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viernes, 16 de mayo de 2014

Hora Santa en acción de gracias por el Sacramento de la Eucaristía


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en acción de gracias por el Sacramento de la Eucaristía, razón de ser de nuestras vidas.

         Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

  Meditación

         Jesús, la Eucaristía es el Pan Vivo bajado del cielo; es el Verdadero Maná, no como el que comieron los israelitas en el desierto y murieron, sino el verdadero, porque el que se alimenta de este maná celestial, aunque muera, vivirá, porque aunque muera en esta vida terrena, vivirá eternamente, porque la Eucaristía contiene la substancia divina, que es fuente de Vida y de Gloria divina inagotables. Quien se alimenta de este Pan super-substancial en esta vida, posee ya en germen la vida eterna, aun viviendo en el tiempo, porque la Eucaristía contiene al Dios Eterno, al Dios que es la eternidad en sí misma. Cuando nos alimentamos con el Verdadero Maná, la Eucaristía, no comemos un pan bendecido en una ceremonia religiosa; nos alimentamos con la substancia misma divina, la substancia del Hombre-Dios Jesucristo, la cual nos hace partícipe de su divinidad y de su eternidad; comulgar es comenzar ya a vivir, en el peregrinar de esta vida temporal, un poco de la vida eterna y celestial que nos espera al traspasar el umbral de la muerte terrena. Te damos gracias, oh Jesús, Hombre-Dios, porque al precio de tu Vida y de tu Sangre en la cruz, nos conseguiste el Alimento celestial, el Verdadero Maná bajado del cielo, la Eucaristía, que nos alimenta con el manjar de ángeles, la substancia divina, que nos concede la Vida eterna en anticipo y sin ningún mérito de nuestra parte, solo gracias al Amor de tu Sagrado Corazón. Amén.





         Silencio para meditar.

         Jesús, la Eucaristía es la Carne del Cordero ofrecida en el Santo Sacrificio de la Cruz para la salvación de la humanidad. Es el sacrificio prefigurado en el sacrificio del hijo de Abraham; en el sacrificio de Elías, cuando hizo bajar fuego del cielo que consumió la ofrenda del holocausto, y en el sacrificio del cordero de la Alianza de la cena pascual de los hebreos. En el sacrificio de Abraham estaba prefigurada la Eucaristía, porque el Patriarca inmolaba a su unigénito inocente ofrendándolo a Dios Padre, y la Eucaristía es la ofrenda de Cristo, el Unigénito del Padre, el Cordero Inocente, que se inmola en el ara de la cruz y en el altar eucarístico, para la salvación del mundo; el sacrificio de Elías prefiguraba la Eucaristía, porque el profeta, desafiando a los sacerdotes de Baal, los derrotó haciendo descender fuego del cielo, fuego sagrado que consumió la ofrenda colocada en el altar del holocausto, convirtiendo la materia muerta de la ofrenda en humo que se elevaba hasta el cielo, como signo de que el sacrificio pertenecía a Dios, y en la Eucaristía el sacerdote ministerial, prefigurado en Elías, invoca al Espíritu Santo por la fórmula de consagración y el Espíritu Santo desciende desde el cielo como Fuego Sagrado que consume la materia muerta del pan y del vino y la transubstancia en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y así la Eucaristía se convierte en el sacrificio que se eleva desde el altar del sacrificio como suave aroma de agradable fragancia hasta el trono de la majestad de Dios; por último, el cordero pascual de los hebreos era también figura de la Eucaristía, porque así como para los hebreos la cena pascual consistía en comer carne de cordero asada, acompañada de una copa de vino, además de pan y de hierbas amargas, no sin antes haber pintado los dinteles y las jambas de las puertas de sus casas con la sangre del cordero pascual para que el ángel exterminador no les hiciera nada, así también para nosotros, los cristianos, la Eucaristía es la verdadera Cena Pascual, en la que comemos Carne del Cordero de Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo, acompañada con Pan de Vida eterna y con Vino de la Alianza Nueva y Eterna, además de las hierbas amargas de la tribulación, condimento que no puede faltar en la mesa de los verdaderos hijos de Dios, y en vez de pintar los dinteles y las jambas de las puertas, teñimos nuestros labios con la Sangre del Cordero de Dios, Sangre que bebemos del Cáliz del altar eucarístico. Por este don de tu Sagrado Corazón, te damos gracias y te bendecimos, oh Jesús Eucaristía, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, la Eucaristía parece un pan, pero no lo es. A los ojos del cuerpo, a los sentidos corporales, a la luz de la razón humana, parece un poco de pan, tiene el sabor y el color del pan, que merece veneración por haber sido bendecido en una ceremonia religiosa. Pero la Fe de la Santa Iglesia Católica nos dice algo muy distinto: sobre el pan inerte, material, que se deposita sobre el altar eucarístico, en el momento en el que el sacerdote ministerial pronuncia las palabras de la consagración sucede algo que es solo visible a los ojos de la fe, iluminados por la luz del Espíritu Santo. Cuando el sacerdote ministerial pronuncia las palabras de la consagración: “Esto es mi Cuerpo… Esta es mi Sangre”, esas palabras sirven de vehículo para que el Espíritu Santo, con el resplandor de miles de ardientes soles, descienda como lluvia de Fuego que cae del cielo, un Fuego no material, sino inmaterial, celestial, espiritual, divino; es el Fuego del Amor Divino, el Espíritu Santo, que transubstancia la materia sin vida del pan material para convertirlo en el Pan de Vida eterna, convirtiendo la substancia del pan material e inerte en la substancia del Cuerpo glorioso del Hijo de Dios, convirtiendo al pan sin vida en el Pan Vivo del altar eucarístico, el altar del sacrificio, Pan que parece pan pero que no más pan, porque ya no contiene la substancia del pan, sino que contiene la substancia divina del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Hombre-Dios Jesucristo. El pan material, hecho de harina de trigo y agua, da vida solo en sentido figurado, puesto que impide la inanición por un período breve de tiempo y solo para esta vida temporal; en cambio, el Pan de Vida eterna, contiene en sí mismo la substancia divina del Cordero de Dios, que alimenta al alma no solo impidiéndole morir, sino que al concederle la Vida eterna de Dios Uno y Trino, le concede la vida divina ya desde ahora por participación, para luego otorgarle en la otra vida la vida divina en su totalidad, en su plenitud, por siglos sin fin, introduciendo a la creatura en un mar de felicidad, de alegría, de gozo y de dicha que ni siquiera son posibles de imaginar. Por este don del Amor de tu infinita misericordia, oh Jesús Eucaristía, te damos gracias, te bendecimos y te adoramos, en el tiempo y en la eternidad. Amén.




