jueves, 23 de septiembre de 2021

Hora Santa en reparación por festival blasfemo en Nápoles, Italia 230921

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por las ofensas recibidas por los Sagrados Corazones de Jesús y María en el “festival” blasfemo de Nápoles, Italia, en donde la blasfemia, el sacrilegio, la burla satánica contra Dios Uno y Trino es considerada “arte”. Para mayores datos acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:

https://artslife.com/2021/09/21/bestemmie-illustrate-napoli-festival-blasfemia/?fbclid=IwAR1mfi-BOoxuuGYuZ4NxlBCjRKdr5huMu7xF-9uGNBobVDqVsqi4tuZDbwE

Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

El verdadero acto de contrición –el dolor perfecto y salvífico de los pecados- nace del verdadero acto de dolor por los pecados cometidos y a su vez, el verdadero dolor por los pecados, nace del verdadero amor que el alma tiene a Dios[1]. Por esta razón, es necesario meditar en los motivos que engendran este amor, que son las infinitas perfecciones de Dios Uno y Trino, especialmente su majestad, su hermosura, su bondad, su amor, su magnanimidad.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Meditar en las perfecciones de Dios Trino nos ayuda a amarlo cada vez más, así, por ejemplo, cuando se considera su majestad, que siendo infinita y divina, es digna de ser servida, puesto que los ángeles tiemblan en su acatamiento; a su vez, la hermosura del Ser Divino trinitario es digna de ser contemplada y amada y de tal manera que, si los demonios que la aborrecen pudiesen, tan sólo por un instante, contemplarla tal como es en Sí misma, en ese mismo instante la amarían más que a sí mismos y quedarían embelesados por tal hermosura por toda la eternidad[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Cuando se reflexiona sobre la bondad de Dios, no puede uno más que quedarse asombrado y sin palabras, al considerar cuántos males quiso Él padecer, por salvarnos a nosotros, que éramos sus enemigos por el pecado. A su vez, el amor de Dios es tan fino y delicado, que por unirse más con el hombre, se hizo Él mismo hombre, lo cual es una verdadera locura, pero una locura del amor de un Dios por su creatura y esto nos lleva a querer amarlo con todas las fuerzas de nuestro ser, al punto de quedar inmersos en su Amor, así como una esponja queda inmersa en medio del océano.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

La magnanimidad de Dios Uno y Trino es incomparable, puesto que dio al hombre, que era nada, el ser y así lo creó de la nada y le dio el acto de ser, pero no contento con esto, le dio al hombre Él mismo en su Ser Divino, oculto en apariencia de pan y vino, la Sagrada Eucaristía. También la beneficencia de Dios es digna de ser admirada y ensalzada, porque por su Santo Sacrificio de la Cruz, sacó al hombre de la servidumbre de Satanás, le cerró las puertas del Infierno, lo adoptó como hijo suyo por la gracia, le abrió las puertas del Cielo y lo convirtió en heredero del Reino celestial[3].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Todos estos atributos divinos se convierten en otras tantas saetas de amor con las que el Divino Redentor quiere encender nuestras almas en el Fuego del Divino Amor, partiéndolos por el dolor por haber cometido un pecado y por haber menospreciado a tan inmensa majestad, por haber ofendido a un Dios tan infinitamente, eternamente, increíblemente, amoroso, bondadoso, misericordioso y bendito por los siglos sin fin[4]. Por esto, el pecador se debe lamentar de haber ofendido a tan infinita bondad y debe experimentar un dolor más grande que el haber perdido todo el mundo y es en eso en lo que consiste la perfecta contrición.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 502.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 502.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 502.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 502.

 

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