Inicio:
ofrecemos esta Hora
Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por las ofensas,
ultrajes y sacrilegios que recibe diariamente el Sagrado Corazón de Jesús,
Presente, vivo y glorioso, en el Santísimo Sacramento del Altar.
Canto inicial: “Alabado
sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración inicial: desde
lo más profundo de nuestro abismo de indignidad y miseria, y por medio del
Inmaculado Corazón de María, dirigimos a Jesús Eucaristía las oraciones que el
Ángel de Portugal les enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios
del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo
Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los
pobres pecadores. Amén”.
Enunciación
del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir).
Meditación
Jesús, en nuestros días, muchos son los que Te desprecian y por lo tanto, desprecian también la devoción a tu Sagrado
Corazón. Jesús, son muchos, y cada vez más, aquellos que piensan, incluso dentro de la Iglesia, que ser devotos del Sagrado Corazón, es algo propio de mentes
ancladas en un catolicismo anticuado, o que se trata de devociones propias de señoras cuya avanzada edad sólo les permite dedicarse a rezar agrupadas en cofradías
antiguas y pasadas de moda. Sin embargo, oh Jesús, la devoción a tu Sagrado
Corazón es de la más recias y viriles, y comprende todas las edades y estados del hombre, pues en ella están contenidas las
gracias necesarias y suficientes para no caer en la eterna condenación,
tal como Tú se lo dijiste a Santa Margarita en la Primera Aparición, y es por
eso que quien no quiera ser abrasado por las Llamas del Amor de tu Sagrado
Corazón, que son las llamas del Espíritu Santo, será abrasado por las llamas
del Infierno, porque sólo Tú concedes las gracias para la salvación. Tú dijiste
a Santa Margarita María de Alacquoque: “Mi Divino Corazón está tan apasionado
de Amor por los hombres (...) que, no pudiendo ya contener en
Sí Mismo las Llamas de Su Ardiente Caridad, le es preciso comunicarlas (...) y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos Tesoros (...), los cuales contienen las Gracias santificantes (...) necesarias para separarles del abismo de perdición”. ¡Oh Jesús
Eucaristía, tu Sagrado Corazón Eucarístico arde en las llamas del Amor de Dios,
y Tú quieres comunicar este Divino Amor por nuestro medio y manifestarlo a
nuestros hermanos para que tanto ellos, como nosotros, nos salvemos de las
llamas del abismo de perdición! Concédenos la gracia, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, por intercesión de
Nuestra Señora de la Eucaristía, de recibirte en la Sagrada Comunión
Eucarística con un corazón lleno de fe y de amor, y que nuestro corazón sea como la hierba seca, para
que al contacto con las Llamas de tu Sagrado Corazón Eucarístico sea encendido en el Fuego del Amor Divino y así, daremos alivio a tu Corazón, que quiere
comunicar las llamas del Divino Amor que lo oprimen, glorificaremos tu Divina
Misericordia, y manifestaremos al mundo las maravillas de los tesoros de gracia
que se ocultan en tu Sagrado Corazón. Amén.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación
Jesús, Tú le pediste a Santa Margarita su corazón, para
realizar con ella un admirable intercambio: ella te dio su corazón, Tú lo
introdujiste en el Tuyo y se lo devolviste convertido en una llama ardiente de
amor vivo y le dijiste que esa era una prenda de tu Amor, y se lo diste para que encerrara
en su pecho una pequeña centella de las Llamas Vivas de tu Amor, para que le
sirviera de corazón, y le aseguraste que ésta centella “no se extinguiría ni se enfriaría
jamás”[1].
