Mostrando entradas con la etiqueta Benedicto XVI. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Benedicto XVI. Mostrar todas las entradas

miércoles, 13 de marzo de 2013


Os anuncio un gran gozo:
Tenemos Papa:


El argentino Jorge Mario Bergoglio es el nuevo papa, Francisco I


el eminentísimo y reverendísimo Señor,
Don Jorge Mario,
Cardenal de la Santa Iglesia Romana,
que se ha impuesto el nombre de
Francisco 

Junto a Su Santidad Benedicto XVI,
prometemos al nuevo Vicario de Cristo
"reverencia y obediencia incondicional"

viernes, 8 de marzo de 2013

Hora Santa en acción de gracias por Su Santidad Benedicto XVI y pidiendo por el nuevo Santo Padre



         Inicio: Entramos en el Oratorio, hacemos silencio ante la Presencia de Jesús Eucaristía. Ofrecemos esta Hora Santa en acción de gracias por el pontificado de Su Santidad Benedicto XVI, al tiempo que suplicamos al Espíritu Santo que ilumine a los cardenales para que elijan un nuevo Papa según el corazón de Dios Padre. Ofrecemos esta Hora Santa pidiendo también por toda la Iglesia y por todos los bautizados, para que sepamos dar testimonio del Amor de Cristo con las obras de misericordia corporales y espirituales.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

         Canto de entrada: “Sagrado Corazón eterna alianza”.

         Meditación

         Jesús, Sumo Pastor, Tú que llamaste a Pedro a seguirte, y lo sacaste de su profesión de pescador para convertirlo en pescador de hombres, haz que guiados por Tu Espíritu, y unidos al nuevo Santo Padre, trabajemos en Tu Barca, la Iglesia, por la salvación de las almas.

         Meditación en silencio.

         Jesús, Pastor de las almas, que diste tu vida en la Cruz por nuestra salvación, Tú que ordenaste a Pedro que “navegara mar adentro” y le concediste el milagro de la pesca abundante, concédenos un Papa santo que, guiado por Ti, eche las redes de la fe en el mar del mundo, para que cada vez más hombres entren en la Barca de Pedro, la Iglesia, sin la cual no hay salvación.

         Meditación en silencio.

         Jesús, Eterno y Sumo Sacerdote, que prometiste a Pedro que “las puertas del infierno no prevalecerían” contra tu Iglesia, Te suplicamos que con el nuevo Santo Padre, elegido en el próximo cónclave, sepamos dar respuesta, como Iglesia, a los Nuevos Movimientos Religiosos que, plenos de neo-paganismo, de gnosticismo y de ateísmo, buscan introducirse entre los bautizados para alejarlos de la Verdad Suprema que eres Tú.

         Meditación en silencio.

         Jesús, Sumo Pontífice, que entraste en el santuario del templo con tu Cuerpo resucitado, Tú que llevaste contigo a Pedro, futuro Papa, junto a Santiago y a Juan, al Monte Tabor, y te transfiguraste delante de ellos para que viéndote como Dios no desfallecieran en la Gran Tribulación de la Cruz, te pedimos que nos concedas un Vicario tuyo según tu Corazón, para que iluminado por el Espíritu, nos señale siempre el Camino Real de la Cruz, el único camino que conduce al cielo.

         Meditación en silencio.

         Jesús, Pastor Eterno, Tú que elegiste a Pedro como Vicario tuyo en la tierra, de manera que viendo al Papa te vemos a Ti, danos un Pontífice santo que sea ejemplo de fe en Tu Presencia Real en la Eucaristía.

         Meditación en silencio.

         Jesús, Supremo Sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza, Tú que concediste a Pedro la gracia de ser, junto a Juan, los primeros sacerdotes en contemplar el sepulcro vacío, mudo testigo de tu Resurrección, Te suplicamos por el nuevo Santo Padre, y por todos los obispos y sacerdotes de la Iglesia, para que testimonien con sus vidas que esta vida terrena se termina y que al final de la misma nos esperas Tú en la vida eterna, para juzgarnos según nuestras obras.  

