Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor a Jesús Eucaristía.
Oración
inicial: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón
por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).
"Santísima Trinidad, Padre, Hijo
y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos
los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén".
Canto
inicial: "Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo,
que está en el altar”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (misterios a elección).
Quien
encuentra a Jesús Eucaristía, encuentra todo aquello que, desde el instante
mismo de haber sido concebido, anhela todo ser humano: la felicidad, la
alegría, la paz, la luz, la verdad. A quien se acerca a Jesús Eucaristía, el
Dios del sagrario lo colma con su Amor y le concede su paz, que no es la paz del mundo, sino la paz de Dios,
la paz que sobreviene al alma al saberse perdonada por Dios y plenificada por
la gracia divina, que brota del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús como de su
Fuente inagotable. Jesús Eucaristía concede la paz de Dios al alma, la paz que
le permite conservarse serena, alegre, confiada, en medio de las tribulaciones,
porque sabe que nada menos que todo un Dios, Cristo Jesús, el Dios de la
Eucaristía, es quien, además de fortalecerla, carga sobre sus hombros su cruz y
la lleva en su lugar. Quien se acerca a Jesús Eucaristía, aun cuando le
sobrevengan persecuciones, tribulaciones y pruebas, nada podrá apartarlo del
Amor del Corazón Eucarístico de Jesús. Así como Jesús en el Evangelio,
caminando sobre las aguas llegó hasta la barca de los discípulos y con una sola
orden de su voz calmó la tormenta que amenazaba con hundirlos, así también
Jesús Eucaristía, el mismo Jesús del Evangelio, llega hasta las tormentas que
arrecian en nuestras vidas y, con un solo gesto de su mano, o con su solo
Querer divino, aquieta las turbulencias que amenazan con hundirnos en el
transcurrir de la vida terrena. Jesús Eucaristía da la paz de Dios al alma que
a Él acude, y la asienta tan en lo profundo del corazón, que nada ni nadie
puede quitar esa paz al alma.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Quien
abre las puertas de su corazón a Jesús Eucaristía –en efecto, Él está a las
puertas de nuestros corazones y golpea, y si alguien le abre, Él entra y cena
con el que lo invita a pasar a su interior-, nada puede temer, porque se sabe
perdonado y amado por Dios, hasta el punto de ser adoptado como hijo suyo muy
querido, y esto, a pesar de nuestras miserias. El pecador no solo no debe temer
el acercarse a Jesús Eucaristía sino que, porque es pecador, debe acercarse sin
el más mínimo temor, porque Él ha venido por nosotros, los pecadores, y no por
los justos, que no necesitan médico. Jesús Eucaristía nos recibe con todas
nuestras miserias, nos perdona, nos consuela con el aceite de su gracia, nos
venda nuestras heridas con su Amor, y nos introduce en ese océano de Amor y
Misericordia que es su Sagrado Corazón Eucarístico. Quien se acerca a Jesús
Eucaristía debe dejar las miserias propias de esta vida terrena; debe dejar de
anhelar las cosas bajas y rastreras de este mundo; debe dejar de ser atraído
por la apariencia de este mundo y de esta vida, cuya consistencia es como la de
una flor de campo, y cuya duración es “como un soplo”. Adorar y amar a Jesús
Eucaristía significa dejar de lado nuestras miserias y comenzar a gozar, ya
desde esta vida terrena, y en medio de las tribulaciones y persecuciones, la
alegría de ser hijos de Dios en el Hijo de Dios, Dador del Espíritu junto al
Padre, que a cambio del Don del Espíritu de Amor, nos pide amor, a Dios y al
prójimo. Adorar y amar a Jesús Eucaristía significa abrir las puertas del
corazón para que entre en él el Amor del Corazón de Jesús, Amor que no solo
permite perdonar a quien nos hace algún daño, sino que es el Amor mismo de
Dios, que permite “amar al enemigo” con el mismo Amor sobrenatural y divino con
el que Jesús nos amó desde la Cruz, a aquel prójimo que critica, que hiere, que
ofende, que calumnia, que maldice. Sólo con el Amor misericordioso del Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús, el adorador puede ser misericordioso con su
prójimo, incluido en primer lugar su enemigo, imitando así al Padre, que por
misericordia nos amó primero a través de su Hijo en la Cruz, siendo nosotros
sus enemigos. Sólo con el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, puede
el adorador amar no sólo a quien lo ama, sino ante todo, a aquel que, por un
motivo circunstancial, es su enemigo, esforzándose así por “ser perfectos” en
el Amor, como “es perfecto el Padre que está en el cielo”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Quien
tiene su tesoro puesto en Jesús Eucaristía, tiene en este tesoro su corazón y
en este tesoro de valor incalculable, está su recompensa, que es el mismo
Corazón de Dios, que arde en el Fuego del Divino Amor. Quien ama lo terreno, lo
mundano y lo pasajero, tiene su corazón puesto en las cosas terrenas, mundanas
y pasajeras, y allí no encuentra ni calma, ni paz, ni alegría, sino solo
muerte, oscuridad y desolación, porque en esas cosas bajas no está el Amor de
Dios, el Fuego que envuelve al Corazón Eucarístico de Jesús. Y así el alma que
se llena de las cosas del mundo –la vanidad, la soberbia, la gula, la ira, la
avaricia-, se vacía toda del Amor de Dios y queda vacía de todo tesoro
agradable al Padre, siendo su recompensa la tristeza, la angustia y la desesperación.
