domingo, 17 de noviembre de 2024

Hora Santa en reparación por robo con fines satánicos de Hostias consagradas en una capilla de un hospital de Italia 140924

 



Inicio: ofrecemos esta Santa Misa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el robo con fines satánicos de Hostias consagradas ocurrido en la capilla de un hospital en Italia. Para más detalles acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=D8xFGSMoCCs

Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

La Santa Misa nos enseña a vivir en la paz de la infinita misericordia de Dios, porque según el Concilio de Trento, en el que se citan a los Padres de la Iglesia y en el que se resume la tradición y la teología del sacrificio, se afirma que “el Señor, serenado por la oblación del sacrificio concede la gracia y el don de la penitencia y remite los crímenes y los pecados, por más grandes que éstos sean”. Así se expresa el Concilio de Trento; y el Papa Inocencio III afirma que “por la inmolación de esta Hostia saludable nuestros pecados son remitidos y nosotros somos reconciliados con Dios Todopoderoso”. No hay nada más grandioso y de más valor entonces que el hecho de que Nuestro Señor Jesucristo obre por medio de sus ministros, los sacerdotes ministeriales, sobre el altar eucarístico, la oblación sacrificial que no es otra que la de la Santa Cruz y que Él aplica sobre las almas con todo su valor santificador[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

A través del ministerio de los sacerdotes, Jesús ofrece su Cuerpo inmolado y su Sangre derramada -por medio de las especies sacramentales-, por los pecados personales de cada uno de los bautizados y por los pecados de las multitudes de gentes. Por el hecho de ser Jesucristo el Hombre-Dios, la eficacia de su Sacrificio en la cruz del Calvario fue absoluta e infalible[2]. En la Santa Misa, la ofrenda se reproduce por la Iglesia y por un sacerdote anónimo -en el sentido de que puede o no ser conocido por el fiel laico- y que puede o no ser santo, pero aun así Jesús se ofrece sacramentalmente y nada puede quitar a esta ofrenda su carácter de identidad substancial con la ofrenda del Calvario. Y es también cierto que Dios, en su infinita misericordia, me perdona a causa de la oblación de Jesucristo, tanto sobre la cruz, como sobre el altar[3].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

San Belarmino afirma que la suma inmensa de satisfacción redentora fue derramada en el Calvario y que nosotros la alcanzamos y la hacemos nuestra gracias al misterio de nuestros altares, es decir, gracias al misterio de la Santa Misa. La Pasión aporta la remisión de los pecados como causa universal de salvación, dice Santo Tomás, pero la Pasión debe ser aplicada a cada persona en particular, debe ser alcanzada por la fe de cada persona y debe ser vivificada por la caridad y es por esto y para esto que se confecciona el Santísimo Sacramento del Altar, la Sagrada Eucaristía.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Entonces, tanto la Misa, como la Pasión, tienen un valor infinito, pero este valor es participado de una manera finita por la Iglesia según la intensidad de su amor y según el tiempo en el que viven sus hijos bautizados; el valor de la redención se aplica a cada generación por la mediación de la fe y de los sacramentos y es para este para el cual se instituye el Santísimo Sacramento del Altar, el Sacramento de la Eucaristía.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

El Cardenal Cayetano comenta así comenta así el texto de Santo Tomás (III, q 79): “La ofrenda de la Eucaristía, en razón de su propio valor, es suficiente para satisfacer por todas las penas; esta ofrenda es satisfactoria por todos los que la ofrecen y por todos los que es ofrecida, según la intensidad de su devoción. El resultado del primer punto es que la Misa es satisfactoria para todos los pecadores, tanto vivos como muertos; como tal, su valor es infinito, puesto que es el Cristo el que es ofrecido. El resultado del segundo punto es que una Misa única no pierde nada de su virtud satisfactoria para ser ofrecida por una, dos, tres personas”. La Santa Misa tiene entonces un valor infinito de redención, tanto para la Humanidad entera, como para una persona, tanto para vivos, como para difuntos, tanto para quienes aspiramos llegar al Cielo desde la tierra, como para quienes están purificando sus penas en el Purgatorio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 

 

 

 



[1] Cfr. Francois Charmot, S. j., La Messe, source de sainteté, Editorial Spes, París 190, 83.

[2] Cfr. Charmot, ibidem, 86.