         Meditación en silencio.

         Jesús, Sumo y Eterno Pastor, que guías al rebaño de tus ovejas con el cayado de la Cruz, Tú que una vez resucitado, encomendaste a Pedro la tarea de apacentar tus ovejas, concédenos un nuevo Sumo Pontífice que nos guíe hacia la Jerusalén celestial por los senderos seguros de la fe de la Iglesia en Ti, Hombre-Dios.

         Meditación en silencio.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

         Canto de salida: “El trece de mayo”.

viernes, 1 de marzo de 2013

Hora Santa pidiendo por el nuevo Santo Padre


Inicio: entramos en el Oratorio, acallamos toda palabra interior y exterior, a fin de poder escuchar la dulce voz del Sagrado Corazón, que habla en el silencio. Suplicamos a María Santísima que nos asista en esta Hora Santa, en la que venimos a implorar al Espíritu Santo para que el nuevo Santo Padre sea del agrado del Corazón del Padre, para que guíe a la Barca de Pedro, la Iglesia, hacia la Ciudad de la Santísima Trinidad, la Jerusalén celestial, la ciudad alumbrada por la Lámpara que es el Cordero. Pediremos también por el Santo Padre Benedicto XVI, para que con su oración nos proteja y nos acompañe en nuestro peregrinar por el desierto de la vida al Reino de los cielos. Rogamos la asistencia también de nuestros ángeles custodios, de San Miguel Arcángel, y de los nueve coros angélicos, para que nuestra humilde oración suba hasta el altar de Dios. 

Canto de entrada: “A Jesús en la Cruz adoremos”. 

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo; Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces). 

Meditación 

Jesús, Supremo Pastor, Pastor Sumo y Eterno, de cuyo costado abierto por la lanza nació la Iglesia, te rogamos por el Papa saliente, Benedicto XVI, para que lo consueles y lo asistas con tu Amor en esta última etapa de su vida, para que una vez traspasado el umbral que lo separa de la vida celestial, pueda cantar tus misericordias eternamente. Meditación en silencio. Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, que gobiernas a la Iglesia con tu Espíritu, haz que los cardenales electores del cónclave sean iluminados por este mismo Espíritu, el Espíritu del Amor divino, y así iluminados, elijan un Pontífice que guíe a la Barca de Pedro por las tormentosas aguas del mundo, hacia el Reino celestial. 

Meditación en silencio. 

Jesús, Sumo Pontífice, cuyo sacrificio en Cruz obtuvo para los hombres el perdón divino y la gracia de la filiación divina, te pedimos por todos los integrantes de la Iglesia, para que no desfallezcan ante las tribulaciones; antes bien, confiados en Ti, Supremo Pastor, sean capaces de dar ante el mundo un valiente testimonio de tu Amor. 

Meditación en silencio. 

Jesús, Pastor Supremo, que en tu Pasión de Amor por nosotros, fuiste calumniado, traicionado, rechazado, despreciado, juzgado inicuamente, Te pedimos para que la Cruz que lleva el Santo Padre Benedicto XVI le sea aliviada; al mismo tiempo, Te pedimos que nos enseñes a ser como otros tantos cireneos, que ayuden a llevar su Cruz, con la fuerza de la oración. También Te pedimos por el nuevo Sumo Pontífice, que será elegido en el próximo cónclave, quien también deberá llevar una pesada Cruz, como lo es la guía de la Iglesia, para que nuestra oración lo conforte en su Via Crucis

Meditación en silencio. 

Jesús, Supremo Pastor de nuestras almas, que con el cayado de la Cruz nos guías hacia el Calvario, Portal de los cielos, Tú que fuiste acompañado por tu Madre en el Camino Real de la Cruz, te pedimos que María Santísima nos asista en estos momentos de prueba para la Iglesia toda, a fin de que acompañados por Ella, vayamos en pos de Ti en el Via Crucis de nuestro tiempo y de nuestras vidas. 

Meditación en silencio. 