         Silencio para meditar.

         Jesús, la Eucaristía es la Carne, la Sangre, el Alma, la Divinidad y el Amor de Dios, porque la Eucaristía contiene a tu Sagrado Corazón Eucarístico, que arde en las llamas del Amor Divino, y ese Amor Divino quiere propagarse al contacto con los corazones que lo reciben, con fe y con amor, en cada comunión eucarística. Pero sucede que muchos corazones se asemejan a una losa sepulcral: son corazones duros, fríos, oscuros, que no son capaces de percibir en lo más mínimo el ardor de las llamas del Amor Divino que envuelven a tu Sagrado Corazón, que late en la Eucaristía deseoso de comunicar esas llamas que lo abrasan. Por este motivo, oh Jesús, te pedimos que hagas que tu Madre convierta nuestros corazones de piedra, fríos e indiferentes, en otros tantos corazones que sean como la hierba seca, que al contacto con las llamas que incendian tu Corazón Eucarístico, nos veamos también nosotros encendidos en el Amor de Dios, y así seamos capaces de adorarte y amarte con tu mismo Amor, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, la Eucaristía es tu Carne y tu Sangre entregadas en el ara de la cruz para la salvación del mundo. Tú dijiste que quien “no comiera tu Carne y bebiera tu Sangre”, no tendría vida eterna. Los judíos se escandalizaban diciendo: “¿Cómo puede darnos este hombre dar a comer su carne?”, porque pensaban materialmente y con su sola razón humana, y no tenían ante sí tu misterio pascual de muerte y resurrección, misterio que se actualiza a través de la liturgia eucarística y llega hasta nosotros a través del tiempo y del espacio, a veintiún siglos de distancia, para hacernos co-espectadores y partícipes de tu sacrificio redentor en la cruz. Por la Eucaristía, verdaderamente nos das a comer tu Cuerpo y nos das a beber tu Sangre, glorificados por el Espíritu, al haber pasado ya por la tribulación de la Pasión y al haber sido glorificados en la Resurrección. Cuando comulgamos, por lo tanto, comemos tu Cuerpo y bebemos tu Sangre glorificados por el Espíritu, es decir, comulgamos tu Cuerpo y tu Sangre llenos de la gloria, de la vida, de la luz y del Amor del Ser trinitario de Dios Uno y Trino y por eso mismo somos hechos partícipes de la vida misma de la Trinidad, vida que es eterna y como es eterna es perfecta y como es perfecta es Amor en Acto Puro de Ser. Al comulgar, comemos tu Carne y tu Sangre glorificados, plenos del Amor de Dios y así nosotros, que somos seres mortales y carnales, en cada comunión eucarística hecha en gracia y recibida con fe y con amor, nos volvemos cada vez más espirituales, al ser hechos partícipes de tu Espíritu de Amor. Por este misterio del Amor de tu Sagrado Corazón, te damos gracias, te bendecimos y te adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

Silencio para meditar.

Meditación final

Virgen María, tú que por designio divino, fuiste la Elegida, por tu Pureza Inmaculada, para ser la Custodia Viviente del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu Hijo Jesús en la Encarnación, concédenos la gracia de poder transmitir a nuestros hermanos, por medio de obras de amor y misericordia, todo el amor que recibimos de tu Hijo Jesús en cada comunión eucarística. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


Canto final: “El trece de mayo en Cova de Iría”.

domingo, 11 de mayo de 2014

Hora Santa en honor, reparación y desagravio a la Santísima Trinidad, autora de la Santa Misa, por la "misa negra satánica " en Harvard