[3] Cfr. ibidem.


sábado, 28 de septiembre de 2024

Hora Santa en reparación por blasfemia contra Nuestra Señora de Lourdes por parte de la revista francesa "Charlie Hebdo"

 


Hora Santa en reparación por ultraje a Nuestra Señora de Lourdes por parte del semanario satírico francés Charlie Hebdo Francia 280824

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la blasfema, grotesca e insultante caricatura que la revista francesa “Charlie Hebdo” realizó contra la Madre de Dios en su advocación de Nuestra Señora de Lourdes, el pasado 28 de agosto de 2024. Los cobardes se ensañan con la Virgen y el catolicismo, pero no se atreven a hacerlo con el Islam, porque ya saben cómo les va.

Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Jesús prometió que habría de hacer caer “fuego del cielo” y que ya “quería verlo ardiendo”. Es obvio que no se trata del fuego material, del fuego que destruye y quema todo a su paso: es el Fuego del Espíritu Santo, que enciende en el fuego del Divino Amor a los corazones de los fieles. Ahora bien, ¿Nuestro Señor, ya cumplió esa promesa, o falta todavía? Podemos decir que, al menos en parte, la cumplió desde la Primera Misa, que fue la Última Cena, porque en la Santa Misa Nuestro Señor hace descender, por medio del sacerdote ministerial, al Espíritu Santo, que convierte las substancias del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús: “por eso te pedimos que santifiques estos dones
con la efusión de tu Espíritu
[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Este descenso del Espíritu Santo en la consagración, está descripto en la oración Secreta de la Misa en memoria de San Juan María Vianney: “Dios eterno y todopoderoso, te pedimos que descienda sobre este sacrificio puro la plenitud invisible del Espíritu Santo, de manera que a imitación suya seamos castos de cuerpo y puros de corazón, para poder aprovechar tan grande Misterio (la Eucaristía, N. del R.)”[2].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

El descenso del Espíritu Santo se produce entonces durante la consagración de las especies del pan y del vino, para ser convertidas en el Cuerpo y la Sangre del Señor; pero también se produce este descenso en las almas de los fieles, según San Alfonso María de Ligorio: “Señor Jesucristo, que el fuego de los holocaustos descienda del Cielo para consumir nuestros corazones y hacerlos agradables para Ti” y nosotros agregamos que este descenso se vuelve realidad cuando el alma en gracia recibe la Comunión Sacramental, es decir, cuando Jesús ingresa en el corazón en gracia, Él sopla sobre este corazón el Fuego que envuelve a su Sagrado Corazón Eucarístico, el Espíritu Santo, para encenderlo en el Fuego del Divino Amor.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Es entonces en la Santa Misa en donde somos abrasados por el Fuego del Divino Amor, ese Fuego que Jesús ha venido a traer y que quiere verlo encendido en nuestros corazones, para que seamos un holocausto agradable a Dios[3]. Para comprender la Presencia y el actuar del Espíritu Santo a lo largo de toda la Misa, hay que recordar que Él es el Consagrador, el Santificador, el Intercesor de todas las almas en la Santa Misa y aun más, el único principio de la unidad de la Misa: “in unitate Spiritus Sancti”, “en la unidad del Espíritu Santo”[4]. Es decir, toda la Santa Misa está impregnada por la Presencia y el Obrar del Amor de Dios, el Espíritu Santo.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

En la Comunión de los Santos, que es una verdad de fe, también está presente el Espíritu Santo, ya que la Alianza Nueva y Eterna, en la que están comprendidos todos los hombres que aman a Cristo, es obra del Espíritu Santo. El Padre, por Amor, determina que los hombres se unan a Él por medio de la unión con la Sangre de su Hijo; la Sangre de Jesús, el Cordero de Dios, prefigurada en la sangre que esparcía Moisés al pueblo desde el altar, y la Alianza que con ella se establece entre Dios y los hombres, es imposible de romper debido a la inviolabilidad de la unión hipostática -de la Segunda Persona de la Trinidad con la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth- y de su muerte redentora, mediante la cual infunde sobre las almas el Amor del Padre y del Hijo, el Espíritu Santo.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Misal Romano, Plegaria II, 101.

[2] Cfr. Francois Charmot, La Messe, source de sainteté, Editorial Spes, París 1960, 58.

[3] Cfr. Charmot, ibidem, 58.

