jueves, 28 de enero de 2021

Hora Santa en reparación por primer aborto legal en Argentina 280121

 



Provoca amargura y una profunda pena cada aborto, porque se trata de un ser humano al que se le priva de su primer y más fundamental derecho, el derecho a vivir. Y provoca indignación cuando a este asesinato se lo celebra y se lo enarbola como "derecho humano" y provoca todavía más indignación cuando este abominable crimen es cometido por un médico, quien actuando de esta manera, traiciona a la Ciencia Médica y a la especie humana, para cuyo cuidado estudió su carrera.




          Inicio: Si bien el aborto no es un sacrilegio propiamente dicho, sí es una ofensa y un ultraje contra Dios Creador, puesto que por el aborto se quita la vida de un ser humano, que es la obra de sus manos. Para mayor información acerca del lamentable hecho, consultar el sitio: https://www.facebook.com/argentinaesprovida/posts/3732168856850422

          Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Cuando el Arcángel Gabriel le anunció a la Santísima Virgen que Ella era la Llena de gracia y la Elegida por Dios Trino para ser morada santa de la Encarnación del Verbo, desde ese instante en que se produjo la Encarnación de la Palabra de Dios, la Virgen se convirtió en el Primer Sagrario y en la Primera Custodia, que habría de albergar a la Eucaristía, esto es, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

 Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

          Al dar su “Sí” a la voluntad divina, expresada en el Anuncio del Ángel, la Virgen se convirtió también en Madre de Dios Hijo encarnado, comenzando, desde ese mismo instante, a realizar su obra materna -como lo hace toda madre con su hijo recién concebido- y es el de dar de su nutriente materno al Hijo de Dios encarnado que, proviniendo desde la eternidad, iniciaba su vida terrena en su seno virginal.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

          Es por esta razón, por ser la Virgen la Madre de Dios Hijo encarnado, es que se puede decir que la Virgen es “Nuestra Señora de la Eucaristía”, porque Ella fue el Primer Sagrario y la Primera Custodia, por alojar a la Eucaristía, pero también Ella contribuyó, con su sangre y sus nutrientes maternos, a “elaborar” el Pan de Vida eterna. Es por esto que, en una custodia antigua con la figura de Nuestra Señora llevando la Eucaristía sobre el pecho, se encuentran grabadas estas palabras: “Oh cristiano, que lleno de fe vienes a recibir el Pan de Vida, cómelo dignamente y recuerda que ha sido amasado con la sangre purísima de María”[1].

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

          Un autor pone en labios de la Virgen las palabras del profeta: “Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado” (Pr 9, 5). Esto, porque el Cuerpo y la Sangre del embrión Jesús se formaron y crecieron en el seno virginal de María, gracias a los nutrientes maternos que Ella le proporcionó. Por eso, así como se dice que un hijo lleva la sangre de la madre, así Jesús, el Hombre-Dios, lleva consigo la sangre de su Madre, María Santísima.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

          Como lo recuerda un autor, también los santos nos dicen que la Virgen es la que “confeccionó” el Pan de Vida eterna, Cristo Jesús, al no solo llevarlo en su seno virginal, sino también al alimentarlo con sus nutrientes maternos: “San Maximiliano María Kolbe quería expresar el contenido del pasaje inspirado cuando proyectaba que todos los altares del Santísimo Sacramento estuvieran terminados en su cima con una imagen de la Inmaculada con los brazos abiertos hacia adelante, invitando a todos a que se acercaran a comer el Pan hecho por Ella misma”[2].

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 157.

