sábado, 21 de noviembre de 2015

Es una gracia inapreciable contar con un Oratorio de Adoración Eucarística


(Homilía en ocasión de la Santa Misa de acción de gracias por un nuevo aniversario del Oratorio de Adoración Eucarística perteneciente a la Parroquia)

         Para una comunidad parroquial, el hecho de poseer un Oratorio de Adoración Eucarística es una gracia literalmente inapreciable, porque por mucho esfuerzo que hagamos para entender el alcance de esta gracia, nunca vamos a poder alcanzar a dimensionar, ni en esta vida, ni en la otra, lo que significa tener la Presencia de Jesús Sacramentado, expuesto para su adoración, todos los días del año.
         Como decimos, es una gracia incomparable, inimaginable, y como todas las cosas de Dios, es algo demasiado grande para nuestra pequeñez humana. Es muy pequeño nuestro entendimiento, para que podamos entender cómo es posible que el Dios de los cielos, al que adoran ángeles y santos en la eternidad, se encuentra aquí y ahora, en medio nuestro, en nuestro tiempo; es muy pequeño nuestro corazón, para amar al Dios del Amor, y es por eso que las palabras de Santa Teresa de Ávila se hacen realidad: “El Amor no es amado”. Jesús, en la Eucaristía, es el Dios Amor –porque “Dios es Amor”, dice San Juan Evangelista (1 Jn 4, 8)-, el Dios que es el rostro de la misericordia del Padre, el Dios que es la Misericordia Encarnada, y está en la Eucaristía, con su Sagrado Corazón Eucarístico latiendo con la fuerza y el ritmo del Amor de Dios, el Espíritu Santo, suspirando de amor por todos y cada uno de nosotros, con el solo deseo de donarnos la inmensidad de su Amor, pero nosotros no tenemos ni tiempo, ni ganas, ni amor suficiente para devolver amor al Amor, como dice el dicho: “Amor con amor se paga”.
         Jesús está en la Eucaristía no en el recuerdo, no en la imaginación de los fieles; su Presencia no depende de la fe de nadie, porque Él está ahí y estará hasta el fin de los tiempos, aún si nadie en el mundo tuviera fe, aún si nadie en el mundo creyera en su Presencia; sólo bastaría la consagración del pan y del vino de un débil y pobre sacerdote de campo, para que Jesús se haga Presente en la Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, como sucede en cada Santa Misa.
         Jesús está en la Eucaristía para ofrecernos el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico y no quiere otra cosa de nosotros sino que le demos nuestro amor. Cuando se le apareció a Santa Margarita María de Alacquoque, Jesús le pidió su corazón, lo introdujo en el suyo, y lo sacó convertido en un corazón de fuego, porque era el mismo corazón de Santa Margarita, que había sido sumergido en el Fuego del Divino Amor que arde sin consumir al Sagrado Corazón de Jesús. Lo mismo quiere hacer Jesús con cada uno de nosotros: quiere que le demos la pequeñez de nuestro corazón, con todo lo que está allí contenido, para sumergirlo en el Fuego del Divino Amor, que arde en su Corazón, para no solo purificar y santificar nuestros corazones y nuestros amores, sino para convertirlos en copias e imágenes vivientes de su Sagrado Corazón. También quiere hacernos partícipes de las tristezas y amarguras que experimentó en su Pasión, pero eso solo lo hace con quienes más ama.
         El oratorio debería estar abarrotado de fieles, pero no lo está, porque faltan adoradores, mientras que sobran los que hacen fila para asistir a espectáculos deportivos y de toda clase, o para recibir dinero de un cajero automático, o para vivar a ídolos musicales. Faltan adoradores, sobran quienes aman al mundo.
         ¿Y qué debemos hacer cuando venimos a adorar? Por supuesto que Jesús es Dios omnipotente y, como tal, puede concedernos absolutamente todo lo que le pidamos, siempre que sea conveniente para nuestra salvación. Pero si venimos solamente a pedir, entonces nuestra relación y nuestro trato con Jesús Sacramentado no pasa de ser una relación y un trato interesados, como si dijéramos: “Antes que tu Amor, quiere que me des lo que te pido”. Buscaríamos a Jesús en la Eucaristía por mezquindad, por intereses egoístas y amaríamos a Jesús de modo mezquino y egoísta, porque lo amaríamos no por lo que Es, Dios de infinita majestad y Amor, sino por lo que da, que es lo que le pedimos. Amaríamos “los consuelos de Dios, y no al Dios de los consuelos”, como dice Santa Teresa de Ávila. Amaríamos a Jesús no con amor de amistad, como Él nos ama: "Ya no os llamo siervos, sino amigos" (Jn 15, 15), sino con amor interesado, mezquinos. No debemos entonces acudir a la adoración eucarística para pedir –o al menos, no debe ser esa la intención primaria, si es que de veras queremos amar a Jesús Eucaristía-, sino que debemos acudir a la adoración eucarística para dar gracias, para ofrecer oraciones y sacrificios por vivos y difuntos, por la conversión de los pecadores, muchos de los cuales, como dice la Virgen en Fátima, se condenan en el lago de fuego porque “no hay nadie que rece por ellos”; deberíamos venir a la adoración eucarística para unirnos a la Pasión del Redentor, para participar de su Pasión en cuerpo y alma, ofreciendo lo que somos y tenemos para que Él disponga de nuestras vidas como le plazca; finalmente, deberíamos acudir a la adoración eucarística sin otro objetivo que el de simplemente amar, adorar y reparar; para adorar y amar con todo nuestro ser al Dios Amor en la Hostia consagrada. Y sin embargo, faltan adoradores, porque como dice Santa Teresa, “el Amor no es amado”.
         Para medir nuestro grado de amor a Jesús Eucaristía, y para que caigamos en la cuenta de cuán cierta es la frase de Santa Teresa  de Ávila: “El Amor no es amado”, debemos preguntarnos: ¿qué pasaría si en vez de Jesús Eucaristía, estuviera un dispensador de dólares, que regalara miles de dólares por segundo a quienes se pongan delante suyo? ¿Qué pasaría si en vez de Jesús Eucaristía, estuviera Messi, o Tévez, o Cristiano Ronaldo, o cualquier deportista o político, o personalidad de la cultura, del cine, del teatro, o algún gran personaje del mundo? ¿Qué pasaría si estuviera alguien que prometiera dar soluciones a todos los problemas, económicos, morales, espirituales, afectivos, de cada uno? ¿No acudirían los cristianos –niños, jóvenes, adultos- en masa, para recibir las migajas que pudieran darles?
         Sí, los cristianos acudirían en masa, dejando solo a Jesús en el sagrario, tal como lo hacen en nuestros días, porque “el Amor no es amado”.