[4] Cfr. Charmot, ibidem, 59.


viernes, 27 de septiembre de 2024

Hora Santa en reparación por profanación litúrgica por parte de Cardenal de Malasia 290824

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por grave ultraje litúrgico cometido contra la Santa Misa por parte de Cardenal católico el 10 de junio pasado. En la denominada “Conferencia Episcopal Regional sobre Comunicaciones Sociales”, las eucaristías se celebraron en las mesas de reunión en forma de U. El cardenal Francis presidió o copresidió estas Eucaristías. Todo el clero se sentó, obviamente también durante la consagración. No fue necesario ningún misal para la Eucaristía del cardenal. En las mesas había teléfonos, folletos y botellas de agua. Para la Comunión, se pasó un cáliz con hostias para el autoservicio. El abuso litúrgico fue expuesto por “Veritate Fideles” en una red social (29 de agosto). Rechazamos rotunda y profundamente este ultraje a la Santa Misa y a la Eucaristía.

         Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         Afirma un autor que la Tercera Persona de la Trinidad Sacrosanta, el Espíritu Santo, se encuentra “por todas partes” en la Santa Misa: “El Santo Espíritu, según la liturgia de la Santa Misa, está en todos los actos, en todas las oraciones, en todos los símbolos, en todos los frutos (espirituales), por todas partes”[1]. Esto significa que la Santa Misa es un acto de amor de la Santísima Trinidad hacia los hombres, además de ser el Santo Sacrificio del Altar, el cual es, obviamente, también un acto de amor, el Supremo Acto de Amor, del Hombre-Dios hacia la Santísima Trinidad.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         La lección que se deriva de esto es que debemos vivir tanto en el Espíritu como en Cristo; de otro modo, dice San Pablo, vivimos bajo la esclavitud del pecado y de la carne. La Santa Misa nos ayuda a vivir en el Espíritu y en Cristo: “La Misa nos hace vivir por el Padre, para Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo y es esta la única manera en la cual podemos concederle a la Trinidad lo que la Trinidad merece, todo el poder, el honor y la gloria”[2].

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         La Santa Misa, ofrecida por la Santa Iglesia, es la obra de Cristo Sacerdote Sumo y Eterno y es también obra del Espíritu Santo, por medio del cual Cristo es consagrado redentor glorioso y vivificador. Por esto mismo, la presencia y la acción del Espíritu Santo es real y actúa de principio a fin en el Sacrificio Redentor de Cristo: en su Concepción milagrosa y en su  Nacimiento, la unción del Espíritu Santo consagra la naturaleza humana de Jesús como sacerdote; el Espíritu Santo se manifiesta sobre Jesús en la Sinagoga, cuando lee al Profeta Isaías –“El Espíritu del Señor está sobre Mí”-; su Cuerpo es consagrado por el Espíritu como Víctima de sacrificio; el fuego que lo consume y con el que Él quiere encender el mundo es el fuego del Espíritu Santo; finalmente, dice San Agustín, Jesucristo es Sacerdote y Víctima, que se ofrece a Sí Mismo al Padre en el Amor del Espíritu Santo, por medio de la perpetuación del misterio del sacrificio cotidiano de la Iglesia, la Santa Misa[3].

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         A su vez la Eucaristía, llamada también “Sacramento del Amor”, difunde este Amor del Corazón de Cristo Sacerdote, inmolado en el altar de la cruz y en la cruz del altar, para expandirse y difundirse por todos los corazones de su Cuerpo Místico, así como el corazón expande y difunde la sangre por las arterias haciendo llegar así esta sangre a los órganos. Y así como Jesucristo no hizo nada en la Pasión y no hace nada en el misterio eucarístico que no sea dictado e inspirado por el Amor Divino, así también los sacerdotes y los fieles, en virtud de este mismo Espíritu Divino, deben también obrar por amor y una muestra de esto es el ofrecerse a sí mismos, en unión con Cristo, como víctimas en la Víctima, por la redención de los hombres, siendo copartícipes del Sacrificio del altar.

         Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         En la Santa Misa, el Espíritu Santo obra una triple santificación: a través del sacerdote ministerial, la Iglesia bendice el Cuerpo y la Sangre de Cristo sobre el altar, luego de la consagración, de manera que la Iglesia realiza esta ofrenda Purísima, desde el altar terreno, hasta el altar celestial, puesto que lo que ofrecen los sacerdotes y los fieles no es a otro que a Jesucristo sobre la Cruz; el Espíritu Santo bendice y santifica las oraciones que se elevan hacia la Majestad del Padre y es por eso que las oraciones finalizan diciendo: “In unitate Spiritu Sancti”, en la unidad del Espíritu Santo; finalmente, la tercera santificación que obra el Espíritu Santo en la Santa Misa, es sobre las almas, según lo dicen los Santos Padres: “El Espíritu Santo, debido a que es Santo por esencia, es el principio de toda santidad” (San Basilio). Es por esto que no es necesario que el Espíritu Santo sea nombrado del mismo modo que el Padre y el Hijo, puesto que está en todas partes[4]. Y quiere estar en nuestros corazones, por medio de la Comunión Eucarística, ya que el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús sopla el Espíritu Santo sobre los corazones de las almas que lo reciben en gracia, con fe, con piedad, devoción y amor.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Francois Charmot, S. J., La Messe, source de sainteté, Editorial Spes, París 1960, 51.