Quien ama a Jesús Eucaristía, recibe de su Sagrado Corazón, que late vivo,
glorioso, radiante y lleno de la luz, de la vida y del Amor de Dios, recibe su
bendición y su gracia, que lo vuelve una imagen viviente suya, convirtiendo el
corazón del adorador eucarístico en una copia viva del Corazón de Jesús, manso
y humilde y misericordioso, lleno de la bondad y de la paz divina. Quien ama a
Jesús Eucaristía, lo hace porque su corazón se configura al Corazón de Nuestra
Señora de la Eucaristía, Corazón Purísimo y lleno del Espíritu Santo, que jamás
amó ni deseó otro amor y otra gloria que la de su Hijo y la del Padre.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
corazón del adorador eucarístico, aun con todas sus miserias y debilidades,
debe ser refugio y consuelo del Dios de la Eucaristía, quien en estos días de
oscuridad en los que vive la humanidad, se encuentra solo en su agonía, así
como se encontró solo en el Huerto de Getsemaní cuando sus discípulos, en vez
de orar y acompañar con su oración a Jesús, llevados por el desamor, la frialdad
y la indiferencia, se dejaron abatir por el sueño, mientras sus enemigos,
movidos por el odio que ardía en sus corazones contra el Cordero de Dios, se
movían a toda velocidad en medio de las tinieblas de la noche, o más bien eran
las tinieblas vivientes quienes, en medio de la oscuridad, los guiaban al
encuentro del Redentor para que lo apresaran, sabiendo de antemano que sus
discípulos dormían. Hoy también se repite la misma escena: mientras los
enemigos de la Iglesia y la Eucaristía se mueven, incluso dentro de la misma
Iglesia, para destruir la fe en la Presencia real, verdadera y substancial de
Jesús en la Eucaristía, sus discípulos, sacerdotes y laicos, la gran mayoría,
llamados a orar junto al sagrario noche y día en defensa del Dios del sagrario,
en vez de hacerlo, y llevados como los discípulos por la indiferencia y el
desamor, o duermen, o bien se distraen con los atractivos vanos y falsos del
mundo –el placer, la diversión, el dinero, el ocio-, dejando a Jesús Eucaristía
solo en el tabernáculo, abandonado a las manos de sus enemigos. El adorador
eucarístico, que ama a Jesús Eucaristía, debe reparar por el sueño indiferente
de los apóstoles de ayer y de hoy, y permanecer al pie del sagrario, de
rodillas ante la custodia, con su corazón contrito y humillado, depositado en
las manos de María Santísima, para ofrecerse como víctima en la Víctima y así
reparar por tanto odio, por tanto desamor, por tanta indiferencia, por tanta
ingratitud de los hombres hacia Jesús Eucaristía. Jesús Eucaristía busca refugio
y consuelo y mendiga el amor del adorador eucarístico, aun cuando el corazón
del adorador esté lleno de miserias. ¿Vamos a negarle un refugio al Dios de la
Eucaristía? ¿No somos capaces de hacerle un lugar en nuestros corazones, para
que pueda allí el Señor de la Eucaristía, reposar su Cabeza y olvidar, aunque
sea por un instante, la ingratitud e indiferencia de la inmensa mayoría de los
hombres?
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El adorador, al acercarse a Jesús Eucaristía, es inundado de
su luz, de su paz, de su alegría, de su Amor, y de su Vida divina, por lo que
se que convierte, a su vez, en instrumento del Corazón Eucarístico de Jesús
para que la luz de Jesús llegue adonde hay obscuridad y para que su Amor
alcance a los más fríos corazones. Cuando Jesús se le apareció a Santa Margarita
de Alacquoque, le pidió su corazón y, luego de introducirlo en el suyo, se lo
devolvió convertido en una llama de amor viva, con forma de corazón humano. De
la misma manera, el adorador eucarístico que entrega su corazón, aun lleno de
miserias, al Corazón Eucarístico de Jesús, ve su corazón convertido en una
imagen viviente de este mismo Divino Corazón.
Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para
ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones
de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón
de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] El texto de las meditaciones
está tomado y adaptado del siguiente sitio: http://www.siervosdeldivinoamor.com/index.php?mod=publica&modulo=2&art=1
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