         Tener un Oratorio de Adoración Eucarística es una gracia enorme, inabarcable para nuestra pequeñez humana, pero la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, viene en ayuda de nuestra pequeñez, porque Ella, la Madre del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, la Madre del Amor Hermoso, como Medianera de todas las gracias, puede concedernos las gracias que iluminen nuestras pobres mentes y corazones, para que apreciemos el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús y no lo dejemos de lado por los modernos ídolos con los que el mundo nos tienta. Que la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, nos ayude a discernir, para que no solo no caigamos en la tentación de adorar a los ídolos del mundo, el becerro de oro que adoró idolátricamente el Pueblo Elegido, sino que adoremos al Único y Verdadero Dios que merece ser adorado, Jesús, el Cordero de Dios, el Dios del Sagrario, el Dios de la Eucaristía.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Hora Santa en reparación y acción de gracias a Jesús Eucaristía


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y acción de gracias a Jesús Eucaristía.

         Canto inicial: “Cristianos, venid; cristianos, llegad”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elección).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

En el Huerto de los Olivos Jesús pidió a sus discípulos que lo acompañaran con la oración: “Quedaos aquí y velad conmigo” (Mt 26, 38), pero ellos, rendidos por el cansancio, pero sobre todo por la indiferencia, el desinterés y el desamor hacia Jesús, lo dejaron solo y, en vez de orar, se durmieron. Esto motivó su amargo reproche: “¿No habéis podido velar una hora Conmigo?” (Mt 26, 40). Hoy también necesita Jesús discípulos que lo amen, lo adoren y lo acompañen en el sagrario; pero hoy también nos dirige Jesús a nosotros el mismo reproche, porque nosotros, cristianos del siglo XXI, discípulos suyos, elegidos con amor de predilección de entre cientos de miles de hombres para acompañarlo en las amargas horas del Getsemaní, no somos capaces de acudir al sagrario o al oratorio, en donde Jesús se encuentra en la Eucaristía, para acompañarlo en su soledad, para orar por la conversión de los hombres pecadores, para hacernos partícipes de su Pasión redentora. Escuchemos la voz de Jesús que nos dice al corazón: “¿No habéis podido velar una hora Conmigo?”.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, gloria.

         Segundo Misterio del Santo Rosario.  

Meditación.

         Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; es el Cordero de Dios que lava los pecados del alma con su Sangre derramada en el Huerto y en la cruz. Siendo Él el Cordero Inocente, asumió sobre sí nuestros pecados; fue la visión de la espantosa malicia del pecado del hombre lo que le produjo una angustia de muerte: “Mi alma está triste hasta la muerte” y lo que lo llevó a sudar sangre. Jesús sudó sangre en el Huerto, como consecuencia de la angustia mortal que le provocó ver nuestros pecados, que con su horrible fealdad ofendían la Divina Majestad. Los mismos pecados que los hombres cometemos –aborto, eutanasia, crímenes de todo tipo, avaricia, lujuria, idolatría, pereza, gula- y que nos provocan placer de concupiscencia, en Jesús se traducen en una angustia y una tristeza mortal, que lo lleva a agonizar y si no le provocan la muerte –tal es el horror del pecado a los ojos de Dios- es porque el Padre ha dispuesto que debe aún sufrir más, hasta la muerte de cruz. Jesús Eucaristía nos llama, como cristianos, desde el sagrario, para que lo acompañemos con la oración, para que ofrezcamos nuestras vidas y lo que somos y tenemos, para reparar y expiar por nuestros pecados y los del mundo entero. Jesús nos llama, desde la Eucaristía, para que consolemos su Sagrado Corazón Eucarístico, estrujado de dolor y angustia ante el mal que anida en el corazón del hombre. ¿Por qué no respondemos a su llamado de Amor?

