martes, 30 de abril de 2019

Hora Santa en reparación por asesinato de dos sacerdotes durante la Misa en Nigeria 240419



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado por la profanación de una iglesia y la muerte de dos sacerdotes durante el ataque. En realidad, se trata de una triple profanación: ataque a la Iglesia, muerte de dos consagrados y profanación de la Misa, pues el mortal ataque ocurrió durante la celebración de la Santa Misa. La información relativa a tan lamentable episodio se encuentra en el siguiente enlace:


         Canto inicial: “Tantum ergo, sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario. 

Meditación.

Afirman autores como San Agustín[1] que un elemento del universo, por pequeño y vil que sea, como por ejemplo, una mosca –o un gusano- por el hecho de tener vida, es superior a todo el universo inerte, pues la vida es un don superior a todo lo que no tiene vida. Es decir, la vida, aun en seres pequeños y de escasa consideración es un don más perfecto y más estimable en sí misma, por ser vida, que todo lo que no tiene este don de la vida. Si esto es así, es decir, si cosas viles son perfectas y excelentes por el sólo hecho de tener vida, ¿qué será cuando aquello que tenga vida sea vida divina, como la que el alma recibe por participación por medio de la gracia?[2].

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Por la gracia, un ser vil y pecador, como el hombre, recibe un doble don: el serle quitado aquello que lo vuelve vil, que es el pecado, y además el recibir la vida divina por participación en la naturaleza divina. Por eso mismo, el alma del justo adquiere una grandeza y magnificencia que supera infinitamente a la de los ángeles más poderosos. Si los hombres estiman la vida como el valor más precioso y la fuente de donde brotan todos sus derechos, ¿cómo no habrían de estimar aquello que es la vida del alma, la gracia, el don más precioso que alma alguna pueda obtener en esta vida y fuente de todos sus derechos divinos como hijo adoptivo de Dios?

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Ahora bien, de todos los seres vivientes en el universo visible, es el hombre, que tiene vida por su alma, el más elevado de todas las creaturas, porque si por su cuerpo se asemeja a las bestias irracionales, por su alma, que es la vida del cuerpo, se asemeja a los ángeles y a Dios mismo, que es Espíritu Puro. El alma del hombre, que da vida al cuerpo, es tan valiosa, que San Crisóstomo[3] dijo: “Ninguna cosa hay que se pueda comparar con el alma; ni el mundo universo”. Es decir, el alma –una sola alma, de un solo hombre- es más valiosa que todo el universo visible e inerte. A su vez, San Ambrosio[4] dice, en el mismo sentido: “Es cosa pequeña toda la redondez de la tierra respecto de la pérdida de una sola alma”. Si la vida del hombre, es decir, el alma, es tan valiosa, porque es más perfecta que lo inerte y porque da vida humana al cuerpo, entonces la gracia, que da vida divina al alma, es superior a todo el universo visible e invisible, entendiendo por este último, el mundo angélico.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Para que apreciemos el valor del alma, veamos lo que el Redentor le dijo a Santa Brígida: “El alma es de mucho mejor naturaleza que el cuerpo, porque es de la virtud de mi divinidad e inmortal: tiene participación con los ángeles, es más excelente que el sol y la luna y los otros planetas y más noble que todo el mundo”[5]. Si esto es así para una sola alma, ¡cuánto más lo será para el alma que tenga en sí la gracia, porque por la gracia no solo se asemeja a Dios, sino que se hace Dios por participación! Si tenemos en gran consideración el alma, que da vida al cuerpo, cuánta más consideración debemos tener entonces con la gracia, que da vida divina al alma. Con la gracia se comunica la vida sobrenatural y divina y es por esa razón que la debemos tener en gran estima y esforzarnos por adquirirla, si no la tenemos, o por conservarla y acrecentarla, si ya la poseemos.

         Silencio para meditar. 

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Considerada en sí misma, tanto la filosofía como Nuestro Señor, la consideran como lo más preciado que el hombre tiene por naturaleza. En efecto, para la filosofía, el alma es más excelente que el cuerpo y para Nuestro Señor, el alma vale más que todo el mundo, según Él mismo lo dijo en el Evangelio: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?”[6]. Con esto nos hace ver que todo el mundo, con sus enormes riquezas, es menos valioso que una sola alma. El alma es, naturalmente, lo más excelente que tiene el hombre, porque en su esencia es espiritual; es inmortal; es hecha a imagen y semejanza de su Creador; es el principio y la forma de la vida del hombre, a quien le da muchas vidas como la nutritiva, la motiva, la sensitiva, la racional[7]. Si por esto apreciamos la vida en el plano natural, cuánto más entonces debemos apreciar, en el plano sobrenatural, a la gracia, que da vida divina al alma y la hace ser no sólo semejanza de Dios, sino Dios por participación. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que elijamos siempre perder la vida terrena, antes que perder la vida de la gracia!

         Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco y por las benditas almas del Purgatorio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Lib. 3, De Civit., cap. 2.
[2] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, 136.
[3] In Epist. 2 ad. Cor., cap. 1.
[4] Lib. De Bono mort., cap, 51.
[5] Cfr. Nieremberg, o. c., 137.
[6] Mt 16, 26.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 137.

viernes, 26 de abril de 2019

Hora Santa en reparación por robo de Hostias consagradas en Brasilia 250419



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el robo sacrílego de un sagrario que contenía setenta Hostias consagradas en su interior. Según consta en la información, el robo ocurrió en horas de la madrugada, en el mismo Domingo de Resurrección. La noticia acerca del lamentable suceso se encuentra en el siguiente enlace:


         Canto inicial: “Tantum ergo, sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario. 

Meditación.

         Quienes están en gracia reciben, como uno de los efectos más grandiosos de la misma, un don especialísimo y es la inhabitación de las Tres Divinas Personas en el alma del justo, del que está en gracia. Sin embargo, hay otros efectos, también admirables, como consecuencia de estar el alma en gracia. Uno de estos efectos es que da vida al alma[1], haciéndola pasar de la muerte a la vida, es decir, resucitándola, de una vida de pecado, a una vida de gracia. Por eso cada comunión eucarística debe ser vivida como una Pascua, en el sentido de que como Pascua significa “paso”, cada comunión eucarística es un “paso” de esta vida terrena a la vida divina, por la mediación de la gracia. Por la gracia, el alma pasa de la muerte a la vida, pero no a una vida como la vida terrena, sino a la vida de la gracia, que es participación en la vida divina.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Se dice que el alma da vida al alma, pero no en un sentido figurado, sino en un sentido real, así como no en sentido figurado sino en sentido real, se dice que el pecado es muerte del alma: entonces, así como el pecado es muerte del alma, la gracia es vida del alma y vida divina. Ésta vida divina es la “vida en abundancia”[2] que Jesús nos promete darnos en el Evangelio. Al respecto, un santo dice: “El hombre por la maldad mata su alma”, y en el Apocalipsis el Señor dice a un pecador: “Bien conozco tus obras y que estás en opinión que vives, pero estás muerto”[3]. Al decirle al alma que está “muerta”, Jesús no se refiere a la muerte terrena, sino a la muerte espiritual, que es la muerte que se produce en el alma por el pecado. Quien está en pecado, aun cuando camine, hable, respire, etc., está muerto a la vida de Dios; es decir, quien está en pecado, aunque aparente estar vivo, en realidad está su alma muerta porque no tiene la vida de la gracia.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Por el pecado de Adán, todos los hombres fuimos muertos en el alma, porque así como se le había dado a Adán la vida de la gracia para que se comunicara a su descendencia, así al serle retirada la gracia por el pecado original, todos los hombres nacemos con este pecado original, es decir, paradójicamente, nacemos muertos, es decir, nacemos y vivimos con la vida natural, pero con el alma muerta a la vida de la gracia y esto, hasta que con el Bautismo –y luego con la Confesión Sacramental- se quita el pecado del alma y se restituye la vida de la gracia. San Pablo llama a la gracia “vida eterna” y San Agustín[4] dice: “La muerte del alma se causa cuando Dios la deja, como la del cuerpo cuando el alma le deja”. Es decir, así como la muerte corporal se produce cuando el alma se separa del cuerpo, así la muerte del alma se produce cuando se separa la gracia del alma, dejándola muerta y sin vida de Dios, por causa del pecado cometido libremente.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         De esto se deduce cuán grande sea el bien de la gracia, que concede al alma la participación en la vida divina, es decir, le concede participar, no de una vida terrena santa, sino de la vida de Dios Uno y Trino, que es la Santidad Increada. Por esta razón es que se dice que la gracia es la vida del alma. Ahora bien, el don de la gracia se aprecia más cuando se reflexiona en lo siguiente[5]: en que, como acabamos de decir, la gracia no concede una extensión o aumento de la calidad de vida de una vida terrena, sino que concede la participación en la misma vida de la Trinidad y así el alma vive la vida divina por la gracia; otra consideración que se debe hacer y así se estimará más la gracia, es a qué condición es elevada el alma en gracia, una condición superior a la de los ángeles, porque por la gracia el alma tiene en sí la vida de Dios Uno y Trino.