Jesús, Tú que nombraste a Pedro como Vicario tuyo, y le prometiste que “las puertas del infierno no prevalecerían” contra tu Iglesia, Te suplicamos que nos asistas con tu Santo Espíritu y con la Presencia de tu Madre, María Santísima, en este tiempo crítico del mundo y de la Iglesia, lleno de peligros para la vida de la fe, para que nuestra fe en ti y en la Santa Madre Iglesia, en sus dogmas y en sus sacramentos, no solo no decaiga nunca, sino que se vuelva cada vez más fuerte y sólida. 

Meditación en silencio. 

Jesús, Dios Hijo encarnado, que eres la Sabiduría y la Verdad Suprema e Increada, Tú que felicitaste a Pedro porque te reconoció como Hombre-Dios, no por el razonamiento de su inteligencia, sino porque fue iluminado por el Espíritu Santo, Te suplicamos que nos asista también el mismo Espíritu Santo, para que iluminados por Él, nunca caigamos en el error, en la herejía, en el cisma, en la apostasía. 

Meditación en silencio. 

Jesús, Tú que le prometiste a Pedro que no lo abandonarías en la prueba, rogando por él, luego de que Satanás pidió “zarandearlo como al trigo” (cfr. Lc 22, 31ss.), Te rogamos que nos cubras con Tu Sangre, para que sea nuestro escudo protector frente a las insidias y ataques del Enemigo de las almas, que busca hacernos vacilar y dudar en la fe para que apostatemos y abandonemos la Iglesia. Te rogamos, por los Dolores de Tu Madre, María Santísima, que nunca abandonemos la Barca de Pedro, y que en las pruebas de fe, salgamos siempre fortalecidos y purificados. 

Meditación en silencio. 

Jesús, Supremo Pastor, que con el cayado de la Cruz nos guías, por los escarpados senderos del mundo, hacia la vida eterna, Te pedimos la gracia de ser fieles hasta la muerte de Cruz, a las enseñanzas y a la Doctrina del Magisterio de la Iglesia, cuyos dogmas son inmutables y así han de permanecer hasta el fin del mundo; que el Santo Padre nos ayude siempre con la luz de su Magisterio, para que nunca abandonemos la segura y resplandeciente Luz de tu Verdad. 

Meditación en silencio. 

Señor Jesús, Dios eterno e inmortal, Tú que auxiliaste a Pedro dándole la mano cuando se hundía a causa de su falta de fe en Ti, haz que nunca nos dejemos extraviar con falsas doctrinas que, con el pretexto de la felicidad del hombre, promueven la inmoralidad y el sacrilegio, intentando convertir a la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, en una institución humana y no divina; Te rogamos para que, con la guía del Santo Padre y con la luz del Espíritu Santo, nunca seamos engañados por el error. 

Meditación en silencio. 

Oración final: Jesús Eucaristía, Dios del sagrario, Dios de la Eucaristía, hemos venido a ofrecerte el humilde homenaje de nuestra adoración. Que nuestra suma imperfección en la oración, nuestras distracciones, y nuestras faltas de rectitud de intención, sean compensadas por la oración de Tu Madre y de los ángeles y santos que nos han acompañado. Nos retiramos, pero al mismo tiempo deseamos permanecer ante Tu Presencia sacramental, y para eso dejamos nuestros corazones al pie del sagrario, para que en todo momento y circunstancia estén siempre iluminados por la claridad de Luz y fortalecidos por el alimento de tu Amor. Nunca permitas que nuestra ceguera, nuestra debilidad, nuestra imperfección, nuestra tendencia al mal, nos aleje de Ti. Antes bien, por las heridas que sufriste en Tu Pasión, reclama tus divinos derechos sobre nosotros y atráenos hacia Ti, oh Abismo insondable de infinita Misericordia, para que en el tiempo y en la eternidad Te adoremos y exultemos en el gozo de Tu Amor. 

Oración de salida: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo; Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces). 

