viernes, 21 de junio de 2019

Hora Santa en reparación por el paganismo y la brujería de la Nueva Era 210619



         Inicio: La práctica de la brujería, de la wicca, del ocultismo y de toda clase de ocultismo, implica siempre la ofensa a Dios Uno y Trino, el Único Dios Verdadero que debe ser adorado, e implica también la ofensa del Verbo Encarnado, que es el Único Salvador e implica también la ofensa a la Madre de Dios, la Virgen Santísima, por lo que su práctica pública debe ser públicamente reparada por los cristianos y ésta es la razón de esta Hora Santa. En el siguiente enlace se puede constatar cómo la práctica de esta ofensa a Dios que es la brujería, está avanzando a grandes pasos:


         Canto inicial: “Adorote devote, latens Deitas”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

La gracia santificante es un bien tan inmensamente grande, que no alcanzarán las eternidades de eternidades para agradecer a la Trinidad por tan enorme don[1]. Su grandeza se resalta cuando se considera qué es el hombre, a quien Dios dio la gracia y para el cual la consiguió al altísimo precio del don de su vida en la Cruz: el hombre es “nada más pecado”, según lo afirman los santos. En efecto, siendo el hombre no solo “nada”, sino “nada más pecado”, quiso Dios Hijo sin embargo encarnarse para cumplir la voluntad de Dios Padre de donar a Dios Espíritu Santo, el Santificador y el Dador de la gracia santificante.

Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Según afirman los santos, no hay nada en el hombre –nada- que justifique Dios dé la gracia al hombre, convirtiéndolo en amigo suyo. Al respecto, dice San Bernardo[2]: “Sin duda alguna, una semejanza de vanidad es el hombre; reducido a nada es el hombre; nada es el hombre”. Alguien podría objetar: pero, ¿cómo es totalmente nada, a quien Dios magnifica (con la gracia)? ¿Cómo es nada aquel en quien pone su Corazón divino? A lo que se responde: porque nada es de sí, pero por la gracia es mucho, que merece que Dios le engrandezca con su amor. En otras palabras, nada debe ser en su corazón, pero en el Corazón de Dios muchísimo es, si tiene gracia, y digno de que en él ponga su amor.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         Porque el hombre por la gracia deja de ser nada para ser agradable a Dios, es que San Bernardo dice: “Respiremos, hermanos míos, que aunque en nuestros corazones somos nada, pero en el Corazón de Dios podrá estar secreta otra cosa”: que es el darnos la gracia, que nos hace sus amigos, sus hijos adoptivos y herederos del Reino.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

Continúa San Bernardo, dirigiéndose primero a Dios: “¡Oh Padre de misericordia! ¡Oh Padre de miserables! ¿Para qué pones en ellos tu corazón?”. Y responde a su pregunta: “Bien sé la causa, bien la sé. Porque adonde está tu tesoro, allí está tu corazón. Pues, ¿cómo hemos de ser nada, si somos su tesoro?”. San Bernardo da la razón de porqué recibimos la gracia: porque así Dios se verá “obligado”, por así decirlo, llevado por su Amor Misericordioso, a poner su Divino Corazón en nosotros, cuando estamos en gracia y dejamos de ser nada, para ser sus tesoros, cumpliéndose así en Dios mismo el dicho de Dios Hijo: “Donde esté tu tesoro, estará tu corazón”.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

Por estas razones, quien está en gracia es, para Dios, un “divino tesoro” y es amigo de Dios, ya que Dios pone su Corazón en él y así el hombre, de ser “nada más pecado”, se convierte, por la gracia, en tesoro en donde Dios pone su Corazón. Esto es así, según las Escrituras[3]: “el amigo es un tesoro que se halla”; y así el que está en gracia, como amigo de Dios, es tesoro de Dios, porque en él pone su amor y con el amor sus riquezas y dones y su misma divinidad.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 192.
[2] Serm. 5, in Ded. Eccl.
[3] Eclo 6.

jueves, 20 de junio de 2019

Hora Santa en reparación por los ataques sufridos por la Iglesia Católica en Alemania 190619