[2] Cfr. Manelli, ibidem, 157.

martes, 26 de enero de 2021

Hora Santa en reparación por masacre de cristianos en Etiopía 240121

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje cometido contra Nuestro Señor Jesucristo, al perseguir y asesinar a quienes creen en Él y profesan la religión católica. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://it.insideover.com/politica/la-polonia-difende-i-cristiani-detiopia.html?fbclid=IwAR0xvmBRn8AU6qw5iyYJ8roQCNKRlYA3HzQGFGBe-4LIX1_V3RN4nEFDxQE

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

          Desde el día mismo de su institución, la Sagrada Noche del Jueves Santo, la Santa Eucaristía ha sido y es continuamente ofendida, ultrajada, profanada, despreciada, olvidada, descuidada, olvidada, menospreciada. En la Última Cena se produjo la primera profanación, con la traición de Judas Iscariote, quien la ultrajó del modo más horrible que pueda pensarse, al entregar por treinta monedas de plata a la Eucaristía en Persona, Cristo Dios. Por esta razón, es necesaria la reparación eucarística y uno de los medios principales, es la Adoración Eucarística y también el Santo Rosario, mejor si meditado.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

          Que sea necesaria la reparación eucarística frente a los ultrajes que sufre día a día a lo largo y ancho del planeta, lo dice el mismo Cielo: en las Apariciones de la Virgen en Fátima, el Ángel Custodio de Portugal les enseña a los Pastorcitos dos oraciones, una dirigida a la Santísima Trinidad y otra a Dios Uno y Trino, en las que se repara por esos y ultrajes y se ofrece amor, adoración y fe, precisamente por quienes, al no tener amor, ni hacer adoración ni tener fe, profanan la Eucaristía de innumerables maneras.

           Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

          Además del Ángel Custodio de Portugal, es la Santísima Virgen en persona quien pide reparación ante los ultrajes sufridos por su Hijo Presente en la Eucaristía: como afirma un autor, “en Fátima, además del Rosario, la Virgen pidió sobre todo la Comunión reparadora por todas las ofensas y ultrajes que sufren, tanto la Eucaristía, como su Inmaculado Corazón”[1]. Para dar contento a la Virgen Santísima ofrezcamos, entones, en reparación y desagravio, Misas, Comuniones, Rosarios, jaculatorias, coronillas, ayunos, sacrificios. Y esto, no un día ni dos, sino todos los días, todo el día.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

          También los santos nos piden la reparación frente a los ultrajes que sufre la Santísima Eucaristía. Según sus memorias, Sor Lucía de Fátima “recomienda a toda la Iglesia que escuche el lamento doloroso de Jesús mismo, quien le mostró el Corazón de la Inmaculada, diciéndole: “Ten compasión del Corazón de tu Madre Santísima, envuelto en las espinas que le clavan los hombres ingratos: no hay quien haga actos de reparación para arrancárselas”. Procuremos nosotros, con nuestros actos de reparación, en primer lugar, no agregar más espinas al Inmaculado Corazón, evitando el pecado y, además, procuremos aliviar el dolor del Corazón de la Madre Santísima, con actos de amor, de fe, de adoración y de reparación.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

          Si el Cielo, los Ángeles y la Virgen, nos piden reparación por las ofensas contra la Eucaristía, el primero en hacerlo es Nuestro Señor Jesucristo en Persona. Como afirma un autor, “el mismo Jesús está buscando corazones amantes que quieran consolar a Nuestra Señora”[2], colmada por dolores sin fin, no solo por ver a sus hijos alejados del Camino de la Salvación, el Camino Real de la Cruz, sino porque muchos, muchísimos hijos de Ella, además de alejarse de su Hijo Jesús, profanan su Presencia Eucarística de innumerables maneras.

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 156.

[2] 156.

viernes, 22 de enero de 2021

Hora Santa en reparación por ultraje contra la Santa Cruz en España 210121

 

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el indecible ultraje sufrido por la Santa Cruz en España: fue retirada por el ayuntamiento de una localidad y luego arrojada impiadosamente a un depósito de residuos. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.facebook.com/photo/?fbid=878720536283882&set=pcb.450456306095285