Sin embargo, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, por admirable que nos
pueda parecer este maravilloso intercambio, es poco en comparación con el don
admirabilísimo que Tú realizas con nosotros en cada comunión eucarística. En
efecto, en cada comunión eucarística, mucho más que convertir nuestro corazón
en una centella de tu Amor Divino -tal como hiciste con Santa Margarita, en el cual Tú le devolviste su corazón, convertido en una Llama de Amor Vivo-, Tú nos donas a tu mismo Sagrado Corazón
Eucarístico, el cual se encuentra envuelto en las Llamas Ardientes del Amor de
Dios, el Fuego del Espíritu Santo, para que nuestro corazón se incendie al
contacto con las llamas de este Fuego Sagrado y así se haga realidad tu deseo expresado en el Evangelio: “He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo
deseo verlo ya ardiendo!” (Lc 12,
49-53). ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, inflamado en las Llamas del
Amor de Dios! Haz que nuestros corazones sean como la hierba seca, para que en la
comunión eucarística, al contacto con tu Sagrado Corazón, nos veamos encendidos en el Fuego de tu Amor, para que te amemos y adoremos, con todo nuestro ser,
con todo nuestro pensamiento, con toda nuestra alma, con todas nuestras obras, en el tiempo y por toda la
eternidad. Amén.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación
Jesús, Tú le dijiste a Santa Margarita: “Busco una víctima
para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento
de Mis Designios”. Este pedido es similar al que hiciste a tus discípulos en
Getsemaní, cuando les dijiste: “Quedaos aquí y velad conmigo” (Mt 26, 38), y te alejaste a orar. Sin embargo,
mientras Tú orabas en el Huerto de Getsemaní, y entrabas en agonía a causa de
los intensísimos dolores y angustias de muerte que experimentabas a causa de
nuestros pecados, de nuestras maldades, de nuestras iniquidades, tus discípulos,
oh Jesús, en vez de acompañarte con celo ardiente por la salvación de las
almas, orando con todo fervor y amor, uniéndose a Ti en la oración y
ofreciéndose al Padre, junto a Ti, y en Ti, uniéndose a Tu Sagrado Corazón, que
era estrujado, en el Huerto, de modo anticipado, en el lagar de la Pasión, tus discípulos dormían, dominados por la acedia, es decir, por la pereza
espiritual, por el desgano por las cosas de Dios, por el tedio por la oración,
porque sus corazones estaban demasiado atraídos por los espejos de colores del
mundo vano y seductor, y también porque no dimensionaban la temible ferocidad
del Enemigo de las almas, que ya había inoculado en Judas Iscariote el veneno
de la traición, del odio, del amor al dinero, y en tus enemigos, había
inoculado el veneno de la envidia, del rencor, de la maledicencia y de la
blasfemia, y que por lo tanto no habrían de cejar hasta verte a Ti, oh Buen
Jesús, crucificado y muerto en el patíbulo de la cruz. Mientras tus discípulos dormían
en el Huerto, Tú, oh Jesús, necesitabas de su oración, oración que
habría de servirles de consuelo y de ayuda, pero tus enemigos, oh Jesús, no
dormían, sino que estaban muy despiertos, y muy despiertos llegaron para
apresarte y conducirte a la Pasión. Es por eso que, antes que llegaran tus
verdugos, luego de orar por tres horas, y de padecer la agonía de la Pasión en
el Huerto, los despertaste, con un suave reproche: “¿No habéis podido
permanecer despiertos por una hora?” (Mt
26, 40). Hoy también renuevas el pedido, para que se multipliquen los
adoradores eucarísticos y para que te acompañen en la prolongación de tu Pasión,
pero hoy también, como ayer, encuentras a muchos corazones, la gran mayoría,
dormidos, anestesiados por el silbido adormecedor de la Serpiente Adormecedora, la
Serpiente que con sus silbidos engañosos, aletarga y embota el sentido
espiritual, haciendo bajar la guardia ante sus trampas, el
materialismo, el hedonismo, el relativismo, el neo-paganismo, y hace que el
corazón humano quede al descubierto para que ella pueda descargar su mordida
ponzoñosa, la mordida venenosa que inocula el veneno mortal del ateísmo, del
gnosticismo y de la rebelión contra Dios y contra su Cristo. ¡Oh Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús, por la intercesión de Nuestra Señora de la
Eucaristía, inflama nuestros corazones en el Fuego del Amor Divino, para que no
solo no nos dejemos ganar por la acedia, sino que, vigilantes ante el mal que
acecha a la Iglesia y a los elegidos, buscando su eterna perdición, y unidos a
Ti en el Huerto de Getsemaní, te acompañemos en tu Agonía, participemos de tus
acerbos dolores, y seamos, en Ti, víctimas para tu Corazón, para que en Tu Corazón,
seamos sacrificados como hostias de inmolación agradables al Padre, en el
cumplimiento de tus designios de Amor! Amén.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías,
Gloria.
Enunciación del Cuarto Misterio del Santo
Rosario.