         Silencio para meditar. 

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         De todos los derechos del hombre, el derecho a la vida es el más básico y elemental de todos[6]: en efecto, si no hay vida, no hay sujeto de derechos, no hay en quién ejercer los derechos; si hay vida, sí hay un sujeto, la persona humana, que es la que puede ejercer derechos. Es tan perfecto el don de la vida, que dice San Agustín que un insecto repulsivo –como por ejemplo, una mosca- sólo por el hecho de tener vida, es más perfecta que las hermosas estrellas[7]. Es decir, el tener ser y vivir, es más que todo, por la sola perfección de la vida. Lo más imperfecto en la naturaleza, que vive y que siente, es más perfecto que todo el firmamento, por lo que algunos autores afirmaron que la vida era lo extremo y sumo de la vida. Ahora bien, si estas cosas viles son tan perfectas y excelentes por el sólo hecho de poseer la vida: ¿qué será cuando la vida es más excelente que la vida natural, como sucede con la gracia, que más que vida natural, es participación a la vida de la Trinidad? Aristóteles[8] dijo así, refiriéndose a la vida: “La misma vida, aunque no consiga otro bien, con todo eso por sí sola se ama, se desea y se codicia”. Parafraseando a Aristóteles, podemos decir, refiriéndonos a la vida de la gracia: “La misma gracia, aunque no consiga otro bien, con todo eso por sí sola se ama, se desea y se codicia”.

         Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco y por las benditas almas del Purgatorio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

        
        


[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 134.
[2] Jn 10, 10.
[3] 3, 1.
[4] Lib. 3, De Civit., cap. 2.
[5] Cfr. Nieremberg, o. c., 135.
[6] Cfr. Nieremberg, o. c., 135.
[7] Cfr. Nieremberg, o. c., 136.
[8] Rhetor., lib. 1, cap. 6.

jueves, 25 de abril de 2019

Hora Santa en reparación por profanación eucarística en Trieste, Italia250419



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por una profanación eucarística ocurrida en una iglesia en Trieste, Italia, el pasado abril de 2019. En el momento de la comunión, un hombre toma la comunión en la mano y, en vez de comulgar, se la lleva consigo, diciendo cosas irreverentes en relación al Cuerpo de Cristo –como por ejemplo: “¿Y esto, qué parte es del Cuerpo de Cristo?”- y burlándose de la Sagrada Eucaristía –el hombre dice: “¿Cómo puede una papa frita ser el Cuerpo de Cristo?”-. El video, realizado por el mismo hombre que comete el sacrilegio, finaliza en ese momento, por lo que no sabemos el destino ulterior que le dio este hombre a la Sagrada Forma. La información relativa a tan penoso incidente se encuentra en el siguiente enlace:


A su vez, el vídeo en el que se observa el trato sacrílego que este hombre da a la Eucaristía, se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario. 

Meditación.

         Si un relicario, que guarda las reliquias de un santo, se considera como algo sagrado, ¿acaso no es más sagrado y no tiene más valor el alma del justo que, por la gracia, se ha convertido en morada de la Trinidad y su cuerpo en templo del Espíritu Santo? Si las reliquias de los santos se guardan y tratan con gran reverencia y un relicario no es más que un objeto en donde están los huesos de cuerpos muertos, aunque de hombres santos[1] y si a este relicario por este motivo, se lo considera algo sagrado, ¿no deberían tenerse como relicarios vivientes de la Divinidad las almas de los justos que, por la gracia santificante, se ven convertidas en morada de las Tres Divinas Personas? ¡Qué grande estima debemos tener entonces a los santos de Dios por la compañía que reciben, en virtud de la gracia santificante, de las Tres Divinas Personas!