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

          Cuando el Ángel Gabriel le anunció a María Santísima que había sido elegida para convertirse en la Madre de Dios, la Virgen Purísima dio su “Sí” a la Divina Voluntad, dando inicio, con la Encarnación del Verbo, tanto al plan de salvación de la humanidad, como al punto de encuentro de cada alma con Dios Uno y Trino. En efecto, desde la Encarnación, la Virgen Santísima es Aquella que nos conduce a la unión perfectísima con su Hijo, Cristo Dios y a través de Él, con la Santísima Trinidad. Por haber dado su “Sí” al Divino Plan de redención, para que el Verbo se encarnara en su seno virginal y se convirtiera en Pan de Vida eterna, es que la Virgen es llamada “Nuestra Señora de la Eucaristía”.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

          Nuestra unión con Cristo se da a través de la Virgen, porque es Ella quien nos lo dona, al engendrarlo por obra del Espíritu Santo y luego darlo a la luz en Belén, Casa de Pan, como Pan de Vida eterna. Así, la Virgen se convierte para nosotros en el camino más sencillo, perfecto, humilde y pleno del Divino Amor, para la unión con Jesús Eucaristía.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

          Pero también es cierto el camino inverso: así como por la Virgen nos unimos a Jesús Eucaristía, así mismo, por Jesús Eucaristía, nos unimos moral y espiritualmente a la Virgen, por medio de la Sagrada Comunión Eucarística. En efecto, según afirma un autor, “Con Jesús Hostia ingresa también la Virgen en nuestras almas, haciéndose toda una -en un sentido místico y sobrenatural- con cada uno de nosotros sus hijos, derramando su amor maternal sobre nuestras almas y sobre nuestros cuerpos; por eso dice San Hilario de Poitiers: “La mayor alegría que podemos dar nosotros a María es la de llevar a Jesús Eucaristía en nuestro pecho”[1].

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

          Es verdadero el dicho que dice, refiriéndose a la Virgen y a Jesús: “Donde está la Madre, está el Hijo y donde está el Hijo, está la Madre”. Esto se ve desde el momento mismo de la Encarnación y se hace visible y manifiesto en el Nacimiento del Niño Dios en Belén y esto mismo se repite, misteriosa e invisiblemente, en el Nuevo Belén, que es el altar eucarístico. Afirma un autor: “Cuando vemos a Jesús en el altar, siempre encontramos, como los Reyes Magos en Belén, a Jesús “con su Madre María” (Mt 2, 11); y Jesús Hostia, en el altar de nuestro cuerpo, puede repetir a cada uno de nosotros, como a San Juan en el altar del Calvario: “Ahí tienes a tu Madre” (Jn 19, 27)[2].

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

          También los santos nos enseñan que la Virgen se une espiritualmente a nosotros en cada comunión eucarística: según San Agustín, “María Santísima se hace nuestra y se une a cada uno de nosotros en la Sagrada Comunión: “El Verbo es alimento de los Ángeles. Los hombres no tienen fuerza para alimentarse, a pesar de la necesidad que tienen de hacerlo. Sucede que encuentran una madre que come de este Pan supersubstancial y lo transforma en leche para alimentar a sus pobres hijos. Y aquí está María: Ella se alimenta del Verbo y lo transforma en la Santísima Humanidad, lo transforma en Cuerpo y Sangre, en esta leche dulcísima que se llama Eucaristía”[3].

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

         



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio de Autores Católicos Elegidos, Madrid 2006, 154.

[2] Cfr. ibidem, 155.

[3] Cfr. ibidem, 155.

sábado, 16 de enero de 2021

Hora Santa en reparación por atentado sacrílego contra catedral San Patricio en Nueva York 060121

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el atentado sacrílego sufrido por la catedral de San Patricio en Nueva York, Estados Unidos. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://www.catholicnewsagency.com/news/cardinal-dolan-condemns-ugly-and-unlawful-defacement-of-st-patricks-cathedral-57590?fbclid=IwAR3SPw4VCbTZgB_TzMURr65givkS3aUHsrDd4BTiVEbwi7hSf5O1LUiMlrQ