[2] Cfr. Charmot, ibidem, 51.

[3] Cfr. Charmot, ibidem, 53.

 

[4] Cfr. Charmot, 58.

sábado, 21 de septiembre de 2024

Asombrosa Manifestación Eucarística en Concepción, Tucumán, Argentina, Septiembre de 2024

 



Asombrosa Manifestación Eucarística en Concepción, Tucumán, Argentina, Septiembre de 2024


Late la Eucaristía, el Sagrado Corazón Eucarístico de la Iglesia Católica, envuelto en las llamas del Divino Amor, el Espíritu Santo, Fuego Santo de Eterno Amor y en cada latido nos dice a cada uno de nosotros: "Estoy vivo, Soy Yo, Jesús, resucitado y glorioso en la Eucaristía y te espero; ven a visitarme, para recibir los infinitos rayos de Amor de Mi Sagrado Corazón Eucarístico. No tardes más, no hay nada más importante en tu vida que adorarme, amarme y luego recibirme en gracia; no tardes más; ven a Mí, ardo en deseos de darte el Amor de Mi Sagrado Corazón. Deja las cosas del mundo, que tu alma esté en gracia por la Confesión Sacramental y ven a recibirme y tu pequeño corazón se fundirá y se hará uno solo en ese Horno Ardiente de Amor Eterno que es Mi Sagrado Corazón Eucarístico. Ven, date prisa, no tardes más. Mi Corazón Eucarístico arde de Amor Divino por ti desde la eternidad".

Por qué debemos hacer Adoración Eucarística


 


         Por qué debemos hacer Adoración Eucarística

         Hay muchas razones por las cuales debemos hacer Adoración Eucarística:

         Un ejemplo nos viene de una beata, canonizada por el el Papa Juan Pablo II: el Papa beatificó a Dina Belanger, una mujer canadiense muy devota del Santísimo Sacramento. Cuando ella iba a su adoración, Jesús le mostraba multitudes de almas al borde del precipicio del infierno. Y después de su hora santa, ella veía a esas almas en las manos de Dios. Jesús le hacía entender que el valor de una hora santa es tan grande que lleva a multitudes de almas del borde del infierno a las puertas del cielo. Esta es una hermosa razón para hacer adoración eucarística, salvar almas de caer en el Infierno.

         Otra razón es el de sacar almas del Purgatorio: hay almas del Purgatorio a las que les falta solo un Avemaría para salir del Purgatorio; si nosotros vamos a hacer Adoración Eucarística y rezamos un Avemaría delante del Santísimo, hemos sacado un alma del Purgatorio y si rezamos un Rosario entero, hemos sacado muchas almas del Purgatorio. Esta es otra hermosa razón para hacer Adoración Eucarística.

         Otra razón para hacer Adoración Eucarística es la conversión de los pecadores: nuestra adoración forma parte de la oración de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo y aunque nosotros no veamos los frutos de la oración y aunque no alcancemos lo que pedimos en la oración, la Virgen, que es la Medianera de todas las gracias, distribuye las gracias que se derivan de esas oraciones y las aplica para la conversión de pecadores que se encuentran en lugares apartados del mundo, que sin nuestra adoración no se habrían convertido jamás y que se convirtieron por nuestra adoración y a quienes veremos, si la Misericordia Divina así lo permite, en la otra vida, en el Reino de los cielos y ellos nos darán las gracias por haber hecho nosotros una adoración eucarística que tal vez para nosotros fue infructífera, pero que para ellos fue la salvación de sus almas.

