sábado, 21 de marzo de 2020

Hora Santa en reparación por misa negra realizada en Catemaco México 010320



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la misa negra (satánica) realizada en Catemaco, México. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:


Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

         A quien está en gracia conviene aquella bendición de Dios[1] (Éx 25): “Echaré mi bendición a quien te echare bendiciones y echaré mi maldición a quien te maldijere”. Pero los que carecen de gracia son tan execrables a Dios, que aún lo bueno que parece que tienen le es abominable y como son descomulgados no quiere hablarles, ni quiere que le hablen.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

¿Se puede hacer más con un descomulgado que lo que amenaza Dios a unos pecadores por el profeta Isaías (1, 11-12): “Cuando extendiereis vuestras manos, apartaré mis ojos de vosotros y cuando multiplicareis la oración no os oiré”?[2]. Por el mismo profeta y por Amós (5, 21) y Malaquías (1, 12) abomina de los sacrificios que le hacían los malos, del incienso que le ofrecían, de las fiestas que le hacían. El Sabio dice (Prov. 23): “El que aparta sus orejas para no oír la Ley, su oración será execrable”.
Silencio para meditar.


Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Y en un salmo (49, 16) prohíbe el Señor al pecador contar su justicia y tomar su testamento con la boca. David, que era según el corazón de Dios y conocía que quien está sin gracia es maldito y execrable al Señor, le echa en varias partes grandes maldiciones y una vez ésta tan terrible, que dice (Sal 108): “Su oración se le vuelva en pecado”.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Los ángeles también, como se cuenta en las Vidas de los Padres, huyen de los pecadores, tratándolos como descomulgados[3]. Al profeta Jeremías le mandó el Señor no orase por los malos de su pueblo, diciendo (Jer 6): “No quieras orar por este pueblo, ni hagas por el oración ni alabanza; y no me resistas, porque no te oiré”. A este extremos aborrecimiento pueden llegar algunos pecadores, que ni Dios se agrade en sus oraciones, porque no son para querer salir del pecado, ni quiere que sus siervos rueguen por ellos.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El pecador, como pecador, siempre es detestable y maldito de Dios y ninguna cosa que como tal hiciere le puede agradar; si bien es la misericordia divina tan grande, que cuando le piden los pecadores su gracia y perdón de los pecados los oye y favorece y quiere que se la pidan y es tan grande la excelencia y dignidad de la gracia, que gusta que los que la tienen oren por los que carecen de ella, mandando a sus siervos intercedan por ellos para que salgan de su desdicha y maldición eterna; porque los justos que están en gracia son los benditos, los agradables, los favorecidos, los amigos del Señor, los que conversan con los ángeles, que con particular providencia los guardan, los que comunican todos los bienes de los santos[4].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.





[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 353.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 353.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 353.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 354.

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