martes, 10 de marzo de 2020

Hora Santa en reparación por ultraje contra la Virgen por feministas en Salta, Argentina 080320



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje sufrido por la Madre de Dios durante una marcha feminista pro-aborto en la ciudad de Salta, Argentina. Para mayores detalles del lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

          De entre los reyes y nobles, hubo a lo largo de la historia numerosos y devotos amantes de la Eucaristía; entre ellos, se destaca San Wenceslao, rey de Bohemia, quien se encargaba él mismo de preparar las hostias para consagrar: preparaba el terreno, sembraba el grano, lo cosechaba, lo molía, lo tamizaba y con la flor de la harina preparaba las hostias para el Santo Sacrificio. Y Santa Radegund, reina de Francia, quien luego se consagró como religiosa, era feliz de poder moler con sus manos el trigo seleccionado para las Santa Misas y lo entregaba gratuitamente a las iglesias pobres[1].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          A su vez, Santa Vicenta Gerosa, que se encargaba de la viña para el vino de las Santas Misas, la cultivaba y podaba con sus propias manos, feliz de pensar que aquellos racimos de uva cuidados por ella se convertirían en la Sangre de Jesús por el milagro de la Transubstanciación. Y como muestra de su amor por la Eucaristía, los santos expresaban una gran delicadeza hacia las Especies eucarísticas. Su fe en la Presencia Real de Jesús incluso en el fragmento más pequeño de la Hostia era intacta. Bastaba ver al Padre Pío la fina delicadeza con que purificaba la patena y los vasos sagrados en el altar[2].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Una vez, Santa Teresita vio un pequeño trozo de una Hostia sobre la patena después de la Santa Misa; entonces llamó a las novicias y en procesión llevó la patena a la sacristía, adorando la Partícula con ardoroso fervor. Y Santa Teresa Margarita, habiendo encontrado un fragmento de Hostia cerca del altar en el suelo, se puso en adoración junto al fragmento hasta que llegó un sacerdote para recogerlo y colocarlo en el sagrario[3].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Una vez se le cayó inadvertidamente de las manos a San Carlos Borromeo, mientras distribuía la Comunión, una Partícula sagrada. El santo se tuvo por culpable de grave irreverencia a Jesús y para reparar lo que él consideraba su falta, se impuso una penitencia de ocho días de ayuno. San Francisco Javier, a veces, al distribuir la Santa Comunión, experimentaba un sentimiento de adoración tan grande hacia Jesús entre sus manos que se ponía de rodillas para dar la Comunión a los fieles[4].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          A San Conrado de Constanza le sucedía que de noche se le iluminaban los dedos pulgar e índice por la fe y el amor con que los usaba al tocar el Cuerpo Santísimo de Jesús. San José de Cupertino manifestaba su exquisita delicadeza de amor a Jesús en su deseo expreso de tener otro par de dedos índice y pulgar sólo para poder tocar la Carne Santísima de Jesús. Y San Pío de Pietralcina, a veces tomaba delicadamente la Hostia Santa entre sus dedos, considerándose indigno de tocarla con sus manos estigmatizadas[5]. Hoy, lamentablemente, se toma con mucha ligereza la Sagrada Comunión, sin pensar en la Presencia Real, Verdadera y Substancial de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar.

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 121.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 122.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 122.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 123.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 123.

lunes, 9 de marzo de 2020

Hora Santa en reparación por vandalización de la Catedral de México en marcha pro-abortista 080320



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ataque vandálico sufrido por la Catedral de la Ciudad de México en la marcha feminista y pro-abortista del 8 de marzo de 2020. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

          Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

          La Divina Presencia Real de Jesús en nuestros sagrarios siempre ha sido objeto de inmensa reverencia por parte de los santos. Su delicadeza amorosa, virginal, por las “cosas de Jesús” (1 Cor 7, 32) era una de las expresiones más evidentes de su gran amor que no admitía reservas, que consideraba todo de gran importancia, incluso una cosa de simple rito externo por la que Santa Teresa y San Alfonso decían estar dispuestos a sacrificar la vida misma[1]. Como los santos, debemos aprender a amar y reverenciar la Casa de Jesús, su Iglesia.

