jueves, 21 de abril de 2022

Hora Santa en reparación por profanación del sagrario en Neuquén, Argentina 190422

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación del sagrario de una capilla de la provincia argentina de Neuquén. Para mayores datos acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:

https://aica.org/noticia-el-obispo-de-neuquen-invita-a-orar-tras-la-profanacion-del-sagrario-de-una-capilla

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

La gracia santificante que nos concede Jesucristo es algo tan grandioso y maravilloso, que colma sobreabundantemente todos los deseos y propósitos nobles del hombre[1]. Así, por ejemplo, si alguien ama la riqueza espiritual del Ser divino trinitario, Nuestro Señor la concede a quien vive la pobreza de la Cruz, por la cual el alma se vuelve extraordinariamente rica espiritualmente, al recibir la vida divina.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Por el contrario, el pecador ama las riquezas materiales y la abundancia de bienes terrenos, pero así, aun siendo el hombre más rico del mundo, materialmente hablando, es un pobre y más que pobre, un miserable, un indigente espiritual, porque si le falta la gracia santificante, le falta todo, aunque lo tenga todo desde el punto de vista material. Es por eso que Nuestro Señor dice a estas almas sedientas de bienes materiales: “Te crees rico, pero eres pobre; te aconsejo que compres colirio para tus ojos”, significando con esto la gracia santificante, que hace ver la realidad acerca de cuál es el verdadero bien, la participación en la vida de la Trinidad.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

La bienaventuranza cristiana es muy distinta a la falsa felicidad que procura el mundo; quien está en el mundo, desea y anhela los falsos placeres que este proporciona y los deleites de la carne y los bienes materiales, pero en nada de esto está la verdadera felicidad. Según Nuestro Señor Jesucristo, la verdadera felicidad está en llorar los pecados, se abstienen y hacen penitencia, por eso es que dijo en el Evangelio: “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados”[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Afirma un autor que “la causa por la que los hombres hacen injusticia y toman o retienen lo que es ajeno es porque piensan que eso es lo necesario para la vida y lo quieren tomar por medios ilícitos, en vez de ganarlo honradamente, pero no hallarán ni satisfacción ni abundancia como sí lo hacen aquellos que cumplen perfectamente sus obligaciones y guardan justicia de manera tal que no desean quedarse con absolutamente nada de lo ajeno y así Cristo señaló por premio a los que “aman la justicia”, de manera que no pueden sosegarse hasta que satisfacen a su hermano, que serán hartos y que tendrán en abundancia”[3].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

El mismo autor continúa de la siguiente manera: “Algunos dejan de hacer obras de misericordia por no participar de las miserias; dejan de dar limosna al pobre por no hacerse más pobres; dejan de visitar al enfermo para no contagiarse de la enfermedad; en cambio los verdaderos misericordiosos obran la misericordia sin importarles de sí mismos y por eso Nuestro Señor Jesucristo les prometió por premio la Misericordia Divina.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 527.

[2] 528.

[3] 528.

martes, 19 de abril de 2022

Hora Santa en reparación por propaganda blasfema de Burger King 160422

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la propaganda blasfema de la cadena de comida rápida “Burger King”, dirigida contra la Sagrada Eucaristía. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.religionenlibertad.com/polemicas/417144957/tomad-comed-todos-el-campana-blasfema-burger-king-anunciar-productos-veganos.html