Meditación
Jesús, en tu Segunda Aparición, le mostraste a Santa
Margarita tu Sagrado Corazón envuelto en un Trono de Llamas, transparente como
un cristal, con la Llaga abierta, rodeado de una Corona de Espinas y con una
Cruz encima; las llamas son el símbolo del Espíritu Santo, que inhabita en tu
Sagrado Corazón, por ser Tú la Segunda Persona de la Santísima Trinidad y por
lo tanto, por ser quien lo espira, como Dios y como Hombre, junto al Padre; la
Cruz, significa que desde el momento mismo de tu Encarnación en el seno virgen
de María Santísima, es decir, desde el momento mismo en que Tú, Verbo Eterno
del Padre, te uniste hipostáticamente, personalmente, a la Humanidad Santísima
de Jesús de Nazareth, comenzaron para Ti los dolores, las amarguras, las penas,
las humillaciones, el desprecio, los ultrajes, de los que se vería colmado tu
Sagrado Corazón y tu Humanidad Sacratísima, y que se extenderían, sin dejarte
ni por un instante, a lo largo de toda tu Vida terrena, para intensificarse
particularmente durante la Pasión. La Corona de Espinas significa, oh Jesús, la
materialización de nuestros pecados, los cuales, si en nosotros son indoloros,
o producen placer pecaminoso, en Ti, por el contrario, se traducen en acerbos y
lacerantes dolores, pues se materializan en estas punzantes, gruesas, duras y
filosísimas espinas, que se estrechan fuertemente a tu Sagrado Corazón,
provocándole dolores lacerantes de modo continuo e ininterrumpido, puesto que
en la fase de llenado del Corazón, las espinas se clavan en las paredes
cardíacas, mientras que en la fase de expulsión de la Sangre Preciosísima, las
espinas se desprenden de estas paredes cardíacas, con un movimiento de desgarro
y de laceración de las mismas, provocando dolores lancinantes que no tienen
comparación ni pueden siquiera ser imaginados por las creaturas, y el dolor es
profundo y continuo y a cada latido, tu Corazón dice: “Amor, dolor”, y es “Amor”,
porque es el Amor que quieres darnos de parte tuya y de Dios, y es “Dolor”,
porque es el dolor que experimentas por causa nuestra, porque las espinas que
te provocan dolor, son la materialización de nuestros pecados. Todos estos
dolores de tu Sagrado Corazón, oh Jesús mío, son provocados, entonces, por
nuestros pecados, los de pensamiento, los de palabra, los de deseo, los de
obra, de modo tal que ése es el motivo por el cual Tú quieres comunicarnos el
Amor de tu Sagrado Corazón, el Amor que inhabita y que fluye con el Fluido
Preciosísimo que en Él se contiene, Tu Sangre, la Sangre del Cordero, Sangre
más valiosa que el oro, que no solo quita los pecados y la malicia del corazón
del hombre, sino que le comunica de su misma santidad, de su Amor, de su
Gracia, de su Bondad Infinita, y lo convierte en Morada de la Santísima
Trinidad. Tú también le dijiste a Santa Margarita, oh Jesús Eucaristía, que querías
darnos la Sangre de Tu Sagrado Corazón, para ser amado por nosotros, los
hombres, para que amándote, alcanzáramos el cielo y evitáramos así la eterna
condenación en el Abismo Infernal, porque es verdad que quien no se deja amar
por Ti, y quien no quiere seguirte a Ti, que eres el Camino, la Verdad y la
Vida, inevitablemente termina cumpliendo los mandamientos de Satanás, y termina
siendo conducido por el Príncipe de las tinieblas por el camino de la
perdición, camino por el que Satanás precipita a la condenación eterna a las almas
rebeldes a tu Amor, a las almas que no te quieren adorar, a las almas que no quieren
cumplir tus mandamientos. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que en la
Eucaristía prolongas tu Pasión de Amor! Tú estás en la Eucaristía con tu
Corazón de Carne y a este Tu Corazón que
está latiendo, vivo, glorioso y lleno de la luz de Dios, es al que honramos y
adoramos, pero a este Corazón tuyo es al que también queremos consolar en sus
penas, amarguras y dolores, porque si bien en la Eucaristía ya no sufres
dolores físicos, sí sufres, en cambio, misteriosamente, en la misma Eucaristía,
moralmente, al ver a tan grande número de almas, perderse en los abismos del
Infierno, día a día, sin que haya nadie que quiera unirse a Ti en Tu Amor
corredentor. Jesús, Tú le dijiste a Santa Margarita, que tenías una sed
ardiente de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento, y que esta
sed te consumía y que no hallabas a nadie que se esforzara, según Tu Deseo, por
apagártela, porque no había nadie que correspondiera a Tu Amor. ¡Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús, que en la Eucaristía ardes de sed por las almas!