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el Huerto de los Olivos, además de la tristeza mortal por nuestros pecados, Jesús sufrió en su Cuerpo y en su Alma los dolores, enfermedades y muertes de todos los hombres, porque en su Pasión no solo lavó nuestros pecados, sino que también destruyó la muerte y santificó el dolor y la enfermedad, pero para hacerlo, sufrió verdaderamente cada dolor por nosotros experimentado, y sufrió también nuestra propia muerte; sufrió las agonías, dolores, penas, abandonos de todos y cada uno de los hombres, para así destruir la muerte, santificar el dolor y concedernos su vida eterna. Pero la Pasión de Jesús continúa en el signo de los tiempos, y es por eso que necesita que nosotros, los bautizados, que formamos su Cuerpo Místico, oremos junto a Él, que estás Presente en el misterio de la Eucaristía, para pedir por los pecadores pero también ofreciendo sacrificios por ellos; Jesús quiere que nos unamos espiritualmente a Él en su Pasión, para que unidos a Él por la adoración eucarística y ofreciéndonos en Él como víctimas, seamos corredentores de nuestros hermanos. Pero los cristianos en vez de acudir ante su Presencia sacramental, para unirnos a Él con nuestras vidas y ofrecerle nuestras tribulaciones, lo dejamos solo en el sagrario, para ocuparnos de nuestros propios asuntos y si vamos ante Él, es sólo para pedir, pero nunca para ofrecernos como víctimas junto a Él.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         En la Pasión, Jesús sufrió la humillación de ser pospuesto a un bandido, Barrabás, porque la multitud eligió a un asaltante de caminos, antes que a Él, el Cordero Inmaculado, el Cordero Inocente; cuando Pilatos dio a elegir a la multitud a quién había que liberar, si Jesús o Barrabás, la multitud enfurecida pidió la libertad de Barrabás y vociferó contra Jesús, pidiendo su muerte; la multitud prefirió a un ladrón y condenó a Jesús como a un delincuente, siendo él el Cordero Inocente, que jamás cometió pecado alguno y no podía hacerlo, porque era Dios Hijo en Persona. La misma escena del Evangelio, en la que la multitud huye de la Presencia de Jesús y prefiere a los enemigos del alma, se repite en nuestros días, porque hoy también, niños, jóvenes, adultos, ancianos, infligen a Jesús Eucaristía la misma humillación, porque posponen a Jesús Eucaristía por los ídolos del mundo –el deporte, la diversión, la televisión, internet, el descanso, los negocios-: cualquier ídolo es preferible, antes que venir a adorar a Jesús en la Eucaristía.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En el Huerto de Getsemaní Jesús rezaba y sudaba sangre, y sufría una tristeza mortal, al asumir sobre sí los pecados y las muertes de todos los hombres, para lavar los pecados con su Sangre y destruir la muerte con su propia muerte. Pero mientras Jesús oraba y sudaba sangre, ofreciendo su vida al Padre por nuestra salvación, sus discípulos, faltos de amor hacia Él, dormían. Paradójicamente, mientras ellos, los discípulos amados por Jesús, elegidos por Él por Amor, para que lo acompañaran en su misión de redimir al mundo, dormían, sus enemigos, instigados por el demonio, movidos por el odio y el amor al dinero, no sólo no dormían, sino que actuaban con velocidad, agilidad y astucia, para apresar a Jesús y condenarlo a muerte. Los discípulos de Jesús duermen; los discípulos de Satanás se muestran despiertos y activos. Los discípulos llamados por el Amor Encarnado, Jesús, duermen, porque no se muestran interesados por el Amor, ya que prefieren su propia comodidad y pereza; los discípulos llamados por el odio personificado, Satanás, no duermen, sino que, movidos por el odio y el amor al dinero, se mueven con agilidad sobrehumana. También hoy sucede lo mismo: Jesús, el Dios del Sagrario, el Dios de la Eucaristía, nos llama con su Amor desde su Presencia Eucarística, para que lo acompañes en su Pasión, pero al igual que ayer, nosotros, elegidos por el Amor para amar, adorar y orar a Jesús Eucaristía, preferimos dormir. Y también hoy como ayer, mientras nosotros dormimos, los enemigos de Jesús y de la Iglesia, guiados por el Príncipe de las tinieblas, se muestran astutos, veloces y sagaces para consumar sus planes de perdición eterna para las almas. Ellos, llamados por el odio personificado, Satanás, están despiertos y se muestran ágiles, veloces y astutos; nosotros, llamados por el Amor Encarnado, Cristo Jesús en la Eucaristía, dormimos. ¿Qué esperamos para despertar?

Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


martes, 10 de noviembre de 2015

Hora Santa y rezo del Rosario meditado en honor al Sagrado Corazón de Jesús


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los pecados del mundo.
         Canto inicial: “Cristianos, venid; cristianos llegad”.
         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).
         Primer Misterio del Santo Rosario.
         Meditación.
Sagrado Corazón de Jesús, cuando te apareciste a Santa Margarita, le mostraste tu Corazón que estaba rodeado por una corona de espinas. Las espinas, duras, filosas, desgarran tu Corazón a cada segundo, porque se introducen en él a cada latido, cuando el Corazón se expande, y se retiran de él, cuando el corazón se contrae, desgarrándolo y provocándote dolores inimaginables. Esta corona de espinas es la materialización de nuestros pecados, de toda clase de pecados. Tú le mostraste tu Sagrado Corazón rodeado de espinas a Santa Margarita, para que tomáramos conciencia de que los pecados que en el hombre producen placer de concupiscencia, en Ti se traducen en dolores gruesas, duras y filosas espinas que te provocan dolores acerbos, agudísimos, a cada instante y por lo tanto no hay instante en el que estés sin dolor. Sagrado Corazón, te pedimos que, por intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía, Madre del Sagrado Corazón, infundas en nosotros una gran compasión por los dolores de tu Corazón, para que si no nos mueve ni el deseo del cielo ni el temor del infierno para no ofenderte, al menos nos mueva la compasión hacia Ti, y así nos decidamos a no pecar más, para no clavarte y desgarrar a cada instante tu Sagrado Corazón.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Sagrado Corazón de Jesús, al aparecerte a Santa Margarita, le mostraste tu Corazón envuelto en llamas, las mismas llamas de fuego con la que dijiste en el Evangelio que querías incendiar al mundo: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cómo quisiera ya verlo ardiendo!”. Ese Fuego que envuelve a tu Sagrado Corazón es el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo de Dios, que es Fuego de Amor santo, que incendia a las almas en el Divino Amor. Es el Fuego que arde en tu Sagrado Corazón Eucarístico, el Fuego que Tú comunicas a quien te recibe con fe, con amor y con piedad. Es el Fuego con el que Tú quieres encender las almas y los corazones; es el Fuego que convierte a los corazones en imágenes vivientes de tu Sagrado Corazón. Es con este Fuego Santo con el que quieres incendiar la tierra, el que Tú quieres ya verlo ardiendo en los hombres. Pero los hombres, cuyos corazones son duros y fríos como la piedra, no quieren recibir este fuego y así como el fuego no puede encender la roca, así los corazones de los hombres, endurecidos y fríos por el desamor y el pecado, no pueden ser encendidos en el Amor de Dios. Te pedimos, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que por intercesión de María Santísima, hagas que nuestros corazones, negros y opacos como el carbón, se enciendan al contacto con las llamas que envuelven tu Sagrado Corazón, para que se conviertan en brasas ardientes, que ardan en el Amor Divino noche y día, ante tu Presencia Sacramental en esta vida y ante tu Presencia gloriosa en la vida eterna.
         Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Sagrado Corazón de Jesús, en la base de tu Corazón hay una cruz, llamada “Árbol de la Vida”, para indicarnos que quien quiera disfrutar del Dulce Fruto de este Árbol Santo, el Sagrado Corazón, lo que tiene que hacer es subir a la Cruz, así como cuando alguien sube a un árbol para tomar de él sus frutos. La Cruz, que está en la base de tu Corazón, es el Árbol de la Vida y ese Árbol da un fruto exquisito, que es tu Sagrado Corazón, envuelto en las llamas del Divino Amor. No hay otro camino, para probar este Fruto delicioso, que es tu Sagrado Corazón, que subir a la cruz, porque solo quien sube a la cruz está en condiciones de alcanzarlo. Tu Sagrado Corazón, lleno del Divino Amor, ardiendo en las llamas del Espíritu Santo, es el premio para quienes, junto a Ti, suben al Árbol Santo de la Cruz. La cruz, por sí misma, es amarga, pero tu Presencia en ella la vuelve dulce y amable, porque ofrece al viandante la sombra reparadora de tus alas, el Agua fresca y dulce de tu Costado traspasado y el Fruto exquisito, la Carne de tu Sagrado Corazón. Jesús, arrodillados ante tu cruz, besamos con amor y piedad tus pies atravesados por un grueso clavo de hierro; al besar tus llagas, nuestros labios quedan sellados con tu Sangre bendita, Sangre que adoramos y bebemos con fruición y con amor, Sangre que derramas por nuestra salvación, Sangre que es la vida de nuestras almas porque nos concede la Vida eterna; Sangre por la cual recibimos también el Espíritu Santo, que abrasa en el Amor de Dios. ¡Madre mía, Virgen de los Dolores! ¡Mira que soy muy pequeño y no puedo llegar por mí mismo para probar la dulzura del Corazón de tu Hijo que pende del Árbol de la Cruz! ¡Tómame entre tus brazos y elévame a lo alto para que sea capaz de probar el exquisito fruto del Árbol Santo, el Corazón de tu Hijo Jesús!
         Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Sagrado Corazón de Jesús, tu Corazón tiene una herida abierta, producida por la lanza del soldado romano; de esta herida fluye el contenido de tu Corazón, Sangre y Agua: la Sangre, que nos comunica tu Vida divina y el Agua que nos limpia los pecados. Quien recibe el contenido de tu Sagrado Corazón, queda por lo tanto santificado con tu misma santidad y sus pecados desaparecen, porque son lavados con el Agua bendita de tu Corazón. La Sangre y Agua de tu Corazón se nos comunica, oh Jesús, por los Sacramentos de la Iglesia, la Penitencia, que perdona nuestros pecados, y la Eucaristía, que nos da tu Vida eterna. Jesús, la lanza del soldado romano atravesó tu Sagrado Corazón, provocando un dolor agudísimo a tu Madre, la Virgen, que estaba al lado de la cruz. Haz, que por este lanzazo que traspasó tu Costado, que permanezcamos siempre postrados al pie de la cruz, para que la Sangre y el Agua que brotan de la herida abierta de tu Corazón, caiga sobre nuestras almas, lave nuestros pecados con el Agua y nos santifique con tu Sangre. María Santísima, Virgen de la Eucaristía, Nuestra Señora de los Dolores, tú, que estás al pie de la cruz, llévanos contigo, para que estemos siempre al pie de la cruz, para que en todo momento caiga sobre nosotros la Sangre de tu Hijo, la Sangre que nos perdona, nos santifica y nos concede la vida eterna.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Sagrado Corazón de Jesús, te agradecemos que nos hayas convocado ante tu Presencia Eucarística para adorarte en el Santísimo Sacramento del altar. Sagrado Corazón, que en el Huerto de los Olivos sufriste amargamente por nuestros pecados, te suplicamos que nos concedas la gracia, como a Santa Margarita, de hacernos partícipes de la mortal tristeza que sentiste en el huerto de los Olivos; te suplicamos que nos concedas la gracia de participar en tu Pasión, para que recibas al menos un pequeño consuelo ante tanto dolor y amargura que sumergió tu Alma Santísima en una “tristeza de muerte” (cfr. Mt 26, 38) por la visión de nuestros pecados. Haz que estemos íntimamente unidos a Ti, en el Huerto de los Olivos y en toda la Pasión; aún más, haz que estemos dentro de tu Sagrado Corazón, estrujado de dolor y de amargura ante la vista de tanta malicia surgida del corazón del hombre, para que podamos brindarte consuelo con nuestro pobre amor, nuestra penitencia y nuestro deseo de no ofenderte más; Sagrado Corazón de Jesús, en el Huerto de los Olivos sufriste amargamente por la inmensidad y la malicia de nuestros pecados, sufrimiento que se vio acrecentado por la acedia de tus discípulos, quienes en vez de orar, como les habías pedido, rendidos por la indiferencia hacia Ti y tu Amor se abandonaron al sueño; así también hoy, numerosos cristianos, a quienes llamas desde la Eucaristía para que te acompañen y participen de las dolorosas horas del Huerto y de tu Pasión, adormecidos por los placeres del mundo, llenas de sopor sus mentes y embotados sus corazones por la falta de amor hacia Ti, te dejan solo en el sagrario, colmándote de ultrajes por sus indiferencias. Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, haz que Nuestra Señora de la Eucaristía nos estreche fuertemente a su Inmaculado Corazón, para que cuando también nosotros seamos tentados por la pereza, la indiferencia y el desagradecimiento, nos estreche fuertemente contra su Corazón y nos comunique del Amor Santo en él contenido, para que así vivamos en tu Amor y de tu Amor y seamos capaces de adorarte en tu Presencia Eucarística en todo momento que nos quede de nuestra vida terrena, para luego contemplarte cara a cara por la eternidad.
Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Sitio del P. Álvaro: Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, http://adoracioneucaristicaperpetua.blogspot.com.ar