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Un cristiano no puede nunca contentarse con simplemente ser “bueno”, puesto que la gracia santificante concede la participación en la santidad de la Trinidad, quien es Bondad Increada e Infinita. En otras palabras, quien está en gracia santificante, no puede nunca ser un mero “filántropo”, no puede nunca contentarse con ser “buena persona”, sino que debe aspirar a ser santo y la santidad se muestra por obras y no por cualquier obra, sino por las obras de misericordia corporales y espirituales[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Afirma un autor que “es tan divina la grandeza de la gracia, que la vida del que está en gracia debe ser perfecta”[2], para corresponder así a la perfección de la gracia. Esto es así porque la gracia, afirma este autor, no solo enriquece al alma con las virtudes infusas, para que así dé los frutos del Espíritu Santo, sino que también “la adornan con los dones del mismo divino Espíritu para que obre las bienaventuranzas con que el Hijo de Dios dio principio a la ley de la gracia, encomendándola especialmente a sus discípulos y a su Iglesia toda[3].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Una primera bienaventuranza, a la que debe aspirar todo cristiano católico por medio de la gracia, es la pobreza de espíritu, según lo dijo el mismo Señor Jesucristo: “Bienaventurados los pobres de espíritu” (Mt 5). Esta pobreza la viven quienes desprecian las honras y pompas del mundo, como así también las riquezas materiales, puesto que estos son los instrumentos por los cuales se proporcionan los deleites mundanos[4], que alejan al alma de la unión con Cristo Pobre en la cruz.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Otra bienaventuranza a la que debe aspirar el cristiano es la de la mansedumbre, según el mismo Jesucristo: “Bienaventurados los mansos de corazón”, porque por la virtud de la mansedumbre no solo refrenan la ira, sino que convierten sus corazones en otras tantas copias vivientes del Sagrado Corazón de Jesús, manso y humilde de corazón: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón”. Además, con esta bienaventuranza, el cristiano imita y se hace partícipe de la mansedumbre no sólo del Corazón de Jesús, sino también de la mansedumbre de la Madre de Dios, María Santísima, cuyo Inmaculado Corazón es una imagen viviente del Corazón de Jesús.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Otra bienaventuranza que debe ser vivida por el cristiano es la que anuncia Jesús en el Sermón de la montaña: “Bienaventurados los que lloran”: son aquellos que no solo por la virtud de la templanza moderan los deleites y sus apetitos, sino que también por un don divinísimo del Espíritu Santo, renuncian a estos totalmente y no quieren tener parte de ellos; antes bien, buscan la vida austera y mortificada y hacen penitencia[5], para llorar por sus pecados en esta vida y así poder gozar de la felicidad eterna en el Reino de los cielos.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 521.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 521.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 521.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 521.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 522.

miércoles, 13 de abril de 2022

Hora Santa en reparación por destrucción de imagen de la Virgen por soldados rusos 130422

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de una imagen de Nuestra Señora de Fátima por parte de soldados rusos. Para mayor información, consultar el siguiente enlace: https://www.eldebate.com/religion/20220412/soldados-rusos-asaltan-seminario-kiev-roban-caliz-destruyen-imagen-virgen.html

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Los frutos del Espíritu Santo se enseñan a los cristianos en el Catecismo, pero no para que solamente los sepan de memoria, sino para que sean una realidad, es decir, se los enseña para que luego, por la gracia de Dios, estos frutos se manifiesten a los demás, mostrando así al mundo que los cristianos no son solo cristianos de nombre, sino que son “otros cristos”[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

La raíz y el origen de los frutos del Espíritu Santo que el cristiano debe mostrar al mundo, es el Amor de Dios y así entre los frutos del Espíritu Santo se encuentra en primer lugar la caridad, que es el Amor mismo de Dios y no meramente el amor humano; por eso, con la gracia y caridad se da al hombre el Espíritu Santo, porque es el Amor Increado y Eterno, origen y principio de todo amor santo de Él participado.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Es por esto que dice el Apóstol: “La caridad de Dios se ha derramado en vuestros corazones por el Espíritu Santo que se os ha dado”. Ahora bien, a este amor de caridad es necesario que le siga el gozo, porque el que ama se goza y alegra con el amado y la caridad tiene siempre presente a Dios, a quien ama, como lo dice San Juan: “El que permanece en caridad, permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4). El gozo entonces es el segundo fruto del Espíritu Santo, siendo la caridad el primero.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

El tercer fruto del Espíritu Santo es la paz, porque es la perfección del gozo santo. Dice el Salmista que “sería mucha la paz de los que aman la Ley de Dios y no tendrán ofensión alguna” (Sal 118), porque no son turbados por las cosas exteriores, las cuales no le pueden quitar el gozar de su Dios. Además, tiene la paz porque su gozo está en una sola cosa, que es el gozo de Dios, sin desear nada que no sea Dios. Por esta razón, el que ama a Dios tiene paz en su corazón, porque no desea ninguna otra cosa.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Otros frutos del Espíritu Santo son la paciencia y la longanimidad, que permiten al alma no perder la paz por los males presentes, además de no permitirle que se aflija por la demora de los bienes que espera. Otros frutos son la bondad, la mansedumbre, la fe, la modestia, la continencia y la castidad. De esta manera, con los doce frutos del Espíritu Santo, se cierra la puerta a los desórdenes del alma y quien está en gracia debe vivir tan ordenadamente que en nada contradiga a la santidad del Espíritu Santo, que habita en el alma en gracia y le concede la vida divina[2].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 518.