         Pero la razón principal por la que debemos hacer Adoración Eucarística no está en todas estas razones, aunque estas razones sean todas loables y buenas: aunque en la Adoración Eucarística no obtuviéramos nada de lo que hemos dicho; aunque no obtuviéramos ningún beneficio espiritual, la razón principal por la que tenemos que hacer Adoración Eucarística es por ser Dios Quien Es: Dios de infinita majestad, bondad, justicia, amor y misericordia y porque Él pudiendo estar en los cielos eternos, recibiendo el amor enormemente más grande y puro que le brindan las miríadas de ángeles y arcángeles y de todos los santos de todos los tiempos, viene a nuestra tierra, a nuestro tiempo, a nuestra historia, a nuestro aquí y ahora, a quedarse en medio de nosotros, cumpliendo su promesa de quedarse entre nosotros hasta el fin de los tiempos: “Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”, para mendigarnos nuestro amor, la mayoría de las veces, mezquino, egoísta, distraído, pasajero, fugaz, débil, volátil. Y Jesús se queda en la Eucaristía en Persona, con toda la gloria de su Cuerpo Resucitado, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, exponiéndose al desamparo, a la frialdad, al desprecio, a la indiferencia, a la negligencia, al olvido, cuando no a la blasfemia, al sacrilegio, al ultraje. Jesús sabe qué es lo que le va a pasar en la Eucaristía, porque Él es Dios, pero aún así, se queda entre nosotros, para darnos el calor del Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico; se queda entre nosotros porque es el Emanuel, el Dios con nosotros, para iluminarnos con la luz de su gloria divina, la luz de su Ser divino trinitario, una luz que ilumina con un resplandor más brillante que miles de soles juntos. Jesús Eucaristía está frente a nosotros, con su Sagrado Corazón Eucarístico, palpitando con la fuerza del Amor del Padre y del Hijo, el Amor Divino, el Espíritu Santo, el Amor que lo envuelve con sus llamas y que Él quiere comunicarnos en la Adoración, para que ardamos de ardor en deseos de recibirlo en la Comunión y para que al comulgar, ardamos de ardor en deseos de adorarlo hasta con la última fibra de nuestro ser, hasta con el último átomo de nuestro ser.

         Por último, cuando hagamos Adoración Eucarística, pensemos en las últimas palabras del sacerdote coreano mártir San Andrés Kim Taegon; este santo mártir, antes de ser decapitado y luego de ser brutalmente torturado, dijo: “¡Ahora comienza la eternidad!”. Estas últimas palabras de San Andrés Kim Taegon, inspiradas por el Espíritu Santo, son más actuales que nunca cuando estamos frene a la Eucaristía haciendo Adoración Eucarística, porque la Eucaristía es Cristo y Cristo es Dios Eterno, que viene a nuestro tiempo y a nuestra historia para llevarnos a la feliz eternidad. La Adoración Eucarística en ese sentido no solo nos ayuda a despegarnos de lo caduco y temporal, sino a fijar la vista del alma en la vida eterna del Reino de los cielos, la Vida Eterna que Jesús nos comunica desde la Eucaristía, la Vida Eterna y bienaventurada de la que nos separan solo las apariencias del pan y del vino, porque en la Eucaristía está en Persona el Dios Tres Veces Santo y Eterno, Cristo Dios. Cada vez que hacemos Adoración Eucarística, nos despegamos del tiempo y del espacio y comenzamos a vivir, aun sin darnos cuenta, la feliz eternidad que nos dona el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

         Finalmente, dejo las palabras escritas por un indigno sacerdote al cual se le manifestó Jesús Eucaristía, de dos formas, como un sol resplandeciente y como un sol que late al ritmo del Amor de Dios, el Espíritu Santo. Dice así este sacerdote: “Late la Eucaristía, el Sagrado Corazón Eucarístico de la Iglesia Católica, envuelto en las llamas del Divino Amor, el Espíritu Santo, Fuego Santo de Eterno Amor y en cada latido nos dice a cada uno de nosotros: “Estoy vivo, Soy Yo, Jesús, resucitado y glorioso en la Eucaristía y te espero; ven a visitarme, para recibir los infinitos rayos de Amor de Mi Sagrado Corazón Eucarístico. No tardes más, no hay nada más importante en tu vida que adorarme, amarme y luego recibirme en gracia; no tardes más; ven a Mí, ardo en deseos de darte el Amor de Mi Sagrado Corazón. Deja las cosas del mundo, que tu alma esté en gracia por la Confesión Sacramental y ven a recibirme y tu pequeño corazón se fundirá y se hará uno solo en ese Horno Ardiente de Amor Eterno que es Mi Sagrado Corazón Eucarístico. Ven, date prisa, no tardes más. Mi Corazón Eucarístico arde de Amor Divino por ti desde la eternidad”.