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la ola de ataques sufridos por la Iglesia en Alemania, unos treinta en dos meses. La información completa acerca de este lamentable hecho se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Oh Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         Entre los seres humanos, cuando alguien quiere ser verdadero amigo de un hombre que es poderoso, se expone a correr muchos riesgos, puesto que estos hombres, aunque en sí pueden ser buenos, están rodeados  por lo general de un ambiente de intriga, de traición, de delación y es así que para alcanzar su amistad, se deben correr muchos riesgos[1]. No sucede así con Dios, que es Rey de reyes y Señor de señores, pues no es necesario que vayamos en busca de su amistad, desde el momento en que Él mismo nos la concede gratuitamente, aun antes de que nosotros se la pidamos, al llamarnos “amigos y no siervos” en la Última Cena.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         El corazón humano, afirma un autor[2], no puede aspirar a otra cosa ni hay cosa alguna que le dé tamaña felicidad, que el ser amigo de Dios. Esto, en efecto, constituye una dicha inimaginable y una dignidad incomparable, el tener a Dios por amigo y esto, pudiéndolo alcanzar sin riesgos ni los peligros ni los trabajos que se dan entre las relaciones humanas. Es decir, la amistad con Dios está, para el hombre, al alcance de su mano, por así decirlo: sólo basta que el hombre, despojándose del hombre nuevo por la gracia, acepte la mano que el Creador le tiende para concederle su amistad. Con sólo hacer esto, el hombre se verá colmado con la dicha más grande que puede haber en esta vida y en la otra, el tener a Dios Uno y Trino por amigo.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         Con relación al tema de la amistad, dijo San Agustín[3] a un compañero: “Ruégote que me digas adónde desearás llegar con todos estos trabajos: ¿qué buscamos? ¿Qué es por lo que militamos? ¿Pueden llegar nuestras esperanzas en palacio a más que ser amigos del emperador? Pues en esto, ¿qué estabilidad hay? Todo está lleno de peligros, ¿y por cuántos peligros se llega a este peligro mayor? ¿Y cuándo será ello? Pero si quiero ser amigo de Dios, al momento lo seré”. Es decir, si entre los hombres, al querer alcanzar una amistad buena de alguien poderoso, se corren peligros verdaderos, no ocurre lo mismo con Dios, que es infinitamente más poderoso que el más poderoso de los hombres y que, sin merecerlo nosotros, nos llama “amigos” y no “siervos”.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         Entre los hombres, aun entre los mejores amigos, puede suceder en algún momento que, por alguna circunstancia, falte el apoyo de un buen amigo, aunque éste luego lo compense de otras formas. Sin embargo, esto no sucede con Dios: “De parte de Dios -afirma un autor[4]- no falta nunca la amistad”, porque Él es el “Amigo fiel que nunca falla”, aunque nosotros le fallemos y es Él quien se ha encarnado, ha pasado por toda clase de padecimientos, hasta morir en cruz y luego, no conforme con esto, a pesar de Ascender al cielo, se ha quedado entre nosotros y se quedará, hasta el fin del mundo, en la Eucaristía, sólo para darnos nuestra amistad. Dios jamás rompe su amistad con nosotros: somos nosotros los que, con el pecado, rompemos nuestra amistad con Dios. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ayúdanos para que, si nos sucede la desgracia de quebrantar nuestra amistad con Dios por el pecado, la recuperemos prontamente por el Sacramento de la Confesión!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

Si Dios Uno y Trino se ha dignado a ser nuestro amigo, sin siquiera nosotros poder imaginar que podríamos alcanzar tal galardón inmerecido, entonces “guardemos las leyes de amigos, pues Dios las ha guardado; tengamos un mismo sentir y un mismo querer, no negando nada a Dios, ni mirando en algo nuestro gusto, sino sólo el divino, procurando ser en todo semejantes a nuestro amigo tan leal y amable”[5]. Un filósofo pagano, Aristóteles, afirmó que, para fundar una verdadera amistad, los amigos tienen que ser semejantes, no sólo en costumbres, sino en virtudes. Entonces, si Dios es Espíritu Purísimo, busquemos guardar la pureza de cuerpo y alma; si Dios es Amor Perfectísimo, entonces busquemos amar a Dios, al prójimo y a nosotros mismos, con un amor que sea lo más perfecto y puro posible y así con todo. Otra cosa a tener en cuenta es que es de amigos el tener mucha familiaridad, por lo que debemos asistir con asiduidad a la Adoración Eucarística, en donde Dios nos declara su Amor por nosotros, debiendo nosotros corresponder a  esta declaración de Amor, dándole todo el amor del que seamos capaces a Jesús Eucaristía.