[2] Cfr. Nieremberg, 520.

martes, 12 de abril de 2022

Hora Santa en reparación por profanación de la Santa Misa en Argentina Marzo 2022

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por diversas profanaciones causadas a la Santa Misa en Argentina. Dichas profanaciones consisten, entre otras cosas, en lo siguiente: un sacerdote utiliza una mesa adicional delante del altar de mármol; un sacerdote lleva pelucas de diferentes colores para celebrar la Santa Misa; un sacerdote se disfraza de animal de Disney para celebrar la Santa Misa; un sacerdote se viste de payaso con peluca para celebrar la Santa Misa; un sacerdote vive en las redes sociales, no para proclamar la fe, sino para mostrar su cuerpo y sus bailes. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace: https://infovaticana.com/2022/03/29/sacerdotes-celebran-la-misa-disfrazados-de-animales-y-payasos-en-una-diocesis-de-argentina/

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

El penitente, que ha lavado su alma en la Sangre de Cristo, acudiendo al Sacramento de la Penitencia, debe hacer el firme propósito de huir de las ocasiones de caer en pecado, tal como se recita en la oración penitencial: “Propongo firmemente no pecar más y evitar toda ocasión próxima de pecado”. Si no hace esto mostrará muy poca contrición de corazón aquel que, habiendo ofendido a su Creador, vuelve a ponerse en ocasión de caer nuevamente en el pecado[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Con relación al evitar las ocasiones de pecar, un autor compara el evitar las ocasiones de caer, con los cuidados que alguien, preocupado por la salud del cuerpo, toma precauciones extremas, incluido hasta el aire que respira, para no enfermarse. Del mismo modo, dice este autor, si para evitar una enfermedad corporal evitamos el acudir a lugares en donde se puede ocasionar una enfermedad para el cuerpo, así también y con mucho mayor cuidado debe el alma evitar aquello que pueda provocarle no ya la enfermedad del cuerpo, sino la muerte el alma, como es el pecado mortal o el pecado venial deliberado[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

El que ha conseguido la gracia, después del Sacramento de la Penitencia, se convierte, de hombre carnal y terreno, en hombre espiritual y divino[3], partícipe del Ser divino trinitario y de la Vida divina trinitaria que del Ser de Dios brota como una fuente inagotable. Ahora bien, esta participación a la vida divina de la Santísima Trinidad se ha de mostrar en obras, que no deben ser ya más de la vida pasada, sino las que corresponden a su condición de hijo de la Luz, a su condición de hijo adoptivo de Dios Padre.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

El que ha recibido la gracia, ha sido injertado en el Árbol de la Cruz y por lo tanto recibe la savia divina que brota de este árbol sagrado; en consecuencia, sus frutos deben ser frutos de santidad, porque es Tres veces Santo Aquel que cuelga del Árbol de la Cruz. Sus frutos deben ser frutos del Espíritu Santo y es esto lo que dice el Apóstol San Pablo a los que han recibido la gracia: “Andad en espíritu, no cumpláis los deseos de la carne. La carne desea lo que es contrario al espíritu y el espíritu desea lo que es contrario a la carne. Estas dos cosas son contrarias entre sí, para que no hagáis todo lo que queráis y si sois guiados del espíritu, no estéis debajo de la ley. Las obras de la carne son la fornicación, la inmundicia, la desvergüenza, la lujuria, la servidumbre de ídolos vanos, hechicería, enemistades, ira, riñas, envidias, homicidios, embriagueces (…) los que hacen esto, no entrarán en el Reino de Dios (Gál 3)”.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Los frutos del Espíritu Santo son acordes a la santidad de Dios Uno y Trino, Tres veces Santo y eternamente Santo y estos son los frutos que debe dar el cristiano: “Los frutos del Espíritu Santo son: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad; contra estas cosas no hay ley. Los que son de Cristo, crucificaron su carne con sus vicios y concupiscencias. Si vivimos por el espíritu, andemos también con el espíritu (Gál 3)”. Esto debe hacer quien por la gracia ha recibido en su alma el Espíritu Santo. Y así, ha de tener estos doce frutos del Espíritu Santo que señaló San Pablo[4].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 515.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 516.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 516.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 517.