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

          La siguiente anécdota es narrada por el fundador de una próspera institución religiosa, los Franciscanos de la Inmaculada Concepción. Dice así: “En la vida de San Jacinto, dominico, se lee que, una vez, para evitar una profanación del Santísimo con Sacramento, el Santo corrió a sacar del Sagrario el copón con las Sagradas Hostias para ponerlo en un sitio seguro- Mientras San Jacinto se iba con Jesús Eucarístico apretado en su pecho, oyó una voz que salía de la imagen de María Santísima que estaba a un lado del altar: “¿Cómo? ¿Te llevas a Jesús sin llevarme también a mí?”. El Santo se detuvo, sorprendido y entendió el pedido de la Virgen, aunque dudaba de si podría hacerlo, pues tenía sólo una mano libre y la imagen de la Virgen era pesada: entonces, sucedió un prodigio, al tomarla con su única mano libre, la imagen de la Virgen resultó más liviana que una pluma, con lo cual el Santo pudo cumplir con su cometido. El significado del prodigio es delicadísimo: tomar a María con Jesús no puede pesar ni costar absolutamente nada, porque Ellos “están el Uno en el Otro” (Jn 6, 56), de una manera divinamente sublime”[1].

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

          “Allí donde está la Madre, allí está el Hijo; y allí donde está el Hijo, está la Madre”, nos dicen los santos. La presencia de la Virgen al lado de su Hijo sea corporal, física o espiritual y sobrenatural, es inseparable y esto no es una metáfora o una expresión de deseos, sino una realidad sobrenatural. Así nos lo enseñan los santos, como, por ejemplo, Santa Bernardita Soubirous: una persona quiso ponerla a prueba con esta pregunta: “¿Qué te gusta más: recibir la Santa Comunión o ver a Nuestra Señora en la Gruta?”. A lo que la Santa respondió: “¡Qué pregunta tan extraña! Son cosas que no se pueden separar, Jesús y María van siempre juntos”[2].

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

          Afirma un autor: “La unión entre Nuestra Señora y la Eucaristía permanecerá indisoluble por su naturaleza “hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20), porque María Santísima, con su Cuerpo y su Alma -Purísimos y Llenos de la gracia de Dios- constituye la “Morada de Dios” (Ap 21, 3): es la hostia incorruptible “Santa e inmaculada” (Ef 5, 27) que reviste de ella al Verbo de Dios hecho hombre; San Germán llega a llamarla “Paraíso dulcísimo de Dios”. Y más bien, según una sentencia piadosa, también en el Cielo la Virgen conserva y conservará eternamente a Jesús Hostia visible en su pecho y eso para su “eterno consuelo, para júbilo de todos los Beatos y especialmente para alegría perenne de los devotos del Santísimo Sacramento”[3]. En otras palabras, la Virgen será para siempre, para toda la eternidad, “Nuestra Señora de la Eucaristía”.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

          No es mera intuición religiosa de un artista piadoso el representar a la Virgen con Jesús Eucaristía en su pecho: la Virgen lleva, desde la Anunciación, al Pan Vivo bajado del cielo en su Corazón Inmaculado, porque su “Sí” a la Encarnación del Verbo está motivado por el amor que inhabita en su Corazón virginal, el Espíritu Santo. Con toda razón, la Virgen es llamada “Nuestra Señora de la Eucaristía”, porque Ella nos da el fruto de sus entrañas virginales, Cristo Jesús, Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía. Y será la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, quien continuará llevando eternamente a Jesús Eucaristía en su pecho, para ofrecerlo a la contemplación gozosa de los bienaventurados “a quienes ya ahora les es dado ver la Divina Persona de Jesús en las especies eucarísticas”[4].

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

          Ahora bien, si la Virgen, como Nuestra Señora de la Eucaristía, nos da a su Hijo, el Pan de Vida eterna, Cristo Jesús y así se convierte en instrumento privilegiado de la Trinidad para nuestra unión sacramental con la Segunda Persona de la Trinidad encarnada, también es cierto que nos unimos a la Virgen por medio de la Eucaristía: “Nuestra unión con Nuestra Señora encuentra su punto fervoroso de fusión plena y más amorosa en la Eucaristía y especialmente en la Santa Comunión: con Jesús Hostia entra Ella dentro de nosotros, se hace todo una con cada uno de nosotros sus hijos, derramando su amor materno sobre nuestra alma y nuestro cuerpo. San Hilario dice: “La mayor alegría que podemos dar nosotros a María es la de llevar a Jesús Eucaristía en nuestro pecho”[5].