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Es de los santos también de quien debemos aprender a amar a Jesús, rodeando de atenciones afectuosas los santos sagrarios, los altares y las iglesias, que son “Sus” casas (Mc 11, 17). Todo debe expresar decoro. Todo debe inspirar devoción y adoración. También las cosas pequeñas, hasta lo accidental. Nada será demasiado cuando se trata de amar y de honrar al “Rey de la Gloria” (Sal 23, 10). Si se piensa en rituales antiguos, por ejemplo, exigían agua perfumada para el lavatorio de los dedos del sacerdote en la Santa Misa[2].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          Jesús mismo quiso instituir el Sacramento del Amor en un lugar noble y bello: el Cenáculo, una gran sala con adornos y alfombras (cfr. Lc 22, 12). Y los santos han sido siempre muy celosos del decoro de la Casa de Dios, porque como enseña Santo Tomás de Aquino, hace falta primero cuidar del Cuerpo Real de Jesús y después, de su Cuerpo Místico[3].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          San Francisco de Asís llevaba consigo una escoba, para barrer las iglesias que no encontraba limpias; después de predicar al pueblo reunía al clero y les recomendaba el celo por el decoro de la Casa del Señor; encargaba a Santa Clara los manteles sagrados para los altares y enviaba copones, cálices y toallas a las iglesias pobres y abandonadas. Cuando San Pedro Julián Eymard debía empezar la Adoración Eucarística en una casa pobre y abandonada, sentía siempre tanta pena por ello que exclamaba enseguida: “¡Oh! ¡Cuánto me ha costado alojar al Señor tan pobremente!”[4].

           Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

De la vida de San Juan Bautista De La Salle sabemos que el santo quería ver la capilla limpia y adornada siempre, el atar en perfecto orden, la lámpara eucarística siempre encendida. Las toallas sucias, los ornamentos rotos, los vasos poco limpios, no le agradaban en nada al santo. Ningún gasto le parecía excesivo cuando se trataba del culto de Jesús. Y San Pablo de la Cruz quería tan limpios los ornamentos y objetos sagrados, que no usaba, por ejemplo, corporales que no estuvieran lo suficientemente limpios[5].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

         


[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 120.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 120.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 121.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 121.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 121.

Hora Santa en reparación por asesinato de cuatro religiosas en Yemen 040320



          Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en reparación por el cruel asesinato de cuatro hermanas pertenecientes a la orden de Santa Teresa de Calcuta, las Hermanas de la Caridad, en Yemen. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

          San Pío de Pietralcina, el fraile estigmatizado de Gargano, al que acudían multitudes de todos los lugares del mundo, después de sus horas diarias de confesión, pasaba casi todo el tiempo del día y de la noche cerca del Sagrario en adoración con María Santísima (rezando centenares de Rosarios). Una vez, el obispo de Manfredonia, Monseñor Cesarano, hizo un retiro espiritual en el convento del Padre Pío. Todas las noches, el obispo se levantaba a diferentes horas para ir a la capilla y todas las noches, a todas las horas, ¡estaba siempre el Padre Pío! El amor del Padre Pío a la Eucaristía debe llevarnos a querer imitarlo, aunque sea mínimamente, para lo cual debemos decidirnos a hacer Adoración Eucarística, si no la hacemos, o a incrementarla si ya la hacemos[1].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          El Beato Giacomo Alberione, pone expresamente como fundamento de toda su obra apostólica a la Adoración Eucarística, con la Congregación de los Piadosos Discípulos del Divino Maestro, que tiene la única y específica misión de adorar día y noche a Jesús Eucaristía solemnemente expuesto. Y el Padre Pío de Pietralcina solía decir: “Cuando queráis encontrarme, venid cerca del sagrario”[2].

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          La Adoración Eucarística es “la mejor parte” de la que habla Jesús en el reproche a Marta que se afanaba tras de “muchas cosas” secundarias, descuidando “la única necesaria” elegida por María: la adoración humilde y amorosa (Lc 10, 41)[3]. Muchas veces nos pasa como a Marta: nos enfrascamos en las cosas del mundo, que son pasajeras y superficiales, y olvidamos aquello que da sustento y sentido a nuestro paso por la vida terrena, Jesús Eucaristía. Adoremos más a Jesús Eucaristía y ocupémonos menos de las cosas del mundo.