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 191.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 191.
[3] Confes., lib. 8, cap. 6.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 192.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 192.

miércoles, 19 de junio de 2019

Hora Santa en reparación por ataque a balazos de una iglesia y posterior asesinato de una catequista en México 160619



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa por la doble profanación sufrida por una iglesia parroquial en México: fue atacada a balazos por desconocidos y además asesinaron a una catequista. El informe completo sobre la infausta noticia se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         Afirma un autor[1] que la gracia “tiene tanta fuerza divinísima y levanta al hombre a un estado tan soberano por encima de todo otro ser y naturaleza creada, que lo pone en un orden de igualdad con Dios para que pueda ser su amigo, haciéndole su semejante; y fuera de esto, lo vuelve tan agradable a aquel Omnipotente Señor, que hace ame al hombre con amor desinteresado, de verdadera amistad”. ¡Cuán valiosa es la gracia, que nos procura la amistad divina!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

Porque la gracia coloca al hombre en un estado de igualdad con Dios, haciéndolo su amigo y haciéndolo merecedor de la amistad con Dios[2], no hay ningún bien que pueda comparársele a la gracia ni hay riqueza mayor que la riqueza de la gracia. Pero, al mismo tiempo, no hay desdicha mayor ni desgracia mayor que perder la gracia por el pecado mortal. Si son felices los que por la gracia son amigos de Dios, son infelices y desdichados los que por el pecado pierden esta amistad y se alejan de Dios. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que seamos capaces de preferir la muerte terrena antes que perder la amistad con Dios por el pecado!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

Sucede entre los hombres que una amistad verdadera surge muchas veces de modo no deseado así por los hombres: es decir, muchas veces los hombres se hacen amigos entre sí pero por motivos interesados, aunque luego terminen siendo amigos verdaderamente, sin interés. No sucede así con la amistad que con Dios nos procura la gracia, pues no hay amistad más desinteresada que la que tiene Dios para con el alma que está en gracia, ya que Dios no hace, no ha hecho ni hará nada que mire a su propio provecho, sino de aquel que está en gracia[3]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que procuremos entonces nosotros agradar a Dios con una amistad desinteresada, conservando su amistad, al conservar la gracia, no por perseguir un interés, sino por el solo deseo de ser sus amigos!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

El amor que Dios tiene a un alma en gracia, en cuanto a la utilidad, es por ella misma, afirma un autor[4], pues Dios no lo hace por provecho alguno intrínseco que el mismo Dios pudiera obtener de esta amistad. ¿Qué mayor grandeza puede haber que esto, que la gracia y lo que a ella se sigue, sea lo que es la mira única de la utilidad de todas las obras divinas? En otras palabras, no cae la hoja de un árbol sin que Dios lo permita, que no sea para provecho de los que están en gracia, pues Dios todo lo hace por la gracia y por premiar con la gloria a los que la tienen.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         No existe entre los hombres, amistad más tierna, fiel y pura, que la amistad que Dios tiene para con el hombre, por medio de la gracia. Dios todo lo hace por y para su amigo, el hombre que está en gracia, para que luego en el cielo su amigo se llene de su gloria divina. Sostiene un autor[5] que “todo Dios está en esto, todo lo hace y obra por razón de la gracia, para que estemos en gracia o porque lo estamos. Dios fabricó la naturaleza y los cielos no para su provecho, sino para sus amigos, aquellos que hombres que por la gracia habrían de poseer su amistad, como los santos. También la muerte que padeció, no fue por su propia salvación, sino por sus amigos, los hombres en gracia y el mismo Ser divino trinitario que Él dona en cada comunión eucarística, no lo hace para provecho suyo, sino para los hombres que están en gracia y son sus amigos. Dios nos quiere para Sí, no para provecho suyo, sino nuestro y si bien para gloria suya, también para gloria nuestra”.