Canto de salida: “El trece de Mayo en Cova de Iría”.
A tres pastorcitos la Madre de Dios,
descubre el misterio de su corazón.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
Haced penitencia, haced oración,
por los pecadores implorad perdón.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
Las modas arrastran al fuego infernal,
vestid con decencia si os queréis salvar
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
El Santo Rosario constantes rezad,
y la paz del mundo el Señor os dará.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
¡Qué pura y qué bella se muestra María,
qué llena de gracia en Cova de Iria!
Ave, ave, ave Maria. Ave, ave, ave Maria.



viernes, 22 de febrero de 2013

Hora Santa en reparación por los atentados contra el Sumo Pontífice



         Inicio: entramos en el Oratorio, hacemos silencio interior y exterior, para poder escuchar la dulce voz de Jesús que habla en el silencio. Pedimos la asistencia de María Santísima, y de los ángeles y santos en el cielo, para que en esta Hora Santa, en la que nuestro tiempo terreno participa con más intensidad de la eternidad divina, nuestras humildes plegarias se eleven hasta el trono del Cordero, la custodia. Siguiendo las palabras de Su Santidad Benedicto XVI, ofreceremos esta Hora Santa en reparación por los cristianos que usan el nombre de Dios para provecho propio. Ofreceremos también reparación por todas las veces en que nosotros mismos hemos cometido ese error, mostrando un rostro falsificado de la religión, de la Iglesia y del ser cristiano católico.

         Canto de entrada: “Te adoramos, Hostia divina”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

Meditación:

Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, que instituiste el Papado, para que viendo y obedeciendo a Tu Vicario en la tierra, Te viéramos y obedeciéramos a Ti en el cielo; te pedimos perdón por las irreverencias y desobediencias cometidas por los miembros de la Iglesia contra Tu representante.

Silencio meditativo.

Jesús, Juez Eterno, Dios Todopoderoso, que vendrás un Día a juzgar al mundo, Tú que nombraste a Pedro como Vicario tuyo para que guiara a la Iglesia por el turbulento mar de la historia y del tiempo humano; Te pedimos perdón por todos aquellos que, desde dentro y fuera de la Iglesia, conspiran contra Tu Vicario, para impedirle o dificultarle ejercer la función de Sumo Pontífice entre Dios y los hombres.

Silencio meditativo.

Jesús, Sumo y Eterno Pastor, Juez Terrible, que juzgarás a las naciones en el Amor, Tú que le prometiste a Pedro que “las puertas del infierno no prevalecerían” contra tu Iglesia, te pedimos que la asistas en todo momento, y reparamos por todos los ataques que las tenebrosas y oscuras fuerzas del infierno desencadenan, día a día, contra tu Amada Esposa la Iglesia.

Silencio meditativo.

Jesús, Supremo Juez de la humanidad, que no dejarás entrar en el cielo a quien no tenga misericordia para con su hermano más necesitado, Te pedimos perdón por los que ofenden a Tu Vicario, acusándolo con falsedades, al mismo tiempo que Te suplicamos que nosotros y la Iglesia toda sepamos dar testimonio de Tu Amor, por medio de las obras de misericordia espirituales y corporales.

Silencio meditativo.

Jesús, Supremo Pastor, que buscas en nosotros sólo amor y nos pides amor, nos unimos a los deseos del Santo Padre Benedicto XVI, que ha dicho que no se debe usar el nombre de Dios para provecho propio, Te pedimos perdón por aquellos que entorpecen la labor de tu Vicario, al usar Tu Santo Nombre para su propio beneficio, buscando en la religión solamente ocasiones para usufructuar bienes y dinero, para acumular poder, y para gozar terrenalmente de la vida, olvidando que Tú en la Cruz nos diste el supremo y máximo ejemplo de pobreza, de humillación, de pureza, de caridad.

Silencio meditativo.

Jesús, Pastor Eterno, que en el Día del Juicio Final separarás a las ovejas de los cabritos, a los que obraron la misericordia de los que la negaron a sus prójimos, Te pedimos perdón por los que ultrajan al Santo Padre y a la Santa Madre Iglesia, acusándolos falsamente de poseer riquezas y tesoros materiales, cuando en realidad su Único Tesoro y Bien más preciado eres Tú en la Eucaristía; perdónalos, Señor, porque “no saben lo que hacen”.

