abismos de la drogadicción, la cual los sumerge en la
degradación moral, en la perversión y en el libertinaje sexual, separándose así
de sus familias, de sus seres queridos, comprometiendo para siempre su
capacidad laboral y arruinando sus
vidas, truncando de modo irremediable los más hermosos proyectos de
vida. Te pedimos por ellos, Jesús, y también por quienes, sin escrúpulos, los
introducen en este mundo de tinieblas y de dolor, para que conociéndote te
amen, amándote te adoren, y adorándote en esta vida, continúen haciéndolo por
la eternidad. Amén.
Silencio para meditar.
Jesús, Dios del sagrario, vivimos en la época de la
humanidad en la que abundan, como nunca antes en la historia, los brujos, los
satanistas y los magos, que buscan la iniciación luciferina de la humanidad y
su consagración a Satanás, el Príncipe de las tinieblas. Muchos, muchísimos
niños, adolescentes y jóvenes, caen en sus garras infernales, ingresando en el
mundo del ocultismo a través del tablero ouija, el juego de la copa, el tarot,
la religión wiccana, sin saber que detrás de la curiosidad y la apariencia de
juego inocente, se encuentra el Ángel caído, que pretende arrastrarlos al
abismo para siempre. Oh Jesús, Tú eres el Dios verdadero, Tú los creaste, y los
creaste para que se deleitaran en Ti y no para que adoraran idolátricamente al
Espíritu del mal, el demonio. Por tu Sangre derramada en la Cruz, te pedimos
por estos jóvenes, Jesús; sacude sus corazones, hazles saber de Ti, para que
abandonando la oscura senda del Maligno, senda de la oscuridad, del error y de
la muerte, te sigan a Ti, Camino, Verdad y Vida.
Silencio para meditar.
Jesús, Dios de la Eucaristía, te pedimos por los jóvenes
que, por diversas circunstancias, venden sus cuerpos al mejor postor,
profanándolo y profanando al Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima
Trinidad, a quien pertenece el cuerpo del hombre por el bautismo. Muchos
jóvenes profanan su cuerpo, templo del Espíritu Santo, porque llenan este
templo con música profana, con diálogos y conversaciones impuras, con pensamientos,
deseos y miradas de impureza; muchos jóvenes saturan sus cuerpos y sus cerebros
con alcohol, drogas y toda clase de substancias tóxicas, dañándolo
irremediablemente, pero sobre todo profanando al Dulce Amor de Dios, que gime
con gemidos inenarrables al comprobar el estado de condenación en el que estos
jóvenes se colocan, libremente, por propia decisión. Oh Jesús, te suplicamos
por ellos, para que les concedas la gracia de conocerte y amarte; sólo así,
convertirán a sus cuerpos, de templos ultrajados, en templos radiantes de luz
de la gracia divina, templos en los que sólo se oirán cantos de alabanza a Ti,
Dios verdadero, y de amor fraterno a los hombres; templo que exhalará el
exquisito perfume de la pureza y de la castidad; templo que tendrá al corazón
por altar y sagrario de la Eucaristía, y cuya Puerta será el Inmaculado Corazón
de María.
Silencio para meditar.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
Canto de salida: “El trece de Mayo”.
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