         Inicio: la Santa Misa es el acto de adoración más grandioso y sublime que podemos los hombres tributar a Dios Uno y Trino. No existe algo más grandioso y majestuoso que la Santa Misa, acto con el cual los seres humanos podamos agradar a Dios. Es el máximo culto de adoración, de acción de gracias, de petición y de satisfacción por nuestros pecados, que los cristianos podemos brindar a Dios. Es por este motivo que, el atentar contra la Santa Misa, con actos sacrílegos y blasfemos como la “misa negra satánica” -programada para el lunes 12 de mayo de 2014 a horas 20.30 (en Boston, EE.UU.), en la Universidad Harvard, por parte de la secta satánica “Templo Satánico”, tal como ha sido publicado por diversos medios de comunicación-, significa atentar contra las bases mismas de la religión católica y contra el fundamento mismo de la Santa Iglesia Católica. Es por este motivo que, como integrantes de la Iglesia Católica, no podemos permanecer de brazos cruzados y es así que ofrecemos esta Hora Santa y el Rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por este gravísimo ultraje público realizado contra lo más sagrado de nuestra Religión Católica. La Santa Misa no es un mero oficio religioso: es la renovación incruenta, sacramental, del Santo Sacrificio del Calvario, de modo que asistir a la Santa Misa es asistir al Santo Sacrificio de la Cruz. Y atentar contra la Santa Misa, es atentar contra el Santo Sacrificio de la Cruz. Queremos agregar que no se trata de un “estado paranoico”, tal como falsamente calificaron a la defensa contra la misa negra satánica los sectarios de la secta Templo Satánico. Lejos de esto, el concepto mismo de “misa negra satánica”, implica en sí mismo, de modo inescindible, la agresión a la Eucaristía; en otras palabras, es impensable un misa negra satánica sin el ultraje explícito y directo -de modos tan execrables que avergüenza la sola mención- a la Eucaristía, que su ausencia haría que se hablara de otra cosa y no de misa negra satánica. Por lo tanto, repudiamos con todas nuestras fuerzas esta horrible agresión contra lo más sagrado de nuestra religión católica, la Santa Misa, por parte de la secta satánica “Templo Satánico”, al tiempo que advertimos a las autoridades universitarias de la Universidad de Harvard que una cosa es “libertad religiosa” y otra cosa muy distinta es la agresión, lisa y llana, contra una religión y una Iglesia, en este caso, la Católica y reclamamos que retiren la autorización equívocamente concedida a tan ultrajante "evento". Por último, puesto que la Santa Misa es obra de las Tres Personas de la Santísima Trinidad, ofrecemos esta Hora Santa en honor a la Santísima Trinidad y en reparación y desagravio por las ofensas y ultrajes que, de realizarse esta misa negra satánica, habrá de recibir la Augustísima y Beatísima Trinidad. También esta Hora Santa es en honor y desagravio a María Santísima, cooperadora indispensable en la realización de la Santa Misa.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor, reparación y desagravio a la Santísima Trinidad, autora de la Santa Misa, por la "misa negra satánica" en Harvard
(Parte 1)

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Meditación

Te adoramos y te bendecimos, Dios Uno y Trino, Tri-Unidad Divina, Trinidad de Personas Divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, iguales en divinidad, en poder, en majestad, en honor; Te adoramos y bendecimos, oh Bienaventurada Trinidad, misterio absoluto sobrenatural, que sobrepasa absolutamente toda capacidad de nuestra razón natural y toda capacidad de la creatura angélica, tan grande es tu inmensa majestad y tu misterio inaudito y celestial; Te alabamos y Te adoramos, oh Santísima y augustísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, Tres Personas Divinas en un solo Dios Verdadero, iguales en naturaleza divina, poseedoras las Tres Personas de un mismo Ser divino Trinitario, distintas realmente una Persona de la otra, y todas son iguales en majestad, honor, poder, divinidad, y gloria celestial. Te adoramos, te bendecimos y te glorificamos, oh beatísima y augustísima Trinidad, porque tu existencia es para nosotros un misterio de fe absoluto, imposible absolutamente de conocer, si no nos hubiera sido revelado desde lo alto[1], porque la intimidad de tu Ser como Trinidad Santa es un misterio completamente inaccesible a la sola razón humana y si lo conocemos, es porque tu Sabiduría y tu Bondad infinitas, manifestadas en la Encarnación de Dios Hijo y en el envío del Espíritu Santo, nos lo han revelado; de otra manera, habría sido imposible conocer tu existencia como Dios Uno y Trino. Por este misterio de tu existencia y de tu revelación en el Hombre-Dios Jesucristo, que nos envió el Espíritu Santo, el Amor Divino en Pentecostés, para que inflamara nuestros corazones y los incendiara con las llamas del Fuego de tu Amor Santo, llamas que arden y envuelven al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, te adoramos, te bendecimos, te glorificamos, te damos gracias, y te ofrecemos, por medio de las manos y del Inmaculado Corazón de María, el don más preciado que tenemos en el cielo y en la tierra, la Divina Eucaristía. Amén.

         Silencio para meditar.