Silencio meditativo.

Jesús, Pastor y Juez Eterno, que eliges a tus Vicarios para que conduzcan a la Nave de la Iglesia en medio de los tempestuosos mares del mundo hacia el puerto seguro de la Jerusalén celestial, morada de la Trinidad en los cielos, y para eso los iluminas con luces inefables acerca de los insondables misterios de la Eucaristía y de María como Madre de Dios, como Inmaculada Concepción y como Llena de gracia e inhabitada por el Espíritu Santo, Te pedimos perdón por los que atentan contra el Magisterio Pontificio y el de la Iglesia, negando la Transubstanciación y la Virginidad y la Concepción Inmaculada de Tu Madre y Madre nuestra, María Santísima.

Silencio meditativo.

Jesús, Pastor Sumo y Supremo Juez, Dador del Espíritu Santo junto al Padre, Tú que junto al Padre envías al Espíritu Santo para que asista al Santo Padre y le conceda la gracia de la infalibilidad y de la inerrancia en materia de fe y de moral, Te pedimos perdón por quienes pretenden cambiar los dogmas y las doctrinas inmutables de la Santa Madre Iglesia, y Te suplicamos nos envíes al Espíritu Santo para que también a nosotros, junto al Santo Padre, nos ilumine con la luz divina, para que no seamos envueltos en las densas tinieblas del “humo de Satanás”, que han entrado en la Iglesia, para que este humo denso, negro, maloliente, el humo de la rebelión, de la discordia, de la desobediencia, de la herejía, de la confusión, del cisma, de la apostasía, jamás nos alcance, y seamos siempre fieles a la hermosísima luz de la Verdad, que brota de tu Ser trinitario como de una fuente purísima, limpidísima e inagotable.

Silencio meditativo.

Meditación final: oh Jesús Eucaristía, Dios del sagrario y del altar, finalizamos nuestra Hora Santa, nuestra Hora más preciada porque la hemos pasado en tu compañía; debemos retirarnos, pero dejamos nuestros corazones al pie del sagrario, para que reciban de Ti, Sol de luz eterna, los rayos de misericordia que emanan de tu Sagrado Corazón traspasado, y permanezcan adorando Tu Presencia Eucarística en todo momento, como anticipo de la adoración eterna que por tu bondad esperamos realizar en los cielos.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

Canto de salida: “La Virgen María nos reúne”.