Acepta nuestra humilde oración y adoración, y nuestro humilde amor hacia Ti,
llevado por manos de Nuestra Señora de la Eucaristía, como una gota de agua
fresca, para saciar aunque sea mínimamente Tu sed de Amor en el Santísimo Sacramento,
porque nosotros, oh Jesús Eucaristía, con nuestra Adoración Eucarística, creemos,
por los que no creen; esperamos, por los que no esperan; Te adoramos, por los
que no Te adoran, y Te amamos, por los que no Te aman. Amén.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación
Jesús, Tú le revelaste a Santa Margarita María que lo que
más te dolió en Tu Pasión, no fueron los golpes y los clavos, sino las
ingratitudes y los desprecios que recibiste de parte de los hombres, y que si
en vez de eso, recibieras amor por parte de ellos, tendrías por nada todo lo
que sufriste en la Pasión. Pero los hombres, solo tienen para Ti, oh Jesús,
frialdades y desaires, porque todo lo prefieren antes que venir a adorarte y
amarte en el Santísimo Sacramento del altar; todo es preferible antes que
postrarse ante Tu Presencia sacramental; todo es más divertido, más alegre, más
valioso y más provechoso, que venir a darte amor, en correspondencia al
infinito y eterno Amor que Tú nos diste en la Pasión. Es por eso que Tú le
pediste a Santa Margarita que al menos ella te diera el gusto de suplir las
ingratitudes de los hombres, y para suplir su impotencia, pues no tenía
suficiente amor para hacerlo, Tú abriste tu Divino Corazón, saliendo de Él una
Llama ardiente de Amor, la cual habría de disponerla para sufrir
mortificaciones y humillaciones en prueba de tu Amor; también, la harías
participar de la tristeza mortal que sufriste en el Huerto de los Olivos, una tristeza
que te redujo a una agonía más difícil de soportar que la misma muerte, porque
en esa agonía, Tú sufrías todas las muertes de todos los hombres de todos los
tiempos, y lo hacías para dar muerte a la misma muerte, y para que, una vez que
estuviéramos todos unidos a Ti en tu Muerte de Cruz, recibiéramos de Ti el
Soplo de Vida Divina; Tú sufriste en el Huerto de Getsemaní, oh Jesús, nuestra
muerte personal, y la de todos los hombres, para poder así insuflarnos luego a
todos tu Vida divina, resucitándonos a la vida nueva de los hijos de Dios, y
todo esto lo hiciste y lo sufriste, movido por la inmensidad del Infinito Amor
de tu Sagrado Corazón, pero los hombres, ingratos, lo “ultrajan horriblemente”,
tal como se lo dijera el Ángel de Portugal a los Pastorcitos en Fátima, al
mostrarles la Eucaristía. ¡Oh Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús, te suplicamos que tengas piedad y misericordia de
nosotros, pobres pecadores, y del mundo entero, sumergido en las más oscuras
tinieblas que jamás la humanidad haya conocido, porque las tinieblas de
nuestros días superan las del paganismo pre-cristiano, porque hoy el hombre,
habiéndote conocido por la Revelación, te ha rechazado, y de esa manera, ha
dirigido sus pasos en una dirección contraria a la de su salvación, la
dirección de su eterna condenación! Te suplicamos, oh Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús, por la intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía,
que tengas piedad de nosotros y del mundo entero, que no tengas en cuenta
nuestros pecados, y para calmar la Cólera de la Justicia Divina, justamente
encendida por los innumerables y horribles sacrilegios cometidos contra Tu
Presencia Eucarística y contra el Inmaculado Corazón de María, te ofrecemos,
postrados en adoración ante Ti, y para dulcificar de algún modo la amargura que
sufriste y que sufres por el abandono de tus Apóstoles y de tus almas elegidas,
a Ti mismo en el Santo Sacrificio de la Cruz, en el Santo Sacrificio del Altar,
en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de María, con todos los actos de amor
hacia Ti en él contenidos. Amén.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Meditación Final
Jesús, Te ofrecemos esta humilde adoración, como reparación
por las irreverencias y sacrilegios, las frialdades y desprecios con los que
eres tratado en el Sacramento del Amor, especialmente por quienes deberían
tratarte con más respeto, devoción y amor, los consagrados.Te suplicamos, oh
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que les concedas a ellos, a nosotros y a
nuestros seres queridos, por medio de Nuestra Señora de la Eucaristía, una
efusión tan abundante de las Llamas que abrasan a tu Sagrado Corazón, que
nuestros corazones, secos como la hierba y negros y duros como el carbón, se
enciendan al instante y se conviertan en otras tantas brasas incandescentes,
que ardan cada vez más, sin jamás apagarse, en el Fuego del Divino Amor, en el
tiempo y por toda la eternidad. Amén.
Padre Nuestro, Tres Ave Marías y un Gloria, para ganar las indulgencias
del Santo Rosario, y pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres
Benedicto y Francisco.
Oración final: desde
lo más profundo de nuestro abismo de indignidad y miseria, y por medio del
Inmaculado Corazón de María, dirigimos a Jesús Eucaristía las oraciones que el
Ángel de Portugal les enseñara a los pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios
del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo
Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los
pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria
a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1]
“Me
pidió después el corazón y yo Le supliqué que lo tomase. Lo cogió y lo
introdujo en Su Corazón adorable, en el cual me lo mostró como un pequeño átomo
que se consumía en aquel Horno encendido. Lo sacó de allí, cual si fuera una
llama ardiente en forma de corazón y lo volvió a colocar en el sitio de donde
lo había cogido, diciéndome: “He ahí, mi muy amada, una preciosa prenda de Mi
Amor, el cual encierra en tu pecho una pequeña centella de Sus Vivas Llamas
para que te sirva de corazón y te consuma hasta el postrer momento, y cuyo
ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal forma te marcaré con la Sangre de Mi
Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos”.
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