         Te adoramos, oh Dios Padre, Principio sin Principio de la Augustísima Trinidad, Primera Persona de la Santísima y Beatísima Trinidad. Padre, Tú pronuncias eternamente la Palabra y esta Palabra eternamente pronunciada por Ti es el Verbo, tu Hijo, y es tan perfecta que pone en tu interior a otra Persona, tu Hijo, la Palabra, en la que te revelas y te comunicas a ella[2]; Padre, Tú amas a esta Persona, el Verbo, tu Hijo, con amor substancial, el Espíritu Santo, que es el mismo amor con el que nos amas a nosotros cuando estamos en gracia[3]. Tu amor por nosotros llega al extremo de depositar en nuestras almas tu propio Espíritu, al tiempo que por medio de tu Hijo, llegamos a conocerte[4]. Padre, Tú nos creaste, hemos salido de tus amorosas manos creadoras, pero no te contentas con nuestra creación: quieres que te conozcamos y te amemos, como te conoce tu Hijo, el Verbo, la Palabra eternamente pronunciada por Ti, y quieres que te amemos como te ama el Espíritu Santo, la Persona-Amor de la Santísima Trinidad, y para ello nos das a tu Hijo en la Eucaristía y tu Hijo en la Eucaristía nos sopla el Espíritu Santo, que enciende nuestros corazones en el Amor Divino, y así podemos conocerte y amarte, oh Padre Eterno, como te conoce Jesús y como te ama el Espíritu Santo. Tú has enviado a tu Hijo, la Palabra eternamente pronunciada por Ti, oh Padre, para que nosotros, míseras creaturas, fuéramos capaces, por medio de la comunión eucarística, de glorificarte con honor infinito y por esto te adoramos, te bendecimos, te glorificamos, te damos gracias, y te ofrecemos, por medio de las manos y del Inmaculado Corazón de María, el don más preciado que tenemos en el cielo y en la tierra, la Divina Eucaristía. Amén.

         Silencio para meditar.

         Te adoramos, oh Dios Hijo, Verbo de Dios humanado, Palabra eternamente pronunciada, Hombre-Dios, Dios Hijo hecho hombre sin dejar de ser Dios, para que los hombres nos hiciéramos Dios por participación. Oh Dios, Jesucristo, desde el primer instante de tu Encarnación, te encontrabas en estado de glorificación y, por lo tanto, en la más perfecta santidad[5], porque Tú eres Dios Hijo encarnado. Oh Verbo de Dios encarnado, Tú poseías, desde el primer instante de tu Encarnación, la plenitud de la gloria que el Padre te había comunicado desde la eternidad y sin embargo, por un milagro de tu incomprensible e inabarcable amor eterno por nosotros, renunciaste libremente a la manifestación visible de la gloria de tu Sacratísimo y Purísimo Cuerpo, de manera de hacer posible tu Pasión[6]; en efecto, si no hubieras renunciado a la gloria que te correspondía por tu condición de Hijo de Dios, tu Cuerpo glorificado, tal como se manifestó por breves instantes en el Tabor y tal como se manifestó luego en la Resurrección, no habrías podido sufrir la Pasión y así no podrías haber demostrado cómo el infinito y eterno Amor que te consumía desde la eternidad y el cual estabas ansioso por derramarlo sobre nuestras almas desde tu Corazón, llegaba hasta el extremo de la locura de la Cruz; era necesario que tu Corazón fuera traspasado por la lanza en la Cruz, para que las llamas del Amor eterno que te abrasaban con ardor, pudieran salir con el Agua y la Sangre, pero para eso, debías renunciar a la manifestación visible de tu gloria, y es así que renunciaste a la gloria de tu Cuerpo y de esta manera te hiciste capaz de sufrir la Pasión, de sufrir infinitamente por nuestra salvación, para poder abrir las entrañas de tu Misericordia, tu Corazón traspasado y entregar tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma, tu Divinidad, en la Cruz y en la Eucaristía, para donar, junto a Dios Padre, al Espíritu Santo, al Amor Divino, y poder encender nuestras almas en el Fuego Santo del Amor de Dios. Tu Encarnación y todo tu misterio pascual de Muerte y Resurrección, tenía este objetivo, el don del Amor de Dios, cumpliendo así el designio del Padre: que regresáramos a Él uniéndonos por el Espíritu a tu Cuerpo sacramentado. Así, por la comunión eucarística, el Espíritu nos une a tu Cuerpo eucarístico, oh Jesús y por tu Cuerpo glorioso y resucitado en la Eucaristía, oh Jesús, somos llevados al Padre, cumpliéndose de esta manera tu promesa de conducirnos al Padre: “Nadie va al Padre si no por Mí” (Jn 14, 6). Por este misterio del Amor infinito de tu Sagrado Corazón, te adoramos, te bendecimos, te damos gracias, oh Dios Hijo y te ofrecemos, por medio de las manos y del Inmaculado Corazón de María, el don más preciado que tenemos en el cielo y en la tierra, la Divina Eucaristía. Amén.


Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor, reparación y desagravio a la Santísima Trinidad, autora de la Santa Misa, por la "misa negra satánica" en Harvard
(Parte 2)

         Silencio para meditar.

