Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del
Santo Rosario meditado en reparación por la sacrílega profanación llevada a
cabo contra Nuestra Señora de la Merced por parte del Ayuntamiento de la ciudad
española de Barcelona. Para mayor información, consultar el siguiente enlace: https://www.youtube.com/shorts/NEFMGqkKGkk
Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los
amores”.
Inicio de la Hora Santa y del rezo del Santo
Rosario (misterios a elegir).
Primer Misterio.
La gracia santificante, comunicada por Cristo
a nosotros a través de los sacramentos, nos concede una dignidad y
magnificencia nuevas, la dignidad y magnificencia de la divinidad que la
humanidad de Cristo posee en virtud de su unión personal con el Verbo y que a
su vez se comunica a todos los miembros del linaje, precisamente a través de la
participación por los sacramentos[1].
Recibiendo los sacramentos, recibimos la dignidad y magnificencia del Hijo de Dios,
Jesucristo y por este hecho debemos eterna acción de gracias al Señor.
Meditación.
Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.
Segundo Misterio.
Jesús, el Salvador del mundo, tiene dos
cuerpos, por así decirlo: su Humanidad Santísima, es decir, la suya propia, tal
como fue apropiada por el Verbo en su hipóstasis siendo así el Cuerpo propio
del Verbo; por otra parte, tiene el Cuerpo Místico, que son los hombres regenerados
por la gracia del Hijo de Dios encarnado. Por ser Cristo el Hijo de Dios
encarnado, es el Jefe de la humanidad, siendo
nosotros somos sus miembros y de la misma manera a como Él posee derecho a la
gracia, también tenemos nosotros por Él derecho a recibirla. De esta manera la
gracia llega a ser la propiedad del género humano, la cual es poseída por la
humanidad como un don que le viene de su Jefe divino[2].
Cristo es la Vid celestial, la Vid Verdadera, de la cual brota la Savia que es
la gracia santificante, repleta de la vida divina y así nosotros somos los
sarmientos que se nutren de esta vida divina trinitaria.
Meditación.
Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.
Tercer Misterio.
Dice así San León: “Cristiano, reconoce tu
dignidad[3];
reconoce que, como cristiano, en naturaleza y en dignidad aventajas a los
ángeles. Estos tienen parentesco con Dios, aquellos participan de la naturaleza
divina. Tú lo eres doblemente, puesto que Dios adoptó además tu naturaleza. Si
pudieran estar celosos estos espíritus santos y puros lo estarían. “Dios no
asumió ni a los ángeles ni a los arcángeles, sino la posteridad de Abrahán; se
nos ha dado mirar a Dios como a uno de nosotros; ellos no pueden alegar
semejante distinción; podemos asimismo llamarle hermano nuestro. “Serían
insensatos los que prefirieran ser más bien ángeles que hombres”, dice el
venerable monje Job”. Los ángeles, siendo superiores a nosotros en inteligencia
y naturaleza, y estando exentos los sufrimientos y de la muerte, no tienen sin
embargo a Dios Hijo Encarnado por hermano y, como dice un autor, “Aún cuando
nosotros estemos expuestos a tantas asechanzas, el honor que Dios nos hiciera
cargando con nuestra pobre naturaleza y todas nuestras miserias es como para
que nos consolemos. ¡Sería el colmo de la irreverencia despreciar tal honor!”. Y
nosotros agregamos que no solo es para nuestro consuelo, sino para rendir honor
y adoración de gracias por toda la eternidad al Cordero Bendito de Dios.
Meditación.
Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.
Cuarto Misterio.
San León continúa así: “Cristiano, esfuérzate
por no profanar tu dignidad divina. Que no se diga de un hermano de Cristo lo
que no conviene ni a un hombre ni a un ángel, sino tan sólo a un demonio.
Pertenece por entero, con todos tus pensamientos, tus palabras, tus obras, a
aquél que, entrando en nuestra carne, nos adoptó como suyos. Sigamos la
exhortación de san Juan Crisóstomo: “Honremos nuestra cabeza; consideremos
cuyos miembros somos. Procuremos aventajar en virtud a los ángeles y los
arcángeles, ya que Dios, al asumir nuestra naturaleza, la asumió por entero”.
El santo continúa explayándose en este sentido para finalizar con esta pregunta:
“¿Es posible que el cuerpo del que Él es la cabeza sea echado a los demonios y
profanado por ellos sin que ni siquiera nos conmovamos?”.
Meditación.
Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.
Quinto Misterio.
Por medio del bautismo, recibimos el carácter
sacramental, como signo y prenda de nuestra unión con Él. A partir del
Bautismo, ya no nos pertenecemos, sino que pertenecemos a Cristo pero al mismo
tiempo Cristo nos pertenece; somos verdaderamente cristianos, en el sentido de
que somos en cierta manera el mismo Cristo, puesto que formamos con Él un solo
cuerpo. Por el carácter indeleble recibido, este nos da derecho a la gracia de
Dios, puesto que el cuerpo de Cristo debe estar lleno de la vida gloriosa de
Cristo, así como el cuerpo de un hombre debe estar lleno de la vida que le da
el alma. Pero el derecho lo poseemos con la condición de comportarnos como
Cristo lo desea. El pecado es lo contrario a la vida de la gracia, la vida de Cristo;
es una gran falta, porque arroja la gracia de nuestra naturaleza; pero es mucho
mayor todavía, porque a un miembro de Cristo arrebata su vida celestial. Despreciar
la gracia, rechazarla, dejarla de lado con indiferencia y ligereza, es vendernos
al demonio y esto es tanto más culpable cuanto que dicha gracia nos pertenecía
en propiedad y cuanto que, por el carácter sacramental, teníamos la garantía de
Cristo de que ningún poder del cielo ni de la tierra sería capaz de despojarnos
de ella. San Gregorio Nacianceno nos enseña a combatir los ataques del demonio
para así preservar y perseverar en la gracia: “Si te tienta por el orgullo, si
en un instante te muestra todos los reinos del mundo como si le pertenecieran y
te los ofrece a condición de que le adores, desprecia a este miserable, confía
en el sello que llevas impreso en tu alma y dile: “Soy la imagen de Dios, pero
no como tú un caído, por el orgullo, de la gloria celestial; estoy revestido de
Cristo, adórame”. Quedará vencido con estas palabras y lleno de confusión
volverá a las tinieblas”. Si perdemos la gracia, todo está perdido para el alma.
Nuestro único temor debe ser el separarnos de Cristo; nuestro único deseo, el
unirte a Él perfectamente por la gracia. “Considerémoslo todo como sombra,
vanidad, quimera”, dice san Gregorio Niseno, “pues en comparación de la gracia
nada significa”.
Meditación.
Padrenuestro, diez Avemarías, Gloria.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria
pidiendo por las intenciones del Santo Padre y por las Almas del Purgatorio.
Canto de salida: “Los cielos, la tierra y el
mismo Señor Dios”.
[1] Cfr. Matías José Scheeen, Las Maravillas
De La Gracia Divina, 26-28.
[2] Cfr. Scheeben, Mysterien des
Christentums, c. VII: El misterio de la Iglesia y sus sacramentos.
Principalmente el $ 84: Naturaleza mística y significación del carácter
sacramental.
[3] Sermón 21, De la Navidad
del Señor, c. 3.
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