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Si el alma se conociera a sí misma en su condición de sagrario viviente de la Trinidad, ¡en cuánta estima se tendría! ¡Se sentiría como lo que es, inexplicablemente grande en su dignidad y majestad, por la compañía de las Tres Divinas Personas! Una tal alma, sería un alma santa en vida, sería el Paraíso del Creador, el tálamo de Dios esplendidísimo, el Tabernáculo viviente de la Santísima Trinidad; sería más hermosa que el sol, pues alberga en sí a Aquel que es el Sol de justicia, que resplandece con una luz viva, más refulgente que miles de millones de soles juntos. Sería un trono altísimo de la Divinidad, un cielo viviente en la tierra, más grande que los cielos, pues encierra en sí no a una, sino a las Tres Divinas Personas[2]. Sería un alma santa, relicario de Dios vivo, altar sacrosanto de Dios Trino y mansión deseada por Dios. Sería hija de Dios Padre, hermana de Dios Hijo, esposa de Dios Espíritu Santo, templo y morada de Dios Uno y Trino.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         De esto podemos deducir cuán grande sea el don de la gracia y cuán inmensa la dignidad y la caridad por la gracia infundida al alma, por los efectos admirables y excelentísimos que causa, pues se convierte en imagen sobrenatural del Amor Increado, esto es, el Espíritu Santo[3]. Si el alma conociera cuán grande es la nobleza, para la creatura racional, de tener participación en la naturaleza divina y ser templo santo de su Creador, Redentor y Santificador. Sin embargo, por desgracia, hay muchos –tal vez, demasiados- quienes esto no comprenden, no lo entienden y por lo tanto, no lo aprecian. Y estos tales, dejando de lado la gracia santificante que tan magnífica dignidad les confiere, se hacen iguales en todo, por los vicios espirituales y carnales a los que se entregan, a un jumento, a una bestia irracional. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos huir de la vanidad, de la vileza y de la maldad que consiste en despreciar la admirabilísima gracia santificante, para tener sólo la compañía de Dios Uno y Trino!

         Silencio para meditar. 

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El alma que está en gracia, por la compañía que por ella le viene de las Tres Divinas Personas, alcanza una dignidad y una majestad superior a las de las más altas jerarquías angélicas. En efecto, una tal alma adquiere una hermosura superior a todas las cosas hermosas creadas; se convierte en el tesoro del Espíritu Santo; en palacio de la majestad  increada; en sagrario viviente de la Divinidad en medio del mundo. Una tal alma, en gracia, se convierte en la delicia de Dios Trino y en tal grado, que las Tres Divinas Personas vienen a hacer morada en su corazón, así como los pájaros del cielo hacen morada en la semilla de mostaza devenida en árbol inmenso, figura del alma que por la gracia crece hasta alcanzar la estatura de Cristo. Si una tal alma se conociese así, se amaría a sí misma, tal como lo pide el Primer Mandamiento –amar a Dios, al prójimo y a sí mismo-, solo por el hecho de ser morada de la Trinidad y no permitiría que nada en el mundo le arrebatase tal dicha.

         Silencio para meditar. 

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Por lo tanto, quien está en estado de gracia, debe estimarse a sí mismo y esto no por amor egoísta, sino por verse convertido en tabernáculo viviente del Dios Tres veces Santo. Quien así se aprecia, no debe por lo tanto pensar, desear ni hacer nada que sea indigno de su nueva condición[4], dada por la gracia santificante. Además, debe tratar a quienes también están en gracia, como compañeros de Dios y en Dios Uno y Trino, buscando sólo su honra y su gloria, amando, reverenciando y sirviendo a la Divina y Omnipotente Majestad que se dignó venir a inhabitar en el alma en gracia. Y si las Tres Divinas Personas vienen a nosotros, entonces salgamos nosotros a su encuentro. Al respecto, dice San Agustín[5]: “Padre, Hijo y Espíritu Santo vienen a nosotros cuando venimos a ellos. Vienen ayudando, venimos obedeciendo; vienen alumbrando, venimos conociendo; vienen llenando, venimos recibiendo; para que su vista no sea en nosotros por defuera, sino interior y su mansión sea en nosotros, no de paso, sino eterna”. Como dice un autor[6], puesto que las Divinas Personas vienen a nuestro encuentro por la gracia, salgamos a su encuentro: ni las ahuyentemos, con las malas obras y malos pensamientos, ni huyamos, sino que, puesto que vienen a nosotros, a las Divinas Personas vayamos. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ven con nosotros y precédenos tú en este nuestro encuentro con las Tres Divinas Personas!

         Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco y por las benditas almas del Purgatorio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 133.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 133.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 132.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 134.
[5] Tract. 76 in Joan.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 134.