         Te adoramos, oh Dios Espíritu Santo, Persona-Amor de la Santísima Trinidad, Amor Divino espirado recíprocamente por las Personas del Padre y del Hijo[7]; Te adoramos, Amor del Padre y del Hijo, Don de dones, por quien somos adoptados como hijos por Dios, por la vía del Amor, porque no somos hijos de Dios por naturaleza, sino que Dios nos adopta por amor, enviándonos a Ti, Persona del Amor, Espíritu Santo, para que nos adoptes como hijos; te adoramos, oh Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, porque sobrevuelas sobre el altar eucarístico en cada Santa Misa, obrando el prodigio que asombra a cielos y tierra, convirtiendo el pan y el vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo; Te adoramos, oh Espíritu Santo, porque así como Elías hizo descender fuego del cielo, fuego que consumió la ofrenda en el altar del holocausto, así también Tú, oh Fuego del Amor Divino, desciendes desde el cielo sobre el altar eucarístico, cada vez que el sacerdote ministerial pronuncia las palabras de la consagración, realizando la transubstanciación y convirtiendo el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, obrando para nosotros el milagro que asombra a cielos y tierra, el Milagro de los milagros, la Eucaristía, el Pan Vivo bajado del cielo, el Pan que es la Carne del Cordero de Dios, un Pan que por fuera parece pan pero que contiene al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que arde en las llamas del Espíritu Santo, el Fuego del Amor de Dios, Fuego que se transmite y se comunica a todo aquel que lo recibe en la comunión eucarística con un corazón contrito y humillado. Por todo esto, oh Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, cuyas ardientes llamas envuelven al Corazón de Jesús, que late al ritmo del Amor de Dios, oh Persona-Amor de la Santísima Trinidad, te adoramos, te bendecimos, te glorificamos, te damos gracias, y te ofrecemos, por medio de las manos y del Inmaculado Corazón de María, el don más preciado que tenemos en el cielo y en la tierra, la Divina Eucaristía. Amén.

         Silencio para meditar.

         Te adoramos, oh Santísima Trinidad, Dios Uno y Trino, porque en tu infinita Sabiduría y en tu Amor Eterno, creaste para Ti una creatura, la más Pura y Hermosa que jamás hayan contemplado cielos y tierra, la Virgen María, para que sirviera de Tabernáculo Viviente, de Sagrario Purísimo y de Custodia Bellísima para que el Verbo de Dios pudiera encarnarse y venir a esta tierra, a este valle de lágrimas y al venir, fuera recibido por un Amor Santo y Puro, el mismo Amor Santo y Puro en el que vivía en el seno del Padre Eterno en los cielos, porque la Virgen, por un prodigio admirable, era al mismo tiempo Virgen y Madre y estaba inhabitada por el Espíritu Santo, el Amor Divino, de modo que el Verbo de Dios, al encarnarse, no extrañó  en ningún momento al Amor con el que el Padre lo amaba desde la eternidad, porque la Virgen Madre estaba inhabitada por el Amor Divino, gracias a que Ella, por los méritos de la Pasión de su Hijo, había sido creada sin mancha alguna del pecado original y había sido concebida, además de Inmaculada Concepción, como la Llena de Gracia. Por eso la Virgen, es la Roca cristalina, el Diamante celestial, que se mantuvo Virgen antes, durante y después del parto virginal y milagroso, comportándose como el cristal cuando lo atraviesa un rayo de sol: así como el cristal permanece intacto antes, durante y después de ser atravesado por el rayo de sol, así la Virgen permaneció y permanece Virgen, por toda la eternidad, antes, durante y después del parto virginal y milagroso del Hijo de Dios. La Virgen es como un Diamante celestial porque, al igual que una roca cristalina, que atrapa la luz para luego irradiarla, sin sufrir ella detrimento alguno en su integridad, así la Virgen, recibió en su seno virginal a la Luz Eterna, Cristo Jesús, el Verbo Eterno del Padre, lo retuvo durante nueve meses, y luego lo dio al mundo como Pan de Vida eterna, para la salvación de los hombres. Y como la Virgen es modelo de la Iglesia, este prodigio se renueva, actualiza y prolonga en cada Santa Misa, cuando el sacerdote ministerial, pronunciando las palabras de la consagración, atrae sobre el seno de la Iglesia a la Luz Eterna, el Verbo de Dios, para que la Santa Madre Iglesia conciba, por el poder del Espíritu, al Hijo de Dios encarnado, Jesús, Pan de Vida eterna, y lo dé al mundo como Pan Vivo bajado del cielo, para la salvación de los hombres. Por este misterio de tu amor insondable, oh Santísima y beatísima Trinidad, te damos gracias, te bendecimos, te adoramos y te glorificamos y te ofrecemos, por medio de las manos y del Inmaculado Corazón de María, el don más preciado que tenemos en el cielo y en la tierra, la Divina Eucaristía. Amén.