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          ¿Con qué empeño deberíamos nosotros amar la Adoración Eucarística, tal como lo hicieron los santos? Si Jesús es en quien “Todo tiene en Él su consistencia” (Col 1, 17), ir a Él, estar con Él, unirse a Él, significa encontrar, adquirir, poseer la consistencia de uno mismo y del universo entero. “Sólo Jesús es todo, lo demás nada”, decía Santa Teresita. Luego, renunciar a la nada por el Todo, consumirse uno a sí mismo para el Todo antes que para la nada, ¿no debería ser nuestra verdadera riqueza y nuestra suprema sabiduría?[4]. Una vez más: dejémonos de ocupar tanto de las cosas del mundo y acudamos prestos a postrarnos ante Jesús Eucaristía, para adorarlo en el tiempo y en la eternidad.

           Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

          San Pedro Julián Eymard razonaba así: “Una buena hora de Adoración ante el Santísimo Sacramento hace un bien mayor que todas las visitas que se puedan hacer a las iglesias de mármol, que todas las veneraciones de las tumbas”. Así razonaba también el Padre Pío de Pietralcina cuando escribía: “Mil años que se pasen en medio de la gloria de los hombres no compensan ni una sola hora pasada en dulce coloquio con Jesús Sacramentado”. Nosotros deberíamos, como los santos, envidiar a los ángeles, que rodean ininterrumpidamente los sagrarios[5] e ininterrumpidamente, noche y día, se postran en adoración ante Jesús Eucaristía.

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Los cielos, la tierra y el mismo Señor Dios”.




[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 117.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 118.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 118.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 118.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 119.

viernes, 6 de marzo de 2020

Hora Santa en reparación por iglesia vandalizada por inmigrantes en Grecia 030320



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el acto vandálico cometido contra una iglesia ortodoxa en Grecia. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

Afirma un autor que, por la gracia, “está uno en comunión con los santos, participando de todos sus bienes espirituales”[1]. Es decir, otro de los privilegios espirituales de la gracia es hacer al que la posee capaz de las obras satisfactorias de los santos y de todos sus bienes espirituales, gozando entera y cumplidamente del bien que hay en la comunión de los santos, participando de todas sus riquezas.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Esta participación en la comunión de los santos y su participación en sus riquezas espirituales, es la causa de la alegría que tenía David cuando dijo al Señor con gran gozo de su alma: “Participante soy de todos los que te temen y guardan tus Mandamientos”. Con razón se goza de esto el santo rey, porque es una cosa de grande honra y provecho ser uno participante de todos los bienes espirituales de los santos del cielo y de la tierra[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Ahora bien, con los pecadores, es decir, con los que no poseen la gracia, no sucede así, puesto que están excluidos de muchos de estos bienes y gran parte de ellos, excomulgados. Esto es así, porque el pecador carece del Espíritu Santo y de la comunión con los santos y justos. Por esto mismo, no hay mayor desdicha que, debiendo uno una gran deuda, no pudiera éste pagarla, ni aun cuando hubieren hombres dispuestos a saldar su deuda con sus riquezas, porque está este hombre inhabilitado para recibir estas riquezas. Esto es lo que sucede con el pecador[3].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En esta desdicha está quien carece de la gracia, el cual, debiendo a Dios pagar las penas de sus pecados, ni él puede mientras está en ése estado –el estado de pecado-, ni pueden otros ayudarle para esto; y repartiendo los siervos de Dios la satisfacción de sus obras liberalísimamente a quien quieren, a ellos –a los pecadores- no les dan, ni les pueden dar, una migaja de ellas, y ni aunque les dieran todas pudieran ayudarles a satisfacer por la más mínima de las penas que deben[4].

 Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Aunque aplicasen los mártires cuanta satisfacción tenían en sus tormentos, los patriarcas sus limosnas, los profetas sus ansias y deseos y los santos religiosos sus observancias y aun si la Virgen Santísima les ofreciera los inestimables tesoros de sus merecimientos para satisfacción de las penas que deben, no serían admitidos ni les aprovecharía cosa alguna toda la satisfacción de los santos. Y, lo que es más, ni la infinita satisfacción de Cristo fuera admitida, ni lo pudiera ser, para que se le perdonase al que está sin gracia, la deuda de las penas que debe, en cuanto por estar en pecado mortal merece de suyo ser castigado[5]. Esto nos lleva a ponderar cuán desgraciada es el alma que se encuentra en pecado mortal y cuánto debemos valorar el estado de gracia, para perseverar siempre en él. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca perdamos la gracia por el pecado y si eso llegara a suceder, que prontamente recuperemos el estado de gracia, acudiendo a la Santa Confesión!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 350.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 350.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 350-351.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 351.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 351.