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

         



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús. Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 152.

[2] Cfr. Manelli, ibidem, 153.

[3] Cfr. Manelli, ibidem, 153.

[4] Cfr. Manelli, ibidem, 154.

[5] Cfr. Manelli, ibidem, 154.

domingo, 10 de enero de 2021

Hora Santa en reparación por película blasfema “María, Madre de Jesús” 100121

 


          Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la película blasfema “María, Madre de Jesús”. En dicha película se describen una serie de inexactitudes que constituyen una verdadera blasfemia, no solo contra la Madre de Dios, sino también contra su Hijo, Cristo Dios. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:

          https://www.facebook.com/photo?fbid=10223735621688958&set=gm.3283726775064958

          Canto inicial: “Tantum ergo Sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Con toda razón y justicia, la Virgen Santísima es llamada, entre otros títulos, como “Nuestra Señora de la Eucaristía”, porque fue de su seno virginal de donde surgió el Pan de Vida Eterna, Cristo Jesús en la Eucaristía. Si Jesús es el Pan Vivo bajado del cielo, la Virgen es el horno ardiente de caridad en donde este Pan celestial se puso a punto gracias al Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

          Que la Virgen sea la Madre de la Eucaristía se prueba también por otros nombres y títulos que le pertenecen, como el de “Nuestra Señora del Santísimo Sacramento” y esto no como si fuera un título que se le adjudica solo nominalmente, sino porque fue Ella quien contribuyó, con sus nutrientes maternales, a que el Santísimo Sacramento del altar, Jesús Eucaristía, creciera seguro durante nueve meses en su seno materno y virginal.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

          Los santos también reconocían a la Virgen como “Nuestra Señora de la Eucaristía”, o títulos análogos; por ejemplo, el Padre Pío de Pietralcina, les decía a sus hijos espirituales: “Pero, ¿no veis a Nuestra Señora siempre junto al Sagrario?”[1], es decir, él la llamaba “Nuestra Señora del Sagrario”, porque la Virgen está siempre a los pies de cada Sagrario del mundo, adorando y amando a su Hijo, y haciendo reparación por quienes no lo adoran, no lo aman, no creen en su Presencia Eucarística y no esperan en su Venida Eucarística al alma por la Comunión sacramental.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

          La Virgen está siempre donde está el Hijo, y el Hijo está siempre donde está la Madre. Así, la Virgen está en el Calvario, cumpliendo su rol de Corredentora de la humanidad, junto a su Hijo Jesús, Redentor de los hombres. Por esta presencia adorante de la Virgen delante de cada Sagrario, San Alfonso María de Ligorio, en cada visita a Jesús Eucaristía unía siempre la visita a María Santísima; a su vez, San Juan Bosco decía: “Os recomiendo a todos primero hacer la adoración a Jesús Eucaristía y después el respeto a María Santísima”.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

          Muchos, al leer las vidas de los santos, probablemente experimenten el santo deseo de que la Virgen se les apareciera en sus vidas, pero pocos se dan cuenta de que, si hacen una visita a Jesús Sacramentado, se encontrarán en persona con la Virgen -aunque no la vean con los ojos del cuerpo-, debido a que la Virgen está en cada Sagrario del mundo, como dijimos, adorando, amando y reparando ante Jesús Eucaristía. Por esta razón, San Maximiliano María Kolbe recomendaba que, al ir a Jesús Eucaristía, no se dejase nunca de recordar la presencia de la Virgen, invocándola -como Nuestra Señora de la Eucaristía, agregamos nosotros- y uniéndose a Ella en su adoración, amor y reparación a Jesús Eucaristía.

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Editorial Testimonio de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 132.