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 190.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 190.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 190.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 191.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 191.

martes, 18 de junio de 2019

Hora Santa en reparación por propaganda que ofende a la Encarnación del Verbo en Roma, Italia 150619



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por una propaganda ofensiva contra la Encarnación del Verbo y la Virginidad de María. Dicha propaganda blasfema consiste en que el Arcángel le alcanza a la Virgen una píldora abortiva –la “píldora de los cinco días”- mientras le dice: “Tómala, hace milagros”. La información completa acerca de este lamentable hecho se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

El estado de gracia es algo tan admirable en el hombre, que provoca que éste, aunque medie una distancia infinita con su Creador, pueda ser llamado “amigo” de Aquel que es Dios omnipotente de infinita majestad. Por esta razón San Cirilo[1] dice así: “Todas las cosas sirven al Creador, como dice el Salmista, ni hay cosa que no esté sujeta al yugo de su servidumbre; lo cual, como sea así, a los que guardan los Mandamientos de Dios los llama el Señor, no siervos, sino amigos y en todas las cosas les trata como tales. Grandioso y espléndido es este galardón”. ¡Qué hermoso e inmerecido galardón tenemos los cristianos, el de ser llamados, por la gracia, “amigos de Dios” y efectivamente serlo!

Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

Aun si la gracia nos diera solo el hecho de ser amigos de Dios y hacer que Dios sea amigo nuestro, solo por este hecho deberíamos darlo todo –vidas, honras, bienes- con tal de poseer la gracia[2]. Esto es así porque si la gracia nos convierte en amigos de Dios, entonces nos hace los seres más dichosos y bienaventurados del mundo. El Eclesiástico[3], después de haber llamado “bienaventurado” al que hubiese hallado un amigo verdadero, dice: “El amigo fiel es amparo fuerte y el que le halla halla un tesoro; no hay comparación de la bondad de su lealtad; no hay precio bastante, ni se puede pagar a peso de oro ni plata. El amigo fiel es el remedio de la vida y de la inmortalidad”. Si esto dice de un amigo terreno, ¡cuánto más no lo dirá el Eclesiástico de Dios, que es Amigo Fiel!

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

Si el Eclesiástico dice, hablando de un hombre, que un amigo fiel es un tesoro que no puede comprarse ni con oro ni plata, porque vale por todos los tesoros y si dice que este amigo terreno es remedio incluso para la inmortalidad, porque el amigo verdadero no sólo ayuda a pasar esta vida perecedera con alivio, sino a alcanzar la vida eterna; si el hombre hace esto, “¿qué hará Dios cuando es amigo? ¿Qué bien tendrá el que está en gracia, pues es amigo de Dios y Dios lo es suyo? No hay riqueza ni bien imaginable que no se haya de dejar con tal de conservar tal amigo, quien ha de ser el único remedio contra los males de esta vida y de la venidera, contras las culpas de la una y penas de la otra”[4].

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

Si el hombre, que por la gracia posee a Dios como amigo, por el pecado sin embargo lo pierde a Él y, con Él, todos los bienes. Por este motivo, no es cosa de poca importancia tener por amigo a un Señor omnipotente, ni es de poca monta tener al Rey de cielos y tierra por amigo fiel o como enemigo declarado. Porque, afirma un autor[5], si es bueno tener un amigo verdadero, igualmente de malo es tener a Dios por enemigo, y esto a causa del pecado. Quien tiene conciencia de pecado grave, no puede sosegar su alma hasta que no haya restablecido la amistad con su Dios por medio del Sacramento de la confesión, regresando así al estado de gracia y amistad con Dios.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

Cuando se contrastan los estados de pecado y de gracia del alma, se pueden considerar mejor cuáles son los beneficios de la gracia santificante y cuánto bien se encuentra en ella[6]. En efecto, el hombre pecador, que ha perdido la amistad de Dios por el pecado grave, se ve aborrecido por un Dios que es Rey omnipotente y así, si es consciente de su estado, ni puede dormir seguro, ni puede permanecer ni un instante en ese estado, sin desear la Confesión sacramental. Sin la gracia, afirma un autor[7], que el hombre como si fuera un monstruo, aborrecido por su Redentor; con la gracia, por el contrario, su alma se convierte en algo precioso a los ojos de Dios y con ella se restablece la amistad perdida, porque por la gracia el hombre se convierte en amigo de Dios y Dios en su verdadero y fiel amigo.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.




[1] Comment. in Joan., lib. 10, 22.
[2] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 188.
[3] 6, 14.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 188-189.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 189.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 189.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 190.