         Meditación final

         Oh Augustísima y adorabilísima Trinidad, Dios Uno y Trino, Dios de majestad infinita, Dios de asombrosa hermosura; Dios de bondad infinita; Dios, ante quien los ángeles y santos en el cielo enmudecen de asombro al contemplar la inmensidad inabarcable de tu majestad, de tus maravillas, dichas, alegrías y felicidades sin fin; Dios, ante quien no hay palabras que puedan si quiera comenzar a describir en lo más mínimo tus increíbles perfecciones, ternuras, bondades, que emanan de tu Ser divino trinitario en cascadas y torrentes inagotables por eternidades de eternidades, y a todas y cada  una nos las reservas para todos y cada uno de nosotros. Oh Dios Uno y Trino, te hemos ofrecido esta Hora Santa en tu honor y en reparación y desagravio por tantos ultrajes que recibes de nosotros y de nuestros hermanos, creaturas ciegas, necias y desagradecidas. Te pedimos perdón y reparamos por tantos y tantos ultrajes y sacrilegios cometidos contra tu infinita bondad; por tanta malicia demostrada contra Ti, sobre todo la demostrada en la realización de la Santa Misa, tu obra más grandiosa, y te suplicamos, por tu infinita misericordia, que tengas compasión de nosotros, de nuestros seres queridos y del mundo entero, y sobre todo de aquellos que se encuentran en estado de eterna condenación, aquellos que ha pergeñado el horrible sacrilegio, la misa negra satánica. No les tengas en cuenta este sacrilegio, porque “no saben lo que hacen”, y perdónales, por el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y por la intercesión, los méritos y los dolores del Inmaculado Corazón de María. Amén.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
        
Oración de Adoración a la Santísima Trinidad

Adoración al Padre Eterno.
Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.
Oración
Os adoro, oh Padre eterno, con toda la corte celestial, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias en nombre de la Santísima Virgen, vuestra Hija muy amada, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquel poder con que la enaltecisteis en su gloriosa Asunción a los cielos.



Oración al Hijo
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Oración
Os adoro, oh eterno Hijo, con toda la corte celestial por mi Dios, Señor y Redentor, y os rindo gracias infinitas en nombre de la santísima Virgen, vuestra muy amada Madre, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella suma sabiduría con que la ilustrasteis en su gloriosa Asunción al cielo.

 Adoración al Espíritu Santo
Padre nuestro, Avemaría y Gloria
Oración
Os adoro, Espíritu Santo paráclito, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias con toda la corte celestial en nombre de la santísima Virgen, vuestra amantísima Esposa por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella perfectísima y divina caridad con que inflamasteis su santísimo y purísimo corazón en el acto de su gloriosísima Asunción al cielo; y humildemente os suplico en nombre de vuestra inmaculada Esposa, me otorguéis la gracia de perdonarme todos los gravísimos pecados que he cometido desde el primer instante en que pude pecar; hasta el presente, de los cuales me duelo infinitamente, con propósito de morir antes que volver mas a ofender a vuestra divina Majestad; y por los altísimos méritos y eficacísima protección de vuestra amantísima Esposa os suplico me concedais á mí y a N. el preciosísimo don de vuestra gracia y divino amor, otorgándome aquellas luces y particulares auxilios con los cuales vuestra eterna Providencia ha predeterminado salvarme, y conducirme a sí.

Oración a la Santísima Virgen
Os reconozco y os venero, oh Virgen santísima, Reina de los cielos, Señora y Patrona del universo, como a Hija del eterno Padre, Madre de su dilectísimo Hijo, y Esposa amantísima del Espíritu Santo; y postrado a los pies de vuestra gran Majestad con la mayor humildad os suplico por aquella divina caridad; de que fuisteis sumamente llena en vuestra Asunción al cielo, que me hagáis la singular gracia y misericordia de ponerme bajo vuestra segurísima y fidelísima protección, y de recibirme en el número de aquellos felicísimos y afortunados siervos que lleváis esculpidos en vuestro virginal pecho. Dignaos, oh Madre y Señora mía clementísima, aceptar mi miserable corazón, mi memoria, mi voluntad, y demás potencias y sentidos míos interiores y exteriores; aceptad mis ojos, mis oídos, mi boca, mis manos y mis pies, regidlos conforme al beneplácito de vuestro Hijo, a fin de que con todos sus movimientos tenga intención de tributaros gloria infinita. Y por aquella sabiduría con que os iluminó vuestro amantísimo Hijo, os ruego y suplico me alcancéis luz y claridad para conocerme bien a mí mismo, mi nada, y particularmente mis pecados, para odiarlos y detestarlos siempre, y alcanzadme además luz para conocer las asechanzas del enemigo infernal y sus combates ocultos y manifiestos. Especialmente, piadosísima Madre mía, os suplico la gracia… (mencionar).

         Canto final: “Venid y vamos todos, con flores a María”.




[1] La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los ‘misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto’ (Cc. Vaticano I: DS 3015. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.
[2] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Los misterios de la gracia divina, Editorial Herder, Barcelona 1964, 85.
[3] Cfr. Scheeben, ibidem, 175.
[4] Cfr. Scheeben, ibidem, 176.
[5] Cfr. Scheeben, ibidem, 347.
[6] Cfr. Scheeben, ibidem, 475.
[7] Cfr. Scheeben, ibidem, 115.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Hora Santa en acción de gracias por la Sagrada Familia