jueves, 7 de abril de 2022

Hora Santa en reparación por profanación de Altar Eucarístico en Austria 040322

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación del Altar Eucarístico llevado a cabo en la Catedral de Viena, Austria. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://acnweb.com.mx/2022/03/04/obispo-progay-austriaco-ahora-pone-foto-de-hombre-semidesnudo-en-el-altar-por-cuaresma/

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Una vez que el pecador ha lavado sus culpas con la Sangre del Cordero, derramada a través del Sacramento de la Confesión, debe hacer el firme propósito de no volver a cometer ese mismo pecado y de alejarse de las ocasiones de caer. Sin embargo, esto aún no es suficiente, porque, como afirma un autor, las malas costumbres y vicios que llevaron al pecado, deben ser erradicadas por la práctica de las virtudes contrarias a dichos vicios[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Es por esta razón que el Espíritu Santo nos advierte que “no nos aseguremos del pecado ya perdonado” (Ecl 5, 5), porque aunque la culpa se haya quitado totalmente, no se arranca con ella el mal hábito que causó. Los Santos nos enseñan con sus vidas que aun después de haber tenido una revelación del cielo de que se les habían perdonado los pecados, hicieron grandes penitencias y pedían a Dios los limpiasen más. Arnolfo, príncipe de Lorena, luego que supo que Dios le había concedido perdón de sus pecados, comenzó a hacer más penitencias, retirándose de toda vida mundana[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

El profeta Natán le dijo al rey David de parte de Dios cómo le había perdonado su pecado: con todo eso el santo penitente comenzó a afligirse, a hacer rigurosa penitencia, a clamar al cielo, a pedir que Dios “le lavase más y más y que le limpiase de su pecado” (Sal 50), sabiendo que estaba ya limpio de la culpa, pero no de la pena, ni de los malos hábitos; y el mismo David no se cansaba de lavar sus pecados con lágrimas continuas, como confiesa de sí (Sal 6, 7). Tanta pena le daba a este santo rey el pecado ya perdonado, que lo lloraba cada día y así cada año de su vida, hasta el fin[3].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Esto mismo aconseja el profeta Jeremías: “Vierte lágrimas como un arroyo impetuoso, de día y de noche y no te des descanso y no calle la niña de tus ojos” por lo mucho que se debe de llorar y ha de durar la penitencia lavando los pecados. El mismo sentimiento le duró a San Pablo, como advierte San Agustín, para que lo tomemos como ejemplo: “Si el Apóstol llora aún los pecados perdonados después del bautismo, ¿qué nos queda que hacer a nosotros, que estamos puestos sobre el fundamento de los Apóstoles, sino es llorar? ¿Qué, sino es estar toda la vida con dolor?”. Luego agrega: “Siempre se duela uno y huélguese de dolerse y si aconteciera arrepentirse del dolor, siempre se duela; y no es bastante cosa que se duela, sino que con fe se duela y duélase de no haber tenido siempre dolor”.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

La culpa se perdona en un instante pero queda mucho tiempo que pagar la pena y que sanar la mala costumbre y así la medicina de la penitencia y las aguas saludables de las lágrimas han de durar hasta sanar por lo menos del hábito vicioso. Mucho hay que hacer después de la confesión pues queda la satisfacción; mucho hay que hacer después de perdonada la culpa pues queda por reparar la pena y quitar el vicio. Mucho queda después de adquirida la gracia, pues queda el asegurarla y el adelantarla[4].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d. 512.

[2] Cfr. ibidem, 512.

[3] Cfr. ibidem, 512.

[4] Cfr. ibidem, 512.