martes, 11 de diciembre de 2012

Hora Santa para Adoradores



         Inicio: Ingresamos en el Oratorio, y nos disponemos para la adoración. Aquietamos el espíritu, dejamos de lado todo asunto mundano, buscamos despejar la mente y el corazón de las cosas que nos distraen. Venimos a hacer adoración ante Jesús Sacramentado, el Dios de la Eucaristía, el Dios del sagrario, ante quien los ángeles se postran en adoración y permanecen en éxtasis de adoración y ante quien los santos no cesan de cantar himnos de adoración y de alabanza. Nos unimos gozosos a los coros de los ángeles y santos del cielo, pidiendo a María Santísima que nos asista en esta hora de adoración, para que no solo no nos distraigamos, sino que nuestra humilde adoración sea llevada por nuestros ángeles custodios a su Corazón Inmaculado, y desde allí al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Hacemos breve silencio interior y exterior, y luego entonamos el canto de entrada.
Canto de entrada: “Oh buen Jesús, yo creo firmemente…”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran ni te aman” (tres veces).
Meditación: Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que lates de amor por todos y cada uno de nosotros, hemos venido ante tu Presencia para reparar por nuestras faltas a tu Amor, y también por aquellos que piensan que sólo la realidad sensible es la única existente, y que por lo tanto nada hay más allá de lo que perciben los sentidos; venimos a pedirte por aquellos que creen en lo que dice la ciencia humana, pero no creen en la Palabra de Dios; pedimos por quienes investigan científicamente el mundo visible, pero al mismo tiempo niegan la evidencia de tu Sabiduría y de tu Amor, fundamento de la Creación a la cual ellos investigan; te pedimos por quienes erróneamente se dejan llevar por un falso espíritu cientificista, pensando que lo que pueden ver, medir y pesar, es la única realidad, y convierten de esa manera a la naturaleza en un ídolo mudo e inerte, mientras se olvidan que eres Tú quien con tu aliento das vida, consistencia y ser a todas las creaturas, y que sin Ti, Jesús Eucaristía, nada de lo que existe existiría.
Te pedimos que infundas en estas almas el deseo de investigar, a través del Espíritu Santo, tus Misterios Divinos, tus milagros asombrosos, tus prodigiosos maravillosos, que dejan sin habla a los ángeles del cielo.
Silencio para meditar.
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, venimos a reparar por quienes se vanaglorian de sus logros intelectuales, científicos, artísticos, pero se olvidan que la sabiduría humana es suma necedad ante la Sabiduría divina, y que la belleza humana es como una flor que a la mañana está fresca y a la noche se seca, y que sin Ti, Hermosura Increada, toda belleza es igual a cenizas que se dispersan al viento.
Te pedimos que les concedas la gracia de alegrarse y admirarse ante el descubrimiento de tu infinita Sabiduría y de tu Amor eterno, fundamento de todo lo que en el mundo es sabio y bueno.
Silencio para meditar.
Venimos ante Ti, Jesús Eucaristía, para reparar por quienes, en vez de seguirte a Ti, en el Camino Real de la Cruz, camino duro y difícil, escarpado y en subida, camino señalado por las huellas de tus pisadas, camino en el que se deja la vida del hombre viejo, pero que conduce, luego del dolor de la Cruz, a la luz de la Resurrección, siguen un camino opuesto al tuyo, camino ancho, espacioso, en declive, fácil de andar, que no exige renuncias, camino lleno de risas fáciles, de hartura de comidas, camino tapizado por el dinero a modo de alfombra y señalado por el brillo del oro, camino en el que todo es alegría mundana, pero que termina abruptamente, pues conduce al abismo del que no se sale, abismo en el que el dolor, el llanto, la amargura y el odio son los compañeros inseparables por la eternidad.
Te pedimos que a quienes se dejan seducir por los atractivos del mundo, les concedas la gracia de conocerte, para que conociéndote te amen, amándote te adoren, y adorándote se salven y canten tus alabanzas por toda la eternidad.
Silencio para meditar.
Canto: “Te adoramos, Hostia divina”.

Peticiones
A cada intención respondemos: “Te rogamos, óyenos”.
-Por el Santo Padre Benedicto XVI, para que guíe la Barca de Pedro, la Santa Iglesia Católica, según la luz del Espíritu Santo. Oremos al Señor.
-Por los obispos, los sacerdotes, los religiosos, y por todos los consagrados, para que sean, con sus vidas, reflejos vivientes de la Divina Misericordia. Oremos.
 -Por todos los bautizados, para que conscientes y agradecidos por el don de la filiación divina, vivan obrando la caridad fraterna y así den testimonio del Reino de los cielos. Oremos al Señor.
-Por los que no conocen a Jesucristo, Hombre-Dios, Redentor y Salvador de los hombres, para que la Madre de Dios, Medianera de todas las gracias, les conceda la gracia de la conversión. Oremos al Señor.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran ni te aman” (tres veces).
Oración de despedida: Querido Jesús Eucaristía, debemos ya retirarnos, para continuar con nuestros deberes cotidianos. Hemos estado ante tu Presencia Eucarística como Moisés en el Monte Sinaí, como Pedro, Santiago y Juan en el Monte Tabor; llevamos nuestros corazones colmados de tu paz, de tu alegría, de tu Amor, y hacemos el propósito de comunicar a nuestros hermanos de la abundancia que de Ti hemos recibido. Aunque nos retiramos con el cuerpo, dejamos a tus pies nuestros corazones, hasta la próxima Hora Santa.
Canto de despedida: “El trece de mayo la Virgen María”

viernes, 25 de marzo de 2011

Hora Santa pidiendo por la paz en las familias, en la Patria, en el mundo


«La Paz os dejo, mi paz os doy; no la doy como la da el mundo»

