jueves, 17 de octubre de 2024

Hora Santa en reparación por atentado sacrílego contra imagen de la Virgen y el Niño por parte de política liberal ecologista suiza Sanika Amety 080924

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en reparación por el ultraje cometido por la política liberal ecologista suiza Sanika Amety contra una imagen sagrada de la Virgen y el Niño. La susodicha política utilizó la imagen sagrada como blanco de su arma de dióxido de carbono, subiendo luego las imágenes a su cuenta de la red social “X”, aunque luego borró el video. Para más detalles sobre el sacrílego atentado, se puede consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=3RvVYHq6EUE

Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que “la santidad no es posible si no vivimos constantemente en la humildad, con el odio al pecado y con el arrepentimiento del pecado”[1]. Ahora bien, continúa este mismo autor, estos sentimientos de contrición y de pesar de sí mismos, deben tener por fin último y primario y exclusivo a Nuestro Señor Jesucristo para ser saludables, puesto que el orgullo puede subsistir bajo las apariencias de una falsa humildad. Si no existe en el alma la intención de imitar a Cristo, no hay santidad posible y cualquier virtud se convierte en falsa virtud, incluida la humildad, la virtud explícitamente pedida por Jesucristo: “Aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29).

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

En este sentido, la Santa Misa nos ayuda a comprender la verdadera y auténtica virtud de la humildad, cuando contemplamos, con la luz del Espíritu Santo, la inmensa majestad del Hombre-Dios Jesucristo, Quien Es el que se hace Presente en Persona en la Sagrada Eucaristía con su Cuerpo y su Sangre luego de las palabras de la consagración, por el milagro de la transubstanciación. Luego de contemplar la inmensa majestad de la Eucaristía, la comparamos con la realidad de nuestra nada más pecado y así nos vemos en nuestra nada y caemos en la cuenta de que el menosprecio de nosotros mismos frente a Dios es lo que nos corresponde existencialmente.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Al compararnos con la infinita majestad de la Sagrada Eucaristía en el Altar Eucarístico, en la Santa Misa, no cabe otra cosa que el menosprecio de nosotros mismos y así caemos en la cuenta que la adulación que nosotros nos hacemos a nosotros mismos, no corresponde en absoluto con la realidad de nuestro ser en acto. Solo el menosprecio, por nuestra realidad de nada más pecado, nos corresponde, frente a la realidad absolutamente grandiosa del Pan Vivo bajado del cielo y esto contribuye grandemente en hacernos crecer en la humildad y en el anonadamiento y en el menosprecio de nuestro “yo” y de nuestra soberbia y orgullo.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

La grandeza infinita, sin límites, de la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, nos facilita la tarea de sabernos carentes de todo mérito; todavía más, podríamos decir que, a los méritos infinitos de Nuestro Señor Jesucristo en el Altar de la Cruz, el Calvario -y en la Cruz del Altar, la Santa Misa-, le oponemos la carencia infinita de méritos de nuestra parte, con lo cual resalta nuestra nada absoluta y a esa nada absoluta le agregamos el pecado, con lo cual es más que suficiente para postrarnos ante el Cristo crucificado del Altar Eucarístico, menospreciándonos a nosotros mismos y al mismo tiempo, reconociendo en Cristo al Dios Todopoderoso, Glorioso y Tres veces Santo, que por nosotros desciende del Cielo para dejar su Cuerpo Santísimo en la Hostia y su Sangre Gloriosísima en el Cáliz.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Ahora bien, por la Santa Misa, no solo logramos acceder a la realidad del vacío de nuestra nada más pecado, sino que luego de despreciarnos en la nada de nuestra soberbia y en nuestro orgullo, podemos colmar esta nada y este vacío con los méritos infinitos de Nuestro Señor Jesucristo, que por su infinita misericordia nos pertenecen, porque Él nos los consiguió para nosotros en la Cruz del Calvario y nos los dona en la Cruz del Altar.  Así la nada de la miseria de nuestro ser humano pecador, se colma con la gloria del Ser divino trinitario que se nos dona por la Eucaristía.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Francois Charmot, La Messe, source de sainteté, Editorial Spes, París 1960, 69.


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