Inicio: ingresamos en el Oratorio, hacemos silencio interior y exterior, para poder escuchar la voz de Dios, que habla en el silencio. Nos postramos de rodillas ante la Presencia sacramental de Jesús, pero acompaña y precede nuestra postración y adoración interior ante Jesús en la Eucaristía. Ofrecemos esta Hora Santa en acción de gracias por el don celestial que significa para nosotros y para la humanidad entera la Sagrada Familia, por medio de la cual nos vino la salvación, Cristo Jesús. También ofrecemos esta Hora Santa en reparación por todas las ofensas y sacrilegios cometidos contra la Sagrada Familia y contra la familia tradicional, constituida por el papá-varón, la mamá-mujer y por el hijo, nacido como fruto del amor esponsal, familia instituida y querida por el mismo Dios como único modelo válido para toda familia humana. Reparamos y pedimos perdón principalmente por los legisladores y políticos que, movidos por oscuros intereses y actuando de espaldas a la Voluntad Divina, elaboran leyes con las cuales crean todo tipo de “familias alternativas”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

         Meditación inicial

La Sagrada Familia es la “Trinidad terrena”, tal como dijera Juan Pablo II, siendo San José representación de Dios Padre, la Virgen, representación del Espíritu Santo, el Niño Dios, Dios Hijo en Persona. Así, la Sagrada Familia nos enseña que toda familia católica está llamada a ser una imagen de la Trinidad Santísima, en donde las Personas están unidas por el vínculo del Amor Divino, el Espíritu Santo. Imitando a la Santísima Trinidad, la familia católica está llamada a reflejar el Amor de Dios, entre los integrantes de la familia y con todos aquellos que entren en contacto con la familia.

La Sagrada Familia es modelo de santidad y de amor para la familia cristiana, porque todo en esta familia es santo y todas sus relaciones paternas, maternas y filiales, están impregnadas del Amor Divino. En esta Sagrada Familia no hay lugar para ningún amor impuro, ningún amor profano, ningún amor mundano, porque el Amor que une a sus integrantes es el Divino Amor, el Espíritu Santo, y así nos enseña que toda familia humana debe estar regida y movida por el mismo Amor de Dios y que todo amor que no sea este Divino Amor, debe ser desterrado del seno familiar.

Silencio para meditar.

En esta Familia Santa, San José es modelo de esposo y padre, y si bien jamás tuvo trato de esposo con la Virgen, sí es modelo de esposo en cuanto a la dedicación y al amor casto y virginal que le profesaba a María; es modelo de padre, porque si bien era meramente padre adoptivo de Jesús, lo amó y lo cuidó como si fuera un hijo de sus entrañas. Así, San José es modelo inigualable de Esposo casto y de Padre amoroso y dedicado a sus hijos, para todo esposo y para todo padre que desee santificarse en la altísima dignidad de esposo y padre.

En esta Familia Santa, la Virgen es modelo de Madre amorosa y de Esposa casta y pura, y si bien jamás tuvo trato de esposa con San José, sí es modelo de Esposa en cuanto a la dedicación y al amor casto y virginal que le profesaba a San José, amor y dedicación demostrado en los pequeños gestos cotidianos de paciencia, generosidad y caridad fraterna; la Virgen es modelo de Madre amorosa, porque dio literalmente su vida por su Hijo Jesús, desde su Concepción virginal, hasta su muerte en Cruz, sufriendo por esto el dolor más grande de su Inmaculado Corazón, porque entregaba al Padre a su Hijo en sacrificio por la salvación de la humanidad. Así la Virgen es modelo inigualable para las madres que deseen amar a sus hijos hasta el punto de dar sus vidas por amor a ellos, y es modelo inigualable de Esposa casta y pura para todas las esposas que deseen amar a sus esposos en el Amor Santo de Dios.

En esta Familia Santa, Jesús es modelo de Hijo amoroso para con sus padres, porque demostró su Amor por ellos desde el momento mismo de su Concepción virginal en el seno de María, ya que con su Encarnación también los redimía a ellos, junto a toda la humanidad; luego durante su niñez, adolescencia y juventud, hasta que llegó el momento de salir a predicar públicamente, fue ejemplo de Amor entregado a cada instante de la vida cotidiana, Amor demostrado y donado sin límites en las pequeñas cosas de todos los días, Amor demostrado y donado sin límites en el sacrificio de la Cruz, sacrificio en el que daba su vida por sus padres terrenos y por todos los hombres de todos los tiempos, y así es Jesús modelo inigualable de amor a los padres, para todos aquellos hijos que deseen vivir en grado heroico el Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios: “Honrar padre y madre”.

         Silencio para meditar.

         La Sagrada Familia es modelo para toda familia humana, porque la Santísima Trinidad fue quien dispuso que la familia humana estuviese constituida por un esposo-varón, una esposa-mujer, y por el hijo, nacido como fruto del amor esponsal. Cualquier otro “diseño” alternativo de familia, es contrario a los planes divinos y ofende gravemente a la majestad y bondad divinas. Cuando el ser humano legisla en contra del modelo familiar instituido por la Divina Sabiduría y el Divino Amor, comete el pecado y sacrilegio de erigirse él en legislador y juez y en creador del modelo de familia que más le convenga para la satisfacción de su ego desmedido y de sus bajas pasiones. Cuando el hombre legisla y crea modelos alternativos de familia, comete el pecado capital del demonio en los cielos, la soberbia, imitando y continuando así, en el tiempo, el pecado cometido por Adán y Eva en el Paraíso, pecado de soberbia por el cual desterraron a Dios de sus almas, constituyéndose en falsos dioses que, creyéndose dueños de la vida, introdujeron la muerte para la humanidad, y el mismo pecado cometen los legisladores y políticos humanos que, creyéndose dioses y dueños de la vida, no reparan en sancionar la anti-naturaleza como base de la convivencia humana, introduciendo de esta manera solo el dolor, la angustia, la tristeza y la muerte en el seno de la raza humana.