jueves, 29 de octubre de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los pecados del mundo


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los pecados del mundo[1].

         Canto inicial: “Cristianos, venid; cristianos llegad”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Jesús, háblanos al corazón, queremos hacerte compañía en la soledad del Huerto de los Olivos y en la soledad del sagrario, en donde te encuentras abandonado por la inmensa mayoría de los cristianos, por quienes diste tu vida y derramaste tu Preciosísima Sangre. Danos el consuelo y el alivio de tu Sangre Preciosísima, para que nos purifique de nuestros pecados y nos haga ser agradables ante Tu Presencia. Haznos participar de los dolores internos de tu Sagrado Corazón, estrujado de tristeza y amargura ante la vista de tantos pecados cometidos por la humanidad, entre los primeros, la indiferencia y el abandono de tu Presencia Eucarística. Queremos reparar y hacerte compañía en tu soledad, porque al igual que sucedió en el Huerto de los Olivos, que, a pesar de haber pedido a tus Apóstoles que velaran e hicieran oración te quedaste solo porque ellos, dominados por la acedia, la pereza espiritual, el desamor y la indiferencia hacia Ti y tu dolor, prefirieron entregarse al sueño antes que acompañarte en tu Agonía, así también hoy, en nuestros días, faltan adoradores, almas que quieran hacerte compañía en el Santo Sacramento del Altar y si faltan es porque muchos cristianos, al igual que tus Apóstoles en el Huerto, se dejan llevar por la acedia, por la indiferencia y la frialdad ante Tu Presencia Eucarística y es así como te dejan abandonado en el Sagrario. Jesús, que por intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía, descienda el Espíritu Santo sobre las almas y los corazones de los cristianos alejados de Ti, para que encendidos en el Fuego del Divino Amor, te adoren en tu Presencia Eucarística en el tiempo y continúen adorándote, cara a cara, en el Reino de los cielos. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Jesús Eucaristía, queremos adorarte y reparar por los pecados de la Humanidad, una Humanidad reticente a tu Amor. Los hombres de hoy, principalmente los cristianos, repiten la escena del Evangelio en la que la multitud eligió a un bandido y asaltante, Barrabás, para que viviera, y te condenó a muerte a Ti, que eras Dios Tres veces Santo. La multitud te trató como si fueras un bandido, siendo Tú el Cordero de Dios, Inmaculado, Puro e Inocente, que venías a este mundo sólo para dar a los hombres tu Amor, y entregó su amor a un bandido, Barrabás. De igual manera, así también hoy los hombres huyen de Ti, de tu Presencia Eucarística, como si Tú fueras un malhechor y se entregan en manos del Enemigo de las almas; al igual que en el Evangelio, también hoy los niños, los jóvenes, los adultos, eligen al mundo y sus placeres y diversiones terrenas, cargadas en el fondo de vacuidad y de pecado, en vez de elegirte a Ti, que eres el Dios que da la vida. Hoy, los cristianos huyen de tu Presencia sacramental, como si Tú fueras un bandido, y se arrojan en brazos del mundo y del Príncipe de las tinieblas, que es su carcelero y su verdugo. Jesús Eucaristía, queremos reparar por este pecado de desamor, porque también nosotros te hemos abandonado, cuando estábamos lejos de Ti, para refugiarnos en el mundo y sus atractivos, pero como nuestro amor es demasiado pequeño e insignificante, ofrecemos en reparación, por nuestros pecados de desamor y los del mundo entero, al Inmaculado Corazón de María, con todos sus actos de amor a Ti en él contenidos. Jesús Eucaristía, que tu Madre, la Virgen, nos conduzca hacia Ti para que te elijamos, siempre y en todo momento, como Nuestro Dios, Nuestro Rey y Señor, y que ella guíe nuestros corazones para que no huyamos de Ti como si fueras un malhechor, sino que busquemos siempre el refugio de tu Sagrado Corazón. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Jesús,; queremos adorarte y acompañarte en tu Pasión; queremos adorarte y mitigar tu sufrimiento, prestándote el lienzo blanco de nuestros corazones para que Tú puedas imprimir en ellos, con el Fuego del Espíritu Santo, tu Divino Rostro, así como lo hiciste en el lienzo con el que la Verónica limpió tu Divino Rostro en la Pasión. Jesús, queremos compartir tus sufrimientos y tu tristeza, la tristeza que te llevó a decir: “Padre, si quieres aparta de Mí esta copa; pero no se haga mi Voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42), para así reparar, aunque sea mínimamente, por tanto desamor en el mundo; queremos que nos des a beber del cáliz de tus amarguras, que nos des tu corona de espinas, que nos hagas sentir tus mismas penas; queremos ofrecernos y ponernos delante de ti, para recibir en nosotros las ofensas, los desaires, los desagravios, las indiferencias, los ultrajes, los sacrilegios y las blasfemias que recibes, día a día, en la Santísima Eucaristía. Queremos reparar por los ultrajes que recibes Tú, Sagrado Corazón, y el Inmaculado Corazón de María, por parte de los hombres ingratos, que en nada apreciamos el sacrificio de tu vida en la cruz para su salvación. Eleva nuestros corazones, oh Jesús Eucaristía, hasta más alto que el cielo, hasta tu Presencia Eucarística, y no permitas que caigamos en la tentación del mundo, que nos aparta del Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico.
        
Silencio para meditar.

Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Jesús, danos fortaleza y sabiduría, para apartarnos de la tentación, porque la tentación consentida enfría el amor en nuestros corazones y los endurece, volviéndolos duros como la piedra, oscuros como el sepulcro. Líbranos del ancho y espacioso sendero del mal, y dirige nuestros pasos hacia Ti, Único Camino que conduce al cielo; haz que caminemos siempre detrás de Ti, con la cruz a cuestas, siguiéndote por el camino que conduce al Reino de los cielos, el Via Crucis. No hay otro camino que no seas Tú, no hay otro camino que no sea el unirnos a Ti, a tu Pasión y a tu cruz, porque sólo así podremos morir a nuestro hombre viejo y renacer a la vida de la gracia. Jesús, líbranos del mal, fortalécenos en la tentación, infúndenos tu Sabiduría y Fortaleza, para que no caigamos en ella; la tentación nos hace creer que el mundo y sus atractivos son más agradables que tu compañía en el Santísimo Sacramento del altar; la tentación nos hace creer que es preferible escuchar el tintineo metálico de las monedas, antes que escuchar los latidos de tu Sagrado Corazón Eucarístico, por medio de la adoración; la tentación nos hace creer, como le pasó a Judas, que la oscuridad, el frío y la compañía de los ángeles caídos, son más agradables que tu compañía en el Cenáculo y en el sagrario y es así como nos apartamos de tu Divina Voluntad, que es que nos salvemos por medio del amor y la adoración a Tu Sagrado Corazón Eucarístico. Jesús, que no repitamos el error de Judas, que por amar al dinero antes que a Ti, salió del Cenáculo para ser engullido por las tinieblas; que tu Madre Santísima infunda en nosotros un ardiente amor por tu Sagrado Corazón Eucarístico, de manera que no amemos otra cosa que no seas Tú en la Eucaristía.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Jesús, queremos reparar por los pecados de la Nueva Era, la superstición, la brujería wicca, el esoterismo, el vudú, la santería, el ocultismo, el satanismo, el espiritismo y tantas prácticas como estas, nefandas y aborrecibles a tus ojos. Nunca como hoy, la humanidad había asistido a un renacer de estas prácticas que ofenden gravemente tu santidad y majestad divinas y que constituyen una grave perversión del sentido religioso, puesto que el único que debe ser adorado eres Tú, oh Jesús, Dios Hijo, que eres Un solo Dios con el Padre y el Espíritu Santo. Jesús, te pedimos por estos hermanos nuestros, que realizan estas abominables prácticas, que han entregado sus vidas, sus cuerpos y sus almas al Enemigo de la humanidad, el Tentador, la Antigua Serpiente, Satanás; te pedimos por ellos, para que por medio de María Santísima, reciban la luz de la gracia que les permita ver la inmensidad del mal en el que se encuentran, para que arrepentidos por estos pecados de idolatría, sacrilegio y ultrajes hacia tu Divina majestad y reconciliados contigo por el Sacramento de la Penitencia, reparen a tiempo el mal causado a sus hermanos con tales prácticas y el dolor provocado a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Concédenos, oh Jesús Eucaristía, a nosotros, la gracia de poder dar luminoso y misericordioso testimonio en obras de tu cruz y de tu Pasión, de modo que nuestros hermanos se sientan atraídos a la Belleza incomprensible e inabarcable del Ser divino trinitario y se alejen para siempre de las siniestras y densas tinieblas vivientes, los ángeles caídos, que inducen al error, a la superstición, a la idolatría, a la hechicería y la magia, apartando a las almas de su única Fuente de felicidad que eres Tú, conduciéndolas por el camino de la eterna perdición. Que María Santísima, Nuestra Señora de la Eucaristía, interceda por nosotros y por nuestros hermanos, para que nos concedas la gracia de amarte, a cada instante que pasa, cada vez más, en el Santísimo Sacramento del altar, porque si quedamos prendidos de tu Amor, no sólo nunca cometeremos tales pecados, porque el Amor no nos lo permitirá, sino que cantaremos, en el tiempo y por toda la eternidad, tus misericordias.

Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Adaptado de Agustín del Divino Corazón, Apostolado de reparación.

viernes, 16 de octubre de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado pidiendo por las familias