(Jn 14,27)

La paz es uno de los deseos más profundos del ser humano: la paz que brota de aceptarse a sí mismo, de aceptar a los demás, de estar reconciliado con el pasado, de haber sanado viejas heridas, de vivir en un entorno de buena convivencia y entendimiento con las personas que a uno le rodean: familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o estudios… Es bueno y necesario ese deseo ¡honesto! Pero basta cualquier pequeño sufrimiento, conflicto, contrariedad, desengaño, soledad, fracaso… y se rompe esa paz psicológica o social.

Paz honda

Cualquier persona quiere una paz más honda, más estable, más arraigada en el hondón del alma, que nadie te pueda arrebatar. Esa paz existe. Es la paz que nace de lo alto, que trae el Príncipe de la Paz: Jesucristo. Él, Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, nos ha traído, con su muerte en cruz, una triple reconciliación: con Dios, con los demás y con uno mismo. Es la paz que nadie te puede arrebatar si vives arraigado y edificado en Cristo… si vives firme en la fe.

La paz es uno de los frutos del Espíritu Santo. Es la paz del anuncio del ejército celestial a los pastores en la noche de Belén: «Gloria a Dios en el cielo; y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Lc 2,14); esa alabanza de los ángeles también se ha traducido así: «y en la tierra paz a los hombres que Dios ama».

Silencio meditativo

La paz: don y tarea

Las dos maneras de expresar la alabanza de los ángeles se complementan y se iluminan: la paz como don de Dios, fruto de los que se dejan amar por el Padre e «invadir» por el Espíritu Santo; y la paz como tarea de los hombres, fruto de los hombres de buena voluntad que trabajan por la reconciliación de los pueblos, las familias y las personas, en cualquier ámbito o situación.

La paz: don y tarea. Quienes se dejan bendecir por el amor de Dios y se ponen a trabajar en favor de la paz son dichosos: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,10).

Hoy, delante de Jesús Eucaristía, Príncipe de la Paz, «Primogénito de toda criatura» (Col 1,15), adorándole como pobres de espíritu, le pedimos la paz para tantos cristianos que están siendo perseguidos a causa de su fe.

ORACIÓN:

Creo, Señor Jesús, que tú eres el Príncipe de la Paz,

que tú has derribado el odio que separaba judíos de paganos,

libres de esclavos, creyentes de no creyentes.

Tú eres quien ha derribado el muro de separación, el muro que enfrentaba

a los pueblos, razas, lenguas, culturas y religiones.

Tú eres quien nos ha reconciliado con el Padre y entre nosotros,

como hermanos, destruyendo el poder del pecado: odio, rivalidad, venganza, ira…

Tú has dado muerte a la muerte, resucitando a la Vida nueva, Vida Eterna.

¡¡Gracias, Jesucristo!! Tú has sembrado en cada uno de nosotros,

los que creemos en Ti, semillas de eternidad.

Tú nos llamas a participar de tu Eternidad, de la Eterna Bienaventuranza en el cielo,

donde la paz será duradera para siempre.

Pero, mientras peregrinamos por la tierra,

nos anticipas tu Vida divina en la Eucaristía

y en el perdón de los pecados por tu misericordia. ¡Gracias!

PALABRA DE DIOS

• «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde» (Jn 14,27).

• «Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: Maravilla de consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz. Para dilatar el principado con una paz sin límites» (Is 9,5-6).

• «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia» (Jn 15, 18-19).

Silencio meditativo

ESCUCHEMOS A BENEDICTO XVI

«La violencia no se vence con la violencia. Que nuestro grito de dolor vaya siempre acompañado por la fe, la esperanza y el testimonio del amor de Dios. El mundo tiene necesidad de Dios. Tiene necesidad de valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda, para la construcción de un orden social justo y pacífico, a nivel nacional e internacional.