Además, los diseños alternativos de familia atentan contra la vida y los derechos de los niños: atentan contra la vida de los niños, porque en muchos casos, se obtienen  embriones que son juzgados “no aptos para la supervivencia”, con lo cual son descartados, y si son juzgados aptos pero no para ser implantados en el momento, son congelados, almacenados y, la gran mayoría de ellos, destruidos con el tiempo; los diseños alternativos de familia atentan contra un derecho humano básico del niño, y es el derecho que todo niño tiene de a nacer como fruto del amor esponsal demostrado en el acto conyugal y en el ámbito y en el seno de una familia constituida por el papá-varón y la mamá-mujer, y no como el ascéptico y frío producto de la manipulación de un laboratorio.

Silencio para meditar.

La Sagrada Familia es modelo de obediencia amorosa a la Voluntad de Dios: la Virgen acepta la Voluntad de Dios, que la ha elegido para ser la Madre de Dios Hijo; San José acepta la Voluntad de Dios, “llevando a María a su casa”, luego del anuncio del ángel en sueños; Jesús es modelo de aceptación de la Voluntad de Dios, porque se encarna y nace en el seno de una familia humana, en cumplimiento del Querer de Dios Padre, que así dispone la salvación del género humano.

La Sagrada Familia es modelo de aceptación de la Voluntad Divina en las pruebas y tribulaciones, porque en el Nacimiento, deben acudir al pobre Portal de Belén, soportando el frío y las incomodidades, porque Jesús no encontraba alojamiento en las ricas posadas, símbolo del corazón humano sin Dios, rico en cosas mundanas y materiales, pero vacío del Amor Divino; luego, cuando Jesús es amenazado de muerte por el rey Herodes, la Sagrada Familia lo protege a costa de su vida, huyendo en un viaje largo y peligroso a Egipto para ponerlo a salvo.

La Sagrada Familia es modelo de aceptación de la Voluntad Divina no solo en las pruebas y tribulaciones, sino también en la vida cotidiana, porque luego de pasado el peligro, educa y cría a su Hijo, que es el Hijo del eterno Padre, preparándolo para el supremo sacrificio de la Cruz, que habría de realizarse cuando el Niño y Adolescente Jesús sea ya Hombre, y así nos enseña la Familia de Nazareth que toda la vida familiar debe ser un continuo vivir en el Querer Divino. 

De esta manera, la Familia Santa de Nazareth es modelo de Amor a Dios y su Voluntad santísima, tanto en la prueba y en la tribulación, como en el reposo y en la quietud.

Silencio para meditar.

         La Familia Santa de Nazareth es modelo de adoración y contemplación, porque San José y la Santísima Virgen María, a pesar de convivir diariamente con su Hijo Jesús, no dejaban de admirar y adorar el misterio insondable que significaba que ese Hijo suyo, que crecía al ritmo del crecimiento de la naturaleza humana, era al mismo tiempo su Dios Creador, Santificador y Redentor. San José y María contemplaban y adoraban en silencio a su Hijo, Dios, y elevaban continuamente, en la vida de todos los días, y a cada momento, oraciones de adoración, de alabanza y de glorificación a Dios Uno y Trino, por haber dispuesto, en un admirable designio del Divino Amor, que la Misericordia Divina se encarnase en su Hijo, Jesús de Nazareth, para que los hombres de todos los tiempos alcanzaran el perdón y la redención divina. Al adorar a Jesús, su Hijo, que vivía entre ellos con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, San José y la Virgen son modelos para nosotros de Adoración Eucarística, en donde el alma, unida a los Padres de Jesús, adora su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, Presentes en el Santísimo Sacramento del altar. A su vez, Jesús, que siendo Dios era también Hombre perfecto, es modelo de adoración y oración, porque toda su vida, desde su Encarnación hasta su Muerte en Cruz redentora, fue un himno ininterrumpido de Amor y de alabanza orante al Padre. 

           Así, toda la Sagrada Familia es modelo de adoración, de alabanzas, de petición y de acción de gracias a la Santísima Trinidad.

         Silencio para meditar.

         Meditación final

La Sagrada Familia es modelo de generosidad a Dios y a los hombres, porque entrega en sacrificio todo lo que posee, su riqueza única y más grande, aquello por lo cual existe, aquello que constituye su única razón de ser, de existir y de morir, su Hijo Jesús, y lo entrega a Dios Padre para que ofrende su vida en la Cruz por amor a Dios y por la salvación de la humanidad. Así, la Sagrada Familia es ejemplo para toda familia humana, cuyo deber es ofrecer a sus hijos a Dios, para que cumplan en sus vidas la santísima y bondadosísima Voluntad Divina.
Que la Sagrada Familia de Jesús, José y María, modelo y ejemplo inigualable de santidad, de amor y de alegría divina, guíe los pasos de nuestras familias en el tiempo, encaminándolos hacia la feliz eternidad, la contemplación cara a cara de las Personas de la Sagrada Familia Trinitaria, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: "Al Corazón benigno de María".