 

 

martes, 10 de septiembre de 2024

viernes, 6 de septiembre de 2024

Hora Santa en reparación por robo sacrílego de Hostias consagradas en Parroquia de San Pedro y San Pablo en Olivos Buenos Aires Argentina 240824

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el robo sacrílego de Hostias consagradas en la Parroquia de San Pedro y San Pablo de la localidad de Olivos en Buenos Aires, Argentina. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.facebook.com/photo?fbid=891634439661636&set=a.544766527681764

Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

En el Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, repetimos, cada vez que la Santa Iglesia la celebra, la siguiente oración: “Te damos gracias (a Ti, oh Dios), por Tu inmensa gloria” y así podemos recorrer, sucesivamente, todos los artículos del Credo y todas las verdades infalibles enseñadas por la Iglesia, verdades todas que están, por así decirlo, impregnadas y atravesadas, todas, una a una, por la gloria infinita de Dios, porque no hay ni una sola de las verdades que se derivan del Ser divino trinitario que no estén plenificadas por la gloria infinita y eterna de Dios[1].

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

En la Santa Misa, debemos remarca dos elementos que nos proporcionan un gran consuelo: el primero, que la Misa de la tierra no es más que una sola cosa con la Misa del cielo; el segundo, que la acción de gracias no es solamente una acción de gracias o una oración, sino un don substancial, hecho a Dios como devolución por su gran bondad: el don de un amor y de una víctima infinita en Jesucristo.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

En efecto, la entonación del canto del Gloria comienza por el canto de los Ángeles en la Noche de Navidad; en la tierra, es la paz que desciende sobre los hombres de buena voluntad: es la unión con Dios por medio de la Encarnación. En el Prefacio se hace más explícito: “Por Él (Jesucristo) los Ángeles alaban Tu Majestad, las Dominaciones la adoran, las Potencias la reverencia, los Serafines la celebran y nosotros nos unimos alegremente con ellos diciendo “Santo, Santo, Santo”. La Eucaristía entonces, como Acción de Gracias, es un signo del que hacemos parte junto al coro celestial. Nosotros celebramos con ellos, cantamos, alabamos, agradecemos y adoramos con ellos.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Pero el valor principal de la Acción de Gracias está en el Amor mismo de Cristo que se ofrece y que nosotros ofrecemos al Padre. Sabemos que este Sacrificio del Altar tiene el mismo Sacrificio de la Cruz, porque es el mismo Sacrificio de la Cruz, solo que renovado incruenta y sacramentalmente. Lo que ofrecemos de modo concreto al Padre, es el Corazón mismo de su Hijo muerto en la cruz, por obediencia a Él; este Corazón es un Corazón humano y es un Corazón verdadero, aun cuando la Persona a la que está unida este Corazón humano es una Persona divina, la Persona Segunda de la Trinidad, la Persona del Hijo de Dios, la Persona del Verbo de Dios. Precisamente, porque es un Corazón que está unido hipostáticamente a la Persona Segunda de la Trinidad, a la Persona del Verbo, el Corazón de Jesús, así como todo el cuerpo humano unido hipostáticamente al Verbo, posee la plenitud de gracias, plenitud tal que todas las gracias del Cuerpo Místico se derivan de él como de su fuente; está tan lleno del Santo Espíritu que es el Espíritu del Verbo Encarnado, desbordante de amor, de dones y de virtudes, que hacen que de Él surjan todos los santos, doctores, mártires, confesores, vírgenes, de la Iglesia de todos los tiempos.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

El Corazón del Verbo de Dios, unido hipostáticamente a la Persona Segunda de la Trinidad en el momento de la Encarnación, fue creado por la Trinidad en el seno purísimo de la Virgen Santísima para amar al Padre con el Amor del Espíritu Santo, es decir, divinamente y así ha amado al Padre, desde el primer latido, sin medida. En este Corazón el Padre ha encontrado todas las complacencias a causa del amor testimoniado en cada instante de su vida; y en su muerte ha manifestado el perdón eterno que nos dona como Hijo y como Víctima reparadora. Y es este Corazón el que el Padre nos lo ofrece a cada uno de nosotros en la Santa Misa, con su Cuerpo inmolado, para que cada uno de nosotros, a su vez, se lo donemos en acción de gracias, como único Don digno de su Majestad, de su santidad, de su justicia y de su misericordia.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré, y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 

        

 

 

 



[1] Cfr. 44.