La paz es un don de Dios y, al mismo tiempo, un proyecto que realizar, pero que nunca se cumplirá totalmente. Una sociedad reconciliada con Dios está más cerca de la paz, que no es la simple ausencia de la guerra. La paz, por el contrario, es el resultado de un proceso de purificación y elevación cultural, moral y espiritual de cada persona y cada pueblo, en el que la dignidad humana es respetada plenamente» (Mensaje para la Jornada mundial de la Paz).

ESCUCHEMOS AL BEATO MANUEL GONZÁLEZ

«Se ha hablado mucho, y nunca lo bastante, del primer milagro de la vida pública de Jesús y se habla poco de la primera palabra de su vida de resucitado. Si los muertos hablaran, ¿cuál debería ser la primera palabra que pronunciara el que hubiera pasado por las ignominias, bajeza y dolores de una pasión y muerte como la de Jesús?

Estoy cierto de que a ninguno, por sabio y generoso que fuera, se le hubiera ocurrido proferir la palabra con que Jesús, recién salido del sepulcro, empieza a hablar de nuevo a los hombres: ¡Paz! ¿Verdad que hace falta ser más que hombre para volver a hablar con los hombres con esa palabra?» (Nuestro barro: OO.CC. II, 3049)

Silencio meditativo

PRECES:

Oremos a Dios Padre, que ha enviado a su Hijo como Primogénito de toda la creación, el arquetipo del hombre, el Hombre Perfecto, imagen del Dios invisible, para que se extienda por toda la humanidad el don de la paz:

R/: Dios de Amor, trae la paz y la reconciliación entre todos los pueblos.

· Padre Eterno, que nos has mostrado tu Amor en la presencia real y sacramental de tu Hijo en la Eucaristía, haz que quienes participamos de este Sacramento experimentemos que de ahí brota la fuente de la paz, que nos hace instrumentos tuyos de pacificación y fraternidad.R/.

· Padre de Misericordia, que en la Cruz de tu Hijo has reconciliado a la humanidad contigo por la ofrenda de tu Siervo, llénanos de tu infinito perdón, para que seamos misericordiosos como tú lo eres con nosotros. R/.

· Padre de Bondad, que en tu Hijo has roto la distancia entre los divino y lo humano, haciéndolo en todo igual a nosotros excepto en el pecado, conviértenos en mensajeros del Evangelio, Buena Noticia de Salvación, para que sean muchos los que se vean libres del odio, la violencia y la opresión. Tráenos tu paz. R/.

· Padre Santo, que has hecho a tu Hijo “Portador de la Paz”, para extender sin límites tu Reino de justicia y amor, esperanza y luz, sobre toda la tierra, haznos humildes para que reinemos con Jesús dentro de su Iglesia, para que todos encuentren en ella un lugar de consuelo, acogida, escucha y verdadera fraternidad. R/.

ORACIÓN FINAL:

Creo, Señor Jesús, que sólo Tú traes la paz, que Tú me has hecho experimentar la verdadera alegría en cada acontecimiento:

– la paz de mi corazón colmado de tu infinito amor;

– la paz cuando te recibo en cada Comunión eucarística;

– la paz cuando me perdonas mis pecados;

– la paz cuando me das la gracia para perdonar a otros;

– la paz cuando tu Espíritu me mueve a pedir perdón;

– la paz cuando sé que alguien me busca como hermano;

– la paz cuando tu amor me empuja al servicio de los pobres;

– la paz cuando me conduces a mayor intimidad contigo;

– la paz cuando me abandono, como tú, en las manos del Padre;

– la paz cuando tu Presencia eucarística me lleva a adorarte;

– la paz cuando tu amor llena todas mis expectativas;

– la paz cuando me muestras lo bueno y bello de las personas;

– la paz cuando me regalas, en el sufrimiento, el consuelo de tu Espíritu;

– la paz cuando me llevas a la contemplación gozosa de todo lo creado;

– la paz cuando me concedes contemplarte en la bondad de los buenos.

¡Gracias, Jesucristo, por el don infinito de la Paz!

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

(Extraído de eucaristia.wordpress.com)