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado pidiendo por las familias del mundo entero.
         Canto inicial: “Cristianos, venid; cristianos llegad”.
         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).
         Primer Misterio del Santo Rosario.
         Meditación.
Jesús, Tú, que siendo Dios, provenías de una familia, la Familia de la Santísima Trinidad, la comunidad de Personas divinas del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, unidas en el Amor Divino; al encarnarte para salvar al mundo con tu sacrificio de la cruz, quisiste hacerlo en el seno de una familia, la Sagrada Familia de Nazareth, para continuar viviendo en la tierra lo que vivías en el cielo, una comunidad de personas unidas en el amor. Te pedimos, oh Buen Jesús, por las familias del mundo entero, para que la Eucaristía sea el centro de la vida de cada familia, para que padres y madres, junto a sus hijos, alimentados por el amor y la santidad que brotan de tu Sagrado Corazón Eucarístico, sean familias santas que santifiquen a otras familias, a la sociedad y al mundo entero.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús, Tú que creciste al abrigo de la Sagrada Familia de Nazareth, encontrando en ella el amor de la Virgen, tu Madre, y de San José, tu padre adoptivo, te pedimos por las familias que viven en la desunión y en el desamor, para que los padres, imitando a María y a José, que te amaban con todo el amor de sus corazones, superen sus diferencias por el diálogo, el perdón cristiano, la mutua comprensión y comprendan que sus hijos son el tesoro más preciado que les ha dado Dios; te pedimos también por los hijos, para que, a imitación tuya, que amabas a tus padres hasta el punto de dar la vida por ellos en la cruz, sean capaces de honrar a sus padres por medio del amor filial y que sea este amor el que les haga comprender que sus padres son los representantes del Divino Amor en la tierra y que amándolos a ellos, aún con sus limitaciones y defectos, aman a Dios Trino, a quien representan; te pedimos por todos los hijos para que, a imitación tuya y movidos por tu Amor, amen a sus padres hasta el extremo de dar sus vidas por ellos, en el martirio cotidiano de la negación de sí mismos y el servicio a los demás.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús, en la Sagrada Familia de Nazareth, todo era santo, porque todos sus miembros eran santos: la Mamá de esta familia, la Virgen, era santa porque era Pura y Llena de gracia, siendo así modelo de santidad para todas las madres del mundo; el Papá de esta familia, San José, era santo, porque siendo tu padre adoptivo, vivía en la castidad y en la pureza el matrimonio meramente legal con la Virgen, convirtiéndose en modelo de castidad para los esposos y en modelo de padre amoroso para todos los padres que deseen educar a sus hijos en la obediencia y en el amor; el Hijo de esta familia, Tú, oh Jesús, eras santo, porque eras la santidad en sí misma, eras el Dios Tres veces Santo, fuente de toda santidad, que en todo momento demostrabas la santidad de tu amor por tus padres mediante la obediencia, el cariño y el respeto con que los tratabas, y así eres el modelo insuperable para todo hijo, que para salvar su alma debe cumplir a la perfección el Mandamiento Cuarto de la Ley Divina, que manda amar y honrar a los padres. Jesús, te pedimos por todas las familias del mundo, para que sus integrantes, imitando a los integrantes de la Sagrada Familia de Nazareth, vivan en la pureza y la castidad y deseen y busquen, siempre y en todas partes, la santidad de todos y cada uno de los integrantes de la familia.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús, en la Sagrada Familia de Nazareth, Tú eras su centro de vida y amor y su razón de ser y existir, porque Tú eras el Hijo de Dios encarnado, que había venido al mundo para salvarlo, pero quisiste crecer en el seno de una familia hasta que se cumpliera el tiempo establecido por Dios para comenzar tu obra de redención. En la Sagrada Familia de Nazareth, todo giraba en torno a Ti, oh Hijo de Dios Encarnado, y Tú eras para tus padres la única fuente de su amor, de su alegría, de su gozo; Tú eras para ellos el centro de todos sus afanes y ocupaciones y nada de lo que deseaban y querían, era otra cosa que no fueras Tú y sólo Tú, y si algo querían y deseaban que no fueras Tú, era sólo para dártelo a Ti, como a su Dueño y Señor. Te pedimos, oh Jesús, Hijo de María y José, por todas las familias del mundo, para que Tú seas también para ellas su centro de vida y amor; para que seas Tú, Salvador del mundo, el Sol resplandeciente de gracia y de luz, alrededor del cual giren los miembros de la familia, así como los planetas giran alrededor del sol; te pedimos por todas las familias, para que les concedas la gracia de que seas Tú su único Amor y que su preocupación sea darte contento y reparación por las familias que no te conocen, ni te adoran, ni te aman.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús, Tú que creciste en el seno de la Familia de Nazareth “en gracia y sabiduría” y desde Niño encontraste paz, amor, protección y alegría en la comunión de vida con tus padres, mientras te preparabas para luego, al ser adulto, subir a la cruz y salvar al mundo, te pedimos por todos los niños del mundo, sobre todo los abandonados, los huérfanos, los olvidados, los que han perdido a sus padres por la guerra, la enfermedad, o por otras causas; te pedimos por los niños que están solos y tristes porque no tienen un padre y una madre que los consuele; te pedimos por los niños que no son deseados desde el seno materno y por ello sufren el aborto; te pedimos también especialmente por los niños de las familias cristianas, que tienen que huir de sus hogares a causa de su fe en Ti; te pedimos, oh Hijo bendito de la Sagrada Familia de Nazareth, por todos los niños que sufren, por el motivo que sea, para que Tú, los asocies a tu Santa Cruz y a tu Pasión, para que unidos a Ti en la cruz, sean fortalecidos con tu fortaleza divina, reciban tu Alegría en medio de las tribulaciones y el dolor y así se conviertan, en Ti, en corredentores de la humanidad. Te suplicamos, oh Buen Jesús, Hijo de José y María, para que concedas a los niños que sufren, el consuelo de tu Presencia y el cariño maternal de María Santísima, en esta vida y en el Reino de